Evangelio del Viernes XVIII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo B. 10 de Agosto, 2012
† Lectura del santo Evangelio según san Juan (12, 24-26)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
“Yo les aseguro que si el grano de trigo sembrado en la tierra, no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna.
El que quiera servirme que me siga, para que donde yo esté, también esté mi servidor. El que me sirve será honrado por mi Padre”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
La vida es el valor supremo, tanto para la sabiduría popular como para Jesús; la vida tomada en su valor existencial, es decir, como la realidad fundamental que permite alcanzar un valor superior. Por esta razón, la pregunta que nos formula este evangelio, ¿qué precio pagará el hombre por su vida?, adquiere un significado especial. La cultura actual nos incita a cambiar nuestra vida por diversión, por fama, por una posición social, incluso por un mejor salario; pero, aunque estas metas conserven algo positivo, no resuelven el enigma fundamental que cada ser humano debe resolver: ¿Qué sentido tiene mi vida? Jesús nos invita abiertamente a asumir un propósito en la vida acorde con la voluntad de Dios, aunque ese propósito implique “cargar cruces” o incluso no satisfacer las demandas con las que se identifica ese propio «yo». “Aborrecerse a sí mismo” significa, entonces, tomar conciencia y dejar aparte todas las expectativas y prejuicios con los que normalmente asumimos una meta y la manera cómo nos desencantamos cuando la alcanzamos o cómo nos frustramos por no alcanzarla. Entonces, ¿cómo podremos rescatar el valor de nuestra vida? La propuesta es simple: sólo siguiendo a Jesús podremos encontrar la respuesta.