Homilía: X Domingo Tiempo Ordinario. Ciclo B. Marcos 3, 20-35
Calificaciones contradictorias. Es impresionante el manoseo a que es sometido el mismo Señor, incluso por sus parientes y allegados. “Es un exaltado”, afirman unos. “Está endemoniado”, dicen otros. Cuando sufrimos en carne propia tales calificaciones percibimos el dolor, aveces atroz, de la injusticia y de cierta impunidad. Las leyes nos protegen, con relativa seguridad, de las agresiones físicas; no tanto de las que afectan nuestro buen nombre y fama. Con una facilidad asombrosa cualquiera dice lo que se le ocurre de cualquiera. La lengua, utilizada como arma mortífera, logra herir a las personas hasta el punto de privarlas de su vida moral y cívica. Lo comprobamos a diario. Nos hemos acostumbrado al manoseo selvático que no se detiene ante lo considerado más sagrado. Dios se anonada, dirá San Pablo, en el misterio de la Encarnación. Se acerca de tal modo a nosotros que podemos tocarlo, y hasta ultrajarlo.
No oculta la verdad. Quizás sea desmedida la expresión, pero responde a una realidad dolorosa. Hay un mundo insolente que se exhibe sin pudor en las 111
circunstancias más solemnes de la vida. Un mundo que no respeta valores y personas, como los niños faltos de razón, sin capacidad de reconocer la dignidad de nadie. Jesús padece la incomprensión de quienes convivieron con él y no llegaron a conocerlo. Advierte que nadie es profeta en su tierra y decide no manifestarse, con sus signos propios, entre los suyos. Sufre el rechazo y el desconocimiento de su pueblo amado, y no disimula su disgusto. No actúa ocultando su verdad cuando debe manifestarla, pero se ampara en un silencio cerrado cuando la frivolidad de Herodes pretende curiosear en el misterio de su verdadera misión. Es preciso conocer su verdadero perfil. Se deberá proceder desde una mirada respetuosa que indague en su intimidad inefable, accesible, únicamente, a quienes lo buscan con sincera honestidad
El aprecio por los mejores no es unánime. Los discípulos que presencian esas consternantes escenas van sorbiendo la enseñanza. El amor al Maestro los impulsa a rechazar las calificaciones de exaltado y endemoniado. Han podido comprobar cuánta sabiduría contiene la personalidad del Señor y Amigo. Las pruebas posteriores evidenciarán que las actitudes descalificatorias no están inspiradas en la verdad. Se nos ha dado experimentar, con mucha frecuencia, que las contradicciones sostenidas como verdad por algunas personas, proceden de ópticas e intereses increíblemente opuestos.
Mons. Domingo Salvador Castagna
Arzobispo de la Arquidiócesis de Corrientes, Argentina