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22 agosto 2013 4 22 /08 /agosto /2013 23:53

Meditación Mateo 22,34-40: Viernes XX Semana Tiempo Ordinario, Ciclo C. 23 de agosto, 2013. 

El corazón de Dios es de amor, y nos pide que vivamos a imagen suya: el principal mandamiento es amar a Dios y a los demás

“En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: -«Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?» Él le dijo: -«"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser." Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas»” (Mateo 22,34-40).  

1. –“Los "fariseos" al enterarse de que Jesús había hecho callar a los "saduceos", se reunieron en grupo y uno de ellos "doctor en la Ley", le preguntó con ánimo de ponerlo a prueba”... Se refiere al episodio de la resurrección, donde Jesús salió airoso como de otras trampas que le hicieron (el pago de los impuestos por ejemplo).

-“Maestro, ¿cuál es el Mandamiento mayor de la Ley?” Es una pregunta típicamente farisaica: la fidelidad a la Ley era el gran problema debatido en sus grupos. Tenían múltiples obligaciones, numerosas prácticas a observar y cantidades de interdictos. Pero sabían que era preciso, sin embargo, hacer distinciones, y no ponerlo todo en el mismo plano: hay mandamientos más graves y otros menos graves. Es pues una verdadera cuestión la propuesta por ese doctor en la Ley. ¿Busco, yo también, lo que es esencial en todas mis obligaciones?

Fue buena idea la de preguntar a Jesús cuál es el mandamiento principal. Porque los judíos contaban hasta 365 leyes negativas y 248 positivas, suficientes para desorientar a las personas de mejor voluntad, a la hora de centrarse en lo esencial. La respuesta de Jesús es clara: el mandamiento principal es amar. Amar a Dios (lo cita del libro del Deuteronomio: Dt 6) y amar al prójimo «como a ti mismo» (estaba ya en el Levítico: Lv 19). Lo que hace Jesús es unir los dos mandamientos y relacionarlos: «estos dos mandamientos sostienen la ley entera y los profetas».

Lo principal para un cristiano sigue siendo amar. Tienen sentido cumplir y trabajar y rezar y ofrecer y ser fieles. Pero el amor es lo que da sentido a todo lo demás. Nos interesa, de cuando en cuando, volver a lo esencial. También nosotros tenemos, en el Código de Derecho Canónico, muchas normas, necesarias… y procura también recoger lo que Jesús nos enseña sobre lo principal y la raíz de lo demás; algunos puntos se refieren a que se apliquen las leyes siguiendo la caridad: «guardando la equidad canónica y teniendo en cuenta la salvación de las almas, que debe ser siempre la ley suprema de la Iglesia» (c. 1752). ¿Puedo decir, cuando me examino al final de cada jornada, que mi vida está movida por el amor?, ¿que, entre tantas cosas que hago, lo que me caracteriza más es el amor a Dios y al prójimo, o, al contrario, mi egoísmo y la falta de amor? San Pablo nos recomendó: «con nadie tengáis otra deuda que la del mutuo amor, pues el que ama al prójimo ha cumplido la ley... todos los demás preceptos se resumen en esta fórmula: amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Rm 13,8-9). Y Jesús nos advirtió que, al final de nuestra vida, seremos examinados precisamente de esto: si dimos agua al sediento y visitamos al enfermo... Seremos examinados del amor (S. Juan de la Cruz; J. Aldazábal).

-“Jesús contestó: Amarás...” Todo se resume en esta palabra. Es tan breve que tenemos el riesgo de pasarla por alto. Debo orar a partir de eso... y mirar mi vida a esa luz. –“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón-alma-mente”. Este es el "mayor" y el "primer" Mandamiento: "con todo tu corazón, -con toda tu alma-, con toda tu mente”. Los judíos rezan estos versículos con el texto dentro de unas cajitas de cuero,tefilim,  sujetas una de ellas a la frente (“con toda tu mente…”) y otra a la parte superior del brazo izquierdo, a la altura del pecho (“con todo tu corazón…”)

-“El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden la Ley entera y los Profetas”. Al conectar estos dos mandamientos, Jesús, les das una unidad, una síntesis sencilla a toda la Ley... (Noel Quesson).

“Ninguno de estos dos amores puede ser perfecto si le falta el otro, porque no se puede amar de verdad a Dios sin amar al prójimo, ni se puede amar al prójimo sin amar a Dios (…) Sólo ésta es la verdadera y única prueba del amor de Dios, si procuramos estar solícitos del cuidado de nuestros hermanos y les ayudamos” (S. Beda). A veces nos preguntamos por métodos y sistemas… queremos “hacerlo bien”… “tú me preguntas por qué razón y con qué método o medida debe ser amado Dios. Yo contesto: la razón para amar a Dios es Dios; el método y medida es amarle sin método ni medida” (San Bernardo).

2. Ezequiel nos muestra hoy la más magistral de las profecías:

-“La mano del Señor se posó sobre mí, su espíritu me arrebató y me puso en medio de la vega, la cual estaba llena de huesos completamente secos, que cubrían todo el suelo; la mano del Señor me hizo pasar entre ellos”. En Babilonia se echaban al osario los cadáveres de los deportados. Aún no se había inventado el horno crematorio. Los chacales y los buitres se encargaban de despedazar todo lo que era comestible; y el sol acababa de «secar» los huesos restantes. Todo parece terminado.

Para contemplar este espectáculo, Dios invita a su profeta a «dar una vuelta». Símbolo de la desesperación y de la muerte: «estaban completamente secos...»

-“El Señor me dijo: «Hijo de hombre, ¿podrán revivir estos huesos?» Le contesté: «Señor Dios, Tú lo sabes»”. Si algo es posible ante la muerte, ya no está en nuestro poder. Sólo está en tu mano, Señor.

La muerte es ciertamente la cuestión radical a la que la humanidad no puede responder por sus propios medios...

El símbolo radical de la finitud del ser creado, de todo lo que no es Dios. Señor, Tú sabes si podemos vivir.

-“Me dijo entonces: «Profetiza sobre estos huesos... Yo voy a hacer entrar el espíritu en vosotros y viviréis... Sabréis entonces que Yo soy el Señor...». Así dice el Señor Dios: ¡Ven, espíritu de los cuatro vientos y sopla sobre estos muertos para que vivan! Profeticé como se me había ordenado, y el espíritu entró en ellos; revivieron, se incorporaron sobre sus pies, era un enorme, inmenso ejército”.

Incluso desde el punto de vista literario, se trata de una gran página de la literatura de todos los tiempos.

Preferentemente hay que aplicarla a la Resurrección de Jesús y a nuestra fe en la resurrección de la carne... incluso si para el propio Ezequiel sólo representaba el renacimiento de su pueblo después del exilio.

-“Decían: nuestros huesos están secos, nuestra esperanza está destruida, ¡estamos perdidos! Pues bien, les dirás: así habla el Señor: Yo abriré vuestras tumbas, pueblo mío, y os llevaré de nuevo a la tierra de Israel”.

Es pues normal que apliquemos esta promesa a nuestras situaciones humanas desesperadas... a nuestras incapacidades, a nuestros horizontes cerrados, a estos problemas, humanamente sin salida con los que nos enfrentamos...

Es posible, al límite, que esta profecía no se realice totalmente jamás en este mundo. Pero sí que debemos empezar por dejarnos llevar por su dinamismo, ya desde aquí abajo y desde ahora, para revitalizar, para dar un nuevo arranque pascual a nuestras vidas. Pero es preciso también proyectar esta visión sobre nuestro futuro escatológico, sabiendo que la plenitud de esta promesa sólo se cumplirá en el más allá (Noel Quesson).

-“Infundiré en vosotros mi espíritu y viviréis... Lo he dicho y lo haré. Palabra del Señor Dios”.

3. Rezamos con el Salmo 106: “Que lo confiesen los redimidos por el Señor, los que él rescató de la mano del enemigo, los que reunión de todos los países: norte y sur, oriente y occidente”… La salvación universal, para los que “erraban por un desierto solitario, no encontraban el camino de ciudad habitada; pasaban hambre y sed, se les iba agotando la vida”. Pero Dios es Padre que nos protege, cuando le pedimos: “pero gritaron al Señor en su angustia, y los arrancó de la tribulación. Los guió por un camino derecho, para que llegaran a la ciudad habitada”. Por eso damos “gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres”.

Llucià Pou Sabat

 Fuente: www.almudi.org

 

 

 

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