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14 diciembre 2012 5 14 /12 /diciembre /2012 16:48

Ordinario de la Misa: III Domingo de Adviento. Ciclo C. 16  de Diciembre, 2012.

Tercer Domingo de Adviento

El Señor es mi Dios y Salvador

El Espíritu del Señor está sobre mí

Antífona de Entrada

Estad siempre alegres en  el Señor; os lo repito, estad alegres. El Señor está cerca.

No se dice Gloria.

Oración Colecta

 Oremos:

Mira, Señor, a tu pueblo  que espera con fe la fiesta  del nacimiento de tu Hijo, y  concédele celebrar el gran  misterio de nuestra salvación  con un corazón nuevo y una

inmensa alegría.

Por nuestro Señor Jesucristo...

Amén.

 

Primera Lectura

Lectura del libro del profeta

Sofonías (3, 14-18)

Canta, hija de Sión, da  gritos de júbilo, Israel, gózate  y regocíjate de todo corazón,

Jerusalén.

El Señor ha levantado su  sentencia contra ti, ha expulsado  a todos tus enemigos. El Señor  será el rey de Israel en medio de ti y ya no temerás ningún mal.

Aquel día dirán a Jerusalén:

“No temas, Sión, que no desfallezcan tus manos.

El Señor, tu Dios, tu poderoso  salvador, está en medio de ti. El se goza y se complace en ti;  él te ama y se llenará de júbilo  por tu causa, como en los días  de fiesta”.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

 

Salmo Responsorial Isaías 12

El Señor es mi Dios y salvador.

El Señor es mi Dios y  salvador, con él estoy seguro  y nada temo. El Señor es mi  protección y mi fuerza y ha  sido mi salvación. Sacarán  agua con gozo de la fuente

de salvación.

El Señor es mi Dios y salvador.

Den gracias al Señor, invoquen  su nombre, cuenten a los  pueblos sus hazañas, proclamen  que su nombre es sublime.

El Señor es mi Dios y salvador.

Alaben al Señor por sus  proezas, anúncienlas a toda  la tierra. Griten jubilosos,  habitantes de Sión, porque el  Dios de Israel ha sido grande con ustedes.

El Señor es mi Dios y salvador.

 

Segunda Lectura

Lectura de la carta del apóstol

san Pablo a los filipenses

(4, 4-7)

 Hermanos míos:

Alégrense  siempre en el Señor; se los repito:  ¡alégrense! Que la benevolencia  de ustedes sea conocida por  todos. El Señor está cerca. No  se inquieten por nada; más  bien presenten en toda ocasión  sus peticiones a Dios en la  oración y la súplica, llenos de  gratitud. Y que la paz de Dios,  que sobrepasa toda inteligencia,  custodie sus corazones y sus  pensamientos en Cristo Jesús.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor

 

Aclamación antes del Evangelio

 Aleluya, aleluya.

El Espíritu del Señor está  sobre mí. Me ha enviado para  anunciar la buena nueva a los

pobres.

Aleluya.

 

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Lucas (3, 10-18)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, la gente le preguntaba a Juan el Bautista:

“¿Qué debemos hacer?”

El contestó:

“Quien tenga dos  túnicas, que dé una al que no  tiene ninguna, y quien tenga  comida, que haga lo mismo”.

 También acudían a él los  publicanos para que los bautizara, y le preguntaban:

“Maestro, ¿qué tenemos que hacer nosotros?”

El les decía:

“No cobren más de lo establecido”.

Unos soldados le preguntaron:

“Y nosotros, ¿qué tenemos que hacer?” El les dijo:

“No extorsionen a nadie, ni  denuncien a nadie falsamente, sino conténtense con su salario”.

Como el pueblo estaba en  expectación y todos pensaban  que quizá Juan era el Mesías,  Juan los sacó de dudas,  diciéndoles:

“Es cierto que yo  bautizo con agua, pero ya viene  otro más poderoso que yo, a  quien no merezco desatarle las  correas de sus sandalias. El los  bautizará con el Espíritu Santo y  con fuego. El tiene el bieldo en  la mano para separar el trigo de  la paja; guardará el trigo en su  granero y quemará la paja en un fuego que no se extingue”.

Con éstas y otras muchas  exhortaciones anunciaba al pueblo la buena nueva.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario:

El texto del profeta Sofonías nos habla de un tiempo poco antes del reinado de Josías. El país se hallaba sumido en la mayor miseria moral y hacía tiempo se dejaba sentir la amenaza de Asiria. Sofonías, testigo de los grandes pecados de Israel y del duro castigo con que Dios va a purificar a su pueblo, preanuncia la restauración y redención que Dios va a obrar. A los beneficiarios de ella los llama el “resto”. Con este “resto” creará Dios un pueblo nuevo.

Al final de su libro Sofonías vislumbra algunas luces de esperanza: el rey Josías se presenta como un gran reformador y Asiria parece aflojar por el momento su cerco. Es la ocasión para anunciar días mejores para Jerusalén e invitar a la alegría a través de una gran fiesta en la que todo serán danzas, alegría y regocijo.

Israel rebosa gozo porque el Señor ha cancelado todas sus deudas o el castigo de sus pecados (la cautividad). El Señor establece su trono en Sión. Con Rey tan poderoso y Padre tan misericordioso nada tiene que temer nunca más (v.14-15). Ahora ya no es Israel el que se goza en el Señor; es el mismo Señor quien se goza con su nuevo pueblo. Es como el “esposo” que se goza en la “esposa”. Muchas veces en los profetas la “Alianza” es presentada como “Desposorio”: “Yahvé, tu Dios, está en medio de ti; exulta de gozo por ti y se complace en ti; te ama y se alegra con júbilo; hace fiesta por ti” (v.16-17).

Los textos de la liturgia de hoy nos invitan a la alegría. Ese es el modo de esperar al Señor: la auténtica alegría del pueblo de Dios es Cristo, el Mesías largo tiempo esperado. A los filipenses Pablo les recomienda: “Alegraos siempre en el señor. Otra vez os digo, alegraos”.

El pasaje de Lucas nos habla del testimonio de Juan Bautista, el precursor. Su predicación impresiona al pueblo, la gente se acerca para preguntarle: “¿Qué debemos hacer?” (v.10), es una prueba de que han comprendido el mensaje, perciben que el bautismo de Juan exige un comportamiento. La respuesta llega enseguida: compartan lo que tengan: vestido, comida, etc. (vv. 10-11).

No se pregunta lo que hay que pensar, ni siquiera lo que hay que creer. El Evangelio pretende que el oyente de la Palabra de Dios se convierta, es decir, que su conducta y su comportamiento estén de acuerdo con la justicia que exige el Reino. La buena noticia entraña una exigencia nítida: los que tienen bienes o poder deben compartirlos con los que no tienen nada o son más débiles. Gracias a esta conversión, los pobres y menesterosos son iguales a los otros. En realidad, los pobres no preguntan, sino que están en “expectación”. El “¿qué debemos hacer?” lo deberían preguntar quienes tienen el dinero, la cultura, el poder... porque la exigencia básica, según la Biblia, es compartir.

La conversión es un cambio de conducta más que un cambio de ideas; es la transformación de una situación vieja en una situación nueva. Convertirse es actuar de manera evangélica. El evangelio nos invita a una “conversión al futuro” que se despliega en el Reino. No es mirar y volverse atrás. El futuro (que es Dios y su reinado) es la meta de la llamada a la conversión.

La tentación para no convertirse es quedarse en una búsqueda permanente o contentarse con preguntar sin escuchar respuestas verdaderas. Según el Bautista, la conversión exige “aventar la parva” (saber seleccionar o elegir), “reunir el trigo” (ir a lo más importante y no quedarse en las ramas) y “quemar la paja” (echar por la borda lo inservible o lo que nos inmoviliza); acoger la Buena Nueva de la venida del Señor requiere esa conversión. Con nuestros gestos discernimos lo que nos acerca de aquello que nos aleja de la llegada del Señor. Este día Dios discernirá entre el trigo y la paja que haya en nuestra conducta.

Este domingo se denominó tradicionalmente domingo “gaudete”, o de alegría. Por dos veces nos dice Pablo que estemos alegres, alegres por la venida del Señor, por la celebración próxima de la Navidad, por mantener la esperanza, por situarnos en proceso de conversión y por compartir con los hermanos la cena del Señor.

En la Biblia, la alegría acompaña todo cumplimiento de las promesas de Dios. Esta vez el gozo será particularmente profundo: “El Señor está cerca” (Flp 4,5). Toda petición a Dios debe estar apoyada en la acción de gracias (v. 6). La práctica de la justicia y la vivencia de la alegría nos llevarán a la paz auténtica, al Shalom (vida, integridad) de Dios.

¿Qué debemos hacer? Es la pregunta que muchos nos podemos formular hoy. La respuesta de Juan Bautista no es teoría vacía. Es a través de gestos y acciones concretas de justicia, respeto, solidaridad, y coherencia cristiana, como demostramos nuestra voluntad de paz, vamos construyendo un tejido social más digno de hijos de Dios, vamos conquistando los cambios radicales y profundos que nuestra vida y nuestra sociedad necesitan. Pero para eso, es necesario purificar el corazón, dejarnos invadir por el Espíritu de Dios, liberarnos de las ataduras del egoísmo y el acomodamiento, no temer al cambio y disponernos con alegría, con esperanza y entusiasmo a contribuir en la construcción de un futuro no remoto más humano, que sea verdadera expresión del Reino de Dios que Jesús nos trae, y así poder exclamar con alegría: ¡venga a nosotros tu Reino, Señor!

Para la revisión de vida
- Buen tiempo, éste de adviento, para hacerse la pregunta que se hacía la gente al escuchar a Juan: "y nosotros, ¿qué debemos hacer?". Pregunta de conversión que también yo debo hacerme. A la luz de este evangelio, ¿qué respuesta creo que me daría el radical profeta Juan?, ¿qué debo hacer?

Para la reunión de grupo
- En la próxima Navidad volvemos a recibir la alegría y el alborozo del nacimiento de Cristo. Pero, preguntémonos: ¿se ven por algún sitio, en nuestro mundo, en nuestra patria, en nuestra sociedad los signos de la llegada Reinado de Dios? ¿Es Navidad en el mundo? ¿Dónde nace Jesús? ¿Qué significa realmente ser navidad? ¿Les llega a los pobres la salud, la vida, el empleo, la justicia... las Buenas Noticias? ¿Qué podemos hacer para que esta navidad nazca efectivamente Jesús a nuestro alrededor?

 

Se dice Credo.

Oración de los Fieles

Celebrante:

Demos gracias a Dios, que en  Cristo ha cancelado la condena  que pesaba sobre nosotros  y sobre toda la humanidad, y  digamos con alegría junto a todos los hombres:

Ven, Señor Jesús.

Para que la Iglesia proclame  con su vida el gozo de saber ya  cercano al Emmanuel, Dios con

nosotros, que viene a salvarnos.

Oremos al Señor.

Ven, Señor Jesús.

Para que el Santo Padre y  todos los pastores y ministros  de la Iglesia, estimulen a los  fieles a esperar a Jesús, la paz  viviente, para que encuentren  en Él la plena felicidad, y en su  nombre sean constructores de  la concordia y la fraternidad.

Oremos al Señor.

Ven, Señor Jesús.

Para que los gobiernos de las  naciones procuren la superación  de todo tipo de injusticia y  discriminación a causa de raza,  cultura, sexo o credo, y procuren  eliminar positivamente el odio,  el resentimiento y el espíritu  de venganza, promoviendo  el diálogo y la reconciliación.

Oremos al Señor.

Ven, Señor Jesús.

Para que en este tiempo  de adviento todos los hombres  esperemos, alegre y activamente  al Salvador; para que los  pobres aguarden contra toda  desesperanza su próxima  liberación; y para que el  Emmanuel sostenga a quienes  con su entrega despiertan  la ilusión y la alegría en el  corazón de sus hermanos.

Oremos al Señor.

Ven, Señor Jesús.

Para que, a todos los que  sufren, a los enfermos  y a los emigrantes; a los  desterrados y a los presos;  a los que no tienen la  experiencia del amor cercano  y desinteresado, el Espíritu  de Jesús, les manifieste  la liberación definitiva de cuanto ahora les angustia.

Oremos al Señor.

Ven, Señor Jesús.

Para que la paz y la alegría  sean el fruto maduro de nuestra  fe, de nuestra esperanza  y de nuestro amor sincero,  y con nuestras vidas  comuniquemos la felicidad de sabernos salvados.

Oremos al Señor.

Ven, Señor Jesús.

 

 Celebrante:

Dios de la vida y de la paz,  mira con amor a tu pueblo  que con confianza eleva  sus ojos hacia Ti, y haz  que cuando venga tu Hijo  nos encuentre unidos  en el amor, fuertes en la fe  y alegres en la esperanza.

Por el mismo Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

 

Oración sobre las Ofrendas

Te pedimos, Señor,  que este sacrificio, signo  de nuestra total entrega a ti,  te sea ofrecido siempre  para que realice la intención  que tuviste al instituir este  sacramento, y lleve a cabo  plenamente en nosotros

tu salvación.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

 

Prefacio de Adviento I

Las dos venidas de Cristo

El Señor esté con ustedes.

Y con tu espíritu.

Levantemos el corazón.

Lo tenemos levantado hacia el Señor.

Demos gracias al Señor, nuestro Dios.

Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario,  es nuestro deber y salvación  darte gracias siempre y en  todo lugar, Señor, Padre santo,  Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor.

El cual, al venir por vez  primera en la humildad de  nuestra carne, realizó el plan  de redención trazado desde  antiguo y nos abrió el camino  de la salvación, para que  cuando venga de nuevo,  en la majestad de su gloria,  revelando así la plenitud de  su obra, podamos recibir los  bienes prometidos que ahora,  en vigilante espera, confiamos alcanzar.

Por eso, con los ángeles  y los arcángeles y con todos  los coros celestiales, cantamos  sin cesar el himno de tu gloria:

Santo, Santo, Santo...

 

Antífona de la Comunión

 He aquí que vendrá nuestro salvador, ya no tengáis miedo.

Oración después de la Comunión

 Oremos:

Que esta Eucaristía nos  purifique, Señor, de toda  mancha y nos prepare así  a celebrar dignamente la

Navidad ya próxima.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

Fuentes: www.lecturadeldia.com; www.servicioskoinonia.org

 

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