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14 marzo 2013 4 14 /03 /marzo /2013 02:41

Ordinario de la Misa: Jueves IV Semana de Cuaresma. Ciclo C. 14 de marzo, 2013.<?xml:namespace prefix = o ns = "urn:schemas-microsoft-com:office:office" />

1. Reunido el pueblo, el sacerdote se dirige al altar, con los ministros, mientras se entona el canto de entrada.
 
Cuando llega al altar, habiendo hecho con los ministros una inclinación profunda, venera el altar con un beso y, si es oportuno, inciensa la cruz y el altar. Después se dirige con los ministros a la sede.
 
Terminado el canto de entrada, el sacerdote y los fieles, de pie, se santiguan con la señal de la cruz, mientras el sacerdote, vuelto hacia el pueblo, dice:

 
En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
 
El pueblo responde: Amén.

La gracia y el amor de Jesucristo,
que nos llama a la conversión,
esté con todos ustedes.
 
O bien:
Que el Espíritu de Dios
nos ayude a responder dócilmente a su llamado penitencial,
y que su gracia salvadora
permanezca con cada uno de ustedes.
 
O bien:
Que el Señor Jesús los encamine hacia el amor de Dios Padre
y les dé la perseverancia
para renovar su compromiso bautismal,
y que su amor misericordioso
descienda y esté con todos ustedes.
 
O bien:
De parte de Dios Padre y de Jesucristo,
que nos amó y nos purificó de nuestros pecados con su sangre,
gracia y paz a todos ustedes.

Antífona de entrada         Cf. Sal 104, 3-4
Que la alegría llene el corazón de los que buscan al Señor.
Busquen al Señor y serán fuertes, busquen siempre su rostro.
 
Oración colecta
Imploramos tu misericordia, Señor,
y te pedimos que, purifiques por la penitencia
y por la práctica de las buenas obras,
nos mantengamos fieles a tus mandamientos,
para llegar bien dispuestos a las fiestas de Pascua.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.

LITURGIA DE LA PALABRA

Arrepiéntete del mal que quieres infligir a tu pueblo

Lectura del libro del Exodo    32, 7-14

El Señor dijo a Moisés: «Baja en seguida, porque tu pueblo, ese que hiciste salir de Egipto, se ha pervertido. Ellos se han apartado rápidamente del camino que yo les había señalado, y se han fabricado un ternero de metal fundido.
Después se postraron delante de él, le ofrecieron sacrificios y exclamaron: "Este es tu Dios, Israel, el que te hizo salir de Egipto."»
Luego le siguió diciendo: «Ya veo que este es un pueblo obstinado. Por eso, déjame obrar: mi ira arderá contra ellos y los exterminaré. De ti, en cambio, suscitaré una gran nación.»
Pero Moisés trató de aplacar al Señor con estas palabras: «¿Por qué, Señor, arderá tu ira contra tu pueblo, ese pueblo que tú mismo hiciste salir de Egipto con gran firmeza y mano poderosa? ¿Por qué tendrán que decir los egipcios: "El los sacó con la perversa intención de hacerlos morir en las montañas y exterminarlos de la superficie de la tierra?" Deja de lado tu indignación y arrepiéntete del mal que quieres infligir a tu pueblo.
Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Jacob, tus servidores, a quienes juraste por ti mismo diciendo: "Yo multiplicaré su descendencia como las estrellas del cielo, y les daré toda esta tierra de la que hablé, para que la tengan siempre como herencia."»
Y el Señor se arrepintió del mal con que había amenazado a su pueblo.

Palabra de Dios.


SALMO
    Sal 105, 19-23

R. ¡Acuérdate de tus promesas, Señor!

En Horeb se fabricaron un ternero,
adoraron una estatua de metal fundido:
así cambiaron su Gloria
por la imagen de un toro que come pasto. R.

Olvidaron a Dios, que los había salvado
y había hecho prodigios en Egipto,
maravillas en la tierra de Cam
y portentos junto al Mar Rojo. R.

El Señor amenazó con destruirlos,
pero Moisés, su elegido,
se mantuvo firme en la brecha
para aplacar su enojo destructor. R.


VERSÍCULO ANTES DEL EVANGELIO    Jn 3, 16

Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único;
para que todo el que crea en él tenga Vida eterna.


EVANGELIO

El que os acusará será Moisés,
en el que habéis puesto vuestra esperanza

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan    5, 31-47

Jesús dijo a los judíos:
«Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no valdría. Pero hay otro que da testimonio de mí, y yo sé que ese testimonio es verdadero.
Ustedes mismos mandaron preguntar a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para la salvación de ustedes. Juan era la lámpara que arde y resplandece, y ustedes han querido gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: son las obras que el Padre me encargó llevar a cabo. Estas obras que yo realizo atestiguan que mi Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Ustedes nunca han escuchado su voz ni han visto su rostro, y su palabra no permanece en ustedes, porque no creen al que él envió.
Ustedes examinan las Escrituras, porque en ellas piensan encontrar Vida eterna: ellas dan testimonio de mí, y sin embargo, ustedes no quieren venir a mí para tener Vida.
Mi gloria no viene de los hombres. Además, yo los conozco: el amor de Dios no está en ustedes. He venido en nombre de mi Padre y ustedes no me reciben, pero si otro viene en su propio nombre, a ese sí lo van a recibir. ¿Cómo es posible que crean, ustedes que se glorifican unos a otros y no se preocupan por la gloria que sólo viene de Dios?
No piensen que soy yo el que los acusaré ante el Padre; el que los acusará será Moisés, en el que ustedes han puesto su esperanza. Si creyeran en Moisés, también creerían en mí, porque él ha escrito acerca de mí. Pero si no creen lo que él ha escrito, ¿cómo creerán lo que yo les digo?»

Palabra del Señor.

 Comentario:

En el debate de Jesús con las autoridades religiosas de Jerusalén, el tema más fuerte y neurálgico era el de la identidad de Jesús. Sólo el Espíritu Santo de Dios hará posible –y éste es el verdadero milagro– que un creyente vea en las obras de Jesús la obra del buen Padre Dios. Es el Espíritu de Dios quien podrá revelarnos el misterio de la divinidad de Jesús. El Padre quiere que todos los seres humanos lleguen al conocimiento de la verdad. – En este tiempo de Cuaresma estamos llamados a hacer un proceso profundo de conversión. Esta conversión no está tanto en pasar de pecadores a justos, sino en pasar de justos a hijos, y si somos hijos, también seremos herederos del misterio de Dios revelado en la persona de Jesús. – Que en esta Cuaresma logremos la aniquilación de los ídolos que nos impiden encontrarnos con Jesús, el Dios encarnado, la Palabra autorizada del Padre. Recordemos que no es tanto el ateísmo el que nos aleja de Dios como la idolatría. Comencemos por reconocer desde el fondo de nuestro ser a Jesús como el Señor de la vida y de la historia, y seamos fieles a su mandato.


Oración sobre las ofrendas
Dios todopoderoso,
concédenos que la ofrenda de este sacrificio
fortalezca nuestra debilidad
y nos defienda de todos los males

PREFACIO DE CUARESMA IV
LOS FRUTOS DEL AYUNO

42. Este prefacio se dice en las Misas de los días feriales de Cuaresma y en los días penitenciales.
 
V. El Señor esté con ustedes.
R. Y con tu espíritu.
 
V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
 
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.
 
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.
 
Porque con el ayuno corporal,
refrenas nuestras pasiones,
elevas nuestro espíritu
y nos das fuerza y recompensa,
por Cristo, Señor nuestro.
 
Por él, los ángeles y los coros celestiales
celebran tu gloria,
unidos en común alegría.
Permítenos asociarnos a sus voces,
cantando humildemente tu alabanza:
 
Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del Universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.

 PLEGARIA EUCARÍSTICA « DE LA RECONCILIACIÓN » I


100. El sacerdote, con las manos extendidas, dice:
CP
Santo eres en verdad, Señor. fuente de toda santidad;
 
101. Junta las manos y, manteniéndolas extendidas sobre las ofrendas, dice:
CC
por eso te pedimos que santifiques estos dones
con la efusión de tu Espíritu,
 
Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente, diciendo:
de manera que se conviertan para nosotros
en el Cuerpo y + la Sangre
de Jesucristo, nuestro Señor.
 
Junta las manos.
 
102. En las fórmulas que siguen, las palabras del Señor han de pronunciarse claramente y con precisión, como lo requiere la naturaleza de las mismas palabras.
Él mismo,


En la Misa vespertina del Jueves santo:

    en esta misma noche,


 
cuando iba a ser entregado a su pasión,
voluntariamente aceptada,
 
Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan, dándote gracias, lo partió
y lo dio a sus discípulos, diciendo:
 
Se inclina un poco.
 
TOMEN Y COMAN TODOS DE ÉL,
PORQUE ESTO ES MI CUERPO,
QUE SERÁ ENTREGADO POR USTEDES.

 
Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora, haciendo genuflexión.
 
103.
Después prosigue:
Del mismo modo, acabada la cena,
 
Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó el cáliz,
y, dándote gracias de nuevo,
lo pasó a sus discípulos, diciendo:
 
Se inclina un poco.
 
TOMEN Y BEBAN TODOS DE ÉL,
PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE,
SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA,
QUE SERÁ DERRAMADA
POR USTEDES Y POR MUCHOS
PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS.
 
HAGAN ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA.

 
Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora, haciendo genuflexión.
 
104.
Luego dice una de las siguientes fórmulas:
CP

Éste es el Misterio de nuestra fe.
 
O bien:
Éste es el Sacramento de nuestra fe.
 
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Anunciamos tu muerte,
proclamamos tu resurrección.
¡Ven, Señor Jesús!
 


O bien:
CP

Éste es el Misterio de la fe, Cristo nos redimió.
 
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Cada vez que comemos de este pan
y bebemos de este cáliz,
anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.
 
O bien:
CP

Éste es el Misterio de la fe, Cristo se entregó por nosotros.
 
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Salvador del mundo, sálvanos,
que nos has liberado por tu cruz y resurrección.


105. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice:
CC

Así, pues, Padre,
al celebrar ahora
el memorial de la muerte y resurrección de tu Hijo,
te ofrecemos el Pan de Vida y el Cáliz de Salvación,
y te damos gracias
porque nos haces dignos de servirte en tu presencia.
 
Te pedimos humildemente
que el Espíritu Santo congregue en la unidad
a cuantos participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo.
 
C1
Acuérdate, Señor,
de tu Iglesia extendida por toda la tierra;


    Los domingos, cuando no hay otro
«Acuérdate, Señor»
propio, puede decirse:

Acuérdate, Señor de tu Iglesia, extendida por toda la tierra,
y reunida aquí en el domingo,
día en que Cristo ha vencido a la muerte
y nos ha hecho partícipes de su vida inmortal;

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra
y reunida aquí
(en la noche santa) en el día santo
en que la Virgen María dio a luz al Salvador del mundo;


y con el Papa N.,
con nuestro Obispo
N. (Aquí se puede hacer mención del Obispo Coadjutor o Auxiliar, de acuerdo con la Ordenación general del Misal Romano, n. 149).


    El Obispo, cuando celebra en su diócesis, dice:
    conmigo, indigno servidor tuyo,
 
   
Cuando celebra un Obispo que no es el Ordinario diocesano, dice:
    con mí hermano
N., Obispo de esta Iglesia de N., conmigo, indigno siervo tuyo,


y todos los pastores que cuidan de tu pueblo,
llévala a su perfección por la caridad.


INTERCESIONES PARTICULARES


En la Misa por los difuntos se puede añadir:

Recuerda a tu hijo (hija) N.,
a quien llamaste
(hoy) de este mundo a tu presencia;
concédele que,
así como ha compartido ya la muerte de Jesucristo,
comparta también con él
la gloria de la resurrección.


C2
Acuérdate también de nuestros hermanos
que se durmieron en la esperanza de la resurrección,
y de todos los que han muerto en tu misericordia;
admítelos a contemplar la luz de tu rostro.
Ten misericordia de todos nosotros,
y así, con María, la Virgen Madre de Dios,
los apóstoles y cuantos vivieron en tu amistad
a través de los tiempos,
merezcamos, por tu Hijo Jesucristo,
compartir la vida eterna y cantar tus alabanzas.
 
Junta las manos.
 
106.
Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz y, elevándolos, dice:
CP o CC

Por Cristo, con él y en él,
a ti, Dios Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.
 
El pueblo aclama:
Amén.

RITO DE LA COMUNIÓN

124. Una vez depositados el cáliz y la patena sobre el altar, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
Fieles a la recomendación del Salvador
y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir:
 
O bien:
Llenos de alegría por ser hijos de Dios,
digamos confiadamente la oración que Cristo nos enseñó:
 
O bien:
El amor de Dios a sido derramado en nuestros corazones
con el Espíritu Santo que se nos ha dado;
movidos por ese Espíritu digamos con fe y esperanza:
 
O bien:
Antes de participar en el banquete de la Eucaristía,
signo de reconciliación y vínculo de unión fraterna,
oremos juntos como el Señor nos ha enseñado:
 
O bien:
Recemos con humildad y confianza diciendo:
 
Extiende las manos y, junto con el pueblo, continúa:
Padre nuestro, que estás en el Cielo,
santificado sea tu Nombre,
venga a nosotros tu Reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
 
125. Solo el sacerdote, con las manos extendidas, prosigue diciendo:
Líbranos de todos los males, Señor,
y concédenos la paz en nuestros días,
para que, ayudados por tu misericordia,
vivamos siempre libres de pecado
y protegidos de toda perturbación,
mientras esperamos la gloriosa venida
de nuestro Salvador Jesucristo.
 
Junta las manos.
 
El pueblo concluye la oración aclamando:
Tuyo es el Reino,
tuyo el poder y la gloria
por siempre, Señor.
 
126. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice en voz alta:
Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles:
«La paz les dejo, mi paz les doy»,
no tengas en cuenta nuestros pecados
sino la fe de tu Iglesia,
y, conforme a tu palabra,
concédele la paz y la unidad.
 
Junta las manos.
 
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
 
El pueblo responde: Amén.
 
127. El sacerdote, vuelto hacia al pueblo, extendiendo y juntando las manos, añade:
La paz del Señor esté siempre con ustedes.
 
El pueblo responde: Y con tu espíritu.
 
128. Luego, si se juzga oportuno, el diácono, o el sacerdote, añade:
Démonos fraternalmente la paz
 
O bien:
Como hijos de Dios, intercambiemos ahora
un signo de comunión fraterna.
 
O bien:
En Cristo, que nos ha hecho hermanos con su cruz,
démonos la paz como signo de reconciliación.
 
O bien:
En el Espíritu de Cristo resucitado,
démonos fraternalmente la paz.
 
Y todos, según las costumbres del lugar, se intercambian un signo de paz, de comunión y de caridad. El sacerdote da la paz al diácono o al ministro.
 
129. Después toma el pan consagrado, lo parte sobre la patena y pone una partícula dentro del cáliz, diciendo en secreto:
El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo,
unidos en este cáliz,
sean para nosotros
alimento de vida eterna.
 
130. Mientras tanto se canta o se dice:
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz.
 
Esta aclamación puede repetirse varias veces, si la fracción del pan se prolonga. La última vez se dice: danos la paz.
 
131. A continuación el sacerdote, con las manos juntas, dice en secreto:
Señor Jesucristo, Hijo del Dios vivo,
que por voluntad del Padre,
cooperando el Espíritu Santo,
diste con tu muerte la Vida al mundo,
líbrame, por la recepción de tu Cuerpo y de tu Sangre,
de todas mis culpas y de todo mal.
Concédeme cumplir siempre tus mandamientos
y jamás permita que me separe de ti.
 
O bien:
Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre
no sea para mí un motivo de juicio y condenación,
sino que, por tu piedad
me sirva para defensa de alma y cuerpo,
y como remedio de salvación.
 
132.El sacerdote hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevada sobre la patena o sobre el cáliz, de cara al pueblo, dice con voz clara:
Este es el Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a la cena del Señor.
 
Y, juntamente con el pueblo, añade:
Señor, no soy digno
de que entres en mi casa,
pero una palabra tuya
bastará para sanarme.

Antífona de comunión         Cf. Jer 31, 33
Dice el Señor: Infundiré el amor de mi ley y la escribiré en sus corazones;
Yo seré su Dios, y ustedes serán mi pueblo.


133. El sacerdote, vuelto hacia el altar, dice en secreto:
El Cuerpo de Cristo me proteja para la Vida eterna.
 
Y comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo.
 
Después toma cáliz, y dice en secreto:
La Sangre de Cristo me guarde para la Vida eterna.
 
Y bebe reverentemente la Sangre de Cristo.
 
134. Después toma la patena o la píxide y se acerca a los que van a comulgar. Muestra el pan consagrado a cada uno, sosteniéndolo un poco elevado y le dice:
El Cuerpo de Cristo.
 
El que va a comulgar responde: Amén.
 
Y comulga.
 
El diácono, si distribuye la sagrada Comunión, lo realiza de la misma manera observan los mismos ritos.
 
135. Si se comulga bajo las dos especies se observa el rito descrito en su lugar.
 
136. Cuando el sacerdote ha comulgado el Cuerpo de Cristo, comienza el canto de comunión.
 
137. Finalizada la Comunión, el sacerdote o el diácono, o el acólito, purifica la patena sobre el cáliz y también el cáliz.
 
Mientras hace la purificación, el sacerdote dice en secreto:
Haz, Señor, que recibamos con un corazón limpio
el alimento que acabamos de tomar,
y que el don que nos haces en esta vida
nos sirva para la vida eterna.
 
138. Después el sacerdote puede volver a la sede. Si se considera oportuno, se puede dejar un breve espacio de silencio sagrado o entonar un salmo o algún cántico de alabanza.
 
139. Luego, de pie en el altar o en la sede, el sacerdote, vuelto hacia el pueblo, con las manos juntas, dice:
Oremos.
 
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos, a no ser que este silencio ya se haya hecho antes. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración después de la comunión.

Oración después de la comunión
Que esta comunión, Padre,
nos purifique de todas nuestras culpas,
y así nos alegremos con tu ayuda
quienes estamos agobiados por el peso de nuestra conciencia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
 
Oración sobre el pueblo (Facultativa)
Dios nuestro, protector de los que esperan en ti,
bendice, salva y custodia a tu pueblo;
guíalo, para que, libre del pecado y de toda tentación,
persevere siempre en tu amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

_______________________________________________________________________________

La oración después de la comunión termina con la conclusión breve.
 
Si la oración se dirige al Padre:
Por Jesucristo, nuestro Señor.
 
Si la oración se dirige al Padre,
pero al final de la misma se menciona al Hijo:
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos
 
Si la oración se dirige al Hijo:
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

RITO DE LA CONCLUSIÓN

140. Siguen, si es necesario, breves avisos para el pueblo.
 
141. Después tiene lugar la despedida. El sacerdote, vuelto hacia el pueblo, extendiendo las manos, dice:
El Señor esté con ustedes.
 
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
 
El sacerdote bendice al pueblo, diciendo:
La bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo, + y el Espíritu Santo,
descienda sobre ustedes.
 
El pueblo responde: Amén.

142. En algunos días u ocasiones, a ésta fórmula de bendición precede, según las rúbricas, otra fórmula de bendición más solemne o una oración sobre el pueblo.

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143. En la Misa pontifical el celebrante recibe la mitra y, extendiendo las manos, dice:
 El Señor esté con ustedes.
 
Todos responden:
Y con tu espíritu.
 
El celebrante dice:
Bendito sea el nombre del Señor.
 
Todos responden:
Desde ahora y para siempre.
 
El celebrante dice:
Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
 
Todos responden:
Que hizo el cielo y la tierra.
 
Entonces el celebrante, habiendo recibido el báculo, si lo usa, dice:
La bendición de Dios todopoderoso,
 
Y, haciendo tres veces la señal de la cruz sobre el pueblo, añade:
Padre, + Hijo, + y Espíritu + Santo,
descienda sobre ustedes.
 
Todos responden: Amén.

_______________________________________________________________________________

144. Luego el diácono, o el mismo sacerdote, con las manos juntas, vuelto hacia el pueblo, dice:
Pueden ir en paz.
 
O bien:
La alegría del Señor sea nuestra fuerza.
Pueden ir en paz.
 
O bien:
Glorifiquen al Señor con su vida.
Pueden ir en paz.
 
O bien:
En el nombre del Señor, pueden ir en paz.
 
O bien, especialmente en los domingos de pascua:
Anuncien a todos la alegría del Señor resucitado.
Pueden ir en paz.
 
El pueblo responde:
Demos gracias a Dios.
 
145. Después el sacerdote venera el altar con un beso, como al comienzo. Seguidamente, hecha inclinación profunda con los ministros, se retira.
 
145. Si inmediatamente sigue alguna acción litúrgica, se omite el rito de despedida.

 

Fuente:; www.servicioskoinonia.org  (Comentario Evangelio)

Misal Romano y Leccionario Ferial II (año impar)

 

 

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