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8 febrero 2013 5 08 /02 /febrero /2013 18:11

Ordinario de la Misa: Sábado IV Semana Tiempo Ordinario. Ciclo C. 9  de Febrero, 2013.

Santo del día: San Miguel Febres Cordero

ANTÍFONA DE ENTRADA

Sálvanos, Señor y Dios nuestro, congréganos de entre las naciones,
para que podamos dar gracias a tu santo nombre
y gloriarnos en tu alabanza.

ORACIÓN COLECTA

Señor y Dios nuestro,
concédenos honrarte con todo el corazón
y amar a todos con amor verdadero.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.

LITURGIA DE LA PALABRA

Que el Dios de la paz
-el mismo que resucitó de entre los muertos al gran Pastor-
los capacite para toda clase de bien

Lectura de la carta a los Hebreos     13, 15-17. 20-21
 
    Hermanos:
    Por medio de Jesús, ofrezcamos sin cesar a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios que confiesan su Nombre. Hagan siempre el bien y compartan lo que poseen, porque esos son sacrificios agradables a Dios.
    Obedezcan con docilidad a quienes los dirigen, porque ellos se desvelan por ustedes, como quien tiene que dar cuenta. Así ellos podrán cumplir su deber con alegría y no penosamente, lo cual no les reportaría a ustedes ningún provecho.
    Que el Dios de la paz -el mismo que resucitó de entre los muertos a nuestro Señor Jesús, el gran Pastor de las ovejas, por la sangre de una Alianza eterna- los capacite para cumplir su voluntad, practicando toda clase de bien. Que él haga en nosotros lo que es agradable a sus ojos, por Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
 
Palabra de Dios.
 
 
SALMO
   
Sal 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6 (R.: 1)
 
R.
¡El Señor es mi pastor, nada me puede faltar!.
 
El Señor es mi pastor,
nada me puede faltar.
El me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas y repara mis fuerzas.
R.
 
Me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre.
Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal,
porque tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza.
R.
 
Tú preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza
y mi copa rebosa.
R.
 
Tu bondad y tu gracia me acompañan
a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor,
por muy largo tiempo.
R.
 
 
ALELUIA    
Jn 10, 27
 
Aleluia.
«Mis ovejas escuchan mi voz,
yo las conozco y ellas me siguen», dice el Señor.
Aleluia.
 
 
EVANGELIO

Eran como ovejas sin pastor

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos     6, 30-34
 
    Al regresar de su misión, los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.
    Él les dijo: «Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco.» Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer. Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto. Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos.
    Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.
 
Palabra del Señor.

Comentario:

Jesús y sus discípulos sienten necesidad de tomarse un tiempo de descanso y oración, en medio de tanta actividad. Sin embargo, la gente siente necesidad de escuchar a Jesús, pues, como él mismo lo dice, están “como ovejas sin pastor”. Con esta afirmación del evangelista, se critica la estructura religiosa y social del momento, ya que, según la mentalidad de entonces, los maestros de la ley, los rabinos, los sacerdotes y los reyes gobernantes eran los responsables de pastorear al pueblo. Pero las ambiciones de poder de unos y el rigorismo moral y legalista de los otros hicieron que progresivamente se fuera perdiendo la responsabilidad de cuidar y orientar al pueblo en medio de las dificultades del momento. Los intereses de los dirigentes no coincidían con los intereses de Dios. Por esto Jesús siente compasión de la multitud. Necesitan de un auténtico pastor que les guíe, les acoja, les cuide y les proteja de todos los peligros internos y externos. De ahí que la gente encuentre en el mensaje de Jesús una luz de esperanza para su vida. – Frente al pastoreo, cuidado y acompañamiento del pueblo de Dios, ¿cómo andan las cosas en nuestro grupo, comunidad o iglesia? 

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Padre, presentamos ante tu altar los dones de nuestra entrega;
te rogamos que los aceptes con bondad
y los conviertas en el sacramento de nuestra redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

PREFACIO I T.O.

V. El Señor esté con ustedes.
         
R. Y con tu espíritu.

         
V. Levantemos el corazón.
         
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.

         
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
         
R. Es justo y necesario.

Sigue el prefacio, dicho según las rubricas, que se concluye:
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.

117. El sacerdote, con las manos extendidas, dice:
CP

Te alabamos, Padre santo,
porque eres grande
y porque hiciste todas las cosas con sabiduría y amor.
A imagen tuya creaste al hombre
y le encomendaste el universo entero,
para que, sirviéndote sólo a ti, su Creador,
dominara todo lo creado.
Y cuando por desobediencia perdió tu amistad,
no lo abandonaste al poder de la muerte,
sino que, compadecido, tendiste la mano a todos,
para que te encuentre el que te busca.
Reiteraste, además, tu alianza a los hombres;
por los profetas los fuiste llevando con la esperanza de salvación.
 
Y tanto amaste al mundo, Padre santo,
que, al cumplirse la plenitud de los tiempos,
nos enviaste como salvador a tu único Hijo.
Él se encarnó por obra del Espíritu Santo,
nació de María, la Virgen,
y así compartió en todo nuestra condición humana
menos en el pecado;
anunció la salvación a los pobres,
la liberación a los oprimidos
y a los afligidos el consuelo.
Para cumplir tus designios,
él mismo se entregó a la muerte,
y, resucitando, destruyó la muerte y nos dio nueva vida.
 
Y a fin de que no vivamos ya para nosotros mismos,
sino para él, que por nosotros murió y resucitó,
envió, Padre, al Espíritu Santo
como primicia para los creyentes,
a fin de santificar todas las cosas,
llevando a plenitud su obra en el mundo.
 
118.
Junta las manos y, manteniéndolas extendidas sobre las ofrendas, dice:
CC

Por eso, Padre, te rogamos
que este mismo Espíritu
santifique estas ofrendas,
 
Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente, diciendo:
para que se conviertan en el Cuerpo y
+ la Sangre
de Jesucristo, nuestro Señor,
 
Junta las manos.
y así celebremos el gran misterio
que nos dejó como alianza eterna.
 
119.
En las fórmulas que siguen, las palabras del Señor han de pronunciarse claramente y con precisión, como lo requiere la naturaleza de las mismas palabras.
Porque él mismo, llegada la hora
en que había de ser glorificado por ti, Padre santo,
habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo,
los amó hasta el extremo.
Y, mientras cenaba con sus discípulos,
 
Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan, te bendijo, lo partió
y se lo dio, diciendo:
 
Se inclina un poco.
TOMEN Y COMAN TODOS DE ÉL,
PORQUE ESTO ES MI CUERPO,
QUE SERÁ ENTREGADO POR USTEDES.

 
Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora, haciendo genuflexión.
 
120.
Después prosigue:
Del mismo modo,
 
Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó el cáliz lleno del fruto de la vid,
te dio gracias y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
 
Se inclina un poco.
TOMEN Y BEBAN TODOS DE ÉL,
PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE,
SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA,
QUE SERÁ DERRAMADA
POR USTEDES Y POR MUCHOS
PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS.
 
HAGAN ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA.

 
Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora, haciendo genuflexión.
 
121.
Luego dice una de las siguientes fórmulas:
CP

Éste es el Misterio de la fe.
 
O bien:
Éste es el Sacramento de nuestra fe.
 
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Anunciamos tu muerte,
proclamamos tu resurrección.
¡Ven, Señor Jesús!


O bien:
CP

Éste es el Misterio de la fe, Cristo nos redimió.
 
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Cada vez que comemos de este pan
y bebemos de este cáliz,
anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.
 
O bien:
CP

Éste es el Misterio de la fe, Cristo se entregó por nosotros.
 
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Salvador del Mundo, sálvanos,
que nos has liberado por tu cruz y resurrección.


122. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice:
CC

Por eso, Padre,
al celebrar ahora el memorial de nuestra redención,
recordamos la muerte de Cristo
y su descenso al lugar de los muertos,
proclamamos su resurrección y ascensión a tu derecha;
y, mientras esperamos su venida gloriosa,
te ofrecemos su Cuerpo y su Sangre,
sacrificio agradable a ti
y salvación para todo el mundo.
 
Dirige tu mirada sobre esta Víctima
que tú mismo has preparado a tu Iglesia,
y concede a cuantos compartimos
este pan y este cáliz,
que, congregados en un solo cuerpo por el Espíritu Santo,
seamos en Cristo
víctima viva para alabanza de tu gloria.
 
Cl
Y ahora, Señor, acuérdate
de todos aquellos por quienes te ofrecemos este sacrificio:
de tu servidor el Papa
N.,
de nuestro Obispo
N.,

 (Aquí se puede hacer mención del Obispo Coadjutor o Auxiliar, de acuerdo con la Ordenación general del Misal Romano, n. 149).


    El Obispo, cuando celebra en su diócesis, dice:
    de mí, indigno siervo tuyo,
 
    Cuando celebra un Obispo que no es el ordinario diocesano, dice:
    de mi hermano
N., Obispo de esta Iglesia de N.,
    de mí, indigno siervo tuyo,


del orden episcopal y de los presbíteros y diáconos,
de los oferentes y de los aquí reunidos,


Acuérdate también
de los que murieron en la paz de Cristo
y de todos los difuntos,
cuya fe sólo tú conociste.
 
Padre de bondad,
que todos tus hijos nos reunamos en tu reino,
con María, la Virgen Madre de Dios,
con los apóstoles y los santos;
y allí, junto con toda la creación
libre ya del pecado y de la muerte,
te glorifiquemos por Cristo, Señor nuestro.
 
Junta las manos.
por quien concedes al mundo todos los bienes.
 
123.
Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz y, elevándolos, dice:
CP o CC

Por Cristo, con él y en él,
a ti, Dios Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.
 
El pueblo aclama:
Amén.

RITO DE LA COMUNIÓN 

124. Una vez depositados el cáliz y la patena sobre el altar, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
Fieles a la recomendación del Salvador
y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir:
 
O bien:
Llenos de alegría por ser hijos de Dios,
digamos confiadamente la oración que Cristo nos enseñó:
 
O bien:
El amor de Dios a sido derramado en nuestros corazones
con el Espíritu Santo que se nos ha dado;
movidos por ese Espíritu digamos con fe y esperanza:
 
O bien:
Antes de participar en el banquete de la Eucaristía,
signo de reconciliación y vínculo de unión fraterna,
oremos juntos como el Señor nos ha enseñado:
 
O bien:
Recemos con humildad y confianza diciendo:
 
Extiende las manos y, junto con el pueblo, continúa:
Padre nuestro, que estás en el Cielo,
santificado sea tu Nombre,
venga a nosotros tu Reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
 
125.
Solo el sacerdote, con las manos extendidas, prosigue diciendo:
Líbranos de todos los males, Señor,
y concédenos la paz en nuestros días,
para que, ayudados por tu misericordia,
vivamos siempre libres de pecado
y protegidos de toda perturbación,
mientras esperamos la gloriosa venida
de nuestro Salvador Jesucristo.
 
Junta las manos.
 
El pueblo concluye la oración aclamando:

Tuyo es el Reino,
tuyo el poder y la gloria
por siempre, Señor.
 
126.
Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice en voz alta:
Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles:
«La paz les dejo, mi paz les doy»,
no tengas en cuenta nuestros pecados
sino la fe de tu Iglesia,
y, conforme a tu palabra,
concédele la paz y la unidad.
 
Junta las manos.
 
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
 
El pueblo responde: Amén.
 
127.
El sacerdote, vuelto hacia al pueblo, extendiendo y juntando las manos, añade:
La paz del Señor esté siempre con ustedes.
 
El pueblo responde: Y con tu espíritu.
 
128.
Luego, si se juzga oportuno, el diácono, o el sacerdote, añade:
Démonos fraternalmente la paz
 
O bien:
Como hijos de Dios, intercambiemos ahora
un signo de comunión fraterna.
 
O bien:
En Cristo, que nos ha hecho hermanos con su cruz,
démonos la paz como signo de reconciliación.
 
O bien:
En el Espíritu de Cristo resucitado,
démonos fraternalmente la paz.
 
Y todos, según las costumbres del lugar, se intercambian un signo de paz, de comunión y de caridad. El sacerdote da la paz al diácono o al ministro.
 
129.
Después toma el pan consagrado, lo parte sobre la patena y pone una partícula dentro del cáliz, diciendo en secreto:
El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo,
unidos en este cáliz,
sean para nosotros
alimento de vida eterna.
 
130.
Mientras tanto se canta o se dice:
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz.
 
Esta aclamación puede repetirse varias veces, si la fracción del pan se prolonga. La última vez se dice: danos la paz.
 
131.
A continuación el sacerdote, con las manos juntas, dice en secreto:
Señor Jesucristo, Hijo del Dios vivo,
que por voluntad del Padre,
cooperando el Espíritu Santo,
diste con tu muerte la Vida al mundo,
líbrame, por la recepción de tu Cuerpo y de tu Sangre,
de todas mis culpas y de todo mal.
Concédeme cumplir siempre tus mandamientos
y jamás permita que me separe de ti.
 
O bien:
Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre
no sea para mí un motivo de juicio y condenación,
sino que, por tu piedad
me sirva para defensa de alma y cuerpo,
y como remedio de salvación.
 
132.
El sacerdote hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevada sobre la patena o sobre el cáliz, de cara al pueblo, dice con voz clara:
Este es el Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a la cena del Señor.
 
Y, juntamente con el pueblo, añade:
Señor, no soy digno
de que entres en mi casa,
pero una palabra tuya
bastará para sanarme.

Antífona de comunión     Sal 30, 17-18


Que brille tu rostro sobre tu servidor,
sálvame por tu misericordia.
Señor, que no me avergüence de haberte invocado.Ya viene el esposo; salgamos al encuentro de Cristo, el Señor.


 
133.
El sacerdote, vuelto hacia el altar, dice en secreto:
El Cuerpo de Cristo me proteja para la Vida eterna.
 
Y comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo.
 
Después toma cáliz, y dice en secreto:
La Sangre de Cristo me guarde para la Vida eterna.
 
Y bebe reverentemente la Sangre de Cristo.
 
134.
Después toma la patena o la píxide y se acerca a los que van a comulgar. Muestra el pan consagrado a cada uno, sosteniéndolo un poco elevado y le dice:
El Cuerpo de Cristo.
 
El que va a comulgar responde: Amén.
 
Y comulga.
 
El diácono, si distribuye la sagrada Comunión, lo realiza de la misma manera observan los mismos ritos.

 
135.
Si se comulga bajo las dos especies se observa el rito descrito en su lugar.
 
136.
Cuando el sacerdote ha comulgado el Cuerpo de Cristo, comienza el canto de comunión.
 
137.
Finalizada la Comunión, el sacerdote o el diácono, o el acólito, purifica la patena sobre el cáliz y también el cáliz.
 
Mientras hace la purificación, el sacerdote dice en secreto:
Haz, Señor, que recibamos con un corazón limpio
el alimento que acabamos de tomar,
y que el don que nos haces en esta vida
nos sirva para la vida eterna.
 
138.
Después el sacerdote puede volver a la sede. Si se considera oportuno, se puede dejar un breve espacio de silencio sagrado o entonar un salmo o algún cántico de alabanza.
 
139.
Luego, de pie en el altar o en la sede, el sacerdote, vuelto hacia el pueblo, con las manos juntas, dice:
Oremos.
 
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos, a no ser que este silencio ya se haya hecho antes. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración después de la comunión.

Oración después de la comunión
Alimentados con el don de nuestra redención,
te pedimos, Padre, que con este auxilio de salvación eterna
se acreciente siempre en nosotros la fe verdadera.
Por Jesucristo, nuestro Señor

__________________________________________________________________________________________

La oración después de la comunión termina con la conclusión breve.
 
Si la oración se dirige al Padre:

Por Jesucristo, nuestro Señor.
 
Si la oración se dirige al Padre,
pero al final de la misma se menciona al Hijo:

Él, que vive y reina por los siglos de los siglos
 
Si la oración se dirige al Hijo:
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

RITO DE LA CONCLUSIÓN 

140. Siguen, si es necesario, breves avisos para el pueblo.
 
141. Después tiene lugar la despedida. El sacerdote, vuelto hacia el pueblo, extendiendo las manos, dice:
El Señor esté con ustedes.
 
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
 
El sacerdote bendice al pueblo, diciendo:
La bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo,
+ y el Espíritu Santo,
descienda sobre ustedes.
 
El pueblo responde: Amén.

 

 

Fuente:  www.servicioskoinonia.org  (Comentario Evangelio)

Misal Romano y Leccionario Ferial (año Impar)

 

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