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26 febrero 2013 2 26 /02 /febrero /2013 19:35

Meditación: Miércoles Ii Semana,  Tiempo de Cuaresma.  Ciclo C. 27 de Febrero, 2013.

«Entonces se acercó a él la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Di que estos dos hijos míos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y otro a tu izquierda. Jesús respondió: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber? Le dijeron: Podemos. El añadió: Mi cáliz silo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde concederlo, sino que es para quienes ha dispuesto mi Padre. Al oír esto, los diez se indignaron contra los dos herma- nos. Pero Jesús les llamó y les dijo: sabéis que los que gobiernan los pueblos los oprimen y los poderosos los avasallan. No ha de ser así entre vosotros; por el contrario, quien entre vosotros quiera llegar a ser grande, sea vuestro servidor; y quien entre vosotros quiera ser el primero, sea vuestro esclavo. De la misma manera que el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en redención por muchos.» (Mateo 20, 17-28)

1º. Jesús, como a la madre de Santiago y Juan, a veces también me tienes que decir: «no sabéis lo pedís».

Te pido aprobar un examen cuando no he puesto todas las horas que debía; te pido superar un defecto pero luego no lucho en serio para combatirlo.

«No alcanzamos la gracia si no la buscamos, porque no se conceden los dones de lo alto a los que los menosprecian. Llamad por medio de la oración, de los ayunos y de las limosnas» (San Juan Crisóstomo).

«¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?»

¿Puedes sacrificarte por Mí como yo me he sacrificado por ti?

Jesús, también a Ti te ha costado esfuerzo la redención.

Y San Pablo dice: «Pues no habéis resistido aún hasta la sangre para combatir el pecado»

Jesús he de tomarme más en serio la lucha por mejorar en mi vida cristiana.

Sólo entonces mi petición será sincera.

«Le dijeron: Podemos.»

Jesús, puedo esforzarme más.

Al menos quiero intentarlo.

Quiero ser más generoso en mis pequeñas mortificaciones: en las comidas, en la vista, en el orden; en la puntualidad a la hora de ponerse a estudiar o hacer la oración; en el minuto heroico de levantarse a la hora (o de acostarse a la hora, que también cuesta).

Puedo... si Tú me ayudas, porque como dice San Pablo: «Todo lo puedo en aquel que me conforta». (Filipenses 4, 13).

 

2º. «También a nosotros nos llama, y nos pregunta, como a Santiago y a Juan: ¿estáis dispuestos a beber el cáliz -este cáliz de la entrega completa al cumplimiento de la voluntad del Padre- que yo voy a beber? Possumus!; ¡sí, estamos dispuestos!, es la respuesta de Juan y de Santiago. Vosotros y yo, ¿estamos seriamente dispuestos a cumplir en todo, la voluntad de nuestro Padre Dios? ¿Hemos dado al Señor nuestro corazón entero, o seguimos apegados a nosotros mismos, a nuestros intereses, a nuestra comodidad, a nuestro amor propio? ¿Hay algo que no responde a nuestra condición de cristianos, y que hace que no queramos purificarnos? Hoy se nos presenta la ocasión de rectificar.

Es necesario empezar por convencerse de que Jesús nos dirige personalmente estas preguntas. Es El quien las hace, no yo. Yo no me atrevería ni a planteármelas a mí mismo. Estoy siguiendo mi oración en voz alta, y vosotros, cada uno de nosotros, por dentro, está confesando al Señor: Señor ¡qué poco valgo, qué cobarde he sido tantas veces! ¡Cuántos errores!: en esta ocasión y en aquélla, y aquí y allá. Y podemos exclamar aún: menos mal, Señor que me has sostenido con tu mano, porque me veo capaz de todas las infamias. No me sueltes, no me dejes, trátame siempre como a un niño. Que sea yo fuerte, valiente, entero. Pero ayúdame como a una criatura inexperta; llévame de tu mano, Señor y haz que tu Madre esté también a mi lado y me proteja, y así, possumus!, podremos, seremos capaces de tenerte a Ti por modelo» (Es Cristo que pasa.-15).

Fuente: www.almudi.org

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25 febrero 2013 1 25 /02 /febrero /2013 21:10

Meditación: Martes Ii Semana de Cuaresma. Ciclo C. Martes, 26 de Febrero,  2013

«Entonces Jesús habló a las multitudes y a sus discípulos diciéndoles: En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced y cumplid todo cuanto os digan; pero no hagáis según sus obras, pues dicen pero no hacen. Atan cargas pesadas e insoportables y las ponen sobre los hombros de los demás, pero ellos ni con un dedo quieren moverlas. Hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres (...). El mayor entre vosotros sea vuestro servidor El que se ensalce a sí mismo será humillado, y el que se humille a sí mismo será ensalzado.» (Mateo 23, 1-12)

1º. Jesús, tu comportamiento es totalmente opuesto al del de los escribas y fariseos.

En el comienzo de los Hechos de los Apóstoles, San Lucas habla de lo que «hiciste y predicaste» (Hechos 1,1).

Tú me has enseñado la doctrina con el ejemplo, haciendo primero lo que predicabas.

Cuando me hablas de amar a los demás, puedes decir con razón: «como Yo os he amado» (Juan 13, 34);

-cuando me pides que coja la cruz, puedes mostrarme las heridas de los clavos en tus manos;

-cuando me llamas a la perfección en mi trabajo, te puedo mirar en el taller de Nazaret, trabajando durante treinta años.

«Toda su vida, Jesús se muestra como nuestro modelo: El es el «hombre perfecto» que nos invita a ser sus discípulos y a seguirle: con su anonadamiento, nos ha dado un ejemplo a imitar; con su oración atrae a la oración; con su pobreza, llama a aceptar libremente la privación y las persecuciones» (CEC.-520).

«Pero no hagáis según sus obras, pues dicen pero no hacen.»

Jesús, si quiero ser tu discípulo, si quiero seguirte y que te sigan los demás, he de dar primero buen ejemplo.

¿Cómo voy a explicar a los demás que el trabajo y el estudio son medios de santificación, si luego no tengo prestigio profesional, si hago las cosas de cualquier manera, o me conformo con cumplir los mínimos o ir aprobando?

Jesús, en el fondo quieres que me comporte como lo harías Tú en mis circunstancias de cada día.

Por eso es bueno que me haga muchas veces esta pregunta: Tú, ¿cómo te comportarías en esta situación?

Y no sólo en el trabajo, sino también en mi relación con los demás, en el uso de los bienes materiales, en las diversiones, en el descanso, en las dificultades, etc.

2º. «Déjame que te recuerde, entre otras, algunas señales evidentes de falta de humildad:

-pensar que lo que haces o dices está mejor hecho o dicho que lo de los demás;

-querer salirte siempre con la tuya;

-disputar sin razón o -cuando la tienes- insistir con tozudez y de mala manera;

-dar tu parecer sin que te lo pidan, ni lo exija la caridad;

-despreciar el punto de vista de los demás;

-no mirar todos tus dones y cualidades como prestados;

-no reconocer que eres indigno de toda honra y estima, incluso de la tierra que pisas y de las cosas que posees;

-citarte a ti mismo como ejemplo en las conversaciones;

-hablar mal de ti mismo, para que formen un buen juicio de ti o te contradigan;

-excusarte cuando se te reprende;

-encubrir al Director algunas faltas humillantes, para que no pierda el concepto que de ti tiene;

-oír con complacencia que te alaben, o alegrarte de que hayan hablado bien de ti;

-dolerte que otros sean más estimados que tú;

-negarte a desempeñar oficios inferiores;

-buscar o desear singularizarte;

-insinuar en la conversación palabras de alabanza propia o que dan a entender tu honradez, tu ingenio o destreza, tu prestigio profesional...;

-avergonzarte porque careces de ciertos bienes....». (Surco, 263.).

Fuente: www.almudi.org

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25 febrero 2013 1 25 /02 /febrero /2013 02:57

Meditación: II Semana Tiempo de Cuaresma. Ciclo C. Lunes, 25 de Febrero, 2013.

«Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso. No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados. Perdonad y seréis perdonados; dad y se os dará; echarán en vuestro regazo una buena medida, apretada, colmada, rebosante: porque con la misma medida que midáis seréis medidos.» (Lucas 6, 36-38)

1º. «Con La misma medida que midáis seréis medidos.»

Jesús, ¡qué norma de conducta tan práctica y esencial!

Me he de comportar con los demás como me gustaría ser tratado: comprendiendo los fallos, perdonando los errores, siendo generoso, servicial.

Porque, entre otras cosas, Tú me tratarás de la forma en que yo trate a los demás.

En concreto, Tú me tratarás según sea la grandeza de mi corazón: me darás todo el amor que tenga capacidad de recibir; pero si no he sabido tratar a los demás con misericordia, mi corazón será tan pequeño que no podrá recibir tampoco tu misericordia.

Y no por castigo tuyo, sino por mi propia incapacidad.

«Sed misericordiosos.»

¿Cómo me comporto ante las necesidades de los demás?

¿Me mueven a intentar aportar lo que esté en mi mano, o me dejan indiferente pensando que, en el fondo, es su problema?

¿Me doy cuenta de que mi trabajo o mi estudio bien hecho es la forma habitual que tengo para colaborar con las necesidades de la sociedad y de los que me rodean?

«No juzguéis; no condenéis. Perdona»

Jesús, qué fácil es criticar, murmurar, hablar mal de alguien, sin pensar en los motivos, o las presiones, o la ignorancia, o la flaqueza, o el carácter, o muchos otros elementos de juicio que no tengo y que sólo Tú conoces.

Es muy fácil criticar, pero es muy difícil evaluar los daños que podemos estar causando a una persona con nuestras críticas.

Y, a menudo, es imposible reparar a posteriori ese daño que -tal vez injustamente- hemos causado.

Sin caer en la ingenuidad de pensar que «todo el mundo es bueno», he de tener como el prejuicio de disculpar, de perdonar de corazón a los demás.

2º. «No admitas un mal pensamiento de nadie, aunque las palabras u obras del interesado den pie para juzgar así razonablemente» (Camino.-442).

Jesús, Tú eres el que ha de juzgar a los demás, no yo.

Si pienso que alguien actúa mal y tengo la suficiente amistad con él para que me escuche, puedo decirle a solas y con delicadeza aquello que me parece un error.

En caso de duda, puedo incluso consultar con discreción aquella conducta con alguna persona de confianza, antes de hablar con el interesado.

Pero no debo permitir ni siquiera pensar mal de nadie, y mucho menos criticarle o hablar mal de él delante de otros.

«Todo buen cristiano ha de ser más pronto a salvar la proposición del prójimo, que a condenarla; y si no la puede salvar, inquirirá cómo la entiende, y si mal la entiende, corríjale con amor; y si no basta, busque todos los medios convenientes para que, bien entendiéndola, se salve» (San Ignacio de Loyola).

«Dad y se os dará.»

Jesús, a veces soy muy roñoso con mis cosas, con mi tiempo, con mis ambiciones.

No sé dar, no sé darme.

Me doy cuenta de que esta actitud me empequeñece el corazón y, por eso, me hace incapaz de recibir tus dones.

En cambio, cuando soy generoso contigo y con los demás, recibo más que lo poco que tenía para dar.

«Echarán en vuestro regazo una buena medida, apretada, colmada, rebosante.»

Jesús, Tú eres más generoso que yo.

Yo doy uno y Tú devuelves ciento.

Que no quiera quedarme con este uno: con mis planes, con mi futuro. Que sepa dejarlo todo en tus manos, para lo que Tú quieras, para lo que haga falta.

Yo te quiero servir en medio de mi vida corriente; quiero darte lo poco que tengo, por amor a Ti.

No lo hago para recibir, sino porque Tú me lo pides; pero sé muy bien que Tú siempre me pagas con creces -ya en esta vida- todo lo que haga por Ti y por los demás.

Fuente: www.almudi.org

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22 febrero 2013 5 22 /02 /febrero /2013 22:19

Meditación: II Semana de Cuaresma. Ciclo C. Domingo, 24 de Febrero, 2013.

«En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: -“Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.” No sabía lo que decía. Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: -.”Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.” Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto. » (Lucas 9,28b-36).

1º. Jesús, hoy muestras un poco tu divinidad a tres apóstoles: Pedro, Santiago y Juan.

Sabes que, en poco tiempo, van a sufrir la prueba de tu muerte en la Cruz y quieres fortalecer a los que luego serán las columnas de la Iglesia.

Ellos ven con sus ojos tu resplandor y oyen con sus oídos la voz de Dios que les dice: «Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.»

«Tú te has transfigurado en la montaña, y en la medida en que ellos eran capaces, tus discípulos han contemplado tu Gloria, oh Cristo Dios, a fin de que cuando te vieran crucificado comprendiesen que tu Pasión era voluntaria y anunciasen al mundo que Tú eres verdaderamente la irradiación del Padre». (CEC.- 555).

Ante esta manifestación de tu divinidad, Pedro no tiene otra posible salida que decir: «Señor, qué bien estamos aquí»

¿Qué he de hacer para mantener esta situación que me llena por completo?

Quiere hacer tres tiendas y ni se acuerda de él mismo.

Tal ha sido su fascinación ante tu divinidad.

En cambio, Jesús, ¿por qué a mí me dejas tan a oscuras?

¿Por qué no te manifiestas abiertamente como hiciste con los apóstoles para que te ame más y mi fe sea más fuerte?

Esta pregunta ya te la hizo San Judas en la última cena: «¿qué ha pasado para que tú te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?» (Juan 14, 22)...

¿Por qué no muestras claramente al mundo que eres Dios?

2º. «Todos percibís en vuestras almas una alegría inmensa, al considerar la santa Humanidad de Nuestro Señor: un Rey con corazón de carne, como el nuestro; que es autor del universo y de cada una de las criaturas, y que no se impone dominando: mendiga un poco de amor; mostrándonos, en silencio, sus manos llagadas» (Es Cristo que pasa.- 179).

Jesús, Tú no te impones dominando, porque de este modo no te amaría realmente, sino que te obedecería por obligación.

Tú prefieres mendigar un poco de amor; mostrándonos, en silencio, tus manos llagadas.

No quieres manifestarte en toda tu gloria, sino siempre de modo velado, como en silencio.

Por eso, mientras que la Cruz es un espectáculo público, reservas la transfiguración y la resurrección estrictamente para aquellos que van a necesitar esas gracias especiales.

Sólo así respetas mi libertad para que pueda amarte, porque amor sin libertad no es amor.

A estos tres apóstoles les enseñas un poco más tu gloria porque les vas a pedir mucho más, porque van a sufrir mucho por Ti.

Y también te muestras resucitado a los demás apóstoles, pero ya dejas claro al apóstol Tomás: «Porque me has visto has creído; bienaventurados los que sin haber visto han creído» (Juan 20, 28).

Jesús, entiendo que estés escondido en la Eucaristía.

Desde allí, en silencio, mendigas un poco de amor.

No quieres obligarme a seguirte.

«Bienaventurados los que sin haber visto han creído:» ese amor que, por la fe, te demuestro en la Eucaristía, vale mucho más que la obediencia obligada de todo el universo material.

Jesús, quiero acompañarte en el sagrario, esa «cárcel de amor» donde permaneces oculto pero cerca, para que pueda amarte libremente.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

Fuente: www.almudi.org

 

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22 febrero 2013 5 22 /02 /febrero /2013 21:36

Meditación: Sábado II Semana. Tiempo de Cuaresma. Ciclo C. 23 de Febrero, 2013.

«Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los Cielos, que hace salir su sol sobre buenos y malos, y hace llover sobre justos y pecadores. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? ¿Acaso no hacen eso también los publicanos? Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de más? ¿Acaso no hacen eso también los paganos? Sed, pues, perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto.» (Mateo 5, 43-48)

1º. «Amad a vuestros enemigos, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los Cielos.»

Jesús, quieres que aprenda de Ti a amar a todos como Tú los amas.

Tú eres el Hijo de Dios, pero hoy me dices que también yo puedo ser hijo de Dios: pertenecer a la familia de Dios, vivir con Dios, ser heredero de su Reino.

¿Cómo puedo, Jesús, imitarte tanto que venga a ser hijo de Dios?

Por el amor.

«De todos los movimientos del alma, de sus sentimientos y de sus afectos, el amor es el único que permite a la criatura responder a su Creador; si no de igual a igual, al menos de semejante a semejante». (San Bernardo).

No hay otro camino.

Dios siempre está dispuesto a brindarme su gracia, que es la que me da esa vida sobrenatural y divina de hijo suyo.

Pero si yo no sé amar, si me encierro en mis intereses y egoísmos, si mi corazón sólo busca compensaciones y placeres, la gracia de Dios no penetra, no es fecunda, no produce su fruto.

«Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis?»

Jesús, no dices que sea malo ni egoísta amar a los que me aman.

Puede haber un amor sincero, real, entregado, aunque esté acompañado por la compensación de recibir amor, de sentirse comprendido y querido.

Esta compensación es buena también, pero impide distinguir si lo que busco es dar o recibir.

Por eso, el mérito se mide examinando cómo amo a los que no me aman, incluso a los que me tienen por enemigo.

2º. «Que hermanos somos todos en Jesús, hijos de Dios, hermanos de Cristo: su Madre es nuestra Madre.

No hay más que una raza en la tierra: la raza de los hijos de Dios. Todos hemos de hablar la misma lengua, la que nos enseña nuestro Padre que está en los cielos: la lengua del diálogo de Jesús con su Padre, la lengua que se habla con el corazón y con la cabeza, la que empleáis ahora vosotros en vuestra oración. La lengua de las almas contemplativas, la de los hombres que son espirituales, porque se han dado cuenta de su filiación divina. Una lengua que se manifiesta en mil mociones de la voluntad, en luces claras del entendimiento, en afectos del corazón, en decisiones de vida recta, de bien, de contento, de paz» (Es Cristo que pasa.- 13).

Dios mío, si Tú eres mi Padre, todos son mis hermanos.

¿Por qué tantos odios, tantas guerras, tanta lucha?

Jesús, a veces veo con malos ojos a uno porque es de otra raza, de otra cultura, de otro país, de otra lengua o, simplemente, de otro equipo de fútbol o de otro partido político.

Que aprenda a amar a todos, «que hermanos somos todos en Jesús, hijos de Dios, hermanos de Cristo».

«Su Madre es nuestra Madre».

María, que te aprenda a tratar como madre mía que eres: pidiéndote lo que necesito y lo que necesiten los demás, que también son hijos tuyos.

Me doy cuenta de que lo que más quieres es que todos tus hijos amen a Dios.

Quiero ayudarte en esa tarea; quiero ser buen hijo tuyo, porque así seré también buen hijo de Dios.

«No hay más que una raza en la tierra: la raza de los hijos de Dios.»

¿Cómo voy a ser buen hijo si no quiero a todos?

Y ¿cómo voy a decir que quiero a todos si no empiezo con los que me rodean?

Por eso lo primero que debo hacer es vivir cristianamente en mi familia y en mi trabajo, buscando ahí la perfección, la santidad: «Sed, pues, vosotros perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto.»

Fuente: www.almudi.org

 

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21 febrero 2013 4 21 /02 /febrero /2013 00:52

Meditación: Jueves II Semana Tiempo de Cuaresma. Ciclo C. 21 de Febrero, 2013.

«Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; y todo el que busca, encuentra; y al que llama se le abrirá. O ¿quién hay entre vosotros, al que si su hijo pide un pan le da una piedra? ¿O si le pide un pez, le da una culebra? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los Cielos dará cosas buenas a quienes le pidan?». (Mateo 7, 7-12)

1º. Jesús, hoy me recuerdas lo bueno que es Dios, y que además es mi Padre.

Entonces, ¿cómo no pedirle todo lo que necesito?

Si los padres de la tierra procuran cuidar bien a sus hijos, ¿qué no me va a dar mi Padre Dios, que es todo el Amor y todo el Poder?

Jesús, Tú nos manifiestas mejor que nadie el amor de nuestro Padre Dios, porque Tú eres el Hijo de Dios.

Con qué fuerza me dices que no sea tonto, que Dios está esperando que le pida con confianza para darme todo lo que necesite.

Sí, pero a veces pido y no recibo...

Cuántas veces ocurre también que el niño pequeño pide a su padre algo y su padre no se lo da, aunque sea un padre bueno.

Por ejemplo, el niño que quiere coger un cuchillo porque es una cosa que brilla y parece muy útil para jugar; pero cuando se lo pide a su padre, éste no se lo da.

¿Es que ya no le quiere?

¿Por qué no le da lo que pide?

Lo que a mi me parece necesario, no es siempre lo que más me conviene.

«Si algo acontece en contra de lo que hemos pedido, tolerémoslo con paciencia y demos gracias a Dios por todo, sin dudar en lo más mínimo de que lo más conveniente para nosotros es lo que acaece según la voluntad de Dios y no según la nuestra» (San Agustín).

Jesús, quieres que pida todo aquello que creo que necesito, pero sabiendo que Tú sabes más, que Tú ves más; por eso, hasta lo que me parece una dificultad, un fracaso o una desgracia, puede ser un regalo especialísimo de Dios para mi vida.

Este es el abandono de los hijos de Dios: Señor, sé que todo lo que me ocurre, es para mi bien; que siempre y en todo se haga tu voluntad y no la mía.

2º. «Habla Jesús: “Así os digo yo: pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá”.

Haz oración. ¿En qué negocio humano te pueden dar más seguridades de éxito? » (Camino.- 96).

Jesús, haciendo oración obtengo siempre lo mejor, acierto siempre, consiga o no las cosas concretas que pido.

Hay temas en los que tengo la seguridad de recibir lo que deseo: cuando pido por el bien de las almas y por la Iglesia.

Con esas oraciones te arranco gracias específicas para mi vida interior, para la de los demás y para toda la Iglesia.

Que no me canse, Jesús, de pedir la ayuda espiritual para superar esos defectos que tengo; o para que mis amigos y familiares te quieran más cada día; o por el Papa y los Obispos, etc.

Que me convenza de que es útil pedirte esas gracias espirituales, que hacen tanta falta.

Jesús, también quieres que te pida por la salud, por un tema que me preocupa, por los exámenes o el trabajo.

Pero debo pedir dándome cuenta de que Tú eres el que mejor sabes lo que me conviene a mí y a los que me rodean; con ese abandono del hijo que confía en su padre, y que sabe que todo lo que recibe de él es para su bien.

«Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas, ¿cuánto más vuestro Padre que está en tos Cielos dará cosas buenas a quienes te pidan?»

« ¿En qué negocio humano te pueden dar más seguridades de éxito?»

Jesús, que me acostumbre a pedirte todo, a ser pedigüeño, a ponerlo todo en tus manos.

Y entonces aprenderé a descubrir en los acontecimientos de cada día tu mano amorosa: tu mano de Padre que me quiere, que me cuida, que me forma y, tal vez, que me poda, como a los árboles, para que dé más fruto.

Actuando así, nada en este mundo me podrá quitar la paz y la alegría que son propias de los hijos de Dios.

Fuente: www.almudi.org

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19 febrero 2013 2 19 /02 /febrero /2013 16:56

Meditación: Miércoles I Semana,  Tiempo de Cuaresma.  Ciclo C. 20 de Febrero, 2013.

No hemos de pedir cosas mágicas a Jesús, el éxito de la vida es tenerlo a Él mismo como Amigo, y con Él tenemos todo lo demás, para verlo así necesitamos conversión

“En aquel tiempo, habiéndose reunido la gente, comenzó a decir: «Esta generación es una generación malvada; pide una señal, y no se le dará otra señal que la señal de Jonás. Porque, así como Jonás fue señal para los ninivitas, así lo será el Hijo del hombre para esta generación. La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con los hombres de esta generación y los condenará: porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón. Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás»” (Lucas 11,29-32).

1. La reina de Sabá vino desde muy lejos, atraída por la fama de sabio del rey Salomón. Los habitantes de Nínive hicieron caso a la primera a la voz del profeta Jonás y se convirtieron. Jesús dice que aquella Reina “vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón. Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás”. Le pedimos que no tengamos el corazón duro, y hagamos caso de esta llamada a mejorar. ¡Qué pena, cuando Jesús «vino a los suyos y los suyos no le reconocieron»! Hoy hace una semana que iniciamos la Cuaresma con el rito de la ceniza. ¿Hemos entrado en serio en este camino de los 40 días?, ¿en casa notan ya que estoy mejorando?: si controlo un poco más el potro salvaje que llevo dentro, que hay que domar (ayuno, sacrificio). Si conecto con Jesús como hijo de Dios que es algo mucho más mágico que los de Avatar conectando con la madre tierra o con su cabalgadura pues así “cargamos las pilas” y nos encendemos de energía de amor de Dios, nos revestimos de la coraza de la fortaleza para arrancar las malas hierbas del egoísmo en nuestra vida (oración). Si una vez hemos preparado nuestra alma sembramos la buena semilla del amor y la llevamos a todos con el servicio y la sonrisa (caridad): «Señor, mira complacido a tu pueblo, que desea entregarse a Ti con una vida santa; y a los que moderan su cuerpo con la penitencia, transfórmales interiormente mediante el fruto de las buenas obras» (oración colecta). Hay quien piensa que ser feliz es tener una consola o el último juego de ordenador, o tener suerte con los exámenes o con los amigos o con la lotería, tener éxito. Pero el éxito es tener a Jesús, ahí está todo. Él dice: «El que me ha visto a mí ha visto al Padre», el “todo será mejor” del cielo. Queremos ver a Jesús, que se haga realidad todo lo que soñamos, ese mundo mejor, y, de este modo, estar seguros. Jesús responde: «Sí, podéis ver». Ese mundo mágico del Padre se ha hecho visible en el Hijo.

2. Jonás fue a Nínive, la gran ciudad, y predicó durante un día entero: "Dentro de cuarenta días Nínive será destruida". Los ninivitas creyeron en Dios: promulgaron un ayuno y todos, grandes y pequeños, se vistieron de sayal. También el rey de Nínive, al enterarse, se levantó de su trono, se quitó el manto, se vistió de sayal y se sentó en el suelo. Luego mandó pregonar en Nínive este bando: "Por orden del rey y sus ministros, que hombres y bestias, ganado mayor y menor, no prueben bocado, ni pasten ni beban agua. Que se vistan de sayal, clamen a Dios con fuerza y que todos se conviertan de su mala conducta y de sus violentas acciones". Y Dios protegió la ciudad.

Jonás lo pasó mal, cuentan que no se portaba muy bien y se lo tragó un monstruo marino y los tres días y las tres noches que pasó en el corazón de la tierra, en «lo profundo de los infiernos» quedó marcado, las huellas de la experiencia de la muerte le hicieron madurar, dejó de ser un joven frívolo y salió hecho un profeta de pies a cabeza. Señor, si a veces lo paso mal, y Tú lo permites, que aproveche aquel “castigo” no para encerrarme en mis tonterías, sino para madurar. No para quedarme en mi habitación llorando sin abrir a nadie diciendo “no quiero cenar ni hablar con nadie”, “quiero morirme”, “no quiero respirar”, sino diciéndome: “si Tú quieres esto, Señor, será como tus tres días de estar en la Cruz y en el sepulcro, será para resucitar como el gusano que se transforma en mariposa, para vivir a una vida mejor, para transformarme en una persona mucho más fuerte y aprovechar de esta “crisis” y con ayuda de la Virgen, que me trae toda Gracia, que sea una “oportunidad” de victoria.

3. Ver a Jesús; ésta es la respuesta. Rezar nos cansa a veces, no sabemos. Hemos de purificarnos, nuestra alma está “miope”, por eso ahora que dentro de cuarenta días será Pascua, la gran fiesta de  nuestra salvación, vamos a prepararnos… con el salmo de hoy: «oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme». Nos invita la Iglesia a pedir perdón y a perdonarnos unos a otros. Y por mucho que nos cueste algo, más grande es la misericordia de Dios. Vamos aprendiendo a hacer la confesión con sinceridad, como dice el salmo: “¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas! / ¡Lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado! / Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu. / No me arrojes lejos de tu presencia ni retires de mí tu santo espíritu”.

Dios no se asusta de mí. Quizá hayas visto la película "Tarzán en Nueva York". Describe las divertidas aventuras de Tarzán y Chita cuando son trasladados en avión desde la selva a la ciudad de los rascacielos, donde todo les llena de asombro y les ocurren mil peripecias. Chita protagoniza una de las sorpresas: al llegar a la habitación del hotel ve reflejada su fea cara sobre el gran espejo del armario. El susto fue tan descomunal que, lanzando un terrible bramido presa de pavor, salió corriendo: no se imaginaba que aquel feísimo "monstruo" que ha visto en la habitación es su propia imagen reflejada en el espejo. La escena acaba bien: Chita se refugió en los brazos de Tarzán, que la cogió con afecto, calmándola con sus caricias. Y es que Tarzán quería a Chita como era: con sus pelos negros y largos, su rostro de irracional y su mirada extraviada.

Dios nos quiere a cada uno de nosotros infinitamente más: sabe mejor que nadie cómo somos; conoce nuestros fallos; no ignora que somos miserables y que tenemos muchos defectos. Nos conoce mucho mejor que podemos conocernos a nosotros mismos, y tiene en cuenta nuestras cosas buenas y nuestros deseos de mejorar (José Pedro Manglano). Dios no se asusta de nuestras tonterías. Gracias, Dios mío, porque me quieres a mí y a cada uno más que todas las madres del mundo puedan querer a sus hijos; no te asustas ante nuestras torpezas, ni ante nuestras miserias, y nos acoges con un cariño infinitamente mayor que el que tenía Tarzán a Chita. El problema es que cuando yo voy descubriendo mis limitaciones, fallos, miserias, etc., me puedo "medio asustar" y pensar que no me es posible ser santo, que no puedo estar cerca de ti, entonces puedo desanimarme, olvidarme de que Tú me quieres como soy, y alejarme de Ti. Que no me pase esto, Señor. Si alguna vez me alejo de Ti, volveré corriendo a tu lado contándote lo que me pasa. Y también a las personas que me fío: padres, hermanos, abuelos, parientes, en el cole el preceptor o tutor,  amigos y sacerdote, etc., porque cuando se me mete una idea de que soy super-raro y el único que le pasa algo, como que tengo una cara fea porque me sale un grano, en cuanto lo cuento y me dicen que es normal… me quedo ya tranquilo. Y esto en todo…

¿Por qué descorazonarnos, cuando en nuestro camino de conversión encontramos algo que se nos hace tremendamente difícil de superar? ¿Somos más grandes nosotros que la Misericordia de Dios? ¿Es más milagroso el hecho de que una mujer vaya a escuchar a Salomón, o el que una ciudad completa, se convierta ante la voz de un profeta, que la Resurrección del Hijo de Dios? Muchas veces a lo largo de la vida hemos pedido perdón, y muchas veces nos ha perdonado el Señor. Cada uno de nosotros sabe cuánto necesita de la misericordia divina: Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas (Salmo 24, 6), leemos en la Antífona de la Misa. La Cuaresma es un tiempo oportuno para cuidar muy bien el modo de recibir el sacramento de la Penitencia, ese encuentro con Cristo, que se hace presente en el sacerdote. Allí nos acoge, nos cura, nos limpia, nos fortalece. Cuando nos acercamos a este sacramento debemos pensar ante todo en Cristo. Él debe ser el centro del acto sacramental. Y la gloria y el amor a Dios han de contar más que nuestros pecados. Se trata de mirar mucho más a Jesús que a nosotros mismos; más a su bondad que a nuestra miseria, pues la vida interior es un diálogo de amor en el que Dios es siempre el punto de referencia. Somos como el hijo pródigo que vuelve a la casa paterna (Francisco Fernández Carvajal).

Llucià Pou Sabaté

Fuente: www.almudi.org

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18 febrero 2013 1 18 /02 /febrero /2013 18:52

Meditación: Martes I Semana de Cuaresma. Ciclo C. Martes, 19 de Febrero,  2013

La oración transforma el alma como tierra fértil para acoger la semilla divina, a ejemplo de santa María.

“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo. Vosotros, pues, orad así: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal’. Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas» (Mt 6,7-15).

1. Jesús nos recomienda la oración y nos enseña el «Padrenuestro». Podemos hablar con Dios como padre, llamarle “papá”, con una confianza de niño pequeño con su padre, santa osadía. Es tan bonito ver que no es un “dios” lejano al que rendimos homenaje y pedimos a cambio cosas, sino un “padre” al que amamos y que espera de nosotros correspondencia a su amor. La palabra "abba" expresa esa confianza extrema en aquella tierra, la que los niños usan al echarse en brazos de su padre: algo así como "¡papaíto querido!": Jesús nos anima a tratar a Dios como padre, como Él lo trata: “Padre nuestro, que estás en el cielo, / sólo tu eres santo, / tu estás por encima de todo, / eres ternura y misericordia. / ¡Bendito sea tu nombre! / ¡No abandones la obra de tus manos, / hazte reconocer por lo que eres, / que venga tu Reino, / que los hombres descubran tu presencia, / pues tú eres el Dios fiel!

¡Danos hoy el pan de la vida, / tu palabra y tu Hijo, / tu gracia y tu luz, / para el camino de este día! / ¡Bendito seas, / tú que has cancelado toda nuestras deudas / salvándonos por Jesucristo: / también hoy perdónanos, / como nosotros perdonamos / a todos los que nos ofenden, / en la paz de tu gracia! / ¡Padre, / no nos sometas a la gran prueba, / guárdanos en la fe y la esperanza / pues nunca renegaremos de tu nombre y tu palabra! / ¡Líbranos del Adversario, / pues tú eres nuestro Dios, el único, / Dios santo, Padre de ternura!” (Sal Terrae).

Esto es la oración, que nuestro corazón se haga campo para la palabra como decía el profeta, tierra que se deja absorber por la semilla. María es la que mejor «guardaba» la palabra en su corazón y daba fruto. Ella ha llevado en sí todo el pueblo de Israel, sus esperanzas, y la Promesa, Jesús. Ella, entregada a la oración, ha convertido el sufrimiento y la grandeza de aquella historia en tierra fértil para el Dios vivo. Gracias, Madre mía, porque te haces tierra, ser transformada en aquel que tiene necesidad de nosotros para hacerse fruto de la tierra. Te pido que hagas realidad la oración colecta de hoy: hacernos deseo ardiente de Dios. En este tiempo de hacer cosas, de activismo y poca contemplación, acudimos a tu intercesión para profundizar  de la oración, el anhelo de Dios y la fe, para que como la semilla germinó en tualma, y una nueva vida pudiera ver la luz, también nosotros acojamos a Jesús.

2. Cuentan de un hombre que estaba arriba el  tejado de casa suya durante una inundación; el agua le llegaba a los pies, y pasó uno con una canoa y dijo:

-"He venido a salvarte!"

-"¡No!, dijo él, he rezado a mi Dios y Él me salvará".

Pasaba el tiempo, el agua le llegaba ya a la cintura, cuando llegó una lancha a motor:

-"Quieres que te lleve a un lugar más alto?"

-"No, gracias, tengo fe en Dios, a quien he rezado y él me salvará."

-"Tú te lo pierdes...!"- cogió la lancha y se fue. Y cuanto el agua le llegaba al cuello, lo vio un helicóptero que desde lejos lo había visto, con las sirenas encendidas, y con el altavoz le gritan:

-"¡Cógete a esta cuerda y te subiremos!"

-"¡no gracias, he rezado a mi Señor y tengo fe en él, que me salvarà!”

Desconcertado el piloto, dejó aquel hombre al tejado, y poco después, moría ahogado; y cuanto fue a recibir la recompensa, que se presentó ante Dios, le dijo:

-"Señor, yo tenía total fe en que tú me salvarías y me has abandonado: ¿Porqué?".

Y dice la historieta que Dios le contestó: "¿Que más querías que hiciera?: fuiste tú que no quisiste salvarte. Yo te envié una canoa, una lancha a motor y un helicóptero, ¿qué más querías?"

Bien, a veces no sabemos reconocer estas señales de Dios, y nos obsesionamos, nos ahogamos por un problema y la solución está a nuestro lado; buscamos una felicidad de maneras equivocadas, en lugar de disfrutar de lo que se nos da. El Señor nos escucha siempre, pero no siempre de la forma que le pedimos… A veces pedimos las grandes cosas, y Dios está en las pequeñas cosas, las que pasen hoy y ahora, cada día y a  cada hora concreta, en cada momento... ahí nos da “el pan nuestro de cada día”… No podemos dejar pasar aquella oportunidad, cada momento es especial…

Hay una canción de uno que se cree el Rey que manda más que nadie y dice “y mi palabra es la ley…” esto no verdad, porque ya vimos el domingo que no somos Dios, y nos estropeamos si no queremos obedecer la ley de Dios, como nos dice hoy por boca del profeta Isaías. En contra de lo que dice el profeta, Israel no obedece. La semilla de Dios en el mundo no parece dar resultados. Isaías, profeta del consuelo, canta cuanto hay de bello y de hermoso en el mundo  para devolver la ilusión y la esperanza. Confianza en que a pesar de todo, Dios concede esos dones que promete: “Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven a él sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar, para que dé la semilla al sembrador y el pan al que come, así sucede con la palabra que sale de mi boca: ella no vuelve a mí estéril, sino que realiza todo lo que yo quiero y cumple la misión que yo le encomendé”.

Jesús, sé que eres tú la Palabra encarnada, que da fruto y nos salva. En ti, Señor, tu Padre Dios se ha comprometido con nosotros, eres la nueva Alianza, nuestra salvación. Y eres la misma palabra de Dios que te nos das en la Eucaristía, como dice hoy la oración sobre las ofrendas: "transforma en sacramento de vida eterna el pan y el vino  que has creado para sustento temporal del hombre". Tú nos divinizas, Señor, contigo la tierra ya no será desolada, sino fértil porque acogerá esta simiente divina. Aquí vemos también a María, tierra santa de la Iglesia: que la palabra de Dios no quedó vacía y limitada a sí misma, sino que asumió lo otro, la tierra; en la «tierra» de la Madre, la palabra se hace hombre, y ahora, amasada con la tierra de la humanidad entera, puede de nuevo volver a Dios. La Virgen María es la que sabe decir que sí a lo que Dios le pide, y es estupendo cómo nos trajo a Jesús.

3. Por eso dice el salmo que el Señor está al lado de los que tienen roto el corazón, y los ayuda: “Engrandeced conmigo a Yahveh, ensalcemos su nombre todos juntos”. Al buscarte, Señor, me libras de mis miedos: “He buscado a Yahveh, y me ha respondido: me ha librado de todos mis temores. Los que miran hacia él, refulgirán: no habrá sonrojo en su semblante”. Eres mi roca que me da paz: “Cuando el pobre grita, Yahveh oye, y le salva de todas sus angustias. Los ojos de Yahveh sobre los justos, y sus oídos hacia su clamor”. Nos libras de toda angustia, y me levantas de toda pena: “Yahveh está cerca de los que tienen roto el corazón. Él salva a los espíritus hundidos”.

Llucià Pou Sabaté

Fuente: www.almudi.org

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17 febrero 2013 7 17 /02 /febrero /2013 16:48

Meditación: I Semana Tiempo de Cuaresma. Ciclo C. Lunes, 18 de Febrero, 2013.

«Entonces dirá el Rey a los que estén a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo; porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; era peregrino y me acogisteis; estaba desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme. Entonces le responderán los justos: Señor; ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer; o sediento y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos peregrino y te acogimos, o desnudo y te vestimos? o ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y vinimos a verte? Y el Rey en respuesta les dirá: En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis. Entonces dirá a los que estén a la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al juego eterno preparado para el diablo y sus ángeles; porque tuve hambre y no me disteis de comer; tuve sed y no me disteis de beber; era peregrino y no me acogisteis; estaba desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis. Entonces le replicarán también ellos: Señor; ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, peregrino o desnudo, enfermo o en la cárcel y no te asistimos? Entonces les responderá: En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de éstos más pequeños, también dejasteis de hacerlo conmigo. Y éstos irán al suplicio eterno; los justos, en cambio, a la vida eterna.» (Mateo 25, 34-46) 

1º. Jesús, al final de los tiempos vas a juzgamos a todos.

Es el juicio final, que es algo distinto al juicio particular.

El juicio particular es el que tendré nada más morir; el final es la confirmación pública y solemne del juicio anterior, al final de los tiempos.

«El Juicio final revelará hasta sus últimas consecuencias lo que cada uno haya hecho de bien o haya dejado de hacer durante su vida terrena» (CEC.- 1039).

El resultado de este juicio es claro e irreversible: los pecadores «irán al suplicio eterno; los justos, en cambio, a la vida eterna.»

Jesús, me doy cuenta de que ésta es la gran asignatura que debo aprobar, el gran examen que he de pasar al final de mi vida.

Además, no hay examen de recuperación.

Vale la pena, por tanto, que me prepare muy bien para ese momento.

En realidad, es lo único que vale la pena; pues si al final no me salvo, ¿qué ganancia en la tierra me puede compensar la eternidad?

Pero, Jesús, ¿qué entra en este examen?; ¿qué me vas a preguntar cuando te tenga que rendir cuentas de mi vida?

El temario es claro: «Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo» (Mateo 22, 37-39).

Y más en concreto, por temas: «tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed...»

Porque todo lo que haga a otra persona, es como si te lo hiciera a Ti.

2º. «¿Quieres un secreto para ser feliz?: date y sirve a los demás, sin esperar que te lo agradezcan» (Forja.- 368).

Jesús, servir a los demás no es sólo prepararse para ganar el cielo; es ganar el cielo ya aquí, en la tierra: servir es sinónimo de ser feliz, y también su consecuencia más inmediata.

El triste sólo hace que encerrarse en sí mismo y entristecerse más.

Pero el que está feliz, se vuelca en detalles hacia los demás y aún es más feliz.

Jesús, ayúdame a imitarte en este punto.

Ayúdame a servir sin esperar a que me lo agradezcan.

Pero el servicio también tiene un orden.

No puedo pretender servir en un país lejano y, a la vez, descuidar a los que me rodean.

Por eso, en un principio, lo primero será tener detalles de servicio en casa: que puedan contar conmigo para hacer un recado, para poner la mesa, para vigilar a un hermano pequeño, para arreglar una silla, etc.

Si soy trabajador o estudiante, después de mi familia vendrá mi trabajo: servir significará ser competente, hacer bien ese trabajo, estudiar con profesionalidad; y aprovechar las mil circunstancias diarias para servir a los amigos y compañeros.

A la vez, el trabajo bien hecho es una de las mejores maneras de servir a la sociedad.

Fuente: www.almudi.org

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16 febrero 2013 6 16 /02 /febrero /2013 18:57

Meditación: I Semana de Cuaresma. Ciclo C. Domingo, 17 de Febrero, 2013. Meditación:

«En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo. Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: -«Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan. Jesús le contestó: -“Está escrito: “No sólo de pan vive el hombre”. Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo: -“Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo.” Jesús le contestó: -“Está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”. Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: -Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: “Encargará a los ángeles que cuiden de ti”, y también: “Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”. Jesús le contestó: -Está mandado: “No tentarás al Señor, tu Dios”. Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión». (Lucas 4,1-13)

1º. Jesús, te has retirado al desierto para prepararte antes de empezar tu predicación.

Y te preparas con más oración y con más mortificación.

Siguiendo tu ejemplo, también yo he de preparar cualquier acción apostólica rezando y ofreciendo pequeños sacrificios por aquéllos a quienes quiera hablar de Ti.

«Sintió hambre.»

Jesús, eres perfecto Dios y también perfecto hombre.

Por eso tienes hambre y sed, te cansas después de caminar todo un día, o lloras cuando se muere un amigo.

Tú me entiendes porque has experimentado los mismos cansancios, alegrías, sufrimientos, dolores, sentimientos y afectos que yo me encuentro a lo largo de mi vida.

Jesús, hoy experimentas la tentación del demonio.

No quieres dejar de vivir esta situación tan humana y, al permitir que te suceda, me vienes a decir que sufrir la tentación, como una prueba a nuestra virtud, no es algo necesariamente malo.

Puede ser incluso motivo de gran avance espiritual, y por eso la permites.

«El Espíritu Santo nos hace discernir entre la prueba, necesaria para el crecimiento del hombre interior en orden a una «virtud probada», y la tentación que conduce al pecado y a la muerte. También debemos distinguir entre «ser tentado» y «consentir» en la tentación. Por último, el discernimiento desenmascara la mentira de la tentación: aparentemente su objeto es «bueno, seductor a la vista, deseable», mientras que, en realidad, su fruto es la muerte» (CEC.- 2847).

 Lo importante es luchar para vencer la tentación, sabiendo que siempre presenta una falsa felicidad, una «pseudo ganancia» hueca.

Jesús, ¡no me dejes caer en la tentación!

2º. «Jesucristo tentado. La tradición ilustra esta escena considerando que Nuestro Señor; para darnos ejemplo en todo, quiso también sufrir la tentación. Así es, porque Cristo fue perfecto Hombre, igual a nosotros, salvo en el pecado. Después de cuarenta días de ayuno, con el solo alimento           -quizá- de yerbas y de raíces y de un poco de agua, Jesús siente hambre: hambre de verdad, como la de cualquier criatura. Y cuando el diablo le propone que convierta en pan las piedras, Nuestro Señor no sólo rechaza el alimento que su cuerpo pedía, sino que aleja de sí una incitación mayor: la de usar del poder divino para remediar; si podemos hablar así, un problema personal

» Habréis notado a lo largo de los Evangelios: Jesús no hace milagros en beneficio propio. Convierte el agua en vino, para los esposos de Caná; multiplica los panes y los peces, para dar de comer a una multitud hambrienta. Pero El se gana el pan, durante largos años, con su propio trabajo. Y más tarde, durante el tiempo de su peregrinar por tierras de Israel, vive con la ayuda de aquellos que le siguen.

»En la segunda tentación, cuando el diablo le propone que se arroje desde lo alto del Templo, rechaza Jesús de nuevo ese querer servirse de su poder divina Cristo no busca la vanagloria, el aparato, la comedia humana que intenta utilizar a Dios como telón de fondo de la propia excelencia» (Es Cristo que pasa, 61).

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

Fuente: www.almudi.org

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