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7 junio 2012 4 07 /06 /junio /2012 00:58

Meditación: Corpus Christi; ciclo B

En Jesús se cumplen las promesas: la Nueva Alianza de su sangre, que nos libera de todo mal y nos abre las puertas del cielo

1. San Marcos cuenta que en la última Cena, “mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: -Tomad, esto es mi cuerpo. Cogiendo una copa… dijo: -Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos”. Jesús, todavía no haces el sacrificio de derramar tu sangre, lo harías luego, en la Cruz, y de tu costado abierto, herido por la lanza, brotará sangre y agua. Así como del costado del primer Adán dormido nació Eva, tú, nuevo Adán, dormido en al muerte, de tu costado abierto nacerá la Iglesia, los sacramentos, los frutos de tu entrega mediante la cual borras los pecados del mundo. Al celebrar la fiesta del Corpus, contemplamos tu corazón abierto, Jesús, del que manan los Sacramentos: el agua del Bautismo y la Confesión que nos lava, la Sangre de la Eucaristía que nos da vida…

Hoy celebramos el amor de Dios, que Dios es amor y que nos ama sin medida: "Nadie tiene mayor amor que el que da la vida". Ahora sí que podemos entender que Dios es amor. Ahora podemos estar seguros de una cosa: que Dios es sobre todo "el que nos ama de verdad”. En la Ultima Cena, no te has limitado a consagrar el pan y el vino, sino que has dicho que podemos repetir esta maravilla en cada misa -"haced esto en memoria mía"- hasta el fin del mundo. Ahí estás en el altar, en el sagrario, con tu mismo cuerpo, el que nació en Belén, que trabajó en Nazaret, que hizo milagros, que lloró por sus amigos, que murió en la Cruz, que resucitó. Así, me acompañas siempre, y podemos ser amigos para siempre. Te lo diré, cuando comulgue, cuando haga genuflexión ante el sagrario.

Jesús, te das como alimento de los que peregrinan, ¡qué bien, poder oírte decir: "quien come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo le resucitaré en el último día"!, poder comenzar a gustar el cielo en la comunión...

2. Moisés es una figura del Jesús que vendrá, por eso leemos hoy que hizo una alianza, que es figura de que Jesús nos dejó en la Eucaristía: bajó del monte Sinaí “y contó al pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandatos; y el pueblo contestó a una: -Haremos todo lo que dice el Señor. Moisés puso por escrito las palabras del Señor. Se levantó temprano e hizo un altar en la falda del monte, y doce estelas, por las doce tribus de Israel”. Sacrificó animales y tomó “la sangre y roció al pueblo, diciendo: -Esta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros, sobre todos estos mandatos”. Jesús dirá palabras parecidas, para significar que en él se cumplían las profecías antiguas de salvación, la nueva alianza y el perdón de los pecados. Al leer estas lecturas de la Misa, pienso en lo que tú has hecho por mí, Jesús: te das por entero, no ofreces animales como sacrificio sino a ti mismo; ayúdame a unirme contigo en la entrega de mi vida. Te doy gracias por todo lo que has hecho por mi. Ayúdame a ser mejor, a amarte de verdad. Cuando tú miraste a aquellos jóvenes del jueves santo que te seguían, poniendo en cada uno los ojos, les amaste. Yo también quiero sentir esta mirada de amor tuya, Jesús.  Quiero ser como tú, Jesús. Tanto si estoy contento como si en algún momento estoy triste, quiero hacer todo contigo, así me sentiré bien, y no estaré nunca solo; estaremos juntos en todos los momentos. Quiero estar siempre contigo, Jesús, porque sólo tú tienes palabras de vida eterna, como te dijo Pedro.

3. El Salmo canta esta Alianza eucarística que hoy celebramos: “Alzaré la copa de la salvación… Señor… yo soy tu siervo, / rompiste mis cadenas”. Escapaban de Egipto los de Israel cuando el Faraón se puso a perseguirles… ellos atravesaron el Mar Rojo y los liberó el Señor. Era la pascua (paso de la esclavitud hacia la tierra prometida), así tú también, Jesús, haces tu Pascua, pasas de la muerte a la vida por el nuevo mar Rojo de tu sangre, y nos das la libertad haciéndonos pasar de la esclavitud del pecado a la libertad de hijos de Dios. Jesús, tú leiste este salmo el jueves santo mientras ofrecías tu cuerpo y tu sangre, cantaste la libertad que rompe las cadenas de la muerte, proclamaste tu bautismo que es pasar por el mar que pasaste y nacer a una vida de hijos de Dios.

Ahora, Jesús, quiero hacer una alianza contigo, seguirte más de cerca, y pedirte por mis padres y hermanos, mis parientes y amigos, y todos los que llevo en el corazón, por todos los que necesitan ayuda. Ayúdanos a que seamos generosos y nos formemos en tu corazón, para cambiar el mundo.

Quiero hablarte también de los países que sufren hambre, de los pobres que hemos de ayudar, para que puedan trabajar los mayores y jugar los niños y ser todos felices. Te pido para que en todos los sitios haya cristianos para que puedan darte a conocer a los demás, que haya sacerdotes para que puedan traerte en la Eucaristía.

Te pido también por los enfermos, por todos los que sufren. Si alguna vez yo sufro o estoy triste, quiero ir a la cruz y ponerme en tus brazos y consolarme. Voy a parafrasear alguna oración de adoración para decirte cosas. Imagino que me dices: “¿qué te preocupa? ¿qué tienes en la cabeza, qué ilusiones y sueños tienes?  ¿No tienes alguna alegría que comunicarme?” Sí, Jesús, quiero contarte lo que me pasa, mis aventuras, los miedos que he tenido y dificultades que he superado.

Quiero estar siempre contigo, Jesús, tú me amas tanto... yo quisiera saber amarte.  Quiero tenerte siempre en mi corazón, tener tu fuerza y serte fiel en todo.  Tú eres, Señor, mi fortaleza, dame esa fuerza de los mártires pues necesito fuerzas para ir contra corriente, me costará pero sé que sólo venciendo la tentación y malas inclinaciones soy feliz. Ayúdame a no ser egoísta, a no quejarme. Pongo en tus manos todas mis cosas, las buenas y las que no me parecen buenas, mis penas y preocupaciones, ya sé que para quien te ama todo es para bien, todo es bueno.  Que sepa hacer siempre y en todo tu voluntad, que me dé cuenta de que estás siempre pendiente de mí.

Dime, Señor, ¿qué regalos esperas de mi, qué quieres de mi? ¿qué esperas que te dé? ¿en qué no estoy siendo generoso? Estos días quiero hacerte un regalo, darme más a los demás, oír cuando me dices: “Ven y sígueme”, voy a caminar a tu lado en el camino de la vida. Ya veo como tu Iglesia y el mundo necesita santos, gente generosa que se te entregue para ser tus manos y tu boca, para ser apóstoles tuyos, que lo dejen todo y te sigan para ser sembradores de paz y de alegría. Como tu Madre la Virgen, te pido que se haga en mi según tu palabra.

Quiero hacer propósitos, de sinceridad, de no ponerme nervioso y controlar, de no enfadarme y hacer las paces y arreglarlo siempre, ser amigo de todos y amable. Hacer lo que toca en cada momento, venciendo la pereza y la comodidad, esforzarme en estar en lo que hago, concentrado y no pasar. Y en todo momento te quiero tener presente a ti, Jesús, que me acompañas. Ayúdame Jesús, a ser constante en la oración, aprovechar la Misa para viajar en el espacio y situarme en el Cenáculo, viajar a través de este túnel del tiempo ir a tu Santa Cena, aprender de cuando viniste a la tierra por primera vez, quiero ver tu amor y aprender a amar.

Te pido valentía y alegría para afrontar la lucha de cada día. Te pido por el Papa y sus intenciones, por la Iglesia y por todo el mundo, y especialmente por los necesitados, y que el Ángel de la guarda me sople al oído lo que quieres decirme. Madre mía, Virgen Santísima, ayúdame, tú me lo concederás.

4. Tú, Jesús, eres Sumo Sacerdote que entra en el Templo, pero no como los judíos para representar que se ponen los pecados en un animal que matan, sino que –como nos dice la carta a los Hebreos- “la sangre de Cristo que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo”. Te pido, Señor, profundizar en el misterio de salvación de tu alianza, por eso sigues diciéndome: “Por eso él es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza; y así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna”. Hoy celebramos esta maravilla: Jesús «entró en el santuario» quiere decir «en el mismo cielo» ante Dios, y ahí nos reclama para acogernos, pues en la Cruz se hace «sumo sacerdote de los bienes definitivos»: ahí su amor se hace muy grande, lo más santo que se puede ser, y nos dice que santidad es amor, y que también nosotros estamos llamados a este “asombro” de contemplarle en la Eucaristía, vivir su vida, como María, la “mujer eucarística”.

Llucià Pou Sabaté

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7 junio 2012 4 07 /06 /junio /2012 00:51

Meditación: Jueves de la semana IX de tiempo ordinario, Ciclo B. 7 de Junio, 2012

El camino del amor a Dios y a los demás, es la senda auténtica de la vida feliz

“En aquel tiempo, se llegó uno de los escribas y le preguntó: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?». Jesús le contestó: «El primero es: ‘Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas’. El segundo es: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No existe otro mandamiento mayor que éstos».
Le dijo el escriba: «Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que Él es único y que no hay otro fuera de Él, y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios».
Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: «No estás lejos del Reino de Dios». Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas”
(Mc 12,28-34).

1. La pregunta que hacen a Jesús es sobre un tema importante: ¿qué es lo principal en la moral? «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?» La hace un maestro de la Ley. Jesús le dio la respuesta, siguiendo la Escritura: "Escucha Israel, el primero es: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas." Amar… con "corazón, alma, mente, fuerza" que son nuestras facultades para amar.

Sigue Jesús: -“El segundo es éste: "Amaras a tu prójimo como a ti mismo"”.

San Agustín dirá: «Ama y haz lo que quieras».

Jesús ha respondido con el texto sagrado, como solían hacer los expertos en Escritura. Y el maestro de la ley se abre a la Verdad, explicada con la interpretación correcta de la Palabra (Jesús, que es la misma Palabra, da el sentido correcto); y proclama con otro texto bíblico: amar a Dios con todo el corazón y a los otros como a uno mismo «vale más que todos los holocaustos y sacrificios». Ante tantas obligaciones como tenían los judíos, ha podido por fin establecer qué es lo esencial.

Se habían multiplicado las leyes, que pueden agobiar si se toman como obligaciones. Pasaba esto con los judíos y nos puede pasar a nosotros. Tiene que haber leyes, pero necesitamos buscar la esencia para no perdernos con tantos preceptos. Para los judíos, 248 preceptos positivos y 365 negativos, que se complicaban con las diversas controversias según las escuelas de rabinos. También el Código de Derecho Canónico contiene 1752 cánones, aunque quieren regularse por el bien de las almas. Así, no hay ley que nos aprisione, si hay amor a Dios «con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas» y así participamos de ese amor a Dios, y podemos amar a los demás.

En una conversación hablaron de una persona ausente diciendo con dureza que había hecho algo mal, y alguien añadió además: “¡porque hay que hacer las cosas como Dios manda!” San Josemaría, que estaba presente, dijo: “lo que Dios manda es que vivamos la caridad”. Lo otro, la “perfección”, podrá ser más o menos interesante, pero en este sentido secundario. Quizá utilizamos tantos “pequeños mandamientos” como son «los sacrificios y las ofrendas» para recriminar a los demás, como nuevos fariseos… Te pido, Señor, buscar la verdad con lealtad. Que como hace Jesús, la verdad se abra paso no a fuerza de imposiciones, sino por la misma fuerza de la verdad.

El amor es el resumen de toda la ley. Amar a Dios (escucharle, adorarle, rezarle, amar lo que ama él) y amar al prójimo (a los simpáticos y a los menos simpáticos, ayudarles, acogerles, perdonarles). Por la noche, podemos hacer un poco de examen de conciencia y preguntarnos: ¿cómo hay ido hoy mi amor a Dios, a los demás?, ¿me he buscado a mí mismo? Hemos de llegar a mejorar el tercer mundo, pero comenzar por la familia y nuestro pequeño mundo, quienes nos rodean. En la misa, en el momento de darnos la paz con los más cercanos, podemos recordar cómo vamos en nuestro amor (J. Aldazábal).

2. –“¡Acuérdate de Jesucristo, descendiente de David, resucitado de entre los muertos: éste es mi evangelio!” Tenemos esta “buena nueva”: ¡Cristo ha resucitado! El hijo de María, Jesús de Nazaret, Hijo de Dios, que nos salva. Esta es nuestra fe. “Perfecto Dios, perfecto hombre”, como se indica en un himno de fe. Gracias, Jesús (Salvador), ungido de Dios (Cristo), Emanuel (Dios con nosotros): si Tú fueras sólo un hombre, no podrías salvarme. Si fueras sólo Dios, no me entenderías… gracias, por ser uno de los míos.

-“Por El estoy sufriendo, hasta llevar cadenas como un malhechor”. Hay una unión mística entre Pablo y Cristo: también yo quiero unir mis cruces a tu Cruz, Jesús, unirme a tu misteriosa misión salvadora.

-“Pero todo esto lo soporto por los elegidos, para que también ellos alcancen la salvación por Jesucristo con la gloria eterna”. Quiero unirme a tu misterio, Jesús, no lamentarme de mis penas y dolores, fracasos y sinsabores, sino unirme a ti, que me haces ver que contigo todo irá bien: "si morimos con El, viviremos con El".

Esto significa que viva yo según tu corazón, Jesús. Ayúdame a vivir lo que indica el Apóstol: -“Procura presentarte ante Dios como hombre probado, como obrero que no tiene por qué avergonzarse, como fiel transmisor de la Palabra de la verdad”.

3. Para esto, te diré, Señor, con el salmista (24): "Señor, enséñame tus caminos, / instrúyeme en tus sendas: / haz que camine con lealtad; / enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador”. Son como las indicaciones del Apóstol, hechas oración.

El Señor es bueno y es recto, / y enseña el camino a los pecadores; / hace caminar a los humildes con rectitud, / enseña su camino a los humildes”. 

Mi deseo, Señor, es ser humilde para poder ver. Dame ese “ver” que me haga saber encontrar el camino. Te lo pido por intercesión de Santa María, la caminante que sabe seguir tus mandatos, Señor, en la “obediencia de la fe”: “Las sendas del Señor son misericordia y lealtad / para los que guardan su alianza y sus mandatos. / El Señor se confía con sus fieles / y les da a conocer su alianza”.

Llucià Pou Sabaté

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6 junio 2012 3 06 /06 /junio /2012 02:35

Meditación: Miércoles de la semana IX de tiempo ordinario. Ciclo B. 6 de Junio, 2012

Dios escucha nuestras peticiones, y lo que hoy es pena mañana es gloria

“En aquel tiempo, se le acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan que haya resurrección, y le preguntaban: «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno y deja mujer y no deja hijos, que su hermano tome a la mujer para dar descendencia a su hermano. Eran siete hermanos: el primero tomó mujer, pero murió sin dejar descendencia; también el segundo la tomó y murió sin dejar descendencia; y el tercero lo mismo. Ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos, murió también la mujer. En la resurrección, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer».

Jesús les contestó: «¿No estáis en un error precisamente por esto, por no entender las Escrituras ni el poder de Dios? Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos. Y acerca de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en lo de la zarza, cómo Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? No es un Dios de muertos, sino de vivos. Estáis en un gran error»” (Mc 12,18-27).

1. Los saduceos no creen en la resurrección y plantean el dilema de la mujer que enviuda siete veces, para criticar la doctrina de Jesús. Tú, Señor, nos haces ver que la vida eterna te pertenece a ti y no podemos entenderlo bien: «cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer, ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos». No llega mi cabeza, Señor, pero me fío de tus palabras, porque me llenan, mi corazón me dice que dicen la Verdad. También pienso que con lo que alabas el amor, que es para siempre, no indicas que en el cielo los lazos de amor de la tierra no existirán, sino que allí en "servir y alabar" a Dios (Mt 18,10) lo tendremos todo, también los amores que nos acompañarán en el cielo. Nos dices: «Yo soy la resurrección y la vida: el que crea en mí no morirá para siempre».

No me imagino esa vida eterna pero seguro que tú sabes bien cómo hacernos felices, como señalaba San Agustín: «No padecerás allí límites ni estrecheces al poseer todo; tendrás todo, y tu hermano tendrá también todo; porque vosotros dos, tú y él, os convertiréis en uno, y este único todo también tendrá a Aquel que os posea a ambos». Imagino que puedo entenderlo a través del amor de una madre, que ama a varios hijos como si fuera el único, que así será el amor del cielo, con el que amaremos de un modo angelical, no con el exclusivismo humano que hay por ejemplo tiene que haber en la tierra con el amor conyugal, de “sólo tú”, que es un camino para la unión con Dios. Por eso, cuando una persona sufre en su matrimonio y dice: “¿tendré que estar con él/ella toda la eternidad?” me parece que se le puede responder: “no, sólo ‘hasta que la muerte os separe’”, pues nada malo de la tierra permanece en el cielo. Y en cambio cuando alguien pregunta: “será este amor que tenemos sólo hasta que la muerte nos separe?” se le puede responder: “tranquilo/a, que ningún amor de la tierra deja de continuar en el cielo: estaréis juntos por toda la eternidad”. Parece una contradicción una cosa con la otra, Jesús, pero sé que si no es de esta manera será de otra mejor, y que tú harás que seamos felices sin que no nos falte nadie ni nada en el cielo.

También nos dices las palabras de la zarza ardiente: «Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob», y agregas: «No es un Dios de muertos, sino de vivos». Señor, veo que te pones a la altura de los que te preguntan, con tu ciencia sagrada: te pedimos que amemos las Escrituras, que abras nuestra inteligencia a una comprensión más plena.

2. Mi vida no es una «pompa de jabón que se deshace», no es fruto del azar. He sido «querido» por Dios. Todo mi esfuerzo debe consistir en corresponderle, como reza hoy san Pablo:

-Doy gracias a Dios... a quien rindo culto con una conciencia pura... Ruego sin cesar noche y día, acordándome de ti...

Es bonito, Señor, vernos, pobres hombres, en comunicación contigo, con lo invisible.

Reaviva el don de Dios, que recibiste cuando te impuse las manos”, sigue diciendo san Pablo a Timoteo, uno de los primeros sucesores de los apóstoles, lo que ahora llamamos obispos (2, 1,1-3,6-12). Jesús, ayúdame a revivir el bautismo cada día: cuando tome al agua bendita para signarme, hazme consciente de que soy hijo de Dios, Nos has sellado con tu Espíritu, Jesús, para que te veamos en el mundo y en la historia, y quisiera reavivarlo cada día cuando pido que sea santificado el Nombre de Dios, aquí en mi vida, y me encomiendo a ti que también en la gloria eternamente.

También te pido para los pastores de tu Iglesia, Señor, lo que aquí se indica: -“Porque Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino un espíritu de fortaleza, de amor y de templanza”. Te pido que estas cualidades de fortaleza de ánimo y amor nos lleven a todos a dar testimonio: “No te avergüences pues del testimonio que has de dar del Señor ni de mí, su prisionero”. Que vea, Señor, el «servicio del evangelio» en la acogida a todos, sin distinción, sin partidismos. Que tus sacerdotes sean mediadores, que estén disponibles a todos, sin pensar en que unos son buenos y otros malos. Y puesto que todos somos mediadores, que tengamos todos esas cualidades, para ayudar: empatía y escucha atenta, sin pensar en imponer nuestra verdad, sino acercarnos a ella para que nos posea: que tú, Señor, que eres la Verdad, nos poseas.

-“Soporta conmigo los sufrimientos por el anuncio del Evangelio”. Te pido, Señor, tomar con garbo la cruz de cada día, que no huya de los sufrimientos de mi situación, y que unido a ti, con paciencia y fe se conviertan estos en algo útil para la salvación de todos.

No me hundiré, Señor: -“No me avergüenzo porque ¡sé bien en quien he confiado!, ¡en quien tengo puesta mi fe!”; mi vida se apoya en ti, Jesús, quiero como Pablo estar bien unido a ti, como desdea hoy Pablo con su saludo, que podemos repetir al inicio de la misa: «La gracia, la misericordia y la paz de Dios Padre y de Cristo Jesús»…

3. Quiero terminar mi oración con el salmo de hoy: “A ti levanto mis ojos, / a ti que habitas en el cielo”. Tomo de http://www.pastoralsj.org esta glosa: A ti, Señor, levanto mis ojos de donde viene mi esperanza. La esperanza me llega a borbotones de tu inmenso amor, de que no te olvidas nunca de mí.

“Como están los ojos de los esclavos / fijos en las manos de sus señores,

como están los ojos de la esclava / fijos en las manos de su señora,

así están nuestros ojos / en el Señor, Dios nuestro, / esperando su misericordia”.

Muchos hombres ponen su esperanza en que tengan suerte en el juego, en que todo les salga bien, en la solución de sus problemas.

Mi esperanza es pronunciar tu nombre.

Mi alegría se llama conocerte, saber de tu bondad infinita, más allá de donde alcanza mi razón.

 “Misericordia, Señor, misericordia, / que estamos saciados de desprecios… del desprecio de los orgullosos” (Sal 122). Tú eres una puerta abierta, una ventana llena de luz.

Cuando los hombres me miran, me preguntan por qué sigo creyendo, por qué tú sigues siendo mi esperanza. Me digo: si te conocieran, si supieran sólo un poco de ti, si ellos descubrieran lo que tú me has dado, estoy seguro de que no dirían lo que dicen; pues tú eres maravilloso, acoges mis pies cansados. Por eso, por todo y por siempre, tú, señor, eres mi esperanza. Amén

Llucià Pou Sabaté

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5 junio 2012 2 05 /06 /junio /2012 03:10

Meditación: Martes de la semana IX de tiempo ordinario; ciclo B. 5 de junio, 2012

Estamos llamados a participar de las actividades temporales con el corazón lleno de amor de Dios.

«Le enviaron algunos de los fariseos y de los herodianos para sorprenderle en alguna palabra. Acercándose, le dicen: Maestro, sabemos que eres veraz y que no te dejas llevar de nadie, pues no haces acepción de personas, sino que enseñas el camino de Dios de verdad. ¿Es lícito dar tributo al César o no? ¿Pagamos o no pagamos? Pero él, advirtiendo su hipocresía, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme un denario para que lo vea. Ellos se lo mostraron, y les dice: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Le respondieron: Del César Jesús les dijo: Dad, pues, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Y se admiraban de él». (Marcos 12, 13-17)

1. Jesús, te hacen una pregunta malévola, pero tú respondes con una regla de oro para compaginar la religión con la vida social. ¿Cómo compaginar el respeto a la libertad de la conciencia de cada uno, al mismo tiempo que busco la gloria de Dios? Quisiera profundizar en tus palabras: «Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios». Estoy en el mundo, pero soy hijo de Dios. Soy del mundo, pero no me limito a él, estoy llamado a algo más. No te tendré solo en el cielo, Señor, sino que ya estás aquí, en nuestras cosas, en las personas que conviven conmigo: «pues cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mateo 25,40). Quiero verte, Señor, y darte lo que es tuyo, en unión con los demás, respetando su modo de ser, su libertad política, unidos en el trabajo común, en buscar el bien común a través del trabajo, la justicia, la solidaridad.

Que te sepa ver, Dios mío, en aquellos que tienen alguna necesidad material o espiritual, y que sepa darles lo que les toca por justicia, sin dejarme llevar por ese dios falso que es “don dinero”.

Se va acuñando el término “laicidad”, para significar mutuo respeto entre Iglesia y Estado fundamentado en la autonomía de cada parte, porque hoy día un “laicismo” quiere la no inclusión de la influencia religiosa en la vida social, fruto de un proceso de secularización. Cuando se rompió la unidad religiosa y un cierto control de la Iglesia sobre actividades seculares, especialmente a partir de la Ilustración, se va configurando una separación entre los ámbitos religioso y profano, con unas Constituciones democráticas donde se va plasmando esa separación Iglesia-Estado. En estos años primeros del siglo XXI, se ha focalizado la atención sobre la manifestación pública de los símbolos religiosos, como el crucifijo en los lugares públicos.

En nuestra sociedad, que los Estados quieren controlar todo, cuesta más el "dad a Dios lo que es de Dios". "Laicidad" puede significar, en positivo, superar esas tensiones antiguas de "poder civil" opuesto a "poder religioso", es decir no subyugar un aspecto al otro, pues las áreas civiles y religiosas pertenecen igualmente a la persona en su carácter público. Así, toda forma de (cesaropapismo) quedaría superada y también una respuesta -¡por fin!- por parte de la Iglesia (Concilio Vaticano II, Decreto sobre la libertad religiosa) a la justa autonomía de la esfera civil, y de los laicos, en el orden político y social. Para los creyentes, en pocas palabras, se trataría de sustituir el sueño de la "teocracia" (gobierno con "censura" religiosa) a una aspiración de "teocentrismo": uno, libremente, puede albergar la luz de Dios en su interior, y con ella iluminar a su alrededor, sabiendo que la propia libertad acaba donde comienza la libertad de los demás.

También hoy se olvida que muchos progresos de la humanidad han sido promovidos por las instituciones religiosas: en los campos del derecho (derecho de gentes, preludio del Derecho internacional), de la cultura (el comienzo de las Universidades, muchas escuelas), de los servicios (los hospitales y tantas otras cosas que ahora sustenta el Estado o entes privados), la comunicación, de la ciencia y de la tecnología. Algunos intentan excluir a Dios de estos y otros ámbitos de la vida, presentándolo como antagonista del hombre, cuando han sido los cristianos promotores de la libertad (que no existía como hoy entendemos en la antigua Grecia, por ejemplo).

Los bienes de la Ilustración: libertad, igualdad, fraternidad, son de raíz cristiana en gran parte. Pero sin las raíces, no dan frutos: así, sin referencia al Padre, la fraternidad no se vive -sin padres, no hay hermanos-, sino que es una filantropía que muchas veces pisa a los demás, los ningunea a través de diversas formas de su corrupción.

Jesús, tú desacralizas el concepto de impuesto, sin desprestigiar la autoridad civil que tiene derecho a la obediencia, pero nos indicas que siempre que no vaya contra la conciencia que indica una obediencia superior: la que se debe a Dios. Lo que indicas “Al César lo que le toca y Dios lo propio”, no es contradictorio sino el modo de conjugar las dos cosas. Te pedimos valentía para defender por ejemplo la libertad de la conciencia ante los asaltos de los poderes del Gobierno, a los que quizá convendrá denunciar a los tribunales, cuando falten a ese respeto al marco constitucional.

No te pedimos, Jesús, un lugar de privilegio para la Iglesia ni mandar sobre las cosas de la calle, pero sí un respeto a la libertad religiosa de cada persona. Te pido que nos ayudes a influir en la sociedad, cada uno en nuestro campo. En tu tiempo había algunos contrarios a los impuestos (zelotes) y otros que veían en ellos un modo de cuidar del Templo (fariseos), incluso algunos adulaban al poder establecido (herodianos). Jesús, que aprenda a no tomar parte sino estar con la verdad, a no “venderme” ante los poderosos, chantajes, tráfico de influencias,

Te pido también, Jesús, no servirse de lo religioso para los intereses políticos, ni de lo político para los religiosos. Que no me deje llevar por el bienestar material, y ponga encima el espiritual. Ser un ciudadano pleno, comprometido en los varios niveles de la vida económica, profesional, política, y ser creyente, como dice Jerónimo, «tenéis que dar forzosamente al César la moneda que lleva impresa su imagen; pero vosotros entregad con gusto todo vuestro ser a Dios, porque impresa está en nosotros su imagen y no la del César».

Te pido verte en las cosas el mundo, buscar una ética en mi campo profesional, con un discernimiento que vaya madurando en la oración, donde –dice Tertuliano- «Cristo nos va enseñando cuál era el designio del Padre que Él realizaba en el mundo, y cual la conducta del hombre para que sea conforme a este mismo designio».

2. Este mundo es camino para el otro, pero aquí hemos de verte, Señor, como dice el Apóstol: “-Hermanos, esperad con impaciencia la venida del "Día del Señor"”. Ayúdanos, Señor, a vivir de esperanza. Que sepamos trabajar en este mundo, en espera del gran día donde la justicia, belleza, amor, santidad vencerán toda injusticia, fealdad, egoísmo, todo mal: “-Porque esperamos, según la promesa del Señor, unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia”. Lo mejor no está a nuestra espalda, sino delante de nosotros. Lo mejor no está en el pasado sino en el porvenir. Los cielos y la tierra son ya muy hermosos. Pero no son más que un pálido bosquejo de la maravilla que serán «los cielos nuevos y la tierra nueva» (Noel Quesson).

-“En la espera de ese día, hermanos muy queridos, esforzaos en ser hallados en paz ante el Señor, sin mancilla y sin tacha, irreprochables”. ¡Ayúdanos, Señor, a poner en todas las cosas ese «acabado perfecto» que esperas de nosotros! Es decir, que rezar me ayude a trabajar y no parar hasta que a mi lado no haya nadie en paro, sin poder trabajar… con paz.

-“Vosotros estad alerta... No os dejéis arrastrar por el error... No abandonéis la firmeza”...

3. Quiero cantarte con el Salmo (89): “Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación”, con tu Providencia conservas y diriges todo, para que todo encuentre en Ti su plenitud. Contigo, Señor, todo irá bien. Te pido, por la mediación de santa María, construir una sociedad más fraterna, en vistas a la Gloria eterna.

Llucià Pou Sabaté

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3 junio 2012 7 03 /06 /junio /2012 23:05

Meditación: Lunes de la semana IX de tiempo ordinario, cilco B, 4 de junio, 2012

«Y comenzó a hablarles en parábolas: Un hombre plantó una viña, la rodeó de una cerca, excavó un lagar edificó una torre, la arrendó a unos labradores v se marchó de allí. A su tiempo envió un siervo a los labradores para percibir de éstos los frutos de la viña. Pero ellos, agarrándole, lo golpearon y, despacharon con las manos vacías. De nuevo les envió otro siervo, y a éste le hirieron en la cabeza y lo ultrajaron. Y envió otro y lo mataron; y a otros muchos, de los cuales a unos los herían y a otros los mataban. Todavía le quedaba uno, su hijo amado; y se lo envió por ultimo a ellos, diciéndose: a mi hijo lo respetarán. Pero aquellos labradores se dijeron: éste es el heredero; vamos, matémoslo y será nuestra la heredad. Y agarrándolo, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña. ¿Qué hará, pues, el dueño de la viña? Vendrá, acabará con los labradores y entregará la viña a otros.» (Marcos 12, 1-9)

1º. Jesús, has hecho conmigo lo mismo que con la viña: has plantado la semilla de la fe en mi alma; me has rodeado de familiares y amigos que me ayudan a vivir cristianamente; has excavado lo necesario para quitarme defectos; y has edificado poco a poco algunas virtudes que me facilitan la lucha por la santidad.

«Ha de hacer cuenta el que comienza, que comienza a hacer un huerto en tierra muy infructuosa, que lleva muy malas hierbas, para que se deleite el Señor Su majestad arranca las malas hierbas, y ha de plantar las buenas. Pues hagamos cuenta de que está ya hecho esto cuando se determina a tener oración un alma, y lo ha comenzado a usar. Y, con la ayuda de Dios, hemos de procurar, como buenos hortelanos, que crezcan estas plantas y tener cuidado de regarlas, para que no se pierdan, sino que vengan a echar flores que den de sí gran olor para dar recreación a este Señor nuestro, y así se venga a deleitar muchas veces a esta huerta y a holgarse entre estas virtudes» (Santa Teresa).

Jesús, en la parábola hablas de mensajeros, de siervos que el señor de la viña envía para pedir fruto.

Podía haber ido él directamente, pero prefiere que vayan otras personas en su lugar.

A veces pongo la excusa de no querer intermediarios en mi vida interior: quiero hacer las cosas yo solo, directamente con Dios.

No me dejo ayudar, o me da miedo que me exijan en la dirección espiritual para que dé más fruto.

Jesús, en esta parábola reprochas a los judíos el no haber escuchado a los profetas, ni siquiera a Ti, el «hijo amado» de Dios.

La reacción de tu Padre es justa: «acabará con los labradores y entregará la viña a otros».

¿Y yo?

¿Cómo escucho a los ministros de tu Iglesia, que son los mensajeros de tu palabra?

¿Cómo aprovecho, en particular, la ayuda de la dirección espiritual?

2º. «Por tu trato con Cristo, estás obligado a rendir fruto.

-Fruto que sacie el hambre de las almas, cuando se acerquen a ti, en el trabajo, en la convivencia, en el ambiente familiar». (Forja.-981).

Jesús, hoy me recuerdas que, por cristiano, estoy obligado a rendir fruto.

Todo lo que tengo, lo he recibido de Ti: mis virtudes, mi familia, mis posibilidades de educación.

Ahora me pides que te sepa entregar todos estos talentos, fructificados.

Y el fruto que esperas de mí es fruto de vida cristiana: hacer las cosas con espíritu de servicio, con optimismo, con profesionalidad.

¿Sé ofrecer cada hora de estudio o trabajo?

¿Aprovecho el tiempo sabiendo que no es mío sino de Dios?

¿Me doy cuenta de que cada día es una oportunidad que me das para darte gloria y servir a los demás?

¿Me engaño silenciando a Dios en mi conciencia, como los labradores de la parábola que se decían: «éste es el heredero; vamos, matémoslo y será nuestra la heredad?»

Jesús, no me quiero conformar con una vida cómoda pero vacía, sin fruto; ni con una vida llena de esfuerzos y de «éxitos» humanos, en los que solo me buscaba a mi mismo, como si Tú no fueras el Señor de mi viña.

Ayúdame a dar tal fruto que sacie el hambre de las almas que me rodean en el trabajo, en la convivencia, y en el ambiente familiar

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

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1 junio 2012 5 01 /06 /junio /2012 21:30

Meditación: Santísima Trinidad; ciclo B, 3 de junio, 2012

Jesús está con nosotros por la gracia del Espíritu Santo, y con ellos también el Padre vive en nuestro interior

 “En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: "Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28,16-20).

1. Jesús, veo que subes al monte cuando haces cosas importantes; hoy te reúnes en un monte de Galilea para tu despedida. En un monte también nos diste tus leyes, en el de la transfiguración te mostraste ya glorioso, en el de las bienaventuranzas nos mostraste el camino tuyo y que ha de ser el nuestro, y en un monte escogiste a los Apóstoles… Veo que Moisés vio y habló con Dios en el monte Sinaí; todo esto te anunciaba a Ti, que ves a Dios Padre y Él se ve en Ti, que hablas con Él, que ers el nuevo Moisés que nos das la Nueva Ley: “Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra”.

Te veo como el que deja su “escuela”, para que sigamos tu obra: “Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado”. Entiendo que el apostolado es mi vida, como lo es tuya: proclamar tu Reino de amor y paz.

Veo también en lo que hoy nos dices, que no he de desanimarme por nada, pues Tú estás conmigo: “Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. No Te has ido, sino que has venido. Eres el "Emmanuel, Dios con nosotros", y con tu Espíritu vives en mí, me das tu vida para que yo tenga vida al estar en Ti.

Jesús, Tú eres camino hacia la Trinidad, como nos recuerda S. Pablo: "La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros" (2 Cor 13). Es el misterio más grande: Dios en mí… Un niño jugaba haciendo agujeros en la arena de la playa, y sacaba agua de allí con un cubo, quería sacarla toda, hasta que le dijo el hermano que se filtraba la del mar, que no podía vaciarlo todo. Esto nos pasa contigo, Señor: no podemos hacer que entres en nuestra cabeza, no podemos entenderlo todo, pero sí podemos tratarte y amarte en tus Tres Personas.

Veo a la gente imitar a su líderes preferidos, que siguen las modas, que visten con el estilo de esos “personajes”. Así también quiero mirarte, Señor, para irme pareciendo más a Ti. Además, te quedas en nuestra alma, nos das su Espíritu para tratar contigo a Dios Padre. Te pido, Padre, por tu Hijo y en tu Espíritu, que ponga mi esperanza en Ti sin preocupaciones inútiles, que oiga tu Espíritu para que no sucumba al desaliento. Que no deje de buscarte aunque haya cosas que no entienda. Te pido que ansíe ver tu rostro, Jesús, con ardor, tú eres Camino para conocer la presencia de la Trinidad en mí. Dame esperanza para entender que ya tengo el cielo cuando te tengo.

2. Vemos en la primera lectura a Moisés que recibe de Dios la Alianza, un pacto de amor: “medita en tu corazón que el Señor es el único Dios allá arriba en el cielo y aquí abajo en la tierra; no hay otro”. Seór, tú eres el Dios del cielo, que estás también aquí en la tierra, junto a nosotros. Ayúdame a meditar en mi corazón tus palabras, como María. Aunque no lo vea como ella, sé que yo también tengo un ángel que me has puesto, para que me cuide… Un día me dijo un niño de 6 años: “yo he visto mi ángel de la guarda”. Yo le contesté: “me parece estupendo… yo no he tenido esta suerte, no he visto nunca el mío”. No depende nuestra fe de visiones de la Virgen o de los ángeles. Tampoco quiero que dependa de que tenga yo ganas de ir a Misa, ni tan solo es cuestión de sentimientos, porque a veces podríamos decir: “mi piedad antes tan segura y llena, me parece una comedia”... Se trata más bien de algo que pone Dios en mi alma, que hace que yo me fíe de Él, como expresaba san Josemaría: “Pues a los que atraviesan esa situación, y a todos vosotros, contesto: ¿una comedia? ¡Gran cosa! El Señor está jugando con nosotros como una padre con sus hijos.

”Se lee en la Escritura (…) que Él juega en toda la redondez de la tierra. Pero Dios no nos abandona: (…) son mis delicias estar con los hijos de los hombres. ¡El Señor juega con nosotros! Y cuando se nos ocurra que estamos interpretando una comedia… ha sonado la hora de pensar que Dios juega con nosotros… De ordinario yo voy a contrapelo. Sigo mi plan, no porque me guste, sino porque debo hacerlo, por Amor”.

De manera que esa impersión de no “sentir”, de “hacer comedia”, no es una hipocresía, como sigue explicando: “Quédate tranquilo: para ti ha llegado el instante de participar en una comedia humana con un espectador divino. Persevera, que el Padre, y el Hijo, y el Espíritu Santo, contemplan esa comedia tuya; realiza todo por amor a Dios, por agradarle, aunque a ti te cueste”.

Es algo bonito, “¡ser juglar de Dios! ¡Qué hermoso recitar esa comedia por Amor, con sacrificio, sin ninguna satisfacción personal, por agradar a nuestro Padre Dios, que juega con nosotros! Encárate con el Señor, y confíale: no tengo ninguna ganas de ocuparme de esto, pero lo ofreceré por Ti. Y ocúpate de verdad de esa labor, aunque pienses que es una comedia. ¡Bendita comedia!“

Hacer las cosas por amor, lo que agrada a Dios, como sigue diciendo la lectura de hoy: “Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz”, aquí y en la vida eterna.

Con el Salmo alabamos al Señor, porque “su misericordia llena la tierra. / La palabra del Señor hizo el cielo (…) porque El lo dijo y existió, / El lo mandó y surgió”. Cantamos a Dios, “nuestro auxilio y escudo; / que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, / como lo esperamos de ti”. Creo, Señor, que el universo no surgió ni se desarrolló por una lucha entre dioses, como decían los antiguos mitos orientales, ni por la casualidad como dicen los nuevos mitos de la ciencia, sino gracias a Ti, Padre, con tu “Palabra” (el Hijo), y tu “Aliento” (tu Espíritu). Así intervienes en la historia como padre tierno y cariñoso: «padre de los huérfanos y defensor de las viudas» (Salmo 68). Dios es Padre a pesar de nuestras infidelidades: “se han conmovido mis entrañas por él; ternura hacia él no ha de faltarme” (Jeremías 31).

Muchas veces no te vemos, Señor, no comprendemos. Enséñame a amarte, a saber que estás conmigo, que todo irá bien: “Yo le enseñé a caminar, tomándole por los brazos, pero ellos no comprendieron que yo cuidaba de ellos. Con cuerdas humanas los atraía, con lazos de amor, y era para ellos como los que alzan a un niño contra su mejilla, me inclinaba hacia él y le daba de comer... Mi corazón está en mí trastornado, y a la vez se estremecen mis entrañas» (Oseas 11).

3. “Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios”, nos dice hoy san Pablo. Pues ahí está todo: ser dóciles a Sus inspiraciones, para vivir como hijos de Dios: “Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: ¡Abba! (Padre)”. Dios en mí, que me sugiere, anima, fortalece, llena de esperanza: “Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y si somos hijos, también herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo”.

Llucià Pou Sabaté

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1 junio 2012 5 01 /06 /junio /2012 20:27

Meditación: Sábado de la semana VIII de tiempo ordinario, ciclo B, 2 de junio, 2012

Jesús tiene una coherencia entre su vida y sus palabras, es la Verdad; y podemos participar de su vida con nuestra unión con Él, siguiendo el impulso interior que Dios ha puesto en nuestro corazón.

“En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos volvieron a Jerusalén y, mientras paseaba por el Templo, se le acercan los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, y le decían: «¿Con qué autoridad haces esto?, o ¿quién te ha dado tal autoridad para hacerlo?». Jesús les dijo: «Os voy a preguntar una cosa. Respondedme y os diré con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres? Respondedme».

Ellos discurrían entre sí: «Si decimos: ‘Del cielo’, dirá: ‘Entonces, ¿por qué no le creísteis?’. Pero, ¿vamos a decir: ‘De los hombres’?». Tenían miedo a la gente; pues todos tenían a Juan por un verdadero profeta. Responden, pues, a Jesús: «No sabemos». Jesús entonces les dice: «Tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto»” (Mc 11,27-33).

1. Después de la expulsión de los mercaderes en el templo (que leímos ayer) se le acercaron a Jesús los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos y le preguntaron: -“¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?” Cuando alguien no quiere más que discusión, y no puede haber diálogo, no vale la pena hablar con él. Ante Caifás, Pilatos o Herodes, Jesús calla. Ahora, al preguntarle sobre su autoridad, Jesús les responde con una pregunta: “y, si me contestáis, os diré con qué autoridad hago esto: El bautismo de Juan ¿era cosa de Dios o de los hombres?” Sabe que a ellos no les interesa conocer la verdad, están seguros de sí mismos, creen poseer la verdad. Jesús, tú eres la Verdad, y quiero dejarme "interrogar" por Ti. Sin el miedo que sienten esos judíos, de cambiar sus criterios, de comprometerse, sin el miedo que tenían a lo que dirán los demás: -«Si decimos que es de Dios, dirá: "¿Y por qué no le habéis creído?" Pero como digamos que es de los hombres...» (Temían a la gente, porque todo el mundo estaba convencido de que Juan era un profeta.) Y respondieron a Jesús: -«No sabemos.»” ¡Qué hipocresía! Jesús, quiero comprometerme contigo, saborear la Verdad que nos das a conocer.

Tú, Jesús, no respondes a estos intrigantes: sacerdotes-escribas-ancianos, los responsables del orden sagrado, los representantes de la ciudad y el templo. No respondes a las provocaciones, ni siquiera cuando te tentarán: "Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz"... ¡No bajará! ¿Por qué te ganas ahora, Jesús, la enemistad de los que viven del Templo y de sus ritos? Esto te llevará a la muerte, y Tú lo sabes. Pero es precisamente lo que te hace grande en lo humano: Te acompaña el testimonio de tu vida, la coherencia entre lo que dices y lo que haces. Quiero seguir tu ejemplo, Jesús, pues también hoy quizá irías contra tantas injusticias; somos muchos los que no creemos ni seguimos a las instituciones, sino a Ti, y a las personas que nos dan confianza, por su coherencia entre lo que dicen y lo que hacen, los testimonios (“mártires”, se dice en griego).

Jesús, también en nuestra época sentimos desconfianza con los que mandan en los gobiernos, en la economía, pues en lugar de la solidaridad se promueven los egoísmos. Te pido que sea capaz de llevar tu mensaje, aunque me enfrente a los poderes de mi tiempo; que sepa buscar, en unión con otros, nuevas alternativas, sobre todo una nueva sociedad que ponga sus bases en la defensa de la vida y de la justicia, en la que se te escuche, en la que quepas tú, Señor de la historia.

2. Leemos hoy también la carta de Judas (puede ser el hermano de Santiago, primo de Jesús): “acordaos de lo que predijeron los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo”. Vemos que la verdad es el evangelio... transmitido por los apóstoles. Es la «tradición», es decir “lo que se recibe”. No inventamos la verdad, la recibimos hoy, nos dejamos poseer por Ti, Señor, que eres la Verdad; queremos conocerla mejor por la fuerza de tu Espíritu Santo, que nos guíe, en ese profundizar progresivamente en la verdad.

Cada día tendremos este reto: decir la verdad eterna en el lenguaje de hoy. Danos, Señor, esa fidelidad y esa audacia. Ser a la vez «hombres de tradición»... y «hombres de hoy»...: “Idos asentando sobre el cimiento de vuestra santa fe, orad movidos por el Espíritu Santo y manteneos así en el amor de Dios”, nos dices con Apóstol, usando un himno trinitario. Es lo que hacemos en las oraciones de la misa: en el “Gloria”, el “Credo”, en las plegarias eucarísticas...: siempre “por Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo”. En esta lectura, después de hablar del Espíritu Santo y del Padre, se termina: “aguardando a que la misericordia de nuestro Señor Jesucristo os dé la vida eterna”.

También vemos, en esta proclamación Trinitaria, un programa de vida, con las tres virtudes teologales reunidas: «Continuando el edificio de vuestra santa fe... manteneos en el amor de Dios, aguardando a que Jesucristo os dé la vida eterna». Fe, amor, esperanza del cielo.

Sigue el Apóstol con consejos de paciencia y amor: “¿Titubean algunos? Tened compasión de ellos”; nos pide que ayudemos a los demás a salir de lo malo: “a unos, salvadlos, arrancándolos del fuego”; y cuando las cosas no puedan mejorarse, querernos como somos, pero sin condescender con lo malo: “a otros, mostradles compasión, pero con cautela, aborreciendo hasta el vestido que esté manchado por la carne”. Jesús, te pido coherencia ante los nuevos gnósticos, parecidos a los de entonces, falsos maestros que se siguen colando en la Iglesia proclamando falsedades. Tú repruebas el libertinaje moral de entonces y ahora, y nos animas a mantenernos fieles, con fe recta, sin ceder en el mal pero con comprensión a las personas. ¡Qué poco te hemos seguido, con las intransigencias de la Inquisición! ¡Y qué poco te seguimos, con el relativismo de ahora! ¡Ayúdanos a ir de tu mano, con esa norma de comprensión con las personas, y fortaleza en defender la Verdad! Que sepa ir de la mano de los que no piensan como nosotros (como decía san Josemaría).

3. Para esto necesito interioridad, no dejarme llevar por los vientos del momento, y te pido, Jesús, saber decirte en mi interior lo que el Salmo de hoy: “Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío”. Juan Pablo II comenta que “es el salmo del amor místico, que celebra la adhesión total a Dios, partiendo de un anhelo casi físico y llegando a su plenitud en un abrazo íntimo y perenne. La oración se hace deseo, sed y hambre, porque implica el alma y el cuerpo”.

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, / mi alma está sedienta de ti; / mi carne tiene ansia de ti, / como tierra reseca, agostada, sin agua”. Santa Teresa de Ávila comenta: “sed me parece a mí quiere decir deseo de una cosa que nos hace tan gran falta que, si nos falta, nos mata”. Así vemos como el salmo engarza las ideas de hoy: Verdad que viene de la unión con Dios, autenticidad que es la coherencia con las obras, y así el corazón, como tierra reseca espera el agua del Señor, “manantial de aguas vivas”, y no perdemos la vida construyendo “cisternas agrietadas, que no retienen el agua”. Jesús mismo nos dirá el camino para llenarnos de lo que necesitamos: "Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba, el que crea en mí". Es la promesa a la samaritana: "El que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna".

Es el trato con Dios el “secreto” que canta también otro salmo: "Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío; tiene sed de Dios, del Dios vivo". Es la palabra de Dios alimento que nos sacia, y no hemos de perdernos en el tener, pues “no sólo de pan vive el hombre, sino que el hombre vive de todo lo que sale de la boca del Señor”. Es lo que continuamos rezando con el salmo de hoy: “¡Cómo te contemplaba en el santuario / viendo tu fuerza y tu gloria! / Tu gracia vale más que la vida, / te alabarán mis labios”.

También hay alusiones a la Eucaristía: “Toda mi vida te bendeciré / y alzaré las manos invocándote. / Me saciaré como de enjundia y de manteca, / y mis labios te alabarán jubilosos” (Salmo 62,2-6). San Juan Crisóstomo, comentando que del costado de Jesús en la Cruz "salió sangre y agua", dice: "Esa sangre y esa agua son símbolos del bautismo y de los misterios", es decir, de la Eucaristía: "¿Veis cómo Cristo se unió a su esposa? ¿Veis con qué nos alimenta a todos? Con ese mismo alimento hemos sido formados y crecemos. En efecto, como la mujer alimenta al hijo que ha engendrado con su propia sangre y leche, así también Cristo alimenta continuamente con su sangre a aquel que él mismo ha engendrado".

La oración, el trato con Dios, es expresión de la fe, y aumenta nuestra fe. San Gregorio Magno señala: «cuando insistimos en la oración con toda vehemencia, Dios se detiene en nuestro corazón y recobramos la vista perdida». Jesús, tú que eres la Verdad, por la intercesión de tu Madre Santa María, ayúdame a conocerte  como veo que me piden las lecturas de hoy; y a ser comprensivo con las personas que estén en el error.

Te pido una fe que me lleve a rezar, como dice san Agustín: «si la fe falta, la oración es inútil. Luego, cuando oremos, creamos y oremos para que no falte la fe. La fe produce la oración, y la oración produce a su vez la firmeza de la fe».

Llucià Pou Sabaté

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31 mayo 2012 4 31 /05 /mayo /2012 20:00

Meditación: Viernes de la semana VIII de tiempo ordinario, ciclo B. 1 de junio, 2012

La “higuera seca” es un estimulo para dar fruto, con la oración y el amor manifestado en las buenas obras.

«Al día siguiente, cuando salían de Betania, sintió hambre. Al ver de lejos una higuera que tenía hojas, se acercó por si encontraba algo en ella, y cuando llegó no encontró más que hojas, pues no era tiempo de higos. E increpándola, dijo: Nunca jamás coma nadie fruto de ti. Y sus discípulos lo estaban escuchando.
Por la mañana, al pasar vieron que la higuera se había secado de raíz. Y acordándose Pedro, le dijo. “Rabbí, mira, la higuera que maldijiste se ha secado.” Jesús les contestó: “Tened fe en Dios. En verdad os digo que cualquiera que diga a este monte: Arráncate y échate al mar sin dudar en su corazón, sino creyendo que se hará lo que dice, le será concedido. Por tanto os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo recibisteis y se os concederá. Y cuando os pongáis de pie para orar perdonad si tenéis algo contra alguno, a fin de que también vuestro Padre que está en los Cielos os perdone vuestros pecados”.
(Marcos 11, 12-14, 20-26)

1. Jesús “sintió hambre”. ¡Qué humano eres, Señor! Tienes también hambre de nuestro amor, y quiero corresponder mejor a partir de hoy. Aquel día, al no encontrar más que hojas en aquella higuera, le dijiste: -nunca jamás coma nadie de ti.»” Jesús, esta maldición es un enigma para mí, la explicarás más tarde, con la "purificación" del Templo, cuando entraste en él y echaste a los cambistas. Quizá quieres decirme que el culto del templo era falaz, y que en nombre de Dios oprimían al extranjero, al huérfano y a la viuda, pues citaste al profeta: “Robáis, matáis y venís luego a poneros delante de mí... ¿Es este Templo una cueva de bandidos?” Y citas también: "Ya no habrá más mercaderes en el templo del Señor, en ese día".

Y los instruías, diciendo: -“¿No está escrito: "Mi casa se llamará casa de oración para todos los pueblos?” Entiendo que lo de la higuera va unido a que demos fruto de oración auténtica, y no seamos como ellos una «cueva de bandidos» y de ajetreo de cosas y comercio. Señor, te pido que me ayudes a cuidar mi vida de oración, para tener más fe. Así les dijiste al día siguiente, al ver la higuera seca: -«Tened fe en Dios. Os aseguro que si uno dice a este monte: "Quítate de ahí y tírate al mar", no con dudas, sino con fe en que sucederá lo que dice, lo obtendrá”. Ahora entiendo que estás hablando de oración, pues sigues diciendo: “Cualquier cosa que pidáis en la oración, creed que os la han concedido, y la obtendréis”.

Veo también que la oración va unida al amor y su fruto más alto, el perdón: “Y cuando os pongáis a orar, perdonad lo que tengáis contra otros, para que también vuestro Padre del cielo os perdone vuestras culpas» (Marcos 11,11-26).

Fe es esperar de Dios, no de nosotros mismos ni de nuestras obras. La fe lleva a los frutos de amor, cito a continuación algún párrafo de San Josemaría: “Jesús maldice este árbol, porque ha hallado solamente apariencia de fecundidad, follaje. Así aprendemos que no hay excusa para la ineficacia. Quizá dicen: no tengo conocimientos suficientes… ¡No hay excusa! O afirman: es que la enfermedad, es que mi talento no es grande, es que no son favorables las condiciones, es que el ambiente… ¡No valen tampoco esas excusas! ¡Ay del que se adorna con la hojarasca de un falso apostolado, del que ostenta la frondosidad de una aparente vida fecunda, sin intentos sinceros de lograr fruto! Parece que aprovecha el tiempo, que se mueve, que organiza, que inventa un modo nuevo de resolver todo… Pero es improductivo. Nadie se alimentará con sus obras sin jugo sobrenatural”.

Te pedimos, Señor, “que seamos almas dispuestas a trabajar con heroísmo feraz. Porque no faltan en la tierra muchos, en los que, cuando se acercan las criaturas, descubren sólo hojas: grandes, relucientes, lustrosas. Sólo follaje, exclusivamente eso, y nada más. Y las almas nos miran con la esperanza de saciar su hambre, que es hambre de Dios. No es posible olvidar que contamos con todos los medios: con la doctrina suficiente y con la gracia del Señor, a pesar de nuestras miserias”.

Te pedimos, Señor, aprovechar las ocasiones que nos concedes. “No existen fechas malas o inoportunas: todos los días son buenos, para servir a Dios. Sólo surgen las malas jornadas cuando el hombre las malogra con su ausencia de fe, con su pereza, con su desidia que le inclina a no trabajar con Dios, por Dios. ¡Alabaré al Señor, en cualquier ocasión! El tiempo es un tesoro que se va, que se escapa, que discurre por nuestras manos como el agua por las peñas altas. Ayer pasó, y el hoy está pasando. Mañana será pronto otro ayer. La duración de una vida es muy corta. Pero, ¡cuánto puede realizarse en este pequeño espacio, por amor de Dios!”

Recuerdo un amigo, hace muchos años, que quedó impactado por estas palabras, decía que hacía mucho tiempo que no veía un cura y no se confesaba, que se dejaba ir por la poltronería y la dejadez, lo más placentero… no estaba contento de sí mismo. Al leer esas palabras del comentario de la escena de la higuera que no daba frutos y que quedaba seca, fue a confesarse y se quedó en paz. “No nos servirá ninguna disculpa. El Señor se ha prodigado con nosotros: nos ha instruido pacientemente; nos ha explicado sus preceptos con parábolas, y nos ha insistido sin descanso. Como a Felipe, puede preguntarnos: hace años que estoy con vosotros, ¿y aún no me habéis conocido? Ha llegado el momento de trabajar de verdad, de ocupar todos los instantes de la jornada, de soportar -gustosamente y con alegría- el peso del día y del calor”.

2. En este último pasaje de la carta de san Pedro, se nos habla también de aprovechar el tiempo: «El fin de todas las cosas está cercano: sed, pues, moderados y sobrios, para poder orar». Ayúdame, Señor, a que mi oración vaya acompañada de un estilo de vida sobrio y moderado, y sobre todo de amor a los demás, practicar la hospitalidad, ofrecer los talentos que me has dado en servicio a mis hermanos: “Ante todo, mantened en tensión el amor mutuo, porque el amor cubre la multitud de los pecados. Ofreceos mutuamente hospitalidad, sin protestar. Que cada uno, con el don que ha recibido, se ponga al servicio de los demás, como buenos administradores de la múltiple gracia de Dios”. Señor, que la caridad cubra mis pecados.

El que toma la palabra, que hable palabra de Dios. El que se dedica al servicio, que lo haga en virtud del encargo recibido de Dios”.

Y así “Dios será glorificado en todo”, también en las dificultades, este “fuego abrasador que os pone a prueba”. Señor, te pido que éstas no nos hagan perder la alegría: “Estad alegres cuando compartís los padecimientos de Cristo, para que, cuando se manifieste su gloria, reboséis de gozo” (1 Pedro 4,7-13). La cruz en forma de dificultades no ha cesado en aquel tiempo de san Pedro, hasta el nuestro, a lo largo de la historia.

3. Por eso, terminamos alabando a Dios con el salmo: “Llega el Señor a regir la tierra. Decid a los pueblos: "El Señor es rey, / él afianzó el orbe, y no se moverá; / él gobierna a los pueblos rectamente."

Contemplamos la salvación llevada a cabo por Jesús, con su obra redentora: “Alégrese el cielo, goce la tierra, / retumbe el mar y cuanto lo llena; / vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, / aclamen los árboles del bosque” (95,10-13).

Llucià Pou Sabaté

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30 mayo 2012 3 30 /05 /mayo /2012 20:48

Meditación: Jueves de la semana VIII de tiempo ordinario, ciclo B. 31 de Mayo, 2012

Jesús nos cura la ceguera para con su luz poder ver con ojos de fe, y contemplar todo como obra Suya.

“Llegan a Jericó. Y cuando salía de Jericó,  acompañado de sus discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. Al  enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: «¡Hijo de David,  Jesús, ten compasión de mí!» Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!» Jesús se detuvo y dijo: «Llamadle.» Llaman al ciego, diciéndole: «¡Animo,  levántate! Te llama.» Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino  donde Jesús. Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: «¿Qué quieres que te  haga?» El ciego le dijo: «Rabbuní, ¡que vea!» Jesús le dijo: «Vete, tu fe  te ha salvado.» Y al instante, recobró la vista y le seguía por el camino” (Marcos  10, 46-52. 46).

1. Marcos  nos cuenta de la curación de un ciego: “Llegan a Jericó. Y cuando salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!» Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!» Jesús se detuvo y dijo: «Llamadle.» Llaman al ciego, diciéndole: «¡Animo, levántate! Te llama.» Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino donde Jesús. Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: «¿Qué quieres que te haga?» El ciego le dijo: «Rabbuní, ¡que vea!» Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado.» Y al instante, recobró la vista y le seguía por el camino”.

La ceguera de este hombre es símbolo de otra ceguera espiritual… Como cuando vamos al oculista a hacernos un chequeo de nuestra vista, hoy podemos reflexionar sobre cómo va nuestra vista espiritual. ¿No se podría decir de nosotros que estamos ciegos, porque no acabamos de ver lo que Dios quiere que veamos, o que nos conformamos con caminar por la vida entre penumbras, cuando tenemos cerca al médico, Jesús, la Luz del mundo? Hagamos nuestra la oración de Bartimeo: «Maestro, ¡que pueda ver!». Soltemos el manto de nuestro pasado, malas experiencias… y demos un salto hacia él, su luz.

Señor, que no piense solo en mí; que tantos que no encuentran sentido a su vida, puedan encontrar en mí tu esperanza, que pueda yo decirles amablemente: «ánimo, levántate, que te llama» (J. Aldazábal). 

Muchas veces quiero seguridades, controlar algo que se me va de las manos. También me preocupa estar en un mundo marcado por las guerras y el hambre, por el egoísmo que provoca tantas crisis. Me siento ciego, no entiendo nada… y tengo ganas de decirte una vez más: “¡Maestro, que pueda ver!” Eres tú, Jesús, quien me inspira este deseo de ver, de ti, de tu palabra de salvación que me da luz, porque en tu luz, Señor, puedo ver la luz. Por tu gracia puedo oír esta voz que me dice: "¡Animo, levántate, que te llama!".

Llucià Pou Sabaté

www.almudi.org

 

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29 mayo 2012 2 29 /05 /mayo /2012 21:04

Meditación: Miércoles de la semana VIII de tiempo ordinario, ciclo B. 30 de Mayo, 2012

Jesús sube a Jerusalén, va a ser entregado por nosotros: “Os rescataron a precio de la sangre de Cristo, el Cordero sin defecto”.

«Iban de camino subiendo a Jerusalén. Jesús los precedía y estaban admirados; ellos le seguían con temor. Tomando aparte de nuevo a los doce, comenzó a decirles lo que le iba a suceder: Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes y a los escribas, lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles; se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán, pero a los tres días resucitará.
Entonces se acercan a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, diciéndole: Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir Él les dijo: ¿Qué queréis que os haga? Y ellos le contestaron: Concédenos sentarnos uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu gloria. Y Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo bebo, o recibir el bautismo con que yo soy bautizado? Y ellos le respondieron: Podemos. Jesús les dijo: Beberéis el cáliz que yo bebo y recibiréis el bautismo con que yo soy bautizado; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía concederlo, sino que es para quienes está dispuesto.
Al oír esto los diez comenzaron a indignarse contra Santiago y Juan. Entonces Jesús, llamándoles, les dijo: Sabéis que los que figuran como jefes de los pueblos los oprimen, y los poderosos los avasallan. No ha de ser así entre vosotros; por el contrario, quien quiera llegar a ser grande entre vosotros, sea vuestro servidor; y quien entre vosotros quiera ser el primero, sea esclavo de todos: porque el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en redención por muchos.»
 (Marcos 10, 32-45)

1. Este tercer anuncio de la pasión de Jesús nos muestra el cumplimiento de las promesas mesiánicas. Jesús está en el camino hacia Jerusalén, camino hacia la entrega de su pasión y muerte, por eso dice: «se burlarán de él; le escupirán, lo azotarán y lo matarán». Los discípulos le seguirán en ese camino. Les anuncia su muerte, pero los discípulos no entendían nada. Se distraen en pedir los primeros puestos en el Reino. Santiago y Juan se acercaron a Jesús... "Concédenos sentarnos el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda en tu gloria." Jesús les respondió: "No sabéis lo que pedís." Llenos de vanidad, quieren los mejores sitios… como yo tantas veces, por eso quiero escuchar sus palabras con atención:

-"¿Podéis beber el cáliz que Yo he de beber, o ser bautizados con el bautismo con que Yo he de ser bautizado?" Ayúdame a entenderte, Señor, a saber que a la gloria se llega por la cruz, no por el éxito o los mejores sitios. Les hablas de la copa amarga de la Pasión, del bautismo en la muerte. Y Santiago será precisamente el primero en sufrir el martirio por Cristo. Los otros se indignaron contra Santiago y Juan… quizá se indignan porque tienen la misma "ambición".

Te pido, Jesús, que no ambicione yo puestos de honor, que aprenda la lección de servicio que nos das: «el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos». Te pido entender la autoridad no como la de «los que son reconocidos como jefes de los pueblos», que dices que a los demás «los tiranizan y los oprimen». Ayúdame a imitar tu vida, a entender que «el que quiera ser primero, sea esclavo de todos». ¿Sabes? Me cuesta el dolor y sufrimiento necesarios, a veces los rechazo, y me gusta el placer inmediato: ayúdame a que quiera seguirte por el camino estrecho, como me pides al que es tuyo: «que cargue cada día con su cruz y me siga».

Todo lo que es grande, cuesta… “Jesús, te has estado preparando para tu Pasión durante toda tu vida.

Pero ahora, el momento está cerca.

Calladamente -tal vez sólo la Virgen se da cuenta- estás sufriendo ya todos esos dolores que te esperan, esa agonía que tendrá su punto álgido en el huerto de los olivos, pero que se ha ido fraguando poco a poco a medida que se acerca tu hora.

De alguna manera estás ya clavado en la Cruz, sufriendo voluntariamente por mí.

Y yo no me entero: como Santiago y Juan, me acerco a Ti buscando mis intereses personales” (P. Cardona).

2. Pedro habla de que el bautismo que nos da Jesús es “rescate” de esclavitud. Te doy gracias, Jesús, por sacarme de la antigua vida, y volver a nacer de Ti. Gracias por rescatarme, por haber pagado un precio por mi liberación: con su propia sangre.

Ayúdame a vivir lo que sigues pidiéndome hoy, pues nos dices que si «habéis puesto en Dios vuestra fe y vuestra esperanza», si hemos nacido de Ti, soy hermano de los demás, he de quererlos, como mandas: «habéis llegado a quereros sinceramente como hermanos, amaos unos a otros de corazón e intensamente».

Veo con claridad que mi vida tiene como centro el amor, a Dios y a los demás: soy “yo” mismo cuando me uno a Ti, Jesús, y cuando amo a los demás. En esto está todo, y veo que las otras palabras son «como flor campestre: se agosta la hierba, la flor se cae, pero la Palabra del Señor permanece para siempre». Tu Palabra es firme, Señor: ayúdame a construir sobre ella, para edificar mi vida para siempre.

Esta catequesis del "bautismo", que hizo San Pedro, es una buena meditación para hacer memoria de mi bautismo, por ejemplo con el uso del agua bendita. Es una manera de actualizar ese "vivir delante de Dios y con Dios", tomar presencia de mi Padre y de que he de comportarme como hijo suyo. En mi familia, los padres en el trato con el su cónyuge y con sus hijos, y los hijos con los padres y hermanos. Ser bautizado, es vivir ese sueño de Dios, su proyecto de salvación con nosotros.

“Habéis santificado vuestras almas obedeciendo a la verdad, para amaros sinceramente como hermanos”. Señor, ayúdame a vivir esta santidad, esta obediencia a la verdad de esta «vida nueva» bautismal, este amor fraterno...: “Amaos intensamente unos a otros con corazón puro, pues habéis sido reengendrados de un germen no corruptible: la Palabra de Dios viva y permanente”. Pienso que amar es tener tu «germen», Señor, que va creciendo y cuanto más sea yo Tuyo, más podré amar por participar más de tu ser Dios-Amor...

3. Quiero terminar con el canto de hoy: “Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sión: que… ha bendecido a tus hijos dentro de ti”. Pienso en el canto de nuestra Madre Santa María, que hizo posible esta obra. Sé que si soy dócil a tus inspiraciones, Señor, también podré yo ayudarte en tu obra: “Ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina. Él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz. Anuncia su palabra…” (Salmo 147,12-15.19-20).

Llucià Pou Sabaté

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