Evangelio Martes XVIII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo C., 6 de agosto, 2013.
Santo del Día: La Transfiguración del Señor
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 9, 28b-36
Gloria a ti Señor
Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante. Y dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él.
Mientras estos se alejaban, Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
El no sabía lo que decía. Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron de temor. Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: «Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo.» Y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo.
Los discípulos callaron y durante todo ese tiempo no dijeron a nadie lo que habían visto.
Palabra del Señor.
Comentario:
La Transfiguración del Señor nos hace dirigir la mirada hacia “las alturas”. Así, la página del Evangelio de hoy nos permite vislumbrar lo que será el cielo, ese momento del sumergirse en el océano del amor infinito de Dios, en el cual el tiempo ya no existe, donde podremos participar de la vida de Cristo, de esa felicidad que será completa, total y definitiva.
Sin embargo, mientras llega ese momento, vivimos inmersos en una sociedad en la que es difícil hablar de “salvación”, de vida eterna. Por eso, primero hemos de preguntarnos si nuestra fe cristiana es viva, si es para nosotros una esperanza que transforma y sostiene nuestra vida.
En segundo lugar, la fe en la vida eterna nos ha de llevar a dejar de estar encerrados en el propio yo y a poner en marcha nuevos modos de proclamar el mensaje del Evangelio. Lo que más se necesita en este tiempo de la historia de la Iglesia es la renovación de ese celo apostólico que nos haga salir en busca de los que se han alejado de la fe, de los que viven superficialmente su cristianismo, de los que se han olvidado de que el destino final no está aquí, sino en el cielo. No pensemos que se requieren de métodos extraños. La respuesta la tenemos en la liturgia de la Iglesia, y sobre todo en el sacramento de la Eucaristía, es ahí donde se manifiestan las realidades eternas, de ahí debe partir el impulso para un apostolado fructuoso en el mundo.
En este camino contamos también con las virtudes teologales, con la fe, la esperanza y la caridad. La fe y la esperanza son la inspiración, la base de nuestros esfuerzos para alcanzar el cielo. El amor es lo que nos dará fuerza para predicar el mensaje de Cristo y vivirlo fielmente.
¡Que la Transfiguración del Señor nos haga salir a predicar y trabajar por una nueva evangelización!
Fuente: Misal Romano y Leccionario II
homiletica.org (Comentario)