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20 enero 2012 5 20 /01 /enero /2012 18:15

HOMILIAS: iii DOMINGO TIEMPO ORDINARIO. CICLO B. 22 DE ENERO, 2012

1.- UNA VOCACIÓN COMUNITARIA

Por Pedro Juan Díaz

1.- El evangelio de hoy es muy parecido al de la semana pasada, en el sentido de que habla de la vocación y los protagonistas son los mismos, pero el que lo cuenta, el evangelista, es diferente, es San Marcos. De hecho, los evangelios que leeremos este año serán los suyos.

Del evangelio de San Marcos podemos decir que es el que primero se escribió, que se basa en fuentes muy antiguas sobre los hechos y palabras de Jesús, y que, además de ser por esto el más antiguo y más cercano a Jesús, es también el más corto. De hecho, sería muy recomendable que buscáramos un rato para leerlo entero. No nos llevaría mucho tiempo y nos daría una visión general de cómo plantea la figura de Jesús, que después nos ayudará a ir entendiendo los evangelios en este tiempo ordinario. Además de que siempre es bueno leer y reflexionar la Palabra de Dios y buscar momentos en nuestro día a día para poder hacerlo.

2.- En cuanto al tema de la Palabra de Dios de hoy, nos sigue hablando de la vocación. Si la semana pasada la primera lectura nos presentaba la vocación de Samuel, hoy nos presenta la de Jonás. Y en el evangelio, volvemos a contemplar la vocación de los primeros discípulos: Pedro, Andrés, Santiago y Juan.

Podríamos reflexionar varias cosas sobre la vocación. La primera podría ser que Dios quiere comunicarse con nosotros, que nos habla y nos llama, y nos encomienda la tarea de hacerle presente entre las demás personas, a través nuestro. Otra cosa interesante podría ser que Dios nos habla y nos llama en la vida cotidiana, en el trabajo de todos los días, como a los primeros discípulos, que estaban pescando. También será interesante recordar que Dios no nos pide cosas extrañas, ni imposibles de realizar, o para las que no estemos preparados, sino que nos da las fuerzas necesarias para que lo podamos llevar adelante. Y un último aspecto, y es que Dios quiere contar con nuestra colaboración, con nuestra disponibilidad, que no hará nada sin nosotros, sin nuestro SI.

3.- Pero también convendría que cayéramos en la cuenta de que la vocación tiene también un carácter comunitario, es decir, que Dios no nos llama a nosotros solos, ni de manera individual, sino que lo hace en grupo, en comunidad, en Iglesia. Y la primera actividad que hace Jesús en su vida pública es formar un grupo para vivir el proyecto del Reino de Dios al que ha sido llamado por su Padre. No quiere hacerlo solo, no porque no pueda, sino porque el estilo de Dios es otro. Y cuando nos llama a cada uno, también lo hace con otros, para que nuestra acción sea comunitaria. Dios no quiere “francotiradores” que vayan haciendo “la guerra” por su cuenta. Dios nos llama a ser familia, hermanos, y a actuar de manera comunitaria, eclesial. La nuestra es una vocación comunitaria. Somos el grupo de los seguidores de Jesús, que hemos respondido a su llamada y queremos seguirle y darle a conocer, juntamente con otros, que han escuchado la misma llamada y realizan la misma tarea: anunciar la buena noticia del evangelio. Esas fueron las primeras palabras de Jesús: “está cerca el Reino de Dios: convertíos y creed en el evangelio”. Y también su primera acción: “venid conmigo y os haré pescadores de hombres”.

4.- Todo esto lo podemos aplicar a nuestra vida, teniendo en cuenta que nuestro Plan Diocesano de Pastoral nos dice que cuidemos la “inspiración vocacional” de todo lo que hagamos, es decir, que caigamos más en la cuenta de que Dios está en la vida, en lo cotidiano, y que es ahí donde nos habla y nos llama (eso es la vocación, la llamada de Dios). Por tanto, en todo lo que hacemos está Dios llamándonos. Se tratará de estar atentos para oír su voz y responder con inmediatez, como lo hicieron estos primeros discípulos. Y responder comunitariamente, como familia, como Iglesia.

5.- Precisamente este sentido comunitario es el que queremos cuidar de una manera más general en esta semana de oración por la unidad de los cristianos que la Iglesia siempre nos invita a celebrar en este mes de enero. La unidad de todas las Iglesias cristianas será un signo de credibilidad para el mensaje que anunciamos. No responderemos bien a nuestra vocación comunitaria si estamos divididos. Y la unidad comienza por nuestras propias comunidades, por nuestras parroquias, que no vengamos aquí y nos sintamos como extraños, como desconocidos, cada uno sentado en su rincón y esperando el “podéis ir en paz” para salir corriendo, “no sea que el cura me pille para algo”. Nuestra vocación es más familiar, más fraterna. El Señor nos reúne cada domingo en torno a la Mesa y nos trata como a hermanos: “esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; esta es mi sangre… haced esto en memoria mía”. ¿Os imagináis a los discípulos en la última Cena mirando el reloj y esperando que aquello se terminara cuanto antes? Recemos y pidamos por la unidad de todas las Iglesias cristianas, empezando por la unidad de nuestra propia familia, de nuestra comunidad parroquial.


2.- VENID CONMIGO

Por José María Martín OSA

1.- La misericordia de Dios es mayor que su justicia. En el libro de Jonás hay una enseñanza didáctica: el poder de Yahvé es equiparable a su bondad y a su cuidado por el mundo, sin ningún tipo de fronteras. Nínive es la ciudad más cruel de las que se conocen y sus habitantes son uno de los peores enemigos del pueblo de Israel. Sin embargo, la misericordia de Yahvé es incluso mayor que su justicia; incluso más grande que lo que la estrechez de corazón humana pudiera imaginar. Nadie, ni siquiera Jonás, puede escapar al poder de Dios. Pero tampoco se negará el perdón a nadie, ni incluso a los israelitas que se conviertan, es decir, que se vuelvan piadosos y dispuestos a la penitencia. Esto muestra también el universalismo del amor de Dios frente al corriente particularismo dominante en aquel entonces. Nínive se convierte, lo cual, en este sentido, es causa de sorpresa y contraste evidentes. Porque muchas veces Israel no ha hecho caso de amenazas y promesas, mientras que uno de sus peores enemigos se convierte con humildad y fervor. Las apariencias engañan: Nínive ha comprendido mejor al Dios de Israel, que Israel mismo.

2.- La pedagogía de Dios: “enseña el camino a los pecadores”. Llama la atención, como en otros lugares de la Escritura, que "Yahvé se arrepiente", porque Él quiere siempre el bien del hombre. Dios es un gran pedagogo que trata de que el hombre reaccione. En el Salmo 24 proclamamos que “El Señor es bueno y es recto y enseña el camino a los pecadores”. Por eso le recordamos que su ternura y misericordia son eternas. Dios se vuelve de la amenaza anunciada y concede el perdón. También la misericordia divina alcanza al mundo pagano. Jonás no lo entiende y se enfada porque el favor del Señor se ha dispensado en favor de los gentiles. En Jonás se dibuja perfectamente la experiencia interior y ambivalente del profeta de Dios. Es un hombre convencido de que la voluntad de Dios es salvar a todos los hombres. Pero para provocar esa salvación debe comenzar por predicar oráculos duros y sin piedad, lo que le hace ir contra corriente de sus contemporáneos y le convierte en un hombre aislado de todos. De ahí que predique como un profeta resignado una palabra eficaz de conversión. Pero el profeta es fiel y, a pesar de su desasosiego interior, predicará la misericordia de Dios para con todos al estilo de los grandes profetas. El Señor desiste de castigar al pueblo extraviado. La misericordia triunfa aquí también sobre el juicio. Por eso Jonás deberá reconocer que su miedo y su agresividad han sido superados por la misericordia de Dios para con todos. Con Jesús, como vemos en el evangelio, hemos recibido esta revelación en plenitud. Lo nuestro se caracteriza por la comprensión y el perdón para con todos.

3.- La llamada directa de Jesús. "Se ha cumplido el plazo", "ha sonado la hora", "ha llegado el tiempo". En la lengua griega “kairos” no se refiere al tiempo pasado, se refiere al tiempo concreto. Ha llegado el momento decisivo; no hay motivo para esperar a otro momento, porque el reinado de Dios ha comenzado ya. La proclamación del reinado de Dios pone al hombre en responsabilidad, le sitúa ante la decisión; el que quiera entrar en este reinado ha de cambiar la mente y el corazón, ha de escuchar a Jesucristo y creer lo que él anuncia. Esto es hacer penitencia, es decir convertirse. La llamada de Jesús es urgente y exige una respuesta sin componendas, un seguimiento sin condiciones. Hubo otra cosa que en Jesús fue diferente a Juan Bautista y a otros maestros: no dejó que los hombres fueran a El, sino que fue él quien se dirigió a ellos; se puso en camino hacia ellos para anunciarles el Evangelio, es decir, la buena noticia de Dios. Es Jesús el que les llama, les elige y les envía, no son ellos los que le eligen a El. Estos discípulos no han sido llamados solamente al reino de Dios, sino también a ser los testigos privilegiados de la vida pública de Jesús. Ellos serán los heraldos del reino, los pregoneros. Conviene que los heraldos tengan los pies ligeros y estén dispuestos a dejarlo todo: la casa, los parientes, el propio oficio..., pues han de ir a todas partes y han de ir de prisa. Deberán acostumbrarse ya desde ahora a la vida de Jesús, que no tiene donde reposar su cabeza. Hoy también Jesús sigue llamando y nos invita a dejar “nuestra redes” en la barca para convertirnos en “pescadores de hombres”. La tarea es ardua, inmensa, pero apasionante… El mundo de hoy necesita testigos de Jesús, ¿estamos dispuestos a escuchar su voz?


3.- SEGUIMIENTO DE CRISTO Y ESTADO DE PERFECCIÓN

Por Gabriel González del Estal

1.- Los llamó, dejaron a su padre en la barca y se marcharon con él. La palabra “seguimiento”, si la aplicamos a nuestra actitud ante Cristo y su mensaje, no debemos entenderla en un sentido literal. Literalmente, nosotros ahora no podemos seguir a Cristo. Literalmente, por supuesto, mucho menos podemos imitarle. Los apóstoles sí pudieron seguirle, en sentido literal, aunque tampoco pudieran del todo imitarle. Seguir a Cristo, en sentido literal, supuso para los apóstoles dejarlo todo y seguir a Cristo en su vida ambulante, por los caminos de Galilea, predicando el reino de Dios, la Buena Noticia, el Evangelio. En nuestro tiempo, dejarlo todo y seguir a Cristo se aplica únicamente, en un sentido restrictivo, a la vida consagrada, a los curas, frailes y monjas, a las personas que dejan todo, familia y posesiones, para seguir a Cristo. Pero, evidentemente, Cristo no llama a todos a la vida consagrada. Ni siquiera nos atrevemos a decir hoy, como se dijo durante mucho tiempo, que la vida consagrada sea, por sí misma, un estado de perfección superior a la vida de los cristianos que siguen a Cristo como laicos, dentro o fuera del matrimonio. Todos los cristianos estamos llamados a la perfección, cada uno dentro de nuestro estado propio. Nuestra perfección cristiana depende más de la santidad personal, que del estado al que pertenecemos. Hay muchos cristianos laicos más santos que algunas personas consagradas y hay personas consagradas más santas que algunos cristianos laicos. Cristo nos invita a todos a seguirle para alcanzar la perfección cristiana, pero cada uno debemos buscar nuestra perfección dentro del estado de vida al que nos hayamos sentido llamados.

2.- Venid conmigo y os haré pescadores de hombres. A esto les invitó Jesús: a vivir como él y a ser pescadores de hombres. Lo primero que deberían hacer los discípulos de Jesús era vivir ellos mismos como vivía el Maestro. Compartiendo con él sus ocupaciones y preocupaciones, sus intereses, que no eran otros que los de instaurar en la tierra un verdadero reino de Dios, un reino, un mundo en el que triunfara la justicia, el amor y la paz. Los discípulos de Cristo debían seguir a Cristo, vivir como vivía él, es decir, compartiendo su actitud vital ante el Padre Dios y ante los hombres, sus hermanos. El amor a Dios y el amor al prójimo deberían ser su mandamiento sagrado e irrenunciable. Pero, además de intentar vivir ellos como vivía el Maestro, deberían intentar también que todas las personas conocieran y vivieran como vivía Jesús, es decir, que fueran de verdad pescadores de hombres. Intentar atraer y convencer a los demás con las armas de Jesús, con las armas del evangelio, con el ejemplo, con la palabra, con el propósito ardiente de hacer posible en la tierra un verdadero reino de Dios.

3.- Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio. Para entrar en el reino de Dios, para formar parte de este reino, lo primero que hay que hacer es convertirse, creer en el evangelio. Convertirse a Cristo, porque en él mismo está ya representado el verdadero reino, él mismo es el reino, vivir como él vivió es estar ya dentro del reino. No olvidemos que “evangelio” significa buena noticia y que la buena noticia era precisamente esa: que el reino de Dios estaba cerca de ellos, estaba, incluso, entre ellos y dentro de ellos. El reino de Dios era el mismo Jesús de Nazaret. Si somos verdaderos seguidores de Cristo, vivimos ya en el reino de Dios.

4.- Y vio Dios su conversión de la mala vida… y se arrepintió Dios… La conversión atrae sobre nosotros la bendición de Dios, un corazón humilde y arrepentido es siempre agradable a Dios. Así ocurrió a los habitantes de Nínive, así quiere Dios que nos ocurra a cada uno de nosotros. Precisamente porque, mientras vivimos en esta carne mortal, siempre somos pecadores, por eso mismo debemos ser siempre personas arrepentidas, personas con necesitad de conversión. La conversión debe ser una actitud permanente en nuestra vida, porque siempre debemos seguir aspirando a una perfección que todavía no hemos alcanzado. Nuestra conversión será fruto de nuestro esfuerzo y de la gracia bondadosa de Dios, por eso, es bueno que todos los días digamos con el salmista: Señor, enséñame tus caminos.

 

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