Meditación: Miércoles de la semana VIII de tiempo ordinario, ciclo B. 30 de Mayo, 2012 Jesús sube a Jerusalén, va a ser entregado por nosotros: “Os rescataron a precio de la sangre de Cristo, el Cordero sin defecto”. «Iban de camino subiendo a Jerusalén. Jesús los precedía y estaban admirados; ellos le seguían con temor. Tomando aparte de nuevo a los doce, comenzó a decirles lo que le iba a suceder: Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes y a los escribas, lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles; se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán, pero a los tres días resucitará. 1. Este tercer anuncio de la pasión de Jesús nos muestra el cumplimiento de las promesas mesiánicas. Jesús está en el camino hacia Jerusalén, camino hacia la entrega de su pasión y muerte, por eso dice: «se burlarán de él; le escupirán, lo azotarán y lo matarán». Los discípulos le seguirán en ese camino. Les anuncia su muerte, pero los discípulos no entendían nada. Se distraen en pedir los primeros puestos en el Reino. Santiago y Juan se acercaron a Jesús... "Concédenos sentarnos el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda en tu gloria." Jesús les respondió: "No sabéis lo que pedís." Llenos de vanidad, quieren los mejores sitios… como yo tantas veces, por eso quiero escuchar sus palabras con atención: -"¿Podéis beber el cáliz que Yo he de beber, o ser bautizados con el bautismo con que Yo he de ser bautizado?" Ayúdame a entenderte, Señor, a saber que a la gloria se llega por la cruz, no por el éxito o los mejores sitios. Les hablas de la copa amarga de la Pasión, del bautismo en la muerte. Y Santiago será precisamente el primero en sufrir el martirio por Cristo. Los otros se indignaron contra Santiago y Juan… quizá se indignan porque tienen la misma "ambición". Te pido, Jesús, que no ambicione yo puestos de honor, que aprenda la lección de servicio que nos das: «el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos». Te pido entender la autoridad no como la de «los que son reconocidos como jefes de los pueblos», que dices que a los demás «los tiranizan y los oprimen». Ayúdame a imitar tu vida, a entender que «el que quiera ser primero, sea esclavo de todos». ¿Sabes? Me cuesta el dolor y sufrimiento necesarios, a veces los rechazo, y me gusta el placer inmediato: ayúdame a que quiera seguirte por el camino estrecho, como me pides al que es tuyo: «que cargue cada día con su cruz y me siga». Todo lo que es grande, cuesta… “Jesús, te has estado preparando para tu Pasión durante toda tu vida. Pero ahora, el momento está cerca. Calladamente -tal vez sólo la Virgen se da cuenta- estás sufriendo ya todos esos dolores que te esperan, esa agonía que tendrá su punto álgido en el huerto de los olivos, pero que se ha ido fraguando poco a poco a medida que se acerca tu hora. De alguna manera estás ya clavado en la Cruz, sufriendo voluntariamente por mí. Y yo no me entero: como Santiago y Juan, me acerco a Ti buscando mis intereses personales” (P. Cardona). 2. Pedro habla de que el bautismo que nos da Jesús es “rescate” de esclavitud. Te doy gracias, Jesús, por sacarme de la antigua vida, y volver a nacer de Ti. Gracias por rescatarme, por haber pagado un precio por mi liberación: con su propia sangre. Ayúdame a vivir lo que sigues pidiéndome hoy, pues nos dices que si «habéis puesto en Dios vuestra fe y vuestra esperanza», si hemos nacido de Ti, soy hermano de los demás, he de quererlos, como mandas: «habéis llegado a quereros sinceramente como hermanos, amaos unos a otros de corazón e intensamente». Veo con claridad que mi vida tiene como centro el amor, a Dios y a los demás: soy “yo” mismo cuando me uno a Ti, Jesús, y cuando amo a los demás. En esto está todo, y veo que las otras palabras son «como flor campestre: se agosta la hierba, la flor se cae, pero la Palabra del Señor permanece para siempre». Tu Palabra es firme, Señor: ayúdame a construir sobre ella, para edificar mi vida para siempre. Esta catequesis del "bautismo", que hizo San Pedro, es una buena meditación para hacer memoria de mi bautismo, por ejemplo con el uso del agua bendita. Es una manera de actualizar ese "vivir delante de Dios y con Dios", tomar presencia de mi Padre y de que he de comportarme como hijo suyo. En mi familia, los padres en el trato con el su cónyuge y con sus hijos, y los hijos con los padres y hermanos. Ser bautizado, es vivir ese sueño de Dios, su proyecto de salvación con nosotros. “Habéis santificado vuestras almas obedeciendo a la verdad, para amaros sinceramente como hermanos”. Señor, ayúdame a vivir esta santidad, esta obediencia a la verdad de esta «vida nueva» bautismal, este amor fraterno...: “Amaos intensamente unos a otros con corazón puro, pues habéis sido reengendrados de un germen no corruptible: la Palabra de Dios viva y permanente”. Pienso que amar es tener tu «germen», Señor, que va creciendo y cuanto más sea yo Tuyo, más podré amar por participar más de tu ser Dios-Amor... 3. Quiero terminar con el canto de hoy: “Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sión: que… ha bendecido a tus hijos dentro de ti”. Pienso en el canto de nuestra Madre Santa María, que hizo posible esta obra. Sé que si soy dócil a tus inspiraciones, Señor, también podré yo ayudarte en tu obra: “Ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina. Él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz. Anuncia su palabra…” (Salmo 147,12-15.19-20). Llucià Pou Sabaté |