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La Homilía: I Domingo de Cuaresma. Ciclo A. 9 de marzo, 2014.
HOMILÍAS PRIMER DOMINGO DE CUARESMA A
1.- LAS TENTACIONES NUESTRAS DE CADA DÍA
Por Gabriel González del Estal
1.- Las lecturas de este primer domingo de cuaresma nos hablan de las tentaciones con las que el diablo pretendió engañar, en el principio de los tiempos, a nuestros primeros padres, Adán y Eva, y, posteriormente, a Jesús. A nuestros primeros padres, el demonio, disfrazándose de serpiente, les tentó con la promesa del conocimiento del bien y del mal. Ya no necesitarían de Dios, porque sabrían tanto como él, es decir, serían los dioses de sí mismos. A Eva la idea de comer del árbol prohibido le pareció atrayente y deseable, porque eso les daría inteligencia. Se lo dijo a Adán, y también a este la idea le pareció buena y comió el fruto que le daba su mujer. Las consecuencias ya las sabemos: se les despertó la inteligencia y lo primero que vieron es que estaban desnudos, con todas sus fragilidades al aire, y así, claro, no podían presentarse ante Dios. Huyeron de Dios, comenzaron a guiarse por sí mismos y les pasó lo que les pasó. También a todos nosotros, hijos de Eva, la idea de guiarnos por nosotros mismos, por nuestro propio conocimiento, desobedeciendo el mandato de Dios, nos ha parecido siempre atrayente y deseable, pero también es verdad que el caer en esta tentación nos ha traído muchos males a lo largo de los tiempos. No hay más que mirarnos a nosotros mismos y mirar a la sociedad en la que vivimos, para darnos cuenta de que el no dejarnos guiar por Dios ha hecho de la historia del hombre una historia de guerras, hambres, violencias y desmanes sin cuento. En lugar de amar a Dios y a los hermanos por Dios, hemos preferido amarnos cada uno a nosotros mismos y al prójimo sólo en tanto en cuanto esté y se ponga al servicio de nuestros intereses egoístas. Total, que en lugar de vivir en la tierra como en un paraíso, tenemos que vivir aquí como en un valle de lágrimas.
2.- Por la desobediencia de un solo hombre todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno sólo todos serán constituidos justos. No interpretemos este texto de San Pablo como un texto referido al “pecado original”. El concepto y la doctrina sobre el “pecado original” no aparecen en el cristianismo hasta tres siglos más tarde. Para San Pablo, el pecado es siempre eso: desobediencia a Dios. Lo que aquí nos dice San Pablo es que por la desobediencia de nuestro primer padre biológico la muerte “inauguró su reino” en el mundo, puesto que, antes, en el paraíso, Adán y Eva no estaban sometidos a la ley de la muerte. Y, por la obediencia de Cristo, Dios nos perdona el pecado y alcanzamos la justicia y la salvación. Después de Cristo, será la fe en Cristo lo que nos salve. Bien, el tema es complicado y difícil de explicar. Se han escrito muchos libros sobre esto. A nosotros, en este primer domingo de cuaresma, nos basta saber que en la obediencia y en el cumplimiento de la voluntad de Dios está la santidad y la salvación. No es fácil aceptar en nuestras vidas la voluntad de Dios, sobre todo cuando las cosas nos vienen mal dadas. Al mismo Cristo le costó sudor y sangre. Pero el único camino que tenemos para obtener la salvación de Dios es cumplir su voluntad.
3.- Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Fijémonos en que lo que nos dice el evangelio es que fue el Espíritu el que llevó a Jesús al desierto, para que fuera tentado por el diablo. Las tentaciones no son malas, en sí mismas, porque son inevitables, consecuencia de nuestra naturaleza humana, que es una naturaleza frágil e inclinada al pecado. Lo que es malo es caer en la tentación; por eso no le pedimos a Dios que nos libre de las tentaciones, sino que le pedimos todos los días, en el Padrenuestro, que no nos deje caer en la tentación. Las tentaciones del comer y beber desordenadamente, la tentación del poder y de la vanidad, la tentación del egoísmo y de la lujuria, las tentaciones nuestras de cada día, las vamos a tener mientras siga viva y pujante nuestra naturaleza humana. Lo que tenemos que pedirle a Dios todos los días es que no nos deje caer en la tentación.
2.- ES POSIBLE VIVIR SUPERANDO LAS TENTACIONES
Por Pedro Juan Díaz
1.- En este primer domingo de Cuaresma, la Iglesia nos recuerda siempre el momento de las tentaciones de Jesús en el desierto. Y es precisamente este lugar, el desierto, el que aparece en dos de las lecturas de hoy: en el evangelio y en el génesis.
2.- En la primera lectura del génesis, el ser humano es conducido al desierto como consecuencia de su mala elección, de su pecado. No superó la prueba, cayó en la tentación de “la manzana” y perdió su “estatus” en el jardín del Edén. Sin embargo, Jesús, en el Evangelio, supera las tentaciones del desierto y nos enseña que lo más importante es vivir como Hijo de Dios y que nuestra vida ha de estar marcada por cumplir la voluntad de nuestro Padre Dios. Y todo esto lo resume San Pablo en la segunda lectura diciendo que si por un hombre vino el pecado, por Jesús ha venido la salvación de Dios y el perdón de los pecados.
3.- Por tanto, Jesús nos muestra que es posible vivir superando las tentaciones, sin perder nuestra dignidad y nuestra condición de Hijos de Dios, y buscando en todo momento hacer su voluntad, como rezamos en el padrenuestro. Pero hay una cosa importante y es que para superar las tentaciones es importante saber cuales son. ¿Qué tentaciones tenemos hoy los cristianos? El Evangelio nos muestra tres tentaciones a Jesús que se pueden trasladar a nosotros.
4.- En la primera tentación, el demonio le dice a Jesús: “di que estas piedras se conviertan en panes”. Nuestra tentación podría ser hacer de la satisfacción de las necesidades materiales el objetivo absoluto de nuestra vida. Pensar que la felicidad última del ser humano se encuentra en la posesión y el disfrute de los bienes. Pero Jesús nos dice que eso no es suficiente, que los valores que Él nos propone son compartir, no poseer; dar, no acaparar; crear vida y vivir como hermanos, no explotar a los demás como si no tuvieran dignidad. ¿Me pasa algo de esto a mí?
5.- En la segunda tentación, el demonio le dice a Jesús: “tírate abajo, porque está escrito: encargará a los ángeles que cuiden de ti y te sostendrán en sus manos para que tu pie no tropiece con las piedras”. Nuestra tentación podría ser buscar el poder, el éxito o el prestigio personal, por encima de todo y a cualquier precio, incluso cayendo en las idolatrías más ridículas. Pero Jesús nos dice que, frente al propio prestigio y poder, frente a la competencia y la rivalidad con los demás, está el servicio generoso y desinteresado a los hermanos. ¿Caigo en estas cosas alguna vez?
6.- Finalmente, en la tercera tentación, el demonio le dice a Jesús: “todo esto te daré si te postras y me adoras”. Y creo que aquí tropezamos bastante, porque nuestra tentación es utilizar a Dios de manera mágica y egoísta, tratando de que Él nos resuelva los problemas de la vida, sin entrar nosotros en ningún riesgo, ni lucha, ni esfuerzo. Le pedimos, le prometemos, le invocamos… pero nuestro compromiso no se ve por ninguna parte. Jesús nos dice que esa no es la verdadera fe, una fe pasiva, acomodada, sin acción, ni compromiso transformador ante los problemas y las dificultades de la vida. Al contrario, el que ha entendido lo que es ser fiel a Dios y vivir como Hijo suyo, cumpliendo siempre su voluntad, se arriesga y se compromete cada día en la lucha por lograr un mundo más digno y justo para todas las personas. ¿Me veo reflejado en alguna de estas tentaciones? ¿Se dan en mi vida cristiana?
7.- Si hemos descubierto nuestras tentaciones, ya es un paso para poder afrontarlas y, con la fuerza de Dios, superarlas. La Eucaristía nos invita siempre a reconocer que necesitamos a Dios, que necesitamos pedirle perdón y que contamos con su misericordia, porque conoce nuestra debilidad. Así comenzamos siempre, con el perdón, y también con la paz, signo de que ese perdón que hemos recibido de Dios se ha convertido también en tarea: la de ofrecerlo a los hermanos, para construir mejores relaciones entre nosotros. La Eucaristía nos invita a cambiar nuestro corazón y a transformar nuestra realidad. La Cuaresma es un tiempo propicio para ello. Aprovechémoslo.
3.- EL ENEMIGO QUE NO DESCANSA
Por Antonio García-Moreno
1.- DE BARRO.- Allá en los principios, cuando la tierra acababa de estrenarse, hundida aún en el silencio y en la soledad, sin nadie capaz de transformarla, de contemplarla y de cantarla. Entonces Dios creó al hombre. El libro sagrado nos relata con palabras sencillas, cargadas de poesía y de simbolismo, lo que ocurrió en aquellos instantes decisivos para la Historia.
Dios, como alfarero que hunde sus dedos en el barro blando y rojizo. Como escultor que modela con mimo los perfiles de esa figura hecha a su imagen y semejanza, al hombre. Infundiéndole el soplo de su Espíritu, animando aquel cuerpo muerto, dándole vida, haciéndolo partícipe de su propio hálito vital.
Misterio del hombre. Barro y espíritu. Extraña mezcla de tierra fangosa y de cielo limpio. Ansias de eternidad y avidez por lo sensible, hambre de grandeza y deseos de lo material y caduco. Dos fuerzas en tensión continua. Hacia arriba, muy arriba. Y hacia abajo, muy abajo... Señor, compadécete de la obra de tus manos, corta esas amarras que nos frenan en nuestro vuelo vertical y ascendente de seres racionales.
Sigue el relato con sus matices ingenuos y casi míticos, transmitiendo una verdad profunda con su ropaje de palabras sencillas al alcance de todos los hombres, también de aquellos que, con una mentalidad casi infantil, escucharon por vez primera cuanto ocurrió en el principio de la Historia. Pero a través de esas palabras se descubre entre líneas la presencia del maligno. Ese espíritu infernal, esa fuerza maléfica, ese demonio horrible que acecha y engaña con mentiras descaradas, con tentaciones que seducen y que arrastran.
Seréis como Dios. Y la mujer se lo creyó, y el hombre también. Cayeron en la trampa, quedando aprisionados en la miseria y en el dolor, en la angustia y en la muerte... Y el padre de la mentira, el diablo, sigue susurrando al oído del hombre sus palabras malditas, dulcemente envenenadas... Señor, haznos sordos a sus insinuaciones, ten compasión de tus hijos. Manda de nuevo a Miguel Arcángel para que venza a Luzbel, para que nos defienda en la lucha y nos ampare contra la perversidad y asechanzas del demonio. Reprime las fuerzas del infierno, que el Príncipe de la celestial milicia lance con el divino poder a Satanás y a los otros malignos enemigos que, para perdición de las almas, andan dispersos por el mundo.
2.- DEJARSE LLEVAR POR EL ESPÍRITU.- El Espíritu Santo conduce a Jesús hasta el desierto, para que se retire a orar y ayunar, preparándose así para la vida pública. También entonces tuvo lugar la primera refriega con el enemigo por antonomasia, con Satanás. El Señor sigue las mociones del Espíritu, esos impulsos internos que le empujan suavemente hacia la lucha y la entrega. Aunque de modo diferente, también en nuestro interior actúa el Espíritu Santo, y trata de conducirnos por caminos de santidad. La pena es que con frecuencia nos resistimos y no secundamos su acción santificadora.
Ahora que se inicia la Cuaresma es buen tiempo para rectificar y seguir las indicaciones que el Espíritu Santo, por medio de la Iglesia y sus ministros, insinúa en nuestros corazones. Emprendamos otra vez la ruta que nos conduce a la paz y a la alegría, rompamos las ataduras de nuestras pasiones y pecados. Hagamos frente con energía a la tentación que, como en el caso de Cristo, nos viene de Satanás. Ese enemigo que no descansa en su afán por perdernos. Por tanto, ahora es tiempo propicio para romper con el demonio y esforzarnos, mediante la confesión sacramental, por purificar nuestras almas.
Cristo ha vencido al diablo. Las falacias y promesas mentirosas de Satanás fueron rebatidas con prontitud y con decisión por nuestro Señor Jesucristo. Apoyados en la gracia de Dios, que no nos ha da faltar, también nosotros venceremos a nuestro más encarnizado enemigo, a Lucifer. Entonces, como Jesús, hallaremos el consuelo y la paz, la satisfacción de nuestras ansiedades y deseos.
Por otra parte, aprendamos la gran lección que Jesús nos da en este pasaje sobre la verdadera índole de su mesianismo. En las tentaciones vemos cómo lo más importante no es lo material, ni siquiera lo más perentorio, como es el satisfacer el hambre, ni lo es el ser aplaudido por la gente, o poseer el poder y la gloria humana. Lo más importante está en vivir de la Palabra de Dios, en abandonarse y confiar en Él pero sin presunción, en adorarle y amarle con toda el alma. Él es, por tanto, un Mesías abnegado que busca antes la Palabra de Dios que el pan y el alimento, un Mesías que no quiere el triunfo temporal sino el espiritual, y que nos recuerda la grave obligación de adorar y servir tan sólo a Dios.
Fuente: www.betania.es