Es un Blog de orientación Cristiano/Católico, dirigido a personas de 16 a años en adelante, en el que se publican diariamente las Lecturas del Día, de acuerdo al Calendario Litúrgico Católico, la Lectio Divina, el Santoral del Día, la Liturgia de las Horas (Laudes, Vísperas y Completas, y otros artículos de orientación espiritual y moral.
Meditación: Viernes Santo, Ciclo C. 29 de marzo, 2013.
«Entonces Pilato tomó a Jesús y mandó que lo azotaran. Y los soldados, tejiendo una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y lo vistieron con un manto de púrpura. Y se acercaban a él y le decían: Salve, Rey de los judíos. Y le daban bofetadas. Pilato salió de nuevo fuera y les dijo: He aquí que os lo saco fuera para que sepáis que no encuentro en él culpa alguna. Jesús, pues, salió fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: He aquí el hombre. Cuando le vieron los pontífices y los servidores, gritaron:
¡Crucifícalo, crucifícalo! Pilato les respondió: Tomadlo vosotros y crucificadlo pues yo no encuentro culpa en él Los judíos contestaron: Nosotros tenemos una Ley, y según la Ley debe morir porque se ha hecho Hijo de Dios. (...)
Entonces se lo entregó para que fuera crucificado. Tomaron, pues, a Jesús; y él, con la cruz a cuestas, salió hacia el lugar llamado de la Calavera, en hebreo Gólgota, donde le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y en el centro Jesús. Pilato escribió el título y lo puso sobre la cruz. Estaba escrito: Jesús Nazareno, el Rey de los judíos. (...)
Estaban junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, dijo a su madre: Mujer he ahí a tu hijo. Después dice al discípulo: He ahí a tu madre. Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa.
Después de esto, sabiendo Jesús que todo estaba ya consumado, para que se cumpliera la Escritura, dijo: Tengo sed. Había allí un vaso lleno de vinagre. Sujetaron una esponja empapada en el vinagre a una caña de hisopo y se la acercaron a la boca. Jesús, cuando probó el vinagre, dijo: Todo está consumado. E inclinando la cabeza entregó el espíritu.» (Juan 19, 1-7.16-19.25-30)
1º. Jesús, he llegado al Calvario acompañando a tu Madre.
No puedo decir nada.
Estás allí, clavado en la cruz, con la cara rota y el cuerpo destrozado y sangrante.
Apenas puedes respirar, mientras te apoyas en tus manos atravesadas para tomar aliento.
La boca abierta.
La mirada triste, agonizante.
¡Jesús!, ¿que han hecho contigo?
Me miras... y toda mi vida me parece un sinsentido.
«Tengo sed...»
«Todo está consumado.»
«Acabamos de revivir el drama del Calvario, lo que me atrevería a llamar la Misa primera y primordial, celebrada por Jesucristo. Dios Padre entrega a su Hijo a la muerte. Jesús, el Hijo Unigénito, se abraza al madero, en el que le habían de ajusticiar y su sacrificio es aceptado por el Padre: como fruto de la Cruz, se derrama sobre la Humanidad el Espíritu Santo.
La Semana Santa no puede reducirse a un mero recuerdo, ya que es la consideración del misterio de Jesucristo, que se prolonga en nuestras almas; el cristiano está obligado a ser alter Christus, ipse Christus, otro Cristo, el mismo Cristo. Todos, por el Bautismo, hemos sido constituidos sacerdotes de nuestra propia existencia, «para ofrecer víctimas espirituales, que sean agradables a Dios por Jesucristo», para realizar cada una de nuestras acciones en espíritu de obediencia a la voluntad de Dios, perpetuando así la misión del Dios-Hombre.
2º. Ahora, situados ante ese momento del Calvario, cuando Jesús ya ha muerto y no se ha manifestado todavía la gloria de su triunfo, es una buena ocasión para examinar nuestros deseos de vida cristiana, de santidad; para reaccionar con un acto de fe ante nuestras debilidades, y confiando en el poder de Dios, hacer el propósito de poner amor en las cosas de nuestra jornada. La experiencia del pecado debe conducirnos al dolor a una decisión más madura y más honda de ser fieles, de identificarnos de veras con Cristo, de perseverar cueste lo que cueste, en esa misión sacerdotal que Él ha encomendado a todos sus discípulos» (Es Cristo que pasa.-96).
Anochece.
El pequeño grupo no quiere abandonar a María, que llora en silencio.
Mientras, la gente se marcha «golpeándose el pecho» (Lucas 23,48).
Yo, envuelto también entre silencio y sollozos, te prometo ser fiel.
Fuente: www.almudi.org