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Es un Blog de orientación Cristiano/Católico, dirigido a personas de 16 a años en adelante, en el que se publican diariamente las Lecturas del Día, de acuerdo al Calendario Litúrgico Católico, la Lectio Divina, el Santoral del Día, la Liturgia de las Horas (Laudes, Vísperas y Completas, y otros artículos de orientación espiritual y moral.

HOMILIAS: VIERNES SANTO. CICLO C. 29 DE MARZO, 2013.

homilias: viernes santo. ciclo c. 29 de marzo, 2013.

1.- LOS SUFRIMIENTOS DEL SEÑOR NOS DESCONCIERTAN, NOS ENTRISTECEN Y ABATEN

Por Antonio García-Moreno

1.- EL DOLOR INCOMPRENSIBLE.- Es verdad que los sufrimientos del Señor nos desconciertan, nos entristecen y abaten. Como a los discípulos de Emaús, se nos llena el corazón de tristeza. La visión de Cristo flagelado y coronado de espinas, las burlas y ultrajes de los soldados nos abate el ánimo. Pero todo ello no puede traducirse en una tristeza sin salida, en una sensación de fracaso y derrota. Eso sería no comprender el sentido profundo del padecer de Cristo y de quienes, por amor suyo, están también dispuestos a dar la vida por El.

Sí, es preciso recordar, también en este día, que los sufrimientos del Señor tenían, y tienen, un valor salvífico universal. Son el precio, altísimo si se quiere, de nuestra propia redención, son el precio costoso de la gloria. Los santos han descubierto el valor supremo del sufrimiento de Cristo, y de cuantos como él sufren por amor, aceptando serenos los planes del Padre, por muy incomprensibles e intolerables que nos parezcan.

2.- VALOR SALVÍFICO DEL DOLOR.- "El, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo..." (Hb 5, 8)Misterio del dolor y de la aflicción. Cómo es posible que Dios permita tanto quebranto y tanta pena. Si nos ama por qué permite que lloremos anegados por el sufrimiento, cuando El que es Todopoderoso podría ahorrarnos las lágrimas y los gemidos. Y esto no sólo en los que son malos y se merecen un duro castigo. También el justo sufre a veces de modo intenso y agudo. El mismo Jesús, el Hijo Unigénito, el Amado, pasa por esa zona tenebrosa del dolor.

Primero hay que recordar que Dios que da la llaga, da también el remedio. Es decir, el sufrimiento es siempre llevadero si uno recurre al Señor y le pide con la confianza y la sencillez que un hijo recurre a su padre. Y luego hemos de tener en cuenta que esos sufrimientos son a menudo el remedio para nuestros males. Sobre todo, hay que tener presente el valor salvífico del sufrimiento y saber, además, que no son comparables los dolores de la vida presente con los goces de la vida futura.

3.- UN SEPULCRO NUEVO.- "Había un huerto en el lugar donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía" (Jn 19, 41) San Juan dedica pocos versículos al sepelio de Jesús. Era un hecho de poca importancia, un acontecimiento pasajero ya que muy pronto aquel lugar sepulcral quedaría vacío. Recuerda que era un sepulcro nuevo, sin estrenar. De esa forma se destacaba, por una parte, la santidad y grandeza de aquel cuerpo inmolado por nuestra salvación. Pero, por otro lado, se dejaba bien claro que no había nada en dicho sepulcro una vez que Cristo resucita.

Es cierto que es la última estación del Vía Crucis. Sin embargo, hoy se tiende a terminar ese piadoso ejercicio con una decimoquinta estación en la que, de una forma o de otra, se recuerde que aquello no es el final sino simplemente el principio, el prólogo del triunfo de Cristo, las sombras densas que dan mayor contraste a la luz. Pronto aquella piedra que tapaba la puerta del sepulcro sería removida. Pronto aquel cuerpo exánime se alzaría lleno de vida, mostrando todo su poder y su gloria.


2.- DIOS PASA Y SE ENTREGA

Por Pedro Juan Díaz

1.- Continuamos celebrando este Triduo de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Al igual que ayer, la primera lectura de hoy nos sirve para introducir la reflexión. Es el profeta Isaías que pronuncia el cuarto cántico del Siervo de Yahvé, hablando como si de Dios mismo se tratara. Dios habla de un siervo que se entrega y en el que ha puesto toda su salvación. De nuevo vemos a nuestro Dios que pasa y se entrega por nosotros en ese siervo obediente hasta la muerte.

2.- Dios pasa por nuestra historia y por nuestra vida y deja su huella salvadora. Apenas unas horas antes ha estado cenando con sus discípulos para dejarles de manera definitiva su presencia en la Eucaristía, memorial de su muerte y resurrección. Y ahora le vemos y le contemplamos crucificado y muerto. Jesús murió como vivió, siendo consecuente hasta el final. Él es el Siervo que “soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores… traspasado por nuestras rebeliones… maltratado… no abría la boca… sin defensa, sin justicia… el Señor quiso entregar su vida como expiación”. Hoy releemos al profeta Isaías y vemos en ese siervo a Jesucristo, siervo de la humanidad, que carga sobre sus espaldas todas nuestras faltas, nuestras contradicciones, nuestras injusticias, no para condenarlas, sino para salvarlas. Jesús se entrega, muere, da su vida, para perdonarnos y salvarnos.

3.- Y en Él vemos también a tantas víctimas que hoy en día viven su particular “viernes santo”. Todos los viernes de Cuaresma hemos rezado el Vía Crucis para sentirnos más solidarios con los hombres y mujeres que llevan la cruz hoy en día por cualquier motivo: la crisis, el paro, la falta de amor, los problemas familiares, la privación de libertad, la soledad, la enfermedad, la muerte de un ser querido, las dificultades laborales, la falta de esperanza, los hijos o los padres (que también a veces son una cruz difícil de llevar)… y muchas otras. Por todos ellos y por todos nosotros se entrega Jesús en la Cruz.

4.- Miramos a la Cruz y ¿qué vemos? Es Dios que pasa y se entrega, que celebra la gran Pascua, el Paso de la muerte a la vida. Vemos a Jesús que entrega su vida. Es la entrega absoluta y total, la entrega máxima que puede hacer una persona, y es una entrega por AMOR. La Cruz de Jesús es una gran injusticia, porque es la muerte de un inocente, pero por encima de todo es un gran acto de amor hasta el extremo, amar hasta dar la propia vida. Por eso las víctimas y los que sufren las injusticias en este mundo encuentran en Jesús consuelo y solidaridad con su dolor. En palabras del Papa Emérito, Benedicto XVI: “Desde que Jesús se ha dejado azotar, los golpeados y heridos son precisamente imagen del Dios que ha querido sufrir por nosotros”. A partir de entonces, cuando miramos la Cruz, descubrimos que en las víctimas y en los que sufren está Dios de manera privilegiada.

5.- Hoy adoramos la Cruz como signo de amor, de entrega por amor, signo de vida y de esperanza para toda la humanidad. La Cruz es nuestra seña de identidad. Somos discípulos de Jesús el crucificado-resucitado. En la Cruz descubrimos la vida y aprendemos a entregarla. Vemos a Dios que pasa a nuestro lado también en el sufrimiento y el dolor, para eliminarlo, para vencer lo que más nos duele: la muerte. Dice la Carta a los Hebreos que hemos escuchado: “Jesús, aun siendo Hijo, con lo que padeció, experimentó la obediencia; y, llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos lo que le obedecen”. Jesús crucificado es la causa de nuestra salvación.

6.- El Papa Francisco en su primera homilía en la misa de clausura del conclave dijo estas palabras sobre la Cruz: “Cuando caminamos sin la cruz, cuando edificamos sin la cruz y cuando confesamos un Cristo sin cruz, no somos discípulos del Señor: somos mundanos. Quisiera que todos tengamos el valor de caminar en presencia del Señor, con la cruz del Señor; de edificar la Iglesia sobre la sangre del Señor, derramada en la cruz; y de confesar la única gloria: Cristo crucificado. Y así la Iglesia avanzará”.

7.- Hoy, Viernes Santo, la Cruz está en el centro de nuestra celebración. Es el signo distintivo de los cristianos, porque no conocemos amor más grande que el de Aquel que fue capaz de dar su vida para que todo tuviéramos Vida Eterna. Pedimos a Dios que nos haga mirar la cruz y ver todo el amor que hay en ella, porque está Él mismo entregándose por nosotros. Hoy Dios pasa por tu corazón, para que, como Él, te entregues a los demás, a nuestros hermanos y hermanas que sufren, para que no haya más “crucificados” en el mundo, para que no haya más “viernes santos”.


3.- OTRO MUNDO ES POSIBLE DESDE EL AMOR Y LA ENTREGA

Por José María Martín OSA

1.- Mirad el árbol de la Cruz, donde estuvo clavada la salvación del hombre. Es el momento de reflexionar qué hizo Jesús por nosotros y qué hacemos nosotros por El. El vino para ser Camino, Verdad y Vida. Sin embargo, nosotros, a menudo, caminamos por nuestros caminos, nos creamos nuestras verdades y no dejamos que El dé sentido a nuestra vida. Vino para darnos la vida y la salvación, como la vid da la vida a los sarmientos (Jn 15, 1-6). Fue el Mesías prometido por Dios a su pueblo. Pero fue también el "Siervo de Yahvé" que soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores. Jesús terminó clavado en la cruz construida con la madera de un frío árbol, fue asesinado por su infinito Amor a nosotros y por su obediencia a la voluntad del Padre. El canto del Siervo de Yahvé es desgarrador: "maltratado voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como un cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca". La cruz es símbolo de adhesión, de confianza, de amor. Y, sin embargo, cuando somos incoherentes le matamos en nuestro corazón....le entregamos como Judas, a cambio de unas pocas monedas sin valor: egoísmo, comodidad, mediocridad, falta de confianza...). Nosotros también decimos muchas veces ¡crucifícale!

2.- Jesús nos sigue esperando. Unos brazos abiertos, un deseo de abrazar a todos los hombres... Unos ojos cerrados, un deseo de no volver a ver la maldad de los hombres... Una cabeza inclinada hacia delante para escucharnos siempre.... Unos pies clavados esperando siempre... Un costado abierto, estrecho... porque sólo pueden llegar al corazón de Cristo los que se hacen pequeños.

3.- Jesús nos sigue invitando. "El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me siga" (Mc 8,34). Nos sigue invitando a que no nos olvidemos de nosotros mismos y nos centremos en intentar hacer felices a los demás, en que caminemos por sus caminos y no por los nuestros, en dejar que se cumpla su plan en nosotros. Sólo respondiendo a la llamada que nos hace a cada uno de nosotros descubriremos el verdadero sentido de la muerte de Cristo e iremos preparando el camino para que el Señor resucite en nuestro corazón hasta poder descubrir que la Resurrección convierte el árbol muerto de la Cruz en símbolo de vida para siempre. En la muerte de Jesús en la Cruz se nos muestra su fidelidad insobornable a Dios Padre. En la Cruz contemplamos al testigo del amor y la misericordia de Dios. El crucificado es el que ha de guiar nuestros pasos. Optemos por la Cruz de la vida. Optemos por ser sarmientos de la vid verdadera. Olvidémonos de nosotros mismos. Carguemos con nuestras pequeñas cruces....y sigamos su camino. El Papa Francisco nos señala que el camino de la humildad, la austeridad y el desprendimiento de uno mismo es lo que de verdad puede salvar a este mundo inmerso en la vorágine del consumismo y del individualismo. Cristo con su muerte en la cruz nos enseña que otro mundo es posible desde el amor y la entrega.

Fuente: www.betania.es

 

 

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