Es un Blog de orientación Cristiano/Católico, dirigido a personas de 16 a años en adelante, en el que se publican diariamente las Lecturas del Día, de acuerdo al Calendario Litúrgico Católico, la Lectio Divina, el Santoral del Día, la Liturgia de las Horas (Laudes, Vísperas y Completas, y otros artículos de orientación espiritual y moral.
La Homilía de Beania: XII Domingo del Tiempo Ordinario
La Natividad de San Juan Bautista
24 de junio de 2012
1.- LOS PROFETAS ESTÁN ENTRE NOSOTROS
Por Pedro Juan Díaz
Hoy la liturgia nos invita a celebrar en este día el nacimiento de Juan el Bautista. Juan es de esos personajes de la Biblia que vemos que juegan un papel muy importante en el proyecto de Dios. Por eso en la liturgia recordamos su nacimiento y también su martirio, el nacimiento a la vida con Dios, pero eso será en Agosto. Ahora, el evangelio nos relata su nacimiento, su circuncisión a los ocho días y lo que allí ocurrió.
Isabel, prima de la Virgen María, mujer anciana ya, ha dado a luz un hijo. En el momento de la circuncisión del niño, cuando todo el mundo espera que se llame Zacarías, como su padre, Isabel sorprende a todos diciendo que se va a llamar Juan. Entonces todos vuelven la mirada al padre, Zacarías, para ver que dice. Este ratifica las palabras de su mujer, escribiendo en una tabilla el nombre de Juan, ya que no podía hablar. En ese momento, “se le soltó la boca y la lengua y empezó a hablar bendiciendo a Dios”.
Zacarías había recibido la noticia de su paternidad de boca de un ángel del Señor en uno de los servicios religiosos que le tocó realizar como sacerdote del Templo de Jerusalén. Ante sus dudas, por la ancianidad y esterilidad de su mujer, y como prueba de que ese niño iba a estar especialmente tocado por Dios, Zacarías sale del culto sin poder hablar. Y así permanecerá hasta el momento de la circuncisión del niño. Cuando Zacarías acepta el proyecto que Dios tiene para él y para su hijo, ratificándolo todo con el nombre de Juan (que es el que le había dicho el ángel), recupera el habla y alaba a Dios.
Dios tiene un proyecto para este mundo y para las personas que vivimos en él. Y elige a personas para que nos lo muestren más claramente. A esos les llamamos “profetas”. Pero Dios quiere contar con la colaboración de todos nosotros. El proyecto de Dios no es solo para unos cuantos, es para todos. Dios le dice al profeta Isaías: “te hago luz de las naciones para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra”. Dios quiere que su proyecto de felicidad llegue a todas las personas y a todos los pueblos de la tierra.
¿Quiénes son profetas? Aquellos que tienen fe y acogen en su corazón el proyecto de Dios para hacerlo vida y testimonio para los demás. Cuando hacemos esto, no sólo nos convertimos en profetas de nuestro mundo, sino que nos damos cuenta de que la fecundidad de Dios es mucho mayor que nuestras aspiraciones y nuestros esfuerzos humanos. Cuando nos dejamos hacer por Dios llegamos más lejos que cuando nos empeñamos en hacer las cosas nosotros solos y como a nosotros nos parece.
Juan el Bautista va a ser protagonista principal en el plan de Dios, como también lo será la Virgen María y el mismo Jesús. Otros jugarán un papel más secundario, pero no menos importante: Zacarías, Isabel, José… y muchos otros. Todos han acogido el plan de Dios en su corazón y son para nosotros un testimonio y un referente. Porque en el plan de Dios todo el mundo tiene su lugar, su responsabilidad, su vocación. Y nuestra tarea en esta vida es descubrirlo y poder llegar a decir, con el profeta Isaías: “Estaba yo en el vientre y el Señor me llamó, en las entrañas maternas y pronunció mi nombre”.
Para seguir un plan o un proyecto necesitamos referentes, personas que abran brecha, que marquen el camino. La Biblia está llena de esas personas, de profetas que han hecho de avanzadilla para allanar el camino del Señor, como Juan el Bautista. Pero hoy también los sigue habiendo, porque los seguimos necesitando. Dios va a llevar a cabo su plan porque es fiel a lo que nos prometió y porque, a pesar de nuestras resistencias, siempre encontrará un corazón dócil y dispuesto a colaborar con Él. La pregunta es: ¿será el mío? El profeta Isaías, al darse cuenta de esto, decía: “En vano me he cansado… en realidad mi derecho lo llevaba el Señor, mi salario lo tenía mi Dios”.
Abramos el corazón a Dios y los ojos a la vida para descubrir a esos profetas, a esos testigos, a los referentes que nos hablan de cómo vivió Jesús, de que ese proyecto es válido para hoy, para nosotros, para nuestra felicidad. Los profetas están entre nosotros. Su identificador es el testimonio de una vida llena de fe y abierta al proyecto de Dios. Si los encuentras, no les pierdas la pista. Ellos nos marcan el camino. Hoy nos fijamos en Juan el Bautista, el precursor, el anunciador, el que allanó el camino para que Jesús llegara. Él nos recuerda que en cada uno de nosotros hay un profeta y nos enseña a acercar a las personas a Jesús para que se encuentren con Él, prepararles el camino para que esto se pueda realizar. Ese ha de ser nuestro testimonio, para que otros puedan seguir el camino, para que todos puedan llegar a Dios.
2.- TODOS NACEMOS CON UNA MISIÓN
Por Gabriel González del Estal
1. Escribió en una tablilla: "Juan es su nombre". En el mundo judío el nombre de una persona quería indicar el destino y la misión con la que esa persona había venido al mundo. Todas las personas, pensaban, somos enviadas al mundo por Dios con una misión. No nacemos para nada, nacemos para cumplir la misión que Dios nos ha encomendado. En este sentido, podemos decir que nuestra misión es nuestra vocación: Dios nos ha llamado a la vida para cumplir una misión determinada. Todos tenemos vocación para algo; todos estamos llamados a la vida para algo. En el caso de la fiesta que hoy celebramos el nombre de Juan se refiere a la misericordia de Dios con Zacarías e Isabel, al concederles el favor de engendrar un niño cuando ellos ya eran ancianos. El nombre de Juan significa: Dios ha mostrado su favor, Dios es misericordioso, Dios se ha apiadado. Como sabemos, la misión de Juan, su vocación, fue la de ser precursor de Jesús, del Mesías, y Juan Bautista cumplió su misión con fidelidad y entrega, fue fiel a la vocación que Dios le había dado. El ejemplo de San Juan Bautista, desde su nacimiento hasta su muerte, debe incitarnos a nosotros a descubrir nuestra vocación y a ser fieles a ella. En nuestro caso, nuestros nombres no han querido indicar, en su origen, la misión o la vocación con la que Dios nos ha traído al mundo. Generalmente, a muchos de nosotros nos eligieron nuestro nombre por motivos familiares, o por el santo del día. Pero todos nosotros hemos nacido con una misión bajo el brazo. Descubrir esta misión desde pequeños es una tarea importantísima para el futuro desarrollo de nuestra personalidad. Y más importante aún es ser fieles a la misión o vacación que con la que Dios nos ha traído al mundo. No es necesario pensar que nuestra misión tenga que ser algo grandioso o socialmente importante, es suficiente con que sea importante para nosotros y buena para los demás. Todos estamos llamados a colaborar en la construcción de una sociedad más justa y más buena; esa ya es una misión digna e importantísima, esforcémonos en ser fieles a ella. Esta será una buena manera de celebrar con dignidad la fiesta de la natividad de San Juan Bautista.
2. El Señor me llamó; en las entrañas maternas pronunció mi nombre. Este texto pertenece al segundo canto del profeta Isaías sobre el “Siervo de Yahveh”. Aunque los que se dedican a estudiar estos temas no acaban de ponerse de acuerdo sobre la identificación del “Siervo de Yahveh”, nosotros, los cristianos, hemos querido ver reflejada en este canto la figura de Jesús de Nazaret. Él fue el que, fiel a la misión que el Padre le había encomendado, se convirtió en “luz de las naciones, para que la salvación de Dios alcanzara hasta el confín de la tierra”. Aquí vemos cómo ya, en tiempos del profeta Isaías, se hablaba de la salvación de Dios no sólo para el pueblo de Israel, sino para todo el mundo. Nuestra religión es católica, universal, y nuestra misión, nuestra vocación, es ser mensajeros de la universalidad de la misericordia y del amor de Dios para todas las personas. Para eso pronunció el Señor nuestro nombre cuando aún estábamos en las entrañas maternas: para predicar, con nuestra palabra y con nuestro ejemplo, el evangelio de una salvación católica y universal, el evangelio de Jesús de Nazaret.
3. Juan predicó a todo Israel un bautismo de conversión. Como del bautismo de Juan ya hemos hablado en otros momentos del calendario litúrgico, bástenos ahora animarnos mutuamente a llevar a cabo la perfección de nuestro bautismo, un bautismo que no fue sólo de conversión, sino de gracia y de Espíritu Santo.
3.- UNA MISIÓN HERMOSA: ANUNCIAR LA MISERICORDIA
Por José María Martín, OSA
1. - El que prepara el camino. Cuando recordamos a un personaje importante en la historia de la salvación se suele celebrar el día de su muerte. En algún caso celebramos su nacimiento a una nueva vida espiritual --conversión--, como es el caso de San Pablo, o San Agustín. Sólo en el caso de Juan "el Bautista" celebramos su llegada a este mundo. Al celebrar la natividad de San Juan Bautista, coincidiendo con el solsticio de verano, la Iglesia quiere subrayar la trascendencia del "Precursor" en la preparación del "camino de Señor".
2. - Anuncia la conversión. En las lecturas de hoy recorremos diversos episodios de esta persona singular: nacimiento, circuncisión, imposición del nombre, manifestación a todos sus familiares y vecinos, en el evangelio; comienzo y desenlace de su misión, en el discurso de Pablo en los Hechos de los Apóstoles. Cada momento de su vida es una enseñanza de cómo Dios actúa en favor del hombre. Nacido de una gran misericordia en una mujer estéril, es circuncidado para destacar su conexión con el pueblo elegido --será el último profeta del Antiguo Testamento--. El nombre personal que recibe tiene una gran importancia por el hecho de que es Dios mismo el que lo atribuye: fue así en el caso de Jesús y en el de Juan Bautista. También Jesús atribuyó a Pedro su nombre: "Simón, tú te llamarás Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia". Dar un nombre es, por tanto, dar una vocación, una misión y los dones adecuados para desempeñarla. Juan significa "Dios tiene misericordia". Su misión será anunciar un bautismo de conversión.
3.- ¿Qué va a ser de este niño? Es la pregunta que todos se hacen cuando un nuevo ser humano viene a este mundo. Sus padres, en especial la madre, enseguida se prestan a imaginar la vida futura de su hijo. Es posible que le imaginen ocupando un cargo importante, tal vez ministro. Hay algo que el evangelista deja bien claro: "la mano de Dios estaba con él". Retirarse al desierto puede parecer la evidencia de un fracaso de una huida. Pero no. Juan no huye por miedo, sino porque quiere prepararse para su misión, "ser el Precursor". Muchas personas reciben la misión de "ser camino", de preparar a los demás para que se realicen como personas. Puede parecernos que su labor es insignificante, pero las personas más importantes de nuestras vidas son aquellas que, calladamente, sin protagonismos, nos han ido ayudando en nuestro crecimiento como personas o como creyentes: nuestros padres, nuestros maestros, nuestros catequistas... ¡Qué misión tan hermosa la de ayudar a otros a descubrir la inmensidad de la bondad de Dios! Así fue Juan "el Bautista" el anunciador de "la misericordia de Dios".