Overblog
Edit post Seguir este blog Administration + Create my blog

Es un Blog de orientación Cristiano/Católico, dirigido a personas de 16 a años en adelante, en el que se publican diariamente las Lecturas del Día, de acuerdo al Calendario Litúrgico Católico, la Lectio Divina, el Santoral del Día, la Liturgia de las Horas (Laudes, Vísperas y Completas, y otros artículos de orientación espiritual y moral.

La homilía de Betania: Domingo después de Pentecostés La Santísima Trinidad. 3 de junio de 2012

La homilía de Betania: Domingo después de Pentecostés La Santísima Trinidad. 3 de junio de 2012

1.- EL DIOS AMOR QUE INTERVIENE EN MI VIDA

Por José María Martín OSA

1.- Dios es comunidad. Como culminación de los misterios de nuestra fe celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad. Sirve de muy poco que intentemos explicar en términos filosóficos o matemáticos lo que es un misterio que nunca vamos a comprender del todo. Reconociendo que vemos estas cosas en espejo y en enigma, como dice San Agustín, "se nos presenta en el Padre el origen, en el Hijo la natividad, en el Espíritu Santo del Padre y el Hijo la comunidad, y en los tres la igualdad". Dado que es un misterio que no podemos comprender del todo, lo que importa es cómo actúa Dios en nuestra vida. Nuestra experiencia de fe nos dice que Dios es Padre amoroso, que cuida de sus hijos y les protege, porque es "auxilio y escudo" (Salmo); que está a nuestro lado, que dialoga con nosotros y nos ayuda, que respeta nuestras diferencias, pero que nos quiere a todos por igual. Dios es Hijo, que nos ama hasta el extremo de dar su vida por nosotros, que quiere darnos a conocer que sólo es feliz aquél que es capaz de darse al otro y de perdonar. Dios es Espíritu, que nos fortalece y nos da su aliento para que sigamos caminando hacia su encuentro. Pero lo que más nos importa es saber que Dios es Amor, pero amor entre personas, Dios es comunidad.

2.- Jesús nos encomienda una misión: “Id y haced discípulos”. La Iglesia vive para evangelizar. Ese es el encargo que recoge Mateo. El mundo es nuestra responsabilidad y los hombres son nuestros interlocutores. La Iglesia no es un círculo de creyentes, sino un movimiento de acercamiento a todos para que puedan creer. Lo importante de la Iglesia no es ella, sino Jesús, y la misión confiada por Jesús. Y esa misión es evangelizadora, animadora, motivadora. Frente a tanta mala noticia, el hombre necesita más que nunca la Buena Noticia. No se trata de censurar a los otros, ni de condenar a nadie, sino de hacer posible y gozosa la salvación de todos, ayudando a todos a descubrir en el mundo y en la vida la huella de Dios. En la Iglesia y a través de ella podemos encauzar nuestras iniciativas y encontrar aliento en nuestros esfuerzos. Solos podemos hacer bien poco, pero como Iglesia y en la Iglesia podemos hacer muchísimo. La estructura y las organizaciones y movimientos eclesiales pueden y deben ser los vehículos que canalicen todos nuestros esfuerzos. No podemos hacer todos, todo; pero entre todos, con todos, podemos hacer todo lo que Jesús nos ha encomendado. Si estamos bautizados, ¿por qué no estamos dispuestos a realizar la tarea de la fe? ¿Por qué no pasamos del rito al reto de la construcción del Reino?

4.- “Contempladlo y quedaréis radiantes” No es casualidad que la Iglesia celebre este día la “Jornada Pro-Orantibus”. El lema de este año es: “Contempladlo y quedaréis radiantes” (Sal 34, 6). En la vida de los monjes y monjas se cumple lo que anuncia el salmista y lo que es una auténtica experiencia de Dios. La vida contemplativa es epifanía, en la que podemos contemplar el rostro de Cristo, como Pedro, Santiago y Juan en el monte Tabor, La contemplación llena de belleza a los orantes e inunda de hermosura el ambiente que envuelve al que ora: «Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí!. Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías» (Mt 17, 4). Todos necesitamos la contemplación para fortalecer nuestra fe. Que vivamos la experiencia de sentir al “Dios amor”, que actúa en nuestra vida.


2.- UNA SOLA NATURALEZA Y TRES DIVINAS PERSONAS

Por Antonio García-Moreno

1.- DIOS INFINITO.- El Señor invita a los suyos a que pregunten por doquier si se ha visto en algún lugar tanta grandeza y maravilla como ellos han contemplado, tan grande amor como ellos han experimentado. Por eso la ira de Dios se enciende contra su pueblo, porque a pesar de lo que han visto le han abandonado. No han comprendido aún que "Yahvé es fuego abrasador, un Dios celoso".

Misterio profundo de Dios que se nos escapa por mucho que nos esforcemos en comprehenderlo. Misterio que hay que aceptar al margen de la razón, de esa lógica que los hombres usamos en nuestro pensar y en nuestro obrar. Dios que ama hasta los celos, siempre, también cuando el pueblo le traiciona o le olvida, le desprecia o le vuelve la espalda. Ese pueblo de dura cerviz que con sus claudicaciones insistentes no logra apagar la capacidad infinita de perdón que el Señor tiene. Incluso su castigo terrible, todo el daño que sobreviene al pueblo, no es otra cosa que una tentativa más para beneficiar a su pueblo. Ese pueblo del que también nosotros formamos ahora parte, repitiendo con nuestros pecados e infidelidades la historia triste del pueblo elegido.

Haz que lo sepamos, Señor, y lo meditemos en lo más profundo de nuestro corazón. Es tu misterio tan grande que supera nuestra corta capacidad de entendimiento. Saber lo que tú eres, saberlo de verdad, con todas sus consecuencias, con todas sus implicaciones prácticas. Es algo que está por encima de las fuerza humanas. Por eso te rogamos, Señor, que nos concedas saber de veras que tú eres Dios y que fuera de ti no hay nada ni nadie que pueda colmar las ansias del hombre.

Dios Uno y Trino, inmensamente bueno, y justo, y poderoso. Pobre mente y pobre corazón, cuánta estrechez para dar cabida a tanta amplitud. Y, sin embargo, sólo él colmará esa sed ardiente de plenitud que nos devora. Sólo Dios. En definitiva lo nos queda es escuchar la voz del Señor y esforzarnos en cumplirla: "Guarda las leyes y mandamientos que yo te prescribo hoy para que seas feliz tú y tus hijos después de ti y vivas largos años en la tierra que Yahvé, tu Dios, te da".

Hay que fiarse de Dios, hay que atender a lo que nos dice y luchar por ponerlo en práctica. Hemos de tener fe en él, aunque a veces no comprendamos ni veamos con claridad el camino que se nos abre. Hemos de pensar, incluso, que esa grandeza y ese misterio de Dios es una razón más para creer en él y amarle con toda el alma. Siendo como somos tan limitados, es lógico que el Señor sobrepase nuestra capacidad de entendimiento.

2.- CONFIDENCIA SUPREMA.- Un monte es de nuevo el escenario propicio para el encuentro del hombre con Dios... En el silencio de las alturas es más fácil escuchar la palabra inefable del Señor, en la luz de las cumbres es más asequible contemplar la grandeza divina, sentir su grandiosa majestad. En esta ocasión que nos relata el evangelio, Jesús se despide de los suyos y antes de marchar les recuerda que le ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Esto supuesto los envía a todo el mundo para que hagan discípulos de entre todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Podríamos afirmar que en ese momento la revelación de los divinos misterios llega a su plenitud: se desvanecen los celajes que durante milenios habían cubierto los secretos de Dios. Su Corazón movido por su infinito amor se abre a todos los hombres su más íntima confidencia, su misterioso y sorprendente modo de ser, su inefable esencia una y trina: Una sola Naturaleza y tres divinas Personas, distintas entre sí e iguales al mismo tiempo en grandeza y soberanía.

Ante este rasgo de confianza suprema por parte de Dios, nos corresponde a los hombres un acatamiento rendido, un acto de fe profunda y comprometida para con este Dios y Señor nuestro, único y verdadero, muy por encima de nuestra corta capacidad de conocimiento y de amor. Creer firmemente en él, esperar también contra toda esperanza su ayuda y su perdón. Tratar sobre todo de amarle y servirle con todas las fuerzas de nuestro ser.

Hoy es un buen día para remozar las virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad. Fomentar además nuestro trato en intimidad y confianza con las tres divinas Personas. Con el Padre que hizo el cielo y la tierra. Con el Hijo que dio su vida por nosotros y se nos ha quedado cercano y asequible en la Eucaristía. Con el Espíritu Santo que en todo momento nos impulsa hacia Dios, la Luz que alegra nuestra vida entera.


3.- NUESTRO DIOS ES ÚNICO PERO NO SOLITARIO, PORQUE ES UN DIOS AMOR

Por Gabriel González del Estal

1.- Bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Los cristianos, que hemos sido bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, creemos en un Dios trinitario, es decir, en un Dios único pero no solitario. Así lo afirma literalmente el Catecismo de la Iglesia Católica, en su número 254. Los que han acusado a los católicos de predicar una religión politeísta no tienen razón, porque los católicos creemos en un solo Dios. Cuando decimos que el Padre es Dios y el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios no queremos decir que haya tres dioses, sino que nuestro único Dios, como Padre es nuestro creador, como Hijo es nuestro redentor y como Espíritu Santo nos da espíritu y vida. Creemos, en definitiva, en un Dios que nos ha creado, nos ha redimido y nos ha dado su Espíritu. Por supuesto, que una explicación teológica del misterio de la Santísima Trinidad exigiría explicar más ampliamente lo que tan sucintamente acabamos de decir. Pero aquí no pretendemos dar un curso de teología dogmática sobre el misterio de la Trinidad de Dios; nos basta con creer lo que nos dice el catecismo: que Dios es único, pero no solitario. El hecho de que creamos en un Dios único, pero no solitario, lo deducimos del hecho de que nuestro Dios es un Dios Amor. Esto debe llenarnos de santa alegría. El ser humano es un ser de relaciones; nos relacionamos con otras personas desde el momento en el que nacemos. Sin relaciones el individuo humano nunca hubiera llegado a ser el que es. Lo que tenemos que procurar es que nuestras relaciones nos ayuden a perfeccionarnos y para eso nada mejor que tratar de imitar a nuestro Dios trinitario, basando todas nuestras relaciones siempre en el amor. Precisamente nuestro Dios no es un Dios solitario porque es un Dios amor, como nos dice el apóstol San Juan. Creer, pues en un Dios trinitario es creer en un Dios amor. En este sentido, celebrar la fiesta de la Santísima Trinidad es celebrar la fiesta de un Dios Amor. Por eso, esta fiesta debe llenarnos de gozo y esperanza.

2.- Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios; no hay otro. Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo, para que seas feliz, tú y tus hijos después de ti. En este texto del Deuteronomio, Moisés dice a su pueblo que su Dios es el único Dios y que ellos deben sentirse orgulloso de tener un Dios tan grande y tan cercano a ellos. Ningún otro dios, les dice, se ha preocupado tanto de su pueblo, le ha protegido y acompañado tan de cerca, como lo ha hecho nuestro Dios. Ningún otro dios ha amado tanto a su pueblo como nuestro Dios. Si ellos guardan la ley que les da ahora, los preceptos y mandamientos que les prescribe, serán felices, porque Dios sólo quiere su felicidad. No deben entender la ley y los preceptos como una carga, sino como una ayuda para encontrar la felicidad. También nosotros, los cristianos, podemos decir hoy que el mandamiento de Jesús, el mandamiento del amor, no es una carga, sino un camino, una ayuda, para alcanzar la felicidad. El Dios trinitario en el que creemos es un Dios que nos ama y, por tanto, no puede querer para nosotros otra cosa que no sea nuestra felicidad.

3.- Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios. Estas palabras del apóstol Pablo en su carta a los Romanos bien podría haberlas firmado también el apóstol Juan. El Espíritu de Dios es el amor de Dios: el Padre ama al Hijo, el Hijo ama al Padre, y la relación entre ambos es puro Amor. Somos hijos del Amor porque somos hijos de Dios. Vivir como hijos de Dios es vivir relacionándonos con los demás en el amor. El que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios, el que no ama no es de Dios. Ser hijos de un Dios trinitario, único pero no solitario, es ser hijos de un Dios Amor; vivamos, pues, en el Amor y viviremos como auténticos hijos de Dios.

www.betania.es

Regresar al inicio
Compartir este post
Repost0
Para estar informado de los últimos artículos, suscríbase:
Comentar este post