Es un Blog de orientación Cristiano/Católico, dirigido a personas de 16 a años en adelante, en el que se publican diariamente las Lecturas del Día, de acuerdo al Calendario Litúrgico Católico, la Lectio Divina, el Santoral del Día, la Liturgia de las Horas (Laudes, Vísperas y Completas, y otros artículos de orientación espiritual y moral.
La Homilía de Betania: III Domingo de Cuaresma. 3 de Maro de 2013
1.- CONSEGUIR FRUTOS DE PENITENCIA
Por Antonio García-Moreno
1.- AQUÍ ESTOY. AQUÍ ESTAMOS.- Moisés ha huido de Egipto, se ha refugiado en la tierra de Madián. Él había querido ayudar a su pueblo, se interpuso en aquella pelea de hermanos, entre aquellos hombres que llevaban la misma sangre de los patriarcas en sus venas. Pero no aceptaron su mediación, le echaron en cara el haber defendido con la violencia a un hebreo, tratado bárbaramente por un capataz egipcio. Ante aquella actitud desconcertante de repulsa, ante aquel peligro de ser denunciado por la gente de su mismo pueblo, Moisés abandona precipitadamente la corte del faraón y se refugia en la heredad de Jetró.
Ahora sus manos están encallecidas por el rudo cayado de pastor; su piel curtida por el viento solano del desierto, su alma serenada por el silencio y la soledad de los campos de Madián. Y un día la voz de Yahveh, el Dios de su pueblo, se dejó oír entre el chisporroteo de una zarza que arde: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Aquí estoy.
La voz de Dios que llama. También a nosotros. También a ti. Por tu nombre propio. Ojalá respondas como Moisés: Aquí estoy. Disponibilidad, presteza para secundar los planes de Dios en tu vida. Prontitud para seguir la voz de la conciencia, la voz del Señor que resuena constantemente en tu vida de cada día, pidiendo tu colaboración, tu lealtad a tus compromisos de hombre cristiano.
Israel gime atormentado por la opresión del yugo de su esclavitud. El faraón pretende exterminarlo lentamente, sacándole todo el provecho posible, explotándolo miserablemente. El trabajo aumenta y la ración de comida disminuye. Los hebreos claman en el estrépito del trabajo y en el silencio de las claras noches junto al Nilo.
Dios se compadece de aquella situación y decide liberarlos. Ese amor infinito del Señor va a desplegarse en mil prodigios y señales. Él no puede consentir por más tiempo aquella penosa situación. Es como si no sufriera el ver a los suyos maltratados de aquella forma.
Señor, hoy también hay opresión, hoy también existen injusticias, penas, sinsabores, angustias, miedos, situaciones insostenibles. Hay muchos que gimen y que lloran en mil rincones del mundo. Muchos que pasan hambre, muchos que no tienen fe, muchos que malviven sin ninguna esperanza, muchos que mueren sin un poco de cariño... Una multitud de seres desgraciados que extiende sus brazos escuálidos, pidiendo compasión para tanta miseria. Sí, Señor, míranos. Aquí estamos. Te lo pedimos, vuelve a nuestra tierra, sácanos de la esclavitud, condúcenos con mano firme, a través del desierto, hacia la Tierra de Promisión.
2.- COMO HIGUERA SIN FRUTO.- De ordinario tendemos a juzgar con ligereza a los demás. Nos inclinamos a pensar mal acerca de la conducta de los otros. En el pasaje de este evangelio algunos se acercan a Jesús para contarle que unos galileos han sido ejecutados por Pilato. El Señor les escucha y al mismo tiempo lee sus pensamientos. Por eso les pregunta si se creen que aquellos que murieron eran más pecadores que los que se libraron. Si piensan así, están equivocados. Los males que sobrevienen al hombre no siempre se han de considerar como un castigo de Dios. A veces puede incluso ser un bien inapreciable, una ocasión para purificar el alma, un sacrificio que ofrecer al Señor en reparación de los pecados propios y ajenos, una oportunidad para unirse a Jesús crucificado y cooperar con el propio dolor a la redención de las almas. Por tanto, no seamos ligeros al juzgar, ni pensemos que el mal que nos puede sobrevenir es señal de una culpa, que Dios castiga. Alguna vez puede ser así, pero no siempre lo es.
Por otra parte, nuestro Señor toma ocasión de esos hechos en los que algunos han sufrido la muerte, para recordar a sus oyentes. Y a todos nosotros, que es preciso convertirse para no perecer por nuestras culpas, para que si viene el mal nos sirva de salvación y no de condenación. Sí, hemos de arrepentirnos de nuestros pecados, hemos de cambiar a una vida santa, si realmente queremos estar con Dios. Y que nadie diga que él no necesita convertirse. Si alguno piensa de esa forma, es un pobre soberbio que más que nadie corre el peligro de ser castigado por Dios. Recordemos otra vez que el justo peca siete veces al día, pero siete veces se levanta, mientras que el impío cae y permanece en su caída. La diferencia entre uno y otro no está, por tanto, en que uno peca y el otro no, sino en que uno se arrepiente y se convierte, mientras que el otro se obstina en su pecado.
Termina el pasaje evangélico con la parábola de la higuera que no acaba de dar fruto. Tres años sin echar higos, deciden al dueño a cortarla de una vez. Pero el viñador le pide al amo un año más. Él la cavará y la abonará bien, a ver si así da fruto, y si no, se cortará el árbol. Miremos nuestra propia vida, veamos si somos como esa higuera, consideremos que quizá sea este el último año que el Señor nos concede para que demos el fruto debido. Tratemos de rectificar nuestra conducta indolente, nuestra vida vacía de amor a Dios y de buenas obras. Hagamos un esfuerzo para conseguir frutos de penitencia, no sea que el Señor se acerque a buscar nuestro fruto y estemos sin él. Pensemos en aquella otra higuera que sólo tenía hojas y que Jesús maldijo, secándola para siempre.
2.- VIGILANCIA, CONVERSIÓN Y PACIENCIA
Por José María Martín OSA
1.- El Dios de la vida. Este pasaje del Éxodo da una definición viva y experimental de Dios, más que teórica. Nos interesa saber que Dios es “Yahvé”, que Dios “es el que es”, pero interesa más saber que Dios “ha visto”, “ha oído”, “se ha fijado”, que “baja a librarlos” y “los lleva a una tierra fértil”. Nos interesa saber que Dios no es el Dios de los cielos, las montañas, los ángeles, sino el Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob, el Dios del hombre. Dios tiene ojos, oídos, mano liberadora. Dios oye las quejas y se fija en los sufrimientos. Dios actúa para liberar al oprimido. Dios tiene entrañas. Dios es corazón. Un texto sagrado que escuchamos con temblor religioso, quitándonos las zapatillas de nuestra rutina y de nuestros prejuicios. Es una de las más importantes manifestaciones de Dios, que marca el principio de una historia salvadora. El signo utilizado es el fuego que enciende y no destruye, así es Dios. Dios quema, purifica, transforma, transfigura, pero no mata ni aniquila. Es un Dios vivo y para la vida, y el Dios de la vida.
2.- Dios compasivo y misericordioso. Para Moisés el episodio de la zarza ardiente es el comienzo de su vocación: “Ve, yo te envío”, haz de dios para tu pueblo; ya no conducirás ovejas, sino personas; no temas, yo estoy contigo. Moisés tiembla y tartamudea, pero Dios es más fuerte. Todas las historias vocacionales son así. Para el pueblo es el encuentro con propia identidad: no un pueblo esclavo, sino el pueblo de Dios liberado, el pueblo de la Pascua. Aquí se inicia la historia de su liberación, paradigma de todas las liberaciones. El Salmo 102 recuerda precisamente que “Dios es compasivo y misericordioso”, perdona nuestras culpas, nos colma de gracia y de ternura. Dios es clemente y bondadoso, hace justicia, defiende a los oprimidos.
3.- Convertirnos para estar preparados. Dos hechos de la vida son interpretados aquí por Cristo, sacando de ellos una lección para el camino de fe de sus seguidores. Se pueden considerar como ejemplos prácticos de la invitación a saber interpretar los signos de los tiempos. Jesús ni aprueba ni condena la conducta de Pilato, ni quiere admitir que el accidente de la torre de Siloé fuera un castigo de Dios por los pecados de aquellas personas. Lo que sí saca como consecuencia que, dado lo caducos y frágiles que somos, todos tenemos que convertirnos, para que así la muerte, sea cuando sea, nos encuentre preparados. ¡Cuántas veces, como consecuencia de enfermedades imprevistas o de accidentes o de cataclismos naturales, experimentamos dolorosamente la pérdida de personas cercanas a nosotros! La lectura cristiana que debemos hacer de estos hechos no es ni fatalista, ni de rebelión contra Dios. La muerte es un misterio, y no es Dios quien la manda como castigo de los pecados ni "la permite" a pesar de su bondad. En su plan no entraba la muerte, pero lo que sí entra es que incluso de la muerte saca vida, y del mal, bien. Desde la muerte de Cristo, también trágica e injusta, toda muerte tiene un sentido misterioso pero salvador.
4.- Llamada a la vigilancia y a la paciencia. Es la enseñanza de la higuera estéril. ¿Podemos decir que damos a Dios los frutos que esperaba de nosotros? ¿Si nos llamara ahora mismo a su presencia tendríamos las manos llenas de buenas obras o, por el contrario, vacías? ¿Tenemos buen corazón, como el de aquel viñador que "intercede" ante el amo para que no corte el árbol? ¿Nos interesamos por la salvación de los demás, con nuestra oración y con nuestro trabajo evangelizador? ¿Somos como Jesús, que no vino a condenar, sino a salvar? Con nosotros mismos, tenemos que ser exigentes: debemos dar fruto. Con los demás, debemos ser tolerantes y echarles una mano, ayudándoles en la orientación de su vida. La paciencia de Dios contrasta con nuestra impaciencia. Queremos ver pronto los resultados, que todo se arregle en un instante, que se acabe de golpe con el mal. Y la vida no es así: se crece lentamente, se madura lentamente, no siempre se da el fruto deseado. Hay que saber, por tanto, adoptar una actitud de espera activa y positiva, como la de aquel viñador que dio un plazo más a la higuera y dejó abierta la puerta a la esperanza de una cosecha abundante.
3.- OTRO ESTILO DE VIDA ES POSIBLE
Por Pedro Juan Díaz
1.- De nuevo escuchamos en el evangelio de esta Cuaresma una llamada a la conversión, y además, con palabras muy duras de Jesús: “si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera”. ¿De qué está hablando? ¿Qué ha ocurrido para que Jesús esté así? Dos hechos han sacudido la vida del pueblo: Pilato ha ordenado matar a unos Galileos en el Templo mientras ofrecían sus sacrificios; y una torre, llamada “de Siloé”, se ha desplomado y ha matado a 18 personas. La gente está indignada por la matanza de Pilato y porque los accidentes siempre les ocurren a los más débiles. Hoy en día también tenemos situaciones que nos indignan y que hieren gravemente la dignidad humana, especialmente de los más débiles. Y muchas veces nos volvemos contra Dios y le acusamos por permitirlo. Pero la reacción de Jesús, al que le preguntan, es distinta.
2.- El Dios que nos presenta Jesús es el Dios conmovido por el sufrimiento de su pueblo, que se aparece a Moisés en una zarza en el monte Horeb. Dios sale de sí mismo para darse a conocer a Moisés porque hay una situación de sufrimiento de su pueblo frente a la que Él no puede permanecer indiferente. Es el Dios que dice: “He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas… me he fijado en sus sufrimientos. Voy a bajar a librarlos…”. Y envía a Moisés, en su nombre, para que libere al pueblo del sufrimiento que están pasando. Así es Dios. No es un Dios que cause el sufrimiento, sino que busca los medios para terminar con él. Y esos medios pasan muchas veces por la disponibilidad de las personas, por nuestra disponibilidad, como Moisés: “Aquí estoy… Yo iré a los israelitas y les diré: el Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros”. Es la conversión que se produce en Moisés, que deja la seguridad de su vida acomodada, pastoreando el rebaño de su suegro, y vuelve a Egipto para ayudar a sus hermanos y mostrarles que Dios está con ellos.
3.- Las cosas que pasan, los hechos que vivimos, no son fruto del azar, ni de un Dios que mande calamidades a su pueblo. Muchas veces son consecuencia de actitudes contrarias al evangelio: egoísmo, individualismo, avaricia, corrupción, materialismo, “sálvese quien pueda”, insolidaridad… El grito de Jesús en el evangelio de hoy es una llamada a caminar hacia otro estilo de vida, y hacernos eco de las propuestas del evangelio para crear espacios donde poder vivir estos valores. Preparando esta reflexión, leía un comentario que decía lo siguiente: “Si no nos convertimos al Evangelio y no creamos espacios en los que se vivan los valores del Reino, la voracidad del capitalismo y del beneficio sin freno ni ética nos puede engullir a todos y volvernos menos humanos. Si no nos convertimos al Dios de Jesucristo, que es Padre y nos propone una vida auténticamente fraterna, podemos acabar cayendo en el individualismo que nos hacer ver en el otro no un hermano, sino un rival a eliminar”.
4.- Y Jesús termina con una parábola muy sencilla, la de la higuera. Uno que tiene una higuera plantada en su viña tres años ya y no ha encontrado ningún fruto en ella durante este tiempo y quiere cortarla. Pero el viñador le dice que no, que la deje un año más, que él la cuidará. Creo que esa higuera somos cada uno de nosotros. Y para que demos el fruto que Dios quiere, hemos de dejar que nuestro corazón sea trabajado por él, y de los frutos de conversión que Dios espera de nosotros.
5.- Dejémonos trabajar por este Dios que está atento a las necesidades y sufrimientos de su pueblo, de su gente, de nosotros. Y estemos disponibles, como Moisés, para colaborar con Él en esta tarea. Y asumamos el gran compromiso de cambiar a mejor, de convertirnos, de creer que otro estilo de vida es posible, donde cada persona es un hermano, no un rival. Que la Eucaristía en la que participamos cada domingo nos de la fuerza que necesitamos para ello.ç
Fuente: www.betania.es