Es un Blog de orientación Cristiano/Católico, dirigido a personas de 16 a años en adelante, en el que se publican diariamente las Lecturas del Día, de acuerdo al Calendario Litúrgico Católico, la Lectio Divina, el Santoral del Día, la Liturgia de las Horas (Laudes, Vísperas y Completas, y otros artículos de orientación espiritual y moral.
La Homilía de Betania: XVIII Domingo Tiempo Ordinario. Ciclo C.4 de agosto de 2013
1.- LA CODICIA Y LA AMBICIÓN CIEGAN
Por Antonio García-Moreno
1.- VANIDAD DE VANIDADES.- Vanidad equivale a vaciedad, algo que sólo tiene apariencia, una fruta que sólo tiene cáscara; una pompa de jabón que estalla de pronto, sin dejar rastro de su brillante colorido. Vaciedad, vanidad de vanidades, todo es vanidad. Qohelet, el autor inspirado, se enfrenta con la vida, con el mundo, con todo cuanto le rodea. Observa cómo nace la primavera, toda llena de verdor, de flores, de mil pájaros que bullen y cantan llenos de vitalidad. Ve cómo el hombre nace a la vida, cómo crece, cómo se afana, cómo está fuerte, pletórico de juventud. Pero el tiempo sigue su paso implacablemente. Y los árboles quedan desnudos, secas y ennegrecidas sus ramas, podridas sus hojas. Y el hombre fuerte acaba siendo un pobre enfermo de pasos pegados al suelo. Sin que nada pueda devolverle la fuerza, sin que nadie pueda apartarle de su absurdo caminar hacia la muerte.
Vaciedad sin sentido, todo vaciedad. Pobrecito hombre que lucha y se afana inútilmente. Sueña con alcanzar esa deslumbrante pompa de cristal polícromo, se afana, se cansa hasta el máximo por cogerla con sus manos. Y cuando consigue tocarla, todo se desvanece. Quedando en sus dedos ansiosos sólo un poco de humedad viscosa, nada.
Visión negativa, visión negra de la vida. Pero visión forzosa para el que sólo mira de tejas abajo, para el que no consigue ver más allá de la muerte, para el que cifra su ilusión y su afán en esta vida muerta de aquí en la tierra. Ese es el panorama lógico para el que no cree en un Dios justo y bueno, para el que se empeña en construir un paraíso en nuestra pobre orilla.
Hay quien trabaja con destreza, con habilidad y acierto, quien consigue una gran fortuna. Pero de poco, o de nada, le servirá. Día llegará en que todo eso se le escape de las manos, sin poder retener nada, viendo con claridad que su esfuerzo ha sido inútil. Otro se apoderará de cuanto él ganó, otro desparramará fácilmente lo que tan arduamente se recogió. Sólo hay una solución para mantener vivo el deseo y la ilusión, sólo existe un camino para que el hombre pueda llenar esta terrible vaciedad. La fe, el amor. Entonces, con fe y por amor, sí valdrá la pena de vivir. Porque cuando las hojas caigan de los árboles, cuando la vida huya de nuestros cuerpos, sabemos que quedará viva la esperanza de una primavera eterna. Y el duro invierno será el preludio sereno de una juventud nueva. Sí, después del túnel oscuro de la muerte están las praderas verdes de la eternidad, está el abrazo sin fin de nuestro Padre Dios.
2.- LA VERDADERA RIQUEZA.- La escena que nos presenta hoy el Evangelio ha venido a ser un ejemplo típico de quienes tratan de manipular los valores de la fe en provecho material de uno mismo. Este hombre defraudado acude al Señor para que convenza a su hermano de hacerle partícipe en la herencia paterna. El Señor, sin embargo, se niega rotundamente a dirimir la cuestión, prescindiendo incluso de decir si era o no justa la petición de aquel hombre. No quiere ser árbitro ni juez entre quienes se pelean por una cuestión económica, tan frecuente, por desgracia, en la vida de entonces y en la de ahora. En la de siempre podemos decir, ya que siempre el hombre tiene en su ser una fuerte inclinación a defender los propios intereses, a incrementarlos, a costa, en ocasiones, de lesionar los intereses de los demás.
Jesús tuvo que luchar con los hombres de su tiempo, aquellos que querían sacar partido de sus poderes y su autoridad de Mesías. Pensaban que había llegado el momento de vengarse de los dominadores romanos, el tiempo tan esperado y deseado de iniciar la época dorada del Reino mesiánico que devolviera, con creces, el esplendor de los tiempos de David y de Salomón. Pero Jesús se resiste con energía, huye de las multitudes enardecidas que quieren proclamarlo rey en Jerusalén. Cuando llegue el momento se dejará aclamar, pero no por los poderosos sino por los niños y por la gente humilde. Por otra parte estaba cerca el momento de su Pasión, cuando por fin se pondrá de relieve, ante el estupor de muchos, la verdadera naturaleza de ese su Reino que no es de este mundo.
Esa actitud que nos puede parecer anacrónica en nuestros días, es sin embargo posible, y en ciertos sectores una realidad actual. Se trata de aquellos que se empeñan en crear una Iglesia nueva que se comprometa en el campo temporal y político, que no permanezca al margen de la lucha por la justicia en el campo de las opciones de partido. Son también los que mezclan al sacerdote, o al propio sacerdocio, con banderías temporalistas que, por muy nobles que sean, están fuera de la misión específica de la Iglesia. O quienes acuden al cura para que les solucione un problema de tipo material, quienes todavía no se han enterado de lo que es un sacerdote y creen que un eclesiástico lo tiene que solucionar todo.
La codicia y la ambición ciegan al hombre, destruye en él los valores del espíritu, le llevan a sacrificar en aras del dinero y el poder cuanto sea preciso. El Señor nos pone sobre aviso a todos, pues todos podemos ser víctima, de uno u otro modo, de ese afán de poseer y de mandar. Lo importante, por lo tanto, no es amasar riquezas y honores, sino ser rico a los ojos de Dios. Sólo así podremos vivir serenos y tranquilos, sin temer ni a la muerte ni a la vida.
2.- EVANGELIO Y ÉTICA
Por José María Martín OSA
1.- La búsqueda del sentido de la vida. "¿Por qué? ¿Para qué? No vale la pena. Todo es absurdo". ¿Os habéis hecho alguna vez estas preguntas? Tarde o temprano, en una u otra ocasión, el hombre topa con estas preguntas. Unas veces, cuando se ve asediado por la soledad. Otras, cuando el dolor inunda su vida. O cuando todo se vuelve absurdo. O cuando después de unos momentos alegres nos queda un sabor amargo. O cuando la muerte pasa a visitar a alguno de nuestros seres más queridos. O cuando un gran amor que prometía una felicidad inmensa se rompe para siempre. Esta sensación es la que tiene el autor del Eclesiastés. La conocidísima expresión, "vaciedad de vaciedades" es profundamente pesimista. Podríamos traducir por el "total sin-sentido". Recordemos que trabajar y no disfrutar, trabajar para otros, es una de las maldiciones clásicas de la ley y los profetas. Piensa el autor que hay hombres que se condenan a sí mismos a semejante maldición. Aunque el Qohélet no se lo llega a plantear así, estas palabras muestran la necesidad de una trascendencia, de una apertura hacia algo más que la limitación del hombre. La vida del hombre cerrada sobre sí misma es un imposible. Qohelet quiere comprender el sentido de la vida, da vueltas en torno a ella, pero se estrella siempre ante el muro de la muerte. Por eso lanza su grito desconsolado: "todo es fatiga". No tiene sentido una actividad cuyo fin es la misma actividad. Esto es lo que le pasa al hombre del siglo XXI. Una de las formas de salir de este círculo opresor será el de apagar nuestra sed fundamental ayudando a apagar con nuestro mayor bien, que es la vida, la sed de los demás. Todo este modo de pensar, oscuro e imperfecto, se aclarará con la luz que aporta el hecho de Jesús. La vida adquiere nuevo sentido desde la fe en Jesús.
2.- La codicia es el origen de todos los males. En el evangelio Jesús comienza no aceptando el papel de juez que toda autoridad religiosa podía ejercer en la sociedad judía. Lo que a Jesús en realidad le interesa es la raíz generadora del conflicto. Lo importante es detectar y combatir la causa, el tratamiento en profundidad. ¿De qué serviría solucionar el caso concreto si no se ataca la raíz de la que pueden brotar otros mil casos más? Esta raíz es la codicia y constituye el tema central del texto. Con fina ironía y gran sentido común y del humor, Jesús hace ver lo absurdo y ridículo de una actitud que es incapaz de prolongar, siquiera un segundo, la propia vida. La codicia está en el origen de la corrupción de las personas públicas, que no se conforman con lo que les corresponde, sino que intentan aprovecharse del puesto privilegiado que ocupan.
3.- Fe y estilo de vida. La ambición del tener es insaciable. Convierte a los que deberían ser servidores de la sociedad en corruptos aprovechados. Incluso les lleva a apropiarse de lo que pertenece a los parados y a los excluidos de nuestra sociedad. Es necesario que todos comprendamos que creer en Jesucristo conlleva un comportamiento ético. Es urgente la regeneración ética de nuestro mundo. Quizá tenga razón Gandhi cuando decía que con el mensaje evangélico ha ocurrido lo que con esa piedra depositada en el fondo de lago. El agua no ha impregnado su interior. Necesitamos cambiar, convertirnos, transformar nuestra vida. Quizá hemos insistido demasiado en algunos sacramentos y nos hemos olvidado del principal, que es el amor y la justicia. La Doctrina Social es la gran desconocida e ignorada por parte del cristiano. Comentando este evangelio, San Agustín propone el dominio de sí mismo, la generosidad y el valorar los bienes comunes más que los propios como camino auténtico para encontrar el sentido de la vida:
“No ames demasiado tus bienes que pueden perecer, pues perderás sin duda los imperecederos. «Yo -dices- no quiero ni perder lo mío, ni apropiarme de lo ajeno». Esta excusa o pretexto es señal de cierta codicia, no gloria del amor. Del amor se dijo: No busca las cosas propias, sino lo que interesa a los demás (1 Cor 13,5; Flp 2,4). No busca su comodidad, sino la salvación de los hermanos. Pero aún da un paso más Jesús. La codicia no sólo es incapaz de hacer vivir más o menos, sino que además incapacita para el desarrollo de las propias capacidades. Jesús resalta una fundamental: la capacidad de relación con Dios. Matando esta capacidad, la codicia mata al propio codicioso.
3.- TODO PASA Y TODO QUEDA, PORQUE LA VIDA ES PASAR
Por Gabriel González del Estal
1.- Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será? La parábola del hombre rico y sus placenteros planes para el futuro debe ser para nosotros un motivo de reflexión seria y realista sobre nuestra vida. Es evidente que todos queremos vivir bien ahora y asegurarnos una vida buena para el futuro. Pero no debemos pasarnos la vida pensando en el futuro, porque el futuro está escrito en las estrellas y no alcanzamos a leerlo. Tenemos la obligación, claro está, de hacer bien lo que hacemos ahora y tenemos también la obligación de programar en lo posible nuestro más inmediato futuro. Pero, como nos dice la parábola, sabiendo que no sabemos ni siquiera lo que va a ocurrir mañana. Sobre todo, con el dinero y con los bienes materiales hay que procurar siempre ser muy realistas y dueños de nosotros mismos. Convertirse en esclavo del dinero y de los bienes materiales presentes, para asegurarnos un futuro económicamente seguro es algo peligroso. Porque, como decía alguna canción que yo ya no recuerdo, en la vida todo pasa y pasamos irremediablemente nosotros. Por amor a un futuro incierto, no seamos esclavos del presente cierto. Ser precavidos, sí, porque también es verdad que en la vida todo queda, es decir, el futuro es siempre continuación de un presente, pero sin absolutizar el futuro. La frase final de esta parábola deja todo muy claro: así será el que amasa riquezas para sí y no es rico para Dios. Amasar riquezas para sí es amasar riquezas por puro amor a las riquezas, olvidándonos de Dios y de su mandamiento del amor al prójimo. Nuestros bienes materiales deben estar siempre subordinados a nuestros intereses espirituales. Lo único absolutamente necesario en esta vida es tener nuestra conciencia en paz con Dios y esto no se consigue almacenando riquezas para sí y siendo pobres para Dios.
2.- Vanidad de vanidades, todo vanidad. Estas palabras de Cohélet, hijo de David, rey de Jerusalén, en este libro que llamamos “Eclesiastés”, las hemos dicho todos alguna vez y las hemos oído decir muchísimas veces. Porque todos nosotros, en algún momento de nuestra vida, hemos sentido y experimentado la verdad de esta frase. Nuestras ambiciones y nuestras ilusiones nos han hecho más de una vez trabajar y trabajar en balde, sin haber recibido fruto alguno de nuestro trabajo. ¡Tanto esfuerzo y tantas esperanzas como puse en esto, nos decimos, para nada! No es que debamos ser pesimistas e indiferentes en nuestra manera de pensar y actuar, no, pero sí debemos ser siempre realistas y equilibrados en nuestras actuaciones y en nuestros cálculos y proyectos. Yo no creo que, en nuestra vida, todo sea vanidad de vanidades, pero sí creo que mucho de lo que el ser humano hace, piensa y anhela es vanidad. La realidad acabará poniéndonos siempre a cada uno en nuestro verdadero sitio.
3.- Despojaos del hombre viejo, con sus obras, y revestíos del nuevo. El tema del “hombre viejo” y “hombre nuevo” en san Pablo es de sobra conocido por todos nosotros. Procuremos ser siempre hombres nuevos, dirigidos por el espíritu de Cristo, despojándonos del hombre viejo, no siendo esclavos de los impulsos de la carne y de las ambiciones de este mundo.
Fuente: www.betania.es