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Es un Blog de orientación Cristiano/Católico, dirigido a personas de 16 a años en adelante, en el que se publican diariamente las Lecturas del Día, de acuerdo al Calendario Litúrgico Católico, la Lectio Divina, el Santoral del Día, la Liturgia de las Horas (Laudes, Vísperas y Completas, y otros artículos de orientación espiritual y moral.

La Homilía de Betania: XXV Domingo del Tiempo Ordinario, 23 de Septiembre, 2012.

La Homilía de Betania: XXV Domingo del Tiempo Ordinario, 23 de Septiembre, 2012.

1.- CREER PARA ENTENDER Y ENTENDER PARA CREER

Por Gabriel González del Estal

1.- Pero no entendían aquello y les daba miedo preguntarle. En el texto evangélico de este domingo Jesús anuncia por segunda vez a sus discípulos la pasión y muerte que le espera a él y su posterior resurrección. Los discípulos siguen sin entenderle. Y es que los discípulos no entendían al Maestro porque aún no creían en él correctamente. Sí, creían en el Maestro como un profeta extraordinario, como un elegido de Dios, como el Mesías del que se hablaba en el Libro Sagrado, pero no creían en el Mesías que Jesús realmente era. Por eso no entendían nada cuando Jesús les hablaba de sufrimientos, de dolor, de muerte y de resurrección. ¿A quién podía referirse? La misión del Mesías era vencer el mal, vencer a los enemigos y después instaurar un reino nuevo; Dios mismo instauraría este reino, la fuerza de Dios vencería todos los obstáculos, sería realmente un reino de Dios. En ese reino, ellos, que habían seguido a Jesús desde el principio, serían, por supuesto, los primeros. Todo ocurriría sin necesidad de dolor, ni de muerte, ni de resurrección. Como ya escuchamos el domingo anterior, Pedro mismo se había atrevido a regañar al Maestro por hablarles claramente del dolor, muerte y resurrección que a él le esperaban. Jesús le había contestado a Pedro que él pensaba como piensan los hombres, no como piensa Dios. Siguieron sin entender; ¿cómo va a pensar Dios que su Mesías, su Ungido, va a ser vencido y muerto por sus enemigos? El Mesías en el que ellos creían, el Mesías del que se hablaba en la Biblia no iba nunca a ser vencido, ni a morir.

2.- Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña; Jesús no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Es interesante señalar este detalle del que nos habla el evangelio: Jesús dedicaba tiempo a la instrucción y educación de sus discípulos. Está claro que Jesús conocía a sus discípulos y conocía a los hombres en general. Juzgamos a las cosas y a las personas según el concepto que, previamente, tenemos de ellas. Nacemos y nos educamos en unas creencias que nos han transmitido nuestros padres, nuestros educadores y la sociedad en general. Interpretamos el mundo de acuerdo con estas creencias previas. Lo primero será, pues, purificar la fe, si queremos cambiar después nuestra interpretación del mundo y de las personas. Jesús sabía que debía tener paciencia con sus discípulos; necesitaba instruirlos con calma y poco a poco. Por eso, de vez en cuando, quería retirarse a solas con ellos para que fueran purificando su fe en él, de acuerdo con el pensamiento de Dios. Pensaban como hombres, como les habían enseñado sus padres y maestros; en adelante deberían pensar como les enseñaba él, como pensaba Dios. Vamos a pedirle al Señor que también tenga paciencia con nosotros, que nos dejemos instruir por él, para así se vayan purificando continuamente nuestras creencias y nuestro entendimiento. Dios siempre estará dispuesto a enseñarnos y a educarnos según el pensamiento de Dios.

3.- Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. Esto no es pensar como los hombres, esto es pensar como Dios y, claro está, a los discípulos les costaba mucho entender esto y practicar esto. También a nosotros nos cuesta mucho entender y practicar esto. Pero el evangelio dice lo que dice y Jesús fue como fue. Un cristiano, y una Iglesia, que no entienda y practique esto, no es persona, ni Iglesia cristiana. Lo peor sería que a nosotros nos pasara lo que les pasaba a los discípulos: que no nos atreviéramos a preguntar a Cristo el sentido y las consecuencias concretas de esta frase. Porque de entender bien esta frase, con la intención y el alcance con que se la dijo Cristo a sus discípulos, va a depender el comportamiento privado y público de cada cristiano y de la Iglesia en general. Yo no estoy nada seguro de que los cristianos, y la Iglesia en general, hayamos entendido y practicado evangélicamente, a lo largo de los siglos, el verdadero sentido esta frase. Quizá porque con demasiada frecuencia hemos pensado más como piensan los hombres, que como piensa Dios. A veces es peligroso preguntar a Cristo algunas cosas. Lo digo pensando primeramente en mí mismo, por supuesto.


2.- SER EL ÚLTIMO Y SERVIR CON DESINTERÉS Y GENEROSIDAD

Por Antonio García-Moreno

1.- EL REPROCHE DEL JUSTO.-"Es un reproche para nuestras vidas y sólo verlo da grima; lleva una vida distinta de los demás y su conducta es diferente; nos considera de mala ley y se aparta de nuestras sendas como si fueran impuras; declara dichoso el fin de los justos y se gloría de tener por padre a Dios". Vidas distintas que conmuevan, que sean como un grito de urgencia, que proclamen con hechos, sin palabras ni gestos, esa fe profunda de los que se saben hijos de Dios.

Es lo que estamos necesitando. Lo demás no sirve para gran cosa. Las palabras están perdiendo su fuerza, los hombres están acostumbrándose a oír cosas y cosas, sin que les cale más allá de la dura corteza de sus entendimientos chatos... Concédenos que nuestra vida, la de cada cristiano, sea como una protesta enérgica, un reproche contundente para tanto paganismo como hay en nuestra sociedad de consumo.

Vidas, obras, autenticidad. Vivir de tal modo el cumplimiento exacto del deber de cada momento, que sin llamar la atención, y "llamándola" poderosamente, seamos testigos del mensaje que Cristo trajo a la tierra para salvar a los hombres. Santos, santos de verdad, es lo que están haciendo falta en estos momentos críticos. Santos que vengan a ser como banderas al viento, como símbolos eficaces que llaman, que atraen, que revelan, que transmiten la verdad, la paz, el amor.

La persecución injusta, las asechanzas, el ataque rastrero, la calumnia, la murmuración, la mentira. La intriga política que aprovecha la buena voluntad del justo. "Lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia; le condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él".

Tú, Señor, padeciste en lo vivo el vil ataque de la traición, fuiste víctima inocente de mil insidias. Los mismos que formaban el Sanedrín, el órgano supremo de la justicia de Israel, buscaban injustamente tu condena. Qué ironía, qué paradoja. Los que eran defensores del derecho te condenaron contra todo derecho.

Y Dios, tu Padre bueno y poderoso, te dejó en la estacada. Permitió que la sentencia se dictara y se ejecutara... Pero lo que parecía el fin no era más que el comienzo. Y lo que semejaba una tremenda derrota, fue un rotundo éxito... Ayúdanos, Señor, a comprender, ayúdanos a aceptar, ayúdanos a esperar. Y un día, no sabemos cuándo, la verdad vencerá a la mentira, la luz espantará a las sombras. Y los impíos contemplarán desconcertados el final imprevisto de la Historia.

2.- SE INVERTIRÁ EL ORDEN.- Es consolador conocer los defectos de quienes acabaron alcanzando la santidad. Alienta el saber las derrotas de los que consiguieron al fin la victoria. Los evangelistas parecen conscientes de esta realidad y no disimulan, ni callan los defectos personales, ni los de los demás apóstoles. En efecto, en más de una ocasión nos hablan de sus pasiones y sus egoísmos, de su ambición y ansia de poder. A los que luchamos por seguir a Jesucristo sin acabar de conseguirlo, esto nos ha de estimular para continuar luchando, para no desanimarnos jamás, pase lo que pase. Es cierto que uno es frágil y que está lleno de malas inclinaciones, pero el Señor es omnipotente y, además, nos ama. Si lo seguimos intentando acabaremos por alcanzar, nosotros también, la gran victoria final.

En esta ocasión que contemplamos, los apóstoles discuten sobre quién de ellos ha de ser el primero. Era una cuestión en la que no se ponían de acuerdo. Cada uno tenía su propio candidato, o soñaba en secreto con ser uno de los primeros, o incluso el cabecilla de todos los demás, el primer ministro de aquel Reino maravilloso que Jesús acabaría por implantar con el poderío de sus milagros y la fuerza de su palabra. Juan y Santiago se atrevieron a pedir, directamente y también a través de su madre, los primeros puestos en ese Reino. Es evidente que la ambición y el afán de figurar les dominaban. Como a ti y a mí tantas veces nos ocurre.

Pero el Maestro les hace comprender que ese no es el camino para triunfar en su Reino. Quien procede así, buscando su gloria personal y su propio provecho, ese no acertará a entrar nunca. "Jesús se sentó -nos dice el texto sagrado-, llamó a los Doce y les dijo: Quien quiera ser el primero, que sea el último y el servidor de todos..." El Maestro, al sentarse según dice el texto, quiere dar cierta solemnidad a su doctrina, enseñar sin prisas algo fundamental para quienes deseen seguirle. Sobre todo para los Doce, para aquellos que tenían que hacer cabeza y dirigir a los demás.

Ser el último y servir con desinterés y generosidad. Ese es el camino para entrar en el Reino, para ser de los primeros. Allá arriba se invertirá el orden de aquí abajo: Los primeros serán los últimos y éstos los primeros. Los que brillaron y figuraron en el mundo, pueden quedar sepultados para siempre en las más profundas sombras. Y quienes pasaron desapercibidos pueden lucir, siempre, radiantes de gozo, ante el trono de Dios.


3.- JESÚS DE NAZARET LO TENÍA MUY CLARO

Por Ángel Gómez Escorial

1.- Es constante la enseñanza de Jesús al respecto de la humildad en el servicio de los demás. Ser el servidor de todos, dice el mismo en el evangelio de San Marcos que hemos escuchado hoy. El ser servidor de todos es un objetivo muy repetido por Él. Y está perfectamente –como queda dicho-- narrado en el evangelio que leemos hoy. Pero nosotros no somos capaces de llegar a ello. O, por lo menos, muy pocos son capaces de entregarse al resto de sus hermanos. Buscamos éxito, singularidad, premios, distinciones. Como máximo, seremos comprensivos y cordiales. Y la mayoría de las veces, ni eso.

2.- ¿Es, pues, una utopía el sistema de relaciones humanas que preconiza Cristo? Sin Él, si. Sin contar con su ayuda, desde luego. Jesús ayuda a quienes se le acercan con gran humildad en el mismo trato íntimo con Él. Y de ella surge el deseo de servir al prójimo. Pero es obvio que resulta difícil. El ejemplo del niño, indefenso y alegre, marca la pauta. El niño no está seguro de sí mismo y espera el apoyo de su entorno querido formado por sus padres, por su familia.

3.- No es fácil asumir bondad y humildad en un mundo que busca la distinción, el éxito; que fuerza la competencia hasta situaciones de violencia real. Y, entonces, ahí con la sabiduría que contiene el ordenamiento litúrgico entra a colación el duro texto de la Carta de Santiago. Hoy se nos habla de la fe sin obras y de la no ayuda a los hermanos más desfavorecidos. Pero incluso, en ese texto, se habla de asesinatos por pura ambición, como modo de explotación al obrero. No es el camino. Cristo nos habla de paz, de amor, de mansedumbre. Ciertamente, de eso hay poco es nuestro entorno. Pero, ¿no es ese el camino del Reino de Dios? ¿No es nuestra obligación hacer lo posible por pacificar nuestras conciencias y nuestro ambiente? En el fondo de nuestros corazones anhelamos la paz, pero hacemos poco por instaurarla. Nuestra revolución reside en cambiar el mundo pacíficamente para llenarlo de amor y de oración.

4.- Nos gustaría cambiar el mundo así, en medio de la paz, del amor, de la plegaria a Dios, de la justicia y del buen reparto de todo lo que merece la pena. La primitiva Iglesia, tal como nos cuenta el libro de los Hechos de los Apóstoles, tenía todo en común. Hoy, todavía, algunas órdenes religiosas siguen ese camino de que todo sea para todos, y nada para uno solo. Es una gran conducta… pero, ¿lo aceptaría mucha gente?, ¿o sería un camino de difícil, tanto, tanto, como para que se pudiera hacer causa de enfrentamientos o generador de violencia? La primera lectura, del Libro de la Sabiduría, da una respuesta terrible. Se pretende acechar al justo, a ese que tiene un proceder muy distinto al de una mayoría. Sin duda, el texto de hoy del Libro de la Sabiduría tiene resonancias mesiánicas y nos narra el sacrificio de Jesús. Y así fue. Parece, no obstante, que el mundo apenas ha cambiado y que el justo es perseguido hasta la muerte. Es la soberbia y la avaricia de muchos lo que lleva a producir persecuciones y muertes. Ojalá todo el mundo tuviera en cuenta el mensaje de Jesús: hay que ser el último para llegar a ser primero en el Reino de Dios. Soltemos amarras del poder, del dinero, del falso prestigio y pongamos a prueba nuestra soberbia con una completa humillación. Es difícil, lo es. Pero nunca como ahora, con tantos problemas en nuestro alrededor hemos de cambiar y hemos de ser servidores de todos, sobre todo de los más pobres… No hay otro camino. Jesús de Nazaret lo tenía muy claro.

 

Fuente: www.betania.es

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