Es un Blog de orientación Cristiano/Católico, dirigido a personas de 16 a años en adelante, en el que se publican diariamente las Lecturas del Día, de acuerdo al Calendario Litúrgico Católico, la Lectio Divina, el Santoral del Día, la Liturgia de las Horas (Laudes, Vísperas y Completas, y otros artículos de orientación espiritual y moral.
La Homilía de Betania: XXXI Domingo Tiempo Ordinario. Ciclo C. 3 de noviembre de 2013
1.- JESÚS CREE EN CADA UNO DE NOSOTROS
Por José María Maruri, SJ
1. - Este Evangelio es la historia del encuentro de dos hombres que se buscan a través de una muchedumbre que los separa. Una muchedumbre que impide el paso de Jesús por pura curiosidad de conocerle. Una muchedumbre que hace tiempo que ha colgado a la espalda de Zaqueo una etiqueta ya inconmovible de hombre odioso, ladrón, mal israelita, pecador, paria de la sociedad humana y divina. Una muchedumbre que ya ha acorralado a Zaqueo, que, en medio de su poder, se siente aislado. Y tal vez por esa su soledad en sus riquezas es por lo que busca a Jesús.
2. - Aquí hay tres miradas, tres modos de mirar y ver. Zaqueo no puede ver a Jesús y quiere verlo. No es pura curiosidad la que le hace hacer el ridículo ante sus conciudadanos subiéndose a un árbol siendo rico y teniendo autoridad. Quiere ver, como el ciego que grita: “Señor que vea. Como el leproso: “si quieres puedes limpiarme. Desde su acorralamiento social por culpa de su profesión y sus riquezas quiere ver a ese hombre que la multitud le impide ver.
Jesús también quiere ver a Zaqueo y por eso levanta sus ojos y le mira. Al fin Jesús ha encontrado al hombre que la multitud le impedía ver. Jesús no se fía de las etiquetas que le han puesto a Zaqueo. La mirada de Jesús atraviesa aquella corteza de odiosidad y pecado y llega a aquel corazón acorralado y encuentra otra persona. Encuentra a ese Zaqueo aún por descubrir. Es la misma mirada que descubrió al verdadero Pedro en medio de sus negaciones. La misma mirada que amó al joven rico y pudo convertirlo en discípulo si él hubiera querido. Jesús creyó en Zaqueo.
Y la multitud también tiene su mirada y al ver que Jesús se invita a comer a la casa del pecador echa sobre el mismo Jesús todo el veneno que tiene acumulado contra Zaqueo. Y esa mirada convierte a Jesús en pecador y amigo de pecadores. La multitud ni cree en Zaqueo ni en Jesús. Y Zaqueo al sentir que Jesús cree en él, se convierte a Jesús y a la multitud. La fe que Jesús ha puesto en él le hace descubrir en aquella multitud anónima a hermanos a los que él ha engañado, hermanos a los que ha robado y traicionado. Y alentado por la fe de un Jesús que por él es tenido por y amigo de pecadores toma su decisión de dar la mitad de sus bienes a los pobres y devolver cuatro veces lo que haya defraudado a aquellos hermanos de la multitud. Zaqueo cree en Jesús porque primero Jesús creyó en él.
3. - Esta es también nuestra historia, sea cual sea la vida que llevemos. Sea lo que sea lo que nos acorrala y nos hace desesperar de empezar una nueva vida. Jesús cree en cada uno de nosotros. Jesús ve en lo hondo de nuestro corazón un nuevo yo que pueden salir a flote de lo más profundo de nuestra miseria y pecado. A pesar de todo Jesús sigue siempre creyendo y esperando en mí. Cuando todos han dejado de creer en mí, todavía Jesús sigue creyendo en mí. Para él nunca soy un ser perdido. Dios haga que cada uno sintamos esa mirada confiada de Jesús y nazca en nosotros una fe ciega en él y abramos los ojos a esos hermanos a los con nuestra vida hemos decepcionado.
2..- JESÚS NOS MUESTRA EL ROSTRO MISERICORDIOSO DE DIOS,
Por Pedro Juan Díaz
1.- Zaqueo era una persona muy mal vista. No daba en absoluto el “perfil” para ser un judío piadoso, ni religioso, ni mucho menos para ir con los que seguían a Jesús. Y es curioso, porque a veces los que no dan el “perfil” son los que acaban dando el “callo” en la sociedad y en la Iglesia (si se les deja), frente a aquellos que son “como Dios manda”, pero no se “mojan”.
2.- Zaqueo era un ladrón, recaudador de impuestos, persona impura (porque andaba todo el día tocando dinero), criticado por sus propios paisanos. No se trata de ocultar sus pecados, que los tenía. Lo importante es cómo vemos que se sitúa Jesús en el Evangelio ante ellos. En la primera lectura, el libro de la Sabiduría dice de Dios: “te compadeces de todos, porque todo lo puedes, cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan”. Y eso es lo que hace Jesús, provocar el arrepentimiento de Zaqueo, y lo consigue.
3.- Jesús no le entra con acusaciones, ni le recrimina su pecado, sino que le dice: “baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”. De esa manera, Jesús nos muestra el rostro misericordioso de Dios, siempre dispuesto al perdón, como dice también la primera lectura: “a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida”. Ese Dios “amigo de la vida” nos ofrece siempre su amor y su perdón. Así nos lo mostró Jesús en sus parábolas.
Esta actitud de Jesús frente a Zaqueo provoca el escándalo de muchos, sobre todo de los que, en teoría, daban el “perfil” para ser personas religiosas. Pero Jesús muestra, una vez más, la acogida incondicional de Dios para con sus hijos, a través de esa mesa abierta y compartida a la que se sienta en casa de Zaqueo. Jesús muestra acogida y confianza en Zaqueo. Zaqueo experimenta que Dios está cerca de él: “hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”.
4.- Muchas veces nuestra tarea como cristianos pasa por acercar a Dios y su Evangelio a personas que están alejadas. Jesús lo hizo sin prejuicios, acogiendo de manera incondicional a todas las personas, sacando lo mejor que llevaban dentro, depositando en ellos toda su confianza, invitándolos a compartir la mesa de la vida, de la fiesta, de la alegría, de la esperanza, del amor y de la fe.
5.- Cada domingo nos acercamos a la misma Mesa que Jesús nos dejó para hacerlo presente siguiendo su mandato: “haced esto en memoria mía”. Pero hay muchos que no se acercan, que no la han descubierto. A ellos somos enviados cuando termina la Eucaristía, para acercarles el mensaje de vida y de esperanza de Jesús, para que, como Zaqueo, puedan experimentar la alegría del encuentro con el Maestro. La Eucaristía nos envía a la “calle”, y es precisamente ahí donde nos quiere Dios, y donde nuestra diócesis nos envía también a través de nuestro Plan Diocesano de Pastoral, de la diócesis de Orihuela-Alicante, que tiene como objetivo “revitalizar la parroquia cuidando su presencia significativa en la calle”.
En la “calle” somos creyentes, ahí vivimos nuestra fe, la compartimos y la testimoniamos. En la “calle” hacemos falta, para ser “levadura en la masa”. Proclamemos juntos nuestra fe en el Dios que hizo de la “calle” un lugar de encuentro con Él.
3.- ZAQUEO ERA UN MAL RICACHÓN
Por Antonio García-Moreno
1.- COMPASIÓN.- Señor, el mundo entero es ante Ti como un grano de arena en la balanza, como una gota de rocío mañanero que cae sobre la tierra. Tu grandeza es infinita. Tú estás por encima de los más lejanos e invisibles sistemas planetarios, estás dentro de los componentes ínfimos del átomo. Lo que es un misterio para la inteligencia de los hombres, es para ti una realidad clara y sencilla.
Es lógico que desde tu majestad suprema mires compasivamente a este pobrecito pigmeo que es el hombre. Y que te sientas inclinado a perdonar su absurda soberbia. Lo mismo que nosotros nos sentimos inclinados a comprender las mil ocurrencias y travesuras de un niño pequeño.
Tu compasión no tiene límites porque ante todo eres Amor. Por eso cierras los ojos a los pecados de los hombres, disimulas y esperas. Confiando que algún día ese niño travieso caiga en la cuenta de tu infinito cariño por él, y deje de ofenderte quebrantando tu Ley.
Otras veces cambias de táctica. Y en lugar de cerrar los ojos y de disimular, coges al niño en tus brazos y le das una azotaina. Tratas de corregirle poco a poco, recordándole tu deseo de que se enmiende, de que cambie de actitud y no siga haciendo fechorías.
Quieres que el niño no corra peligro, que no se arriesgue tontamente a perder su vida. Por eso le recuerdas su falta. Haces que la conciencia se le despierte, que el niño se dé cuenta de que está obrando mal... Sería absurdo pensar que intentas fastidiarnos cuando Tú, a través de lo que sea, nos recuerdas que estamos obrando mal. No, tú sólo buscas nuestro bien. Tú sólo deseas que no sigamos recorriendo un triste camino que termina en la muerte definitiva. Tú, compasivo hasta el infinito, nos llamas con paciencia, nos castigas suavemente, o duramente, pero sólo para que nuestra fe se reavive, sólo para que volvamos nuestros ojos hacia los tuyos e imploremos perdón.
2.- ¿IGLESIA DE LOS POBRES? Se ha venido insistiendo en ciertos sectores en hablar de la Iglesia de los pobres, de modo a veces exclusivista. Se ha considerado que sólo aquellos que nada, o muy poco tienen, son dignos de la atención y el desvelo de la Iglesia. Con ello se ha caído en un defecto que se quería combatir, el concebir a la Iglesia como una sociedad clasista. Si antes se consideraba que la Iglesia era sólo de los ricos, ahora se pensaría que sólo era de y para los pobres.
Como es lógico, ambas concepciones son parciales y extrañas a la mente de su fundador, nuestro Señor Jesucristo. Sólo se podría hablar de la Iglesia de los pobres en el caso de concebir la pobreza en su verdadero y evangélico sentido, la pobreza que consiste en necesitar a Dios, la indigencia del que se siente pecador y necesitado del perdón divino, o la del que se ve pequeño y débil y recurre al Señor como única fuerza capaz de salvarle, en definitiva se trata de la pobreza del que nada tiene y todo lo espera del Padre eterno. De ahí que en el Evangelio se diga que Cristo ha venido para salvar a los pecadores, o también que es preciso ser como niños para entrar en el Reino, o dichosos los pobres porque de ellos es el Reino de los cielos.
Un caso ilustrativo de esta doctrina es el caso de Zaqueo, que hoy nos presenta el Evangelio del día. Era un mal ricachón que amontonó riquezas a costa de los demás. Él mismo lo reconoce cuando habla de compensar a quienes ha defraudado. Ese reconocimiento de su condición de pecador, esa necesidad que sentía del perdón divino, era precisamente su pobreza, la actitud de humildad profunda que Jesús admira y bendice. Por eso, el Señor se compadeció de él, por eso se hospedó en su casa, ante el escándalo de quienes consideran un baldón entrar en la casa de un pecador semejante. Ante la cercanía del Señor, Zaqueo comprende su lastimosa situación y se arrepiente de sus pecados de una forma sincera y valiente. Promete ante todos devolver con creces lo que había robado, pues comprende que sin restitución no hay perdón para quien se queda con lo ajeno. Además promete entregar la mitad de sus bienes a los pobres.
Había comprendido el verdadero interés de Jesucristo por los pobres, había entendido en poco tiempo, que era imposible ser discípulo del Señor y no preocuparse de remediar las necesidades de los demás. Es la misma doctrina que la Iglesia ha venido pregonando a lo largo de su historia, es la misma preocupación por las necesidades de los pobres, que ha vivido el corazón de tantos cristianos que han sabido practicar la justicia y la caridad con aquellos que tenían necesidad de ser remediados. En ese sentido se puede hablar de la Iglesia de los pobres, ya que ellos siempre han ocupado un lugar importante en la vida de la Iglesia, manifestada sobre todo en esas instituciones y órdenes religiosas que se han volcado, y se vuelcan, en los necesitados. Pero ello no nos puede inducir a despreciar a nadie, y menos a los que carecen de los bienes más importantes, los de la comprensión y del perdón divino.
Fuente: www.betania.es