Es un Blog de orientación Cristiano/Católico, dirigido a personas de 16 a años en adelante, en el que se publican diariamente las Lecturas del Día, de acuerdo al Calendario Litúrgico Católico, la Lectio Divina, el Santoral del Día, la Liturgia de las Horas (Laudes, Vísperas y Completas, y otros artículos de orientación espiritual y moral.
La Homilía: Domingo de la Presentación del Señor. 2 de febrero, 2014
1.- EN EL CANDELERO
Por Pedro Juan Díaz
1.- Coinciden en este domingo dos celebraciones: la propia del domingo y la de la Presentación del Señor, que es la que celebramos, por ser fiesta del Señor. En esta fiesta, tradicionalmente conocida como “la candelaria”, vemos en el evangelio como los padres de Jesús van a presentarle a Dios en el Templo de Jerusalén, tal y como marcaba la ley, 40 días después de su nacimiento (si hacéis cuentas desde el 25 de diciembre, se cumplen hoy). Jesús es el primogénito y es consagrado al Señor. Lo mejor de cada casa, de cada cosecha, de cada animal es dado al Señor en acción de gracias. Siempre lo mejor, no lo que sobra. Y para “rescatarlo”, ofrecen lo que prescribía la Ley del Señor: “un par de tórtolas o dos pichones”. Es la ofrenda de los pobres, que José y María hacen por su Hijo.
2.- En el Templo, se encuentran con dos personas llenas de Dios. Simeón era un hombre justo y piadoso y “el Espíritu Santo estaba con él”. Ese Espíritu le hizo reconocer, en aquel Niño, al Mesías. Lo cogió en brazos y bendijo a Dios: “mis ojos han visto a tu Salvador”. Y dice de ese Niño que va a ser una gran luz para todas las naciones, para creyentes y no creyentes. Pero también que será un “signo de contradicción”, y eso provocará dolor, en primer lugar, para su madre, que escucha atenta sus palabras. La otra persona es Ana, una profetisa, que se dedicaba a hablar de Dios y a darle culto. Era viuda muchos años y había consagrado su vida a Dios, con sus ayunos y oraciones. Aquella profetisa, al ver al Niño, “se puso a dar gloria a Dios y a hablar del Niño a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén”.
3.- Dios hizo un gran regalo a aquellas personas: descubrirle a Él mismo en aquel Niño, y llenar de esperanza y alegría sus vidas para siempre. Nosotros podemos también descubrir un regalo de Dios en los niños que nace. Son suyos, son un regalo, son una gracia y, al mismo tiempo, una responsabilidad. Por eso (hoy) se los presentamos, se los “devolvemos”, los ponemos en sus manos de Padre para que crezcan y sean fuertes y estén llenos de sabiduría y gocen del favor de Dios, como aquel Niño Jesús, acompañados de sus padres y de sus padrinos. Han recibido el Bautismo, todos lo hemos recibido, y con él, el Espíritu Santo, la fuerza de Dios para vivir como hijos suyos.
4.- Jesús nos invita a estar “en el candelero” de la vida, dando luz. Así somos los cristianos, como la luz, no para escondernos, sino para iluminar. Para eso recibimos el Bautismo y los demás sacramentos. Y la luz se pone “en el candelero”, en los lugares donde hace falta iluminar. Ahí estamos llamados a estar los cristianos, no recogidos en las sacristías, sino alumbrando el mundo, que necesita de nuestra luz. “En los candeleros” de la vida seremos la luz de Jesús para todos.
5.- Damos gracias a Dios por todo ello en esta celebración, especialmente por todos los niños y niñas que han recibido el Bautismo en esta comunidad parroquial durante el pasado año 2013, y pedimos que nos haga a todos nosotros más conscientes de nuestra responsabilidad de bautizados, llamados a ser luz para todas las personas, especialmente para los más pequeños. Por eso, ahora, renovaremos la fe de nuestro bautismo con las velas encendidas.
2.- EL ANCIANO SIMEÓN Y EL SENTIDO DE LA VIDA
Por Gabriel González del Estal
1.- “Ahora, Señor, según tu promesa puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador”. Cuando el anciano Simeón tomó al niño en sus brazos, sintió profundamente en su alma que en ese momento se estaba cumpliendo la promesa hecha por Dios al pueblo de Israel: aquel niño era el Mesías, el Salvador que alumbraría el camino de todos los pueblos para llegar a Dios. El anciano Simeón era un hombre “justo y piadoso”, que se había pasado la vida aguardando ese momento: “ver al Mesías del Señor, al consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él”. En el mismo momento en el que el anciano Simeón vio cumplida la promesa del Señor, entonó el nunc dimittis: “ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz”. Muchos de nosotros hemos conocido a algunas personas mayores, abuelos, padres, hermanos, que, en los momentos últimos de su vida, se han sentido profundamente agradecidos a Dios y en paz consigo mismo, porque sentían que ya habían cumplido la misión para la que el Señor les había enviado a este mundo. Sí, habían cumplido su misión, la vida había tenido sentido para ellos, no habían vivido en balde y estérilmente. Esto es algo a lo que debemos aspirar todos: a cumplir la misión que Dios nos ha encomendado en esta vida, sea la misión que sea. Que nuestra vida tenga y haya tenido un sentido, tratando de ser siempre fieles al sentido, a la vocación, que el Señor nos ha dado. Todos hemos nacido con una vocación determinada por Dios; seamos fieles a nuestra vocación, cumplamos el sentido de nuestra vida, y, al final, podremos entonar en paz y agradecidos, como el anciano Simeón, el nunc dimittis. Para conseguir esto, pidamos al Señor que el Espíritu Santo more siempre en nosotros.
2.- “De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis”. El profeta Malaquías es el último de los profetas menores, que escribe unos 500 años antes de Cristo. Se acababa de reconstruir el segundo templo, una construcción sencilla porque el pueblo era muy pobre, pero que estaba llamado a ser el centro de un culto religioso renovado, a través del cual entraría en el santuario el Señor a quien el pueblo buscaba; en este templo Yahvé se manifestaría a su pueblo. Para nosotros, los cristianos, fue Jesús de Nazaret la persona en la que se cumplió plenamente esta profecía de Malaquías: Cristo no sólo entró en el santuario, sino que él mismo fue el auténtico santuario donde se manifestó el Padre. Nosotros vemos a la persona de Jesús como al único templo desde el que se manifiesta en toda su pureza la voz y la grandeza de Dios; por eso, uniendo las profecías de Malaquías y la del anciano Simeón, para nosotros Jesús es el auténtico Salvador, el Salvador de todos los pueblos.
3.- “Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote compasivo y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar así los pecados del pueblo”. El autor de esta larga carta a los Hebreos proclama claramente a Jesús como sumo sacerdote, aunque Jesús no fuera de la estirpe de Leví, ni actuara nunca como sacerdote, mientras vivió en este mundo. Y es que el autor de este escrito vio con claridad que el Padre constituyó a su Hijo como sumo sacerdote, después de su muerte en cruz, al aceptar el sacrificio de su propio Hijo, como un sacrificio de expiación y redención de nuestros pecados. Así Cristo fue constituido como único sacerdote eterno, de cuyo sacerdocio participamos todos los cristianos desde el momento mismo de nuestro bautismo. Cristo es así un sacerdote que comprende nuestros dolores y se compadece de nosotros, porque él mismo pasó por la prueba del dolor. También nosotros, como participantes del sacerdocio de Cristo, debemos aceptar nuestros propios dolores como sacrificio de expiación por nuestros pecados y por los pecados del mundo, auxiliando, además, a todas aquellas personas que pasan también por la prueba del dolor.
3.- LA OFRENDA DE JESÚS POR NOSOTROS
Por José María Martín OSA
1.- Ofrenda y obediencia de Jesús. La fiesta de la Presentación del Señor en el Templo, cuarenta días después de su nacimiento, pone ante nuestros ojos un momento particular de la vida de Jesús, con un gran significado teológico. En la primera lectura, la liturgia habla del oráculo del profeta Malaquías: "De pronto entrará en el santuario el Señor". Estas palabras comunican toda la intensidad del deseo que animó la espera del pueblo judío a lo largo de los siglos. Por fin entra en su casa "El Mensajero de la Alianza" y se somete a la Ley: va a Jerusalén para entrar, en actitud de obediencia, en la Casa de Dios. Malaquías anuncia vigorosamente el "Día de Yahvé", cuando Dios destruirá el mal para siempre y asegurará a los fieles una vida saludable. Este anuncio lo realiza vinculándolo muy especialmente al Templo de Jerusalén, y ve el cumplimiento de sus esperanzas cuando Yahvé estará gloriosamente presente en el Templo, y todos los hombres subirán a ofrecer en él un sacrificio aceptable. El significado de este gesto adquiere una perspectiva más amplia en el pasaje de la carta a los Hebreos, proclamado hoy como segunda lectura. Aquí se nos presenta a Cristo, el Mediador que une a Dios y al hombre, superando las distancias, eliminando toda división y derribando todo muro de separación. Cristo viene como nuevo "Sumo Sacerdote compasivo y fiel en lo que a Dios se refiere, y a expiar así los pecados del pueblo". Siendo todavía niño, comienza a avanzar por el camino de la obediencia, que recorrerá hasta las últimas consecuencias.
2.- “Luz para alumbrar a las naciones”. Según la ley mosaica, María y José llevan al Niño Jesús al Templo de Jerusalén para ofrecerlo al Señor. Sus padres cumplen lo que prescribía la Ley: la purificación de la madre, la ofrenda del primogénito a Dios y su rescate mediante un sacrificio. Lucas hace verdadero hincapié en la circuncisión e imposición del nombre. Nos encontramos en este relato con la figura de un niño indefenso e inconsciente, abandonado en manos de sus padres, que lo traen y lo llevan presentándolo a Dios y sometiéndolo al cumplimiento de la ley. Este Jesús que tan pronto ha comenzado a aceptar las instituciones familiares y sociales, será el mismo que relativizará la familia y la sociedad en función del reino. Simeón da al niño una caracterización basándose en títulos de Isaías: "salvación de Dios”, "luz para alumbrar a las naciones”, "gloria de Israel". Tenemos aquí el primer anuncio del universalismo de la misión de Jesús. A ese ancho marco que es el mundo y la vida toda supeditará Jesús toda institución, aun la más querida: la familia. Sin embargo, es en ella donde él fue encontrando el camino de su encarnación concreta.
3.- Jesús será un signo de contradicción. Jesús es un salvador para todos. Pero por el duro corazón del hombre lo que estaba destinado a la salvación se ha convertido para algunos en mensaje de muerte. Este será el trasfondo de toda la tragedia de Jesús. Cuando el creyente vive su mensaje en una intensidad fuerte, puede hacer surgir la contradicción hasta en el seno de su propia familia. En esos momentos de incertidumbre es donde se calibra y mide la actitud que uno tiene ante el reino. Es preciso optar con decisión. El interés de Lucas al relatar la presentación de Jesús en el Templo es expresar la novedad de Dios; es manifestar el profundo significado de la vida y misión de ese pequeño niño. Tal novedad lleva a plenitud las esperanzas mesiánicas de la tradición judía plasmadas en el Antiguo Testamento; por ello Simeón y Ana bendicen y agradecen a Dios, pues han sido testigos de la salvación de Dios a través de la presencia de Jesús; sin embargo, la plenitud de la salvación está mediada por un camino de entrega y sufrimiento, de cruz y de muerte: el camino de la vida de Jesús.
4.- “La alegría del Evangelio en la vida consagrada”. En esta fiesta de la Presentación del Señor la Iglesia celebra la Jornada de la Vida Consagrada, con este lema: “La alegría del Evangelio en la vida consagrada”. Se trata de una ocasión oportuna para alabar al Señor y darle gracias por el don inestimable que constituye la vida consagrada en sus diferentes formas; al mismo tiempo, es un estímulo a promover en todo el pueblo de Dios el conocimiento y la estima por quienes están totalmente consagrados a Dios y viven la “frescura del Evangelio”, de la que nos habla el Papa Francisco.
Fuente: www.betania.es