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20 diciembre 2012 4 20 /12 /diciembre /2012 00:07
Meditación: Jueves de la IIi semana de Adviento. Ciclo C, 20 de diciembre, 2012.

«En el sexto mes fue enviado el ángel Gabriel departe de Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de nombre José, de la casa de David, y el nombre de la virgen era María. Y habiendo entrado donde ella estaba, le dijo: Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo. Ella se turbó al oír estas palabras, y consideraba que significaría esta salutación. Y el ángel le dijo: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios: concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará eternamente sobre la casa de Jacob, y su Reino no tendrá fin.

María dijo al ángel: ¿De que modo se hará esto, pues no conozco varón? Respondió el ángel y le dijo: El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que nacerá será llamado Santo, Hijo de Dios (...). Dijo entonces Maria: He aquí la esclava del Señor hágase en mí según tu palabra. Y el ángel se retiró de su presencia». (Lucas 1, 26-38)

 

1º. Madre, el Evangelio de hoy narra el momento de la anunciación: el día en el que conociste con claridad tu vocación, la misión que Dios te pedía y para la que te había estado preparando desde que naciste.

«No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios.»

No tengas miedo, madre mía, pues aunque la misión es inmensa, también es extraordinaria la gracia, la ayuda que has recibido de parte de Dios.

«¿De que modo se hará esto, pues no conozco varón?»

Madre, te habías consagrado a Dios por entero, y José estaba de acuerdo con esa donación de tu virginidad.

¿Cómo ahora te pide Dios ser madre?

No preguntas con desconfianza, como exigiendo más pruebas antes de aceptar la petición divina.

Preguntas para saber cómo quiere Dios que lleves a término ese nuevo plan que te propone.

«El Espíritu Santo descenderá sobre ti.»

Dios te quiere, a la vez, Madre y Virgen.

«Virgen antes del parto, en el parto y por siempre después del parto» (Pablo IV).

«He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra.»

Madre, una vez claro el camino, la respuesta es definitiva, la entrega es total: aquí estoy, para lo que haga falta.

¡Qué ejemplo para mi vida, para mi entrega personal a los planes de Dios!

Madre, ayúdame a ser generoso con Dios.

Que, una vez tenga claro el camino, no busque arreglos intermedios, soluciones fáciles.

Sé que si te imito, Madre, seré enteramente feliz.

2º. «Nuestra Madre es modelo de correspondencia a la gracia y, al contemplar su vida, el Señor nos dará luz para que sepamos divinizar nuestra existencia ordinaria. (...) Tratemos de aprender, siguiendo su ejemplo en la obediencia a Dios, en esa delicada combinación de esclavitud y de señorío. En María no hay nada de aquella actitud de las vírgenes necias, que obedecen, pero alocadamente. Nuestra Señora oye con atención lo que Dios quiere, pondera lo que no entiende, pregunta lo que no sabe. Luego, se entrega toda al cumplimiento de la voluntad divina: «he aquí la esclava del Señor hágase en mí según tu palabra». ¿Veis la maravilla? Santa María, maestra de toda nuestra conducta, nos enseña ahora que la obediencia a Dios no es servilismo, no sojuzga la conciencia: nos mueve íntimamente a que descubramos «la libertad de los hijos de Dios» (Es Cristo que pasa.-173).

Madre, hoy se ve a mucha gente que no quiere que le dicten lo que debe hacer, que no quiere ser esclavo de nada ni de nadie.

Paradójicamente, se mueven fuertemente controlados por las distintas modas, y no pueden escapar a la esclavitud de sus propias flaquezas.

Tú me enseñas hoy que el verdadero señorío, la verdadera libertad, se obtiene precisamente con la obediencia fiel a la voluntad de Dios y con el servicio desinteresado a los demás.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

Fuente: www.almudi.org

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18 diciembre 2012 2 18 /12 /diciembre /2012 17:40

Meditación: Miércoles III Semana de Adviento. Ciclo C. 19 de diciembre, 2012.

Cultivar el silencio creador… para escuchar la voz de Dios

“Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote, llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una mujer descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel; los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos de avanzada edad. Sucedió que, mientras oficiaba delante de Dios, en el turno de su grupo, le tocó en suerte, según el uso del servicio sacerdotal, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso. Toda la multitud del pueblo estaba fuera en oración, a la hora del incienso. Se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verle Zacarías, se turbó, y el temor se apoderó de él. El ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y a muchos de los hijos de Israel, les convertirá al Señor su Dios, e irá delante de Él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto». Zacarías dijo al ángel: «¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad». El ángel le respondió: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena nueva. Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo».
El pueblo estaba esperando a Zacarías y se extrañaban de su demora en el Santuario. Cuando salió, no podía hablarles, y comprendieron que había tenido una visión en el Santuario; les hablaba por señas, y permaneció mudo. Y sucedió que cuando se cumplieron los días de su servicio, se fue a su casa. Días después, concibió su mujer Isabel; y se mantuvo oculta durante cinco meses diciendo: «Esto es lo que ha hecho por mí el Señor en los días en que se dignó quitar mi oprobio entre los hombres»”
 (Lucas 1,5-25).

1. –“Zacarías... Isabel... Ambos eran justos a los ojos de Dios”. Leeremos la "anunciación" del nacimiento de Juan Bautista. La vocación de Juan Bautista, el que "caminará delante de Dios" está preparada en el corazón y la vida de sus padres que "eran justos a los ojos de Dios".

Responsabilidad de los padres y de las madres. En su modo de vivir, y antes del nacimiento y de la educación de sus hijos, ya están en juego otras vidas.

Te ruego, Señor, por todos los padres de la tierra. Que estén contentos de sus hijos y que sean conscientes de su tarea educativa que se enraíza ante todo en su modo de vida.

-“Isabel era estéril”... A Zacarías le cuesta creer en un posible nacimiento, duda. Humanamente, se comprende. "Soy un hombre viejo y mi mujer de edad muy avanzada". Normalmente ya no hay esperanza de fecundidad. Será pues un nacimiento excepcional como el de Jesús. Y San Lucas evoca algunos natalicios milagrosos del Antiguo Testamento: Isaac, nacido de Abraham de edad muy avanzada. Y de Sara, estéril... Samuel que viene al mundo como un "don de Dios" a una pobre madre sin hijos... y luego José, y Sansón, etc. Un tema bíblico que anuncia el de la maternidad virginal de María: "no hay nada imposible para Dios".

Ante lo “sobrenatural” del nacimiento de Juan el Bautista, Zacarías no manifiesta en el momento oportuno la visión sobrenatural de la fe: «¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad» (Lc 1,18). ¿Pone a prueba a Dios? ¿Le falta la docilidad confiada en los planes de Dios?, no sabemos, la cuestión es que habla cuando “no toca”, y ha de tener un “aprendizaje” para desempeñar mejor su misión. “Soy dueño de mi silencio y esclavo de mis palabras”, decía la canción del grupo “Héroes del silencio”. A veces hablar es no poner atención, estar “despistado”, es decir “fuera de la pista”, y hay que volver a la pista, dejar de estar “fuera de juego” y volver al juego. Es decir, estar preparados para la Navidad, mantener la presencia de Dios a lo largo del día, y para ello tener “el arte de callar”.

El silencio es necesario para escuchar a Dios, para oírle. "Si escuchas la voz de Dios, no endurezcas tu corazón”. Y dice también la Escritura: "Envía tu luz y tu salvación" (Salmo 34). Hemos de pedir luz para descubrir nuestra situación, sin preocuparnos mucho si nos equivocamos, pero aprendiendo de la experiencia, y si es necesario hacer “dieta” de hablar, “ayuno” de palabras, para mejorar en los planes y proyectos. Silencio, para considerar la Presencia, no la ausencia. ¿Para pensar? Sí, y aún mejor: para oír a Dios en mí. Establecer momentos en los que vamos a una isla desierta, para tener en ese oasis paz de ruidos, y encontrarnos a nosotros mismos con sinceridad, atrevernos a ello…

-“No temas, Isabel te dará un hijo que será para ti objeto de gozo y de júbilo y muchos se regocijarán en su nacimiento”. ¡La salvación comienza! Nos llenamos de alegría. Los evangelios de la infancia están inmersos en una atmósfera de alegría. Es el ambiente de Navidad y de Año Nuevo.

-“Caminará delante de Dios revestido del espíritu y de la virtud de Elías”. Recuerdo bíblico; Elías fue el primer profeta... el hombre celoso de la gloria de Dios... cuyo retorno se esperaba para preceder al "mesías". Juan Bautista, como sus padres, "caminará delante de Dios". ¿Camino yo en la presencia de Dios?

-“Para reunir los corazones de los padres con los de los hijos y conducir los incrédulos a la prudencia y fe de los hombres rectos a fin de preparar al Señor un pueblo perfecto capaz de acogerle”. Maravillosa tarea: trabajar para Dios, preparar a los hombres para que sepan "acoger" a Dios. Recuerdo bíblico: el evangelista cita aquí una fórmula del profeta Malaquías (2, 6).

¿Trabajo yo también para Dios? En el mundo de hoy hay "preparaciones". Por medio de una contemplación optimista, busco, en las corrientes actuales de la historia, lo que en germen se está preparando. ¿Participo en ello? Señor, Venga a nosotros tu reino.

-“Yo soy Gabriel, que estoy en la presencia de Dios, de quien he sido enviado a hablarte y a traerte esta feliz nueva”. "En la presencia de Dios", "Delante de Dios". La fórmula se repite sin parar en este comienzo del evangelio. Reflexiono en lo que esta fórmula puede significar para mí. "Estoy delante de ti, ante tu mirada... luego, no estoy nunca solo".

"Buena nueva". Lo que viene de Dios ¡es bueno! Me detengo a pensar en lo que me llega en este momento, y que debería ser una "buena nueva" si yo supiera ver más allá de las apariencias.

-“Y desde ahora quedarás mudo, por cuanto no has creído...” "¡He aquí lo que el Señor ha hecho en mí!" decíase Isabel. La duda de Zacarías lo condujo al silencio, hasta el día que cantará su "benedictus". Isabel, canta ya su acción de gracias en su corazón (Noel Quesson).

“O Radix Iesse”, reza la antífona solemne de hoy: «Oh Renuevo del tronco de Jesé, / que te alzas como un signo para los pueblos, / ante quien los reyes enmudecen / y cuyo auxilio imploran las naciones: / ven a librarnos, no tardes más».

Jesé fue el padre de David. Por tanto «la raíz o el renuevo de Jesé» es la descendencia de la familia de David. El padre de Jesús, José, era de la familia de David, como se había anunciado que seria el Mesías. Pablo ve en este anuncio la universalidad del reinado de Cristo: «Como dice Isaías (11,1.10), aparecerá el retoño de Jesé, el que se levanta para imperar sobre las naciones. En él pondrán los gentiles su esperanza» (Rm 15,12). Nosotros también deseamos que venga a liberarnos de nuestros males (J. Adazábal).

2. El anuncio del nacimiento de Sansón se relaciona con los de Juan y Jesús, y el anuncio del nacimiento de Isaac (Gén 18,9-15). Para Sansón, la debilidad está representada por la esterilidad de su madre, la avanzada edad de su padre y su propia repulsa de los medios normales de subsistencia. La fuerza que le domina aparece así como un don de Dios. Sansón morirá, precisamente, el día en que utilice esta fuerza en provecho propio, y no como un don de Dios, sino como un título de su gloria personal.

-“El ángel del Señor se apareció a la mujer de Manoa: «Bien sabes que eres estéril y que no has tenido hijos; pero tú concebirás y darás a luz un hijo... que será dedicado a Dios desde su concepción»”. La debilidad está representada por la fragilidad del recién nacido y la esterilidad de su madre. Lo que será de mayor es pues un don gratuito. Así, la vida humilde y sencilla que llevó Jesús en la tierra no fue un paréntesis excepcional en la vida eterna de un Dios todopoderoso, sino el más perfecto reflejo de lo que Dios tiene en mayor estima: ¡su amor! ¡Sánanos, Señor, de nuestros sueños de grandeza!

-“El comenzará a salvar a Israel”. Sansón fue un salvador temporal, un liberador que luchó contra los enemigos humanos de Israel, pero a través de esa salvación temporal, Dios ayudaba humanamente a su pueblo y le dejaba entrever otro tipo de «liberación». El verdadero salvador es Jesús. Su nombre, Jesús, en hebreo significa: «Dios salva». Señor, libéranos del pecado. ¡Líbranos del «mal»! Líbranos de todo mal.

-“En lo sucesivo, no bebas vino ni bebida fermentada”. Es un signo de vida austera, el signo del «nazir», del que ha renunciado a muchas cosas para consagrarse exclusivamente a Dios. Juan Bautista también será un nazir. Es el origen lejano de la vida monástica, consagrada. El niño creció, el Señor le bendijo, y el espíritu del Señor comenzó a conducirle. Sabemos por la historia de Sansón que éste no permaneció siempre digno de la misión que había recibido. Morirá precisamente el día que usará su fuerza sobrehumana en provecho personal..., como un título de gloria personal y no como un don de Dios. Ayúdanos, Señor, a ser siempre dóciles a la moción de tu Espíritu (Noel Quesson).

3. En el salmo reconocemos humildemente que Dios es nuestra roca y nuestro refugio, el que nos libra de las dificultades, el que ya desde el seno de nuestra madre nos conoce y nos acompaña a lo largo de nuestra vida. Dios sale al encuentro del hombre, que ha sido dominado por el pecado, o azotado por la pobreza, por la enfermedad o por la injusticia, para librarlo de todo aquello que lo oprime, pues a Él no se le olvida que somos sus hijos. Aún antes de que fuésemos concebidos Él no sólo sabía nuestro nombre, sino que ya nos amaba entrañablemente (homiliacatolica.com).

Llucià Pou Sabaté

Fuente: www.almudi.org

 

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17 diciembre 2012 1 17 /12 /diciembre /2012 20:01

Meditación: Martes de la III semana de Adviento. Ciclo C. 18 de diciembre 2012. Feria Privilegiada

La confianza de san José en Dios es modelo para nosotros… (cómo reacciona ante la “duda”)

“La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en Ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: «Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: “Dios con nosotros”». Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer” (Mateo 1,18-24).

1. En María y José encontramos un matrimonio ejemplar, modelo para todos nuestros hogares, pero muy singular pues Jesús viene de María y del Espíritu Santo. Ratzinger ha escrito un libro sobre la infancia de Jesús, donde cuenta que los "datos históricos" de base han elaborado una especie de "prólogo teológico" a la vida de Jesús (que contemplamos esos días antes de Navidad), algo así como un músico compone una "obertura" donde esboza los temas esenciales que luego desarrollará. Ahí se ve que se cumplen todas las palabras de Dios del Antiguo Testamento, en la Palabra encarnada. Mateo, por ejemplo, subraya todos los signos que muestran que Jesús "cumplió todas las promesas de Dios": él considera los relatos de la infancia de Jesús como un enlace entre el Antiguo y el Nuevo Testamento...  Jesús es verdaderamente aquel que Israel esperaba, el que fue prometido a Abraham y David, el nuevo Moisés. Lucas, por su parte, subraya que Jesús es el salvador universal, prometido también a los paganos, a los gentiles.

Estos "evangelios de la infancia" remiten a menudo a textos y situaciones de la Biblia. Con su apariencia ingenua e infantil, son textos ricos en doctrina, que deben leerse con Fe.

-“Y el nacimiento de Cristo fue de esta manera: María...” María es la que está en el centro de los relatos que leeremos hasta Navidad, y hoy vemos también a San José como foco de luz. –“María, su Madre, estando desposada con José, antes que hubiesen vivido juntos, se halló que había concebido en su seno por obra del Espíritu Santo”. En esta frase tan sencilla hay dos niveles de profundidad. El acontecimiento humano, lleno de encanto, de dos jóvenes que se enamoran y se desposan, con su alegría. Pero ella espera un  hijo sin que hayan tenido relaciones. De manera virginal, pues Dios pudo hacerlo, pues si es Dios puede hacer milagros, como también hizo la resurrección del Señor: "ella concibió por obra del Espíritu Santo". Este niño no es un niño ordinario. De El, se dirá más tarde que es "hombre y Dios". Pero ya está sugerido aquí, en este prólogo del evangelio.

-“José, su esposo, siendo como era justo y no queriendo denunciarla...” De esta duda poco podemos hablar, aunque mucho se ha dicho, pero sin que podamos decir nada concluyente aparte de que el repudio privado era para no difamarla a ella. A mí se me ocurre decir que José pensó en quitarse del medio, viendo un misterio demasiado grande para él. Sabe de su pacto de virginidad, que habían acordado entre los dos. Ella, por vocación; él, seguramente por acompañarla pues la quería en la situación que ella dispusiera, respetando su compromiso con Dios, pues eso hace el amor.

¿María le dijo lo del ángel? Quizá sí, y José la acompañó a visitar y estar esas semanas o meses a su prima Isabel. Quizá se sintió entonces indigno de estar ahí por medio, que molestaba en un plan que no tenía nada que ver con él, como escribía mi amigo Antoni Carol: si les veían muy unidos iba a ser difícilmente creíble el misterio de la Encarnación virginal. Dios no dice nada; María ve a José pensar esas cosas, i ella intuye y sufre pero tampoco dice nada… José hace oración, y sigue sin tener luces. La Virgen intenta hacerse cargo del desconcierto de su esposo —que no se siente digno para acompañarla—.

La decisión de dejar a María era darle libertad, quedaba fuera del riesgo de pública infamia; y él aparecía como causante de la separación. Dios, al ver su docilidad, no le hace sufrir más e interviene en sueños por medio de un ángel. La caricia de Dios da vida otra vez a José, que así se va preparando más y más para su misión.

Hay quien piensa la otra posibilidad, que María sabe y calla, que no dice nada a José, quien al conocer su estado piensa dejarla –quedando él mal- y no discute ni se queja ni pide explicaciones convencido de que algo divino está ocurriendo, y que aquel asunto no es suyo. Cumpliendo la ley, debía dejarla, y la deja libre para no perjudicarla. No estaría ajeno a conocer lo que pasó con el nacimiento de Juan Bautista y los portentos –quedarse mudo Zacarías, etc.-.

Pero al poco, vio que sí estaba implicado, pues tiene también su "anunciación", con la aparición de un ángel, imposición de un nombre, según la función del que nace... y por último, un signo dado como prenda. Es un pasaje paralelo a las otras anunciaciones (de María, Juan Bautista).

-“José, hijo de David, no tengas recelo... Le pondrás por nombre "Jesús" que significa "El Señor salva", pues él es el que ha de salvar a su pueblo. Todo lo cual se hizo en cumplimiento de lo que preanunció el Señor por el profeta Isaías”. Filiación davídica; una promesa de Dios se realiza. Un salvador: una promesa de Dios. Una nueva Alianza: "Emmanuel" Dios-con-nosotros... aquí con el otro nombre, “Salvador”, Jesús. ¡Estaba prometido! Contemplo la delicadeza de José... este justo, capaz de entrar en los secretos de Dios. Dios necesita de los hombres. He aquí un matrimonio, marido y mujer que recibe una responsabilidad excepcional. ¿No soy yo también responsable de un cierto "nacimiento" de Dios, hoy? (Noel Quesson).

José la recibió en su casa y no la conoció hasta que dio a luz”. La acepta tal y como es. Respeto su virginidad, sin poner condiciones. A nivel espiritual, veo que estos pasajes nos enseñan a vivir las “dificultades” en positivo: transformarlas en “posibilidades”, de amar más, de ser más entregados, de tener más fe y perseverancia; así se refuerza el amor y la fidelidad. Las dificultades de “ordinaria administración” no aparecen en el Evangelio: problemas con clientes del taller, rumores de pueblo, estrecheces económicas propias de vivir al día… Se intuye que para ellos los nervios no degeneraban en discusiones; que cuando no podían solucionar una cosa hablando, optaban por el silencio (es una forma de diálogo, cuando se ama): meditar las cosas, el silencio de la oración… Los problemas que nos muestra el Evangelio no son los pequeños de cada día, sólo vemos los más graves… y vemos como actúan, en silencio, "aguantan en el dolor" y esperan el “dedo” de Dios…

José es el que permanece en segundo plano, oculto, escondido, con su sí permanente es el hombre fiel: de fe a prueba de fuego, dócil a la voz del Señor, aunque sea en sueños, como solía hablarle el ángel. Se acomoda a los planes divinos sin protestar. Es el hombre del santo encogimiento de hombros, que todo le está bien. Le veo con una fe que rezumaba paz: cuando una cosa iba como esperaba diría: “gracias a Dios!”, y cuando iba al revés, diría: “bendito sea Dios!”, de manera que siempre estaba entre dar gracias y bendecir a Dios.

Dios ilumina a José en sueños, y José es dócil: aprende a ir al paso de Dios, la idea está expresada en otros relatos como cuando se le indica que vaya a Egipto, que vuelva, etc. Desplazarse a Belén para empadronarse no sería nada fácil, José sabía que era inoportuno aquel viaje; pensaba que algún pariente en Belén les podría albergar, pero una vez más nada salió como ellos habían pensado: el viaje a Egipto muestra, como el episodio del Niño perdido y hallado en el Templo, su disponibilidad… aprenden a meditar las cosas, a ir al paso de Dios, para cumplir su voluntad. Todo esto es modelo para nosotros, les pedimos a José y María que nos ayuden a dejarnos llevar por Dios, a tener confianza y ver esa mano invisible que nos acompaña y nos guía a lo largo de la vida.

2. Mateo insistirá sobre el título "José, hijo de David", siguiendo la tradición de presentar al Mesías como de la familia de David. Así dice Jeremías:

-“Oráculo del Señor: Mirad que vienen días en que suscitaré a David un «Germen justo»”. Los reyes de Judá son nefastos en ese momento, la dinastía davídica está en plena decadencia, y suscita la cólera de Dios en un panorama es muy negro. «Ay de los pastores que dejan que perezca el rebaño de mi pastizal, ¡oráculo del Señor!» «Pero mirad, que vienen días en que nacerá un verdadero rey.» Reinará como verdadero rey, será inteligente y prudente, practicará el derecho y la justicia en la tierra. Un «germen justo», de Dios, de David, el Mesías. La esperanza de todos es un esperar a Cristo, prudente, recto y justo, y a esa obra estamos llamados a cooperar.

-“En sus días estará a salvo el reino de Judá, e Israel vivirá en seguro. Y éste es el nombre que se le dará: «El Señor-justicia-nuestra”. Un rey-mesías cuyo nombre es simbólico. Los nombres tienen mucha importancia para la mentalidad semítica: caracterizan a la persona. Un hombre que no es por sí mismo su propia justicia. Un hombre investido de la misma justicia de Dios. Cuando trato de ser más justo, en realidad "es el Señor mi justicia".

-“Mirad que vienen días en que no se dirá más: «El Señor hizo... en el pasado,» sino: «El Señor hace... hoy»”. Los judíos, del tiempo de Jeremías, solían, como nosotros, referirse al pasado: antes se hacía esto... Una vez Dios hizo que los hijos de Israel salieran del país de Egipto... Jeremías reacciona. Nunca más se dirá esto. Porque, es HOY cuando Dios libera de la esclavitud a su pueblo; es HOY cuando Dios reúne a sus hijos dispersos y les instala en su propio pueblo. Efectivamente, el Señor vive, es un contemporáneo, su acción es actual; pero la mayoría de las veces no sabemos reconocer su obra. Ayúdanos, Señor, a reconocer lo que ahora estás haciendo por nosotros (Noel Quesson).

3. De nuevo el salmo 71 canta al rey ejemplar, que gobierna con justicia, que escucha los clamores de los pobres y oprimidos y sale en su defensa. Ningún rey del Antiguo Testamento cumplió estas promesas. Por eso, tanto el pasaje de Jeremías como el salmo se orientaron claramente hacia la espera de los tiempos mesiánicos. Nosotros, los cristianos, los vemos cumplidos plenamente en Cristo Jesús (J. Aldazábal). «Concédenos, Señor, a los que vivimos oprimidos por el pecado, vernos definitivamente libres por el renovado misterio del nacimiento de tu Hijo» (oración): «Oh Adonai, Pastor de la casa de Israel, / que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente / y en el Sinaí le diste tu ley: / ven a librarnos con el poder de tu brazo».

Llucià Pou Sabaté

Fuente: www.almudi.org

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14 diciembre 2012 5 14 /12 /diciembre /2012 16:59

Meditación: Domingo de la III semana de tiempo de Adviento. Ciclo C. 16 de diciembre, 2012.

¿Qué debemos hacer? También nosotros deberíamos hacer esta pregunta en el umbral de la Navidad. Quienes escucharon la voz de Dios que llegaba a través del Bautista, sintieron cómo se reavivaba en sus corazones el fuego de la esperanza en el Mesías que estaba cubierto por las cenizas del olvido y se purificaban con el bautismo de penitencia que él impartía. Hay que limpiar fondos, porque el vino de más calidad, si se vierte en un recipiente con vinagre, se agría y se pierde. “Yo bautizo con agua; pero... Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego”.

El misterio de la Encarnación se realizó por obra del Espíritu Santo. “La Iglesia no puede prepararse (...) de otro modo, si no es por el Espíritu Santo. Lo que en la plenitud de los tiempos se realizó por obra del Espíritu Santo, solamente por obra suya puede ahora surgir de la memoria de la Iglesia” (Juan Pablo II).

¿Qué debemos hacer? Repartir con los que tienen menos que nosotros y no perjudicar a nadie, contesta en esencia el Bautista. En una palabra: acoger a ese Dios que sale a nuestro encuentro y que desea que le veamos en quienes nos rodean. De esta forma nos iremos identificando progresivamente con Jesucristo haciéndonos una sola cosa con Él.

Reflejar a Cristo en nuestro comportamiento es permitir que pase a través de nosotros ese Amor suyo lleno de solicitud por todos, viviendo atentos a sus esperanzas y temores, alegrías y penas, convicciones y dudas, prestando a quienes lo necesiten una ayuda material, un consejo, un consuelo, una palabra de aliento. “Si el fermento mezclado con la harina —dice S. Juan Crisóstomo— no transforma toda la masa, ¿acaso se trata de un fermento genuino? Y también, si acercando un perfume no esparce olor, ¿acaso llamaríamos a eso perfume? No digas: no puedo influir en los demás, pues si eres cristiano de verdad es imposible que no lo puedas hacer... Es más fácil que el sol no luzca ni caliente que no deje de dar luz un cristiano... Si ordenamos bien nuestra conducta, todo lo demás seguirá como consecuencia natural. No puede ocultarse la luz de los cristianos, no puede ocultarse una lámpara tan brillante”

Reflejar a Cristo en nuestra actuación es cultivar esa apertura de espíritu y grandeza de alma que sepa acoger a todos sin distinciones de ningún género; y, también, sin mostrar desdén ante las debilidades, injusticias y prejuicios de quienes tratamos. S. Francisco de Sales, comentando la parábola del hijo pródigo, dice: “Aunque el hijo volvió harapiento, sucio y maloliente por haber estado entre cerdos, su padre, sin embargo, lo abraza, lo besa amorosamente y llora sobre su hombro; porque era padre, y el corazón de los padres es tierno para el corazón de los hijos”.

S. Josemaría Escrivá decía asimismo: “Poneos siempre en las circunstancias de los demás, así veréis las cosas serenamente, no os disgustaréis nunca, o pocas veces, y comprenderéis, éis, y llenaréis el mundo de caridad”.

Homilía II: a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva

Fuente: www.almudi.org

 

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14 diciembre 2012 5 14 /12 /diciembre /2012 16:07

Meditación: Sábado de la semana II de Adviento. Ciclo C. 15 de Diciembre, 2012.

«Sus discípulos le preguntaron: ¿Por qué entonces dicen los escribas que Elías debe venir primero? El les respondió: Elías ciertamente ha de venir y restaurará todas las cosas. Pero yo os digo que Elías ya ha venido y no lo han reconocido, sino que han hecho con él lo que han querido. Así también el Hijo del Hombre ha de padecer de parte de ellos. Entonces comprendieron los discípulos que les hablaba de Juan el Bautista». (Mateo 17, 10-13)

1º. Jesús, los judíos tenían una señal clara para conocer tu venida: Elías debía aparecer primero.

Y Elías vino: era Juan el Bautista.

Pero no lo reconocieron.

¿Por qué no lo reconocieron?

Él se había proclamado claramente precursor, anunciador del Mesías, cuando había dicho al pueblo: «El que viene después de mí es más poderoso que yo; no soy digno ni de llevar sus sandalias. Él os bautizará en el Espíritu Santo y en fuego» (Mateo 3,11).

Jesús, a veces las cosas están claras, clarísimas, pero yo no las quiero ver.

Unas veces, por pereza, me engaño y no trabajo lo que debo; otras, por no pasar un mal rato, me excuso pensando que aquello que un conocido hace mal ya se lo dirá otro; otras veces es mi falta de generosidad la que no me deja ver en esa circunstancia una ocasión de servir; etc.

Jesús, ayúdame a reconocer en estos detalles que suponen un vencimiento, una señal de tu presencia.

Cuántas veces estás ahí y no te veo.

«Y no lo han reconocido, sino que han hecho con él lo que han querido».

Señor, que no me deje llevar por mis apetencias y gustos, sino que busque hacer en todo lo que quieras Tú.

Y cuando me parezca que no puedo más, que sepa recurrir a Ti.

«Cuán consolado queda un cristiano, al pensar que Dios le ve, que es testigo de sus penalidades y de sus combates, que tiene a Dios de su parte» (Santo Cura de Ars).

2º. «Me preguntas: ¿por qué esa Cruz de palo? - Y copio de una carta: “Al levantar la vista del microscopio la mirada va a tropezar con la Cruz sin Crucifijo, negra y vacía. Esta Cruz, sin Crucificado es un símbolo. Tiene una significación que los demás no verán. Y el que, cansado, estaba a punto de abandonar la tarea, vuelve a acercar los ojos al ocular y sigue trabajando: porque la Cruz, solitaria está pidiendo unas espaldas que carguen con ella» (Camino.-277).

Jesús, cuántas ocasiones tengo de ofrecerte mi trabajo, de estar contigo o con tu Madre Santísima sin necesidad de hacer cosas raras.

Sólo tengo que tener a la vista -en mi mesa de trabajo, en la mesita de noche-  un crucifijo o una estampa de la Virgen a la que pueda decir una jaculatoria, un piropo, o dirigir una simple mirada.

Jesús, vas a nacer en Belén.

Tampoco allí te reconoció nadie.

Ni siquiera tuvieron sitio para Ti en la posada del pueblo.

Me tengo que convencer de que Tú no quieres mostrarte al mundo aparatosamente.

O te sé reconocer en los detalles pequeños de cada día, o no te encontraré nunca.

Y los que no reconocieron al Bautista acabaron matándole, crucificándote luego a Ti.

«Así también el Hijo del Hombre ha de padecer de parte de ellos».

Por eso, es muy importante -es vital- que aprenda a ofrecerte las cosas, que aprenda a contar contigo cuando tengo que decidir hacer o no hacer algo, que aprenda a pedirte ayuda cuando lo necesito, que aprenda a darte gracias por todo, porque todo lo que me ocurre, ocurre por mi bien.

Madre, tú sí que has sabido reconocer a Dios en tu hijo.

No te acostumbraste nunca a tratarlo como quien era: el Hijo de Dios.

Mientras El vivía con plena normalidad entre los demás niños de Nazaret, tú le amaste con todo el corazón de madre y con toda la piedad de una criatura que vive con su Creador.

Ayúdame a no acostumbrarme nunca a tenerlo tan cerca: en el sagrario, en mi alma en gracia.

Madre, me doy cuenta de que, si mantengo mi devoción a ti -a través del rezo del santo rosario, de tener una imagen tuya cerca, de llevarte en mi pecho en el escapulario- tú me irás recordando constantemente a tu Hijo, me lo irás dando a conocer cada día más, y no permitirás que ninguna tentación me aparte de Él.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

Fuente: www.almudi.org

 

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13 diciembre 2012 4 13 /12 /diciembre /2012 03:48

Meditación: Viernes de la semana II Semana de Adviento. Ciclo C. 14 de diciembre, 2012.

«¿Con quién voy a comparar esta generación? Se parece a niños sentados en las plazas que, gritando a sus compañeros, dicen: Os hemos cantado al son de la flauta y no habéis bailado; os hemos cantado lamentaciones y no habéis llorado.

Porque ha venido Juan que no come ni bebe y dicen: Tiene un demonio. Ha venido el Hijo del Hombre que come y bebe y dicen: Mirad un hombre comilón y bebedor amigo de publicanos y pecadores. Pero la sabiduría se acredita por sus propias obras». (Mateo 11, 16-19)

 

1º. Jesús: ¿qué más puedes hacer por mí?

Has probado todas las combinaciones: me has mostrado la alegría de servirte; me has advertido del castigo que merecen los que mueren en pecado mortal; me has dado el ejemplo de profetas y santos muy diversos; y finalmente has muerto en la cruz por mí.

Tienes razón, Jesús, a veces parezco un niño que no se conforma con nada, aunque en el fondo de mis excusas hay bastante de egoísmo y comodidad.

Hoy, mirando al sagrario donde te encuentras encerrado por amor a mí, me pregunto: ¿Qué más puedes hacer para que te ame, para que te entregue un poco de mi tiempo, de ese tiempo que Tú mismo me has regalado?

Está claro que siempre puedo encontrar excusas: ¿por qué he de hacer más, si tal persona tampoco lo hace?

¿Por qué siempre yo?

¿Por qué he de hacer esta norma de piedad?

¿Por qué he de obedecer a alguien que tampoco será perfecto?

Ese sacerdote es poco simpático; ese sacerdote es poco serio... Jesús: a todo le encuentro pegas.

A todo... menos a mi criterio.

Jesús, Tú ya has hecho mucho: has venido al mundo, te has hecho hombre; has trabajado, reído y sufrido como nosotros; has muerto en la cruz y te has quedado en la Eucaristía.

¿Qué más puedes hacer?

Que no ponga más excusas para venir a verte, para recibirte en la comunión, para tenerte presente en mi trabajo... y en mi descanso.

2º. Es más fácil decir que hacer: - Tú..., que tienes esa lengua tajante -de hacha-, ¿has probado alguna vez, por casualidad siquiera, a hacer «bien» lo que, según tu «autorizada» opinión, hacen los otros menos bien?» (Camino.-448).

«Ha venido Juan que no come ni bebe y dicen... Ha venido el Hijo del Hombre que come y bebe y dicen...»

Decir es muy fácil.

Criticar lo sabe hacer cualquiera.

«Pero la sabiduría se acredita por sus propias obras».

Son las obras lo que cuenta.

En vez de criticar tantas cosas que me parece que se hacen mal, yo ¿qué hago?

Jesús, en mi vida diaria tengo miles de ocasiones para mejorar mi actitud de crítica negativa.

Desde un plato que se ha quemado un poco, o un recado que alguien entendió mal, hasta un jefe o un profesor que se ha equivocado, o un conocido que da mal ejemplo.

¿Cómo lo habría hecho yo en esas circunstancias?

¿No podría haber hecho algo para mejorar aquella situación?

Jesús, que no permita ninguna crítica a tu Iglesia, ni a tus ministros.

El que tenga una queja, debería preguntarse primero qué ha hecho él por la Iglesia.

Siempre hay gente dispuesta a criticar a la Iglesia.

No importa lo que hagan sus miembros, porque siempre se puede criticar algo.

Ocurre como te ocurría con los fariseos: si estás con unos, porque estás con unos; si estás con todos, porque quieres abarcarlos a todos; si haces algo, porque no haces lo otro; y así sucesivamente.

«Así como los buitres, que pasan volando por muchos prados y lugares amenos y olorosos sin que hagan aprecio de su belleza, son arrastrados por el olor de cosas hediondas; así como las moscas, que no haciendo caso de las partes sanas van a buscar las úlceras, así también los envidiosos no miran ni se fijan en el esplendor de la vida, ni en la grandeza de las obras buenas, sino en lo podrido y corrompido» (San Basilio).

Que no caiga yo en el vicio de la crítica negativa, de la murmuración, del descrédito.

Que busque siempre el lado positivo, el esfuerzo realizado, la buena intención.

Que intente comprender, perdonar, enseñar con paciencia, aguantar los defectos de los demás que no sean ofensa de Dios -como ellos también soportan los míos-, alabar o callarme antes de criticar.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

Fuente: www.almudi.org

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12 diciembre 2012 3 12 /12 /diciembre /2012 21:26
Meditación: Jueves de la II semana de Adviento. Ciclo C, 13 de diciembre, 2012.

«En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer nadie mayor que Juan el Bautista. Pero el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él. Desde los días de Juan hasta ahora, el Reino de los Cielos padece violencia, y los esforzados lo conquistan. Porque todos los Profetas y la Ley profetizaron hasta Juan. Y si queréis comprenderlo, él es Elías, el que ha de venir El que tenga oídos, que oiga».  (Mateo 11, 11-15)

1º. Juan el Bautista es Elías, el Profeta que había de venir, según estaba escrito, para prepararte el camino.

Con él se acaba el Antiguo Testamento. Juan es el más grande de esta etapa, el más fiel a Dios, el más unido a Ti.

«No ha surgido entre los nacidos de mujer nadie mayor que Juan el Bautista.»

Pero empieza una nueva era, la del Reino de los Cielos, que Juan anuncia como próxima.

Es la era de la Gracia: el Nuevo Testamento, sellado con tu propia sangre, Jesús.

¿Cómo nos unirá a Ti la Gracia que recibimos en los sacramentos, para que puedas decir: «pero el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que Juan?»

Ni siquiera Juan el Bautista con todas sus virtudes, con todo su sacrificio, con todas las profecías que hizo, se puede comparar al último de los cristianos en estado de gracia: porque, con el Bautismo, somos hechos hijos de Dios.

«La gracia es una participación en la vida de Dios. Nos introduce en la intimidad de la vida trinitaria: por el Bautismo el cristiano participa de la gracia de Cristo, Cabeza de su Cuerpo. Como «hijo adoptivo» puede ahora llamar «Padre» a Dios, en unión con el Hijo único. Recibe la vida del Espíritu que le infunde la caridad y que forma la Iglesia» (CEC.-1997).

Jesús, a veces no me doy cuenta de lo importante que es estar en gracia, sin pecado mortal.

No me doy cuenta de que entonces te tengo dentro de mí, junto con el Padre y el Espíritu Santo: Dios dentro de mí, dentro de mi casa.

Por eso no doy tampoco importancia al pecado, que me da la «libertad» de echarte de mi alma, como a un intruso.

Jesús, que no te expulse de mi alma nunca, nunca.

Y para conseguirlo, me he de acostumbrar a poner la lucha lejos de las caídas graves, en cosas pequeñas: en el cumplimiento fiel del plan de vida, en hacer pequeñas mortificaciones, en estudiar o trabajar las horas previstas, en tener detalles de servicio con los demás.

2º. «Algunos se comportan, a lo largo de su vida, como si el Señor hubiera hablado de entregamiento y de conducta recta sólo a los que no les costase -¡no existen!-, o a quienes no necesitaran luchar

Se olvidan de que, para todos, Jesús ha dicho: el Reino de los Cielos se arrebata con violencia, con la pelea santa de cada instante» (Surco.-130).

El Reino de los Cielos, que es vivir con Dios, se alcanza con lucha: «los esforzados lo conquistan».

Vivir contigo, Jesús, cumpliendo tu voluntad, sirviéndote y amándote, no es una fantasía sentimental -sentimentaloide- en la que nada cuesta y todo va rodado.

¡Hay que luchar!

Tú mismo me has dicho: «Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame» (Mateo 16,24).

He de luchar contra mí mismo: contra mi propia voluntad, si es contraria a la tuya; contra comodidades y gustos personales.

Jesús, a veces me desanimo porque me cuesta seguirte.

Y entonces pienso: «esto no es para mí»; «yo es que soy así; en cambio, a ése otro si que le va: lo hace todo bien».

¿Es que no le cuesta a «ése otro»?

Lo que ocurre es que soy un comodón, y no quiero luchar lo que debería.

Espabílame, Jesús.

No dejes que caiga en la tibieza -la lucha a medias- porque la tibieza atonta, y si no la combato, cada vez me costará más luchar.

«El que tenga oídos, que oiga.»

No me sugieres: «si te resulta fácil...»; sino que me das tu gracia, me tocas por dentro y me dices: «tú que tienes formación, sígueme más de cerca».

Jesús, aunque me cueste, quiero seguirte.

Si te sigo de verdad, me enamoraré más y más de Ti, y me costará menos luchar.

Pero siempre tendré que luchar, porque sólo «los esforzados te conquistan.»

 

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

Fuente: www.almudi.org

 

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12 diciembre 2012 3 12 /12 /diciembre /2012 21:26
Meditación: Jueves de la II semana de Adviento. Ciclo C, 13 de diciembre, 2012.

«En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer nadie mayor que Juan el Bautista. Pero el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él. Desde los días de Juan hasta ahora, el Reino de los Cielos padece violencia, y los esforzados lo conquistan. Porque todos los Profetas y la Ley profetizaron hasta Juan. Y si queréis comprenderlo, él es Elías, el que ha de venir El que tenga oídos, que oiga».  (Mateo 11, 11-15)

1º. Juan el Bautista es Elías, el Profeta que había de venir, según estaba escrito, para prepararte el camino.

Con él se acaba el Antiguo Testamento. Juan es el más grande de esta etapa, el más fiel a Dios, el más unido a Ti.

«No ha surgido entre los nacidos de mujer nadie mayor que Juan el Bautista.»

Pero empieza una nueva era, la del Reino de los Cielos, que Juan anuncia como próxima.

Es la era de la Gracia: el Nuevo Testamento, sellado con tu propia sangre, Jesús.

¿Cómo nos unirá a Ti la Gracia que recibimos en los sacramentos, para que puedas decir: «pero el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que Juan?»

Ni siquiera Juan el Bautista con todas sus virtudes, con todo su sacrificio, con todas las profecías que hizo, se puede comparar al último de los cristianos en estado de gracia: porque, con el Bautismo, somos hechos hijos de Dios.

«La gracia es una participación en la vida de Dios. Nos introduce en la intimidad de la vida trinitaria: por el Bautismo el cristiano participa de la gracia de Cristo, Cabeza de su Cuerpo. Como «hijo adoptivo» puede ahora llamar «Padre» a Dios, en unión con el Hijo único. Recibe la vida del Espíritu que le infunde la caridad y que forma la Iglesia» (CEC.-1997).

Jesús, a veces no me doy cuenta de lo importante que es estar en gracia, sin pecado mortal.

No me doy cuenta de que entonces te tengo dentro de mí, junto con el Padre y el Espíritu Santo: Dios dentro de mí, dentro de mi casa.

Por eso no doy tampoco importancia al pecado, que me da la «libertad» de echarte de mi alma, como a un intruso.

Jesús, que no te expulse de mi alma nunca, nunca.

Y para conseguirlo, me he de acostumbrar a poner la lucha lejos de las caídas graves, en cosas pequeñas: en el cumplimiento fiel del plan de vida, en hacer pequeñas mortificaciones, en estudiar o trabajar las horas previstas, en tener detalles de servicio con los demás.

2º. «Algunos se comportan, a lo largo de su vida, como si el Señor hubiera hablado de entregamiento y de conducta recta sólo a los que no les costase -¡no existen!-, o a quienes no necesitaran luchar

Se olvidan de que, para todos, Jesús ha dicho: el Reino de los Cielos se arrebata con violencia, con la pelea santa de cada instante» (Surco.-130).

El Reino de los Cielos, que es vivir con Dios, se alcanza con lucha: «los esforzados lo conquistan».

Vivir contigo, Jesús, cumpliendo tu voluntad, sirviéndote y amándote, no es una fantasía sentimental -sentimentaloide- en la que nada cuesta y todo va rodado.

¡Hay que luchar!

Tú mismo me has dicho: «Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame» (Mateo 16,24).

He de luchar contra mí mismo: contra mi propia voluntad, si es contraria a la tuya; contra comodidades y gustos personales.

Jesús, a veces me desanimo porque me cuesta seguirte.

Y entonces pienso: «esto no es para mí»; «yo es que soy así; en cambio, a ése otro si que le va: lo hace todo bien».

¿Es que no le cuesta a «ése otro»?

Lo que ocurre es que soy un comodón, y no quiero luchar lo que debería.

Espabílame, Jesús.

No dejes que caiga en la tibieza -la lucha a medias- porque la tibieza atonta, y si no la combato, cada vez me costará más luchar.

«El que tenga oídos, que oiga.»

No me sugieres: «si te resulta fácil...»; sino que me das tu gracia, me tocas por dentro y me dices: «tú que tienes formación, sígueme más de cerca».

Jesús, aunque me cueste, quiero seguirte.

Si te sigo de verdad, me enamoraré más y más de Ti, y me costará menos luchar.

Pero siempre tendré que luchar, porque sólo «los esforzados te conquistan.»

 

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

Fuente: www.almudi.org

 

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11 diciembre 2012 2 11 /12 /diciembre /2012 19:19

Meditación: Miércoles II Semana de Adviento. Ciclo C. 12 de diciembre, 2012.

«Venid todos los fatigados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas: porque mi yugo es suave y mi carga ligera». (Mateo11, 28-30)

1. Jesús, desde tu nacimiento en Belén me enseñas una nueva forma de vivir en la tierra.

Es la forma del amor verdadero, del amor entregado, del amor sacrificado.

Desde fuera  para el que no la pone en práctica  es como un yugo: sacrificio, cruz, entrega, trabajo, servicio, obediencia.

Pero para el que te sigue, ese “yugo es suave y su carga es ligera”.

La verdadera carga la soporta el que intenta liberarse de tus mandatos, ir a la suya, no obedecer a nadie más que a si mismo: porque acaba obedeciendo a sus caprichos, a sus gustos y a sus vicios, en medio de una vida triste y vacía.

El gran enemigo del alma es la soberbia, porque es la que se opone continuamente a que obedezcamos, a que nos esforcemos por cumplir una voluntad distinta de la nuestra, como si de este modo perdiéramos la libertad.

“Si bien todos los vicios nos alejan de Dios, sólo la soberbia se opone a Él; a ello se debe la resistencia que Dios ofrece a los soberbios” (Santo Tomas)

¿Cómo estoy de humildad?

“Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas.”

Jesús, que aprenda de Ti a ser humilde, a cumplir libremente la voluntad de Dios, como lo hiciste Tú durante toda tu vida: desde Belén basta el Calvario.

Sólo así encontraré esa paz interior que, junto con la alegría, es uno de los frutos más característicos de la vida cristiana.

2. El amor de Dios es celoso; no se satisface si se acude a su cita con condiciones: espera con impaciencia que nos demos del todo (...). Quizá pensaréis: responder que si a ese Amor exclusivo, ¿no es acaso perder la libertad? (...) Cada uno de nosotros ha experimentado alguna vez que servir a Cristo Señor nuestro comporta dolor y fatiga. Negar esta realidad supondría no haberse encontrado con Dios. El alma enamorada conoce que, cuando viene ese dolor, se trata de ana impresión pasajera y pronto descubre que el peso es ligero y lo carga es suave, porque lo lleva El sobre sus hombros.

Pero hay hombres que no entienden, que se rebelan contra el Creador (...) Son almas que hacen barricadas con la libertad. ¡Mi libertad, libertad! (...) Su libertad se demuestra estéril, o produce frutos ridículos, también humanamente. El que escoge, ¡con plena libertad!,  una norma recta de conducta, tarde o temprano se verá manejado por otros.

¡Pero nadie me coacciona!, repiten obstinadamente. ¿Nadie? Todos coaccionan esa ilusorio libertad, que no se arriesga a aceptar responsablemente las consecuencias de actuaciones libres, personales. (...) Nada más falso que oponer la libertad a la entrega, porque la entrega viene como consecuencia de la libertad. Mirad, cuando una madre se sacrifica por amor a sus hijos, ha elegido; y según la medida de ese amor, así se manifestará su libertad. (...) La libertad sólo puede entregarse por amor.

Por amor a la libertad, nos atamos. Únicamente la soberbia atribuye o esas ataduras el peso de una cadena. La verdadera humildad, que nos enseño Aquel que es manso y humilde de corazón, nos muestra que su yugo es suave y su carga ligera: el yugo es la libertad, el yugo es el amor, el yugo es la unidad, el yugo es la vida, que Él nos ganó en la Cruz (Amigos de Dios. 28-32)

El verdadero descanso para mi alma lo experimento, Jesús, cuando cumplo tu voluntad, aunque me cueste, atándome a ese yugo tuyo por amor, entregándote libremente mis gustos, mis intereses, mis deseos, porque me da la gana quererte sobre todas las cosas.

A pesar de tener esta idea muy clara, a veces me canso de luchar.

Que sepa acudir a Ti en esos momentos de fatiga, para descargar ese peso en tus manos paternales, dejándome también guiar en la dirección espiritual, con humildad.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

 

Fuente: www.almudi.org

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10 diciembre 2012 1 10 /12 /diciembre /2012 16:33

Meditación: Martes de la II semana de Adviento. Ciclo C. 11 de diciembre 2012

Dios nos ayuda siempre a la conversión: «No es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños»

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca de la descarriada? Y si llega a encontrarla, os digo de verdad que tiene más alegría por ella que por las noventa y nueve no descarriadas. De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños»” (Mateo 18,12-14).

1. –“¿Qué pensáis de esto? Si un hombre tiene cien ovejas, y una de ellas se descarría, ¿no dejará las noventa y nueve en el monte, e irá en busca de la descarriada?” Jesús, tú habías visto a los pastores abandonar la guarda del conjunto del rebaño para ir por los riscos a buscar la oveja perdida. Y pensaste que Dios es así. Por su parte no hay nunca ruptura. Cuando una sola alma se aleja de El, esto no le deja indiferente. Procuro contemplar, en el mundo de hoy y para con los hombres y mujeres que conozco, este anhelo del corazón de Dios. Un Dios a la búsqueda... del hombre. Un Dios que mantiene el contacto.

«Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas...» Es preciosa la imagen del buen pastor que va a por la oveja perdida dejando las 99. «Jesús no sabe matemáticas –decía Van Thuân en el retiro que dio ante Juan Pablo II, al hablar de los «defectos» de Jesús-. Lo demuestra la parábola del Buen Pastor. Tenía cien ovejas, se pierde una de ellas y sin dudarlo se fue a buscarla dejando a las 99 en el redil. Para Jesús, uno vale lo mismo que 99 o incluso más».

-“Y si por dicha la encuentra -en verdad os digo- que más se alegra por causa de ésta, que por las noventa y nueve que no se le han perdido”. El centro de esta parábola es: ¡la alegría de Dios! Su alegría es encontrar de nuevo, es perdonar, es salvar, es devolver la felicidad. La "misericordia" de Dios es la principal de las maravillas de Dios al mundo. Un Dios que no condena. Un Dios que no riñe al descarriado. Un Dios que va en su búsqueda, y que es feliz al encontrarle. Quiere a todas las otras ovejas; pero ésta le ha dado una particular alegría; y desde ahora se sentirá más vinculado a ella: porque le ha salvado la vida. Habría muerto desgraciada, lejos del rebaño. Y he ahí que trota alegremente entre sus compañeras.

-“Así que no es la voluntad de vuestro Padre, que está en los cielos, el que perezca uno solo de estos pequeñuelos”. Es esta una frase absolutamente capital. Es la culminación del evangelio, o un corazón, un centro, del evangelio. Es lo que explica el resto: la encarnación, la pasión de Jesús. ¡"Dios quiere" la salvación de todos! ¡Dios "no quiere" que uno solo se pierda! ¡Aquí está la "voluntad de Dios! ¡Aquí está su querer! He ahí por lo que se afana cada día: salvar... salvar... salvar...

-“Uno solo de estos "pequeños"” El más "pequeño", el más insignificante en apariencia... ¡es importante a los ojos de Dios! (Noel Quesson).

Jesús con las parábolas nos prepara para la aventura de la vida, para no caer en los lazos de la visión exclusivamente racional, “las matemáticas”; y proclama esa llamada universal para todos: la meta es ser santos. Para ello nos llama el Señor: “Yo te he escogido! Tu eres mío!” Nos ha llamado por amor, no por nuestros méritos, y nos busca siempre para recordarnos nuestra condición (estar en el redil: tener una vida llena, de amor). Dios se nos da, y nos recuerda que sin donación no hay vida, ésta se quema sin sentido. “Que tu vida no sea una vida estéril. —Sé útil. —Deja poso. —Ilumina, con la luminaria de tu fe y de tu amor.

”Borra, con tu vida de apóstol, la señal viscosa y sucia que dejaron los sembradores impuros del odio. —Y enciende todos los caminos de la tierra con el fuego de Cristo que llevas en el corazón” (J. Escrivá). Es Dios quien nos pone esos ideales grandes, quien con su Resurrección nos invita a ir “¡mar adentro!” Mar adentro significa hacerlo todo por amor (estudio o trabajo, deporte o un paseo…). También significa que Dios me espera con los brazos abiertos siempre, como vemos en la parábola del hijo pródigo o la que comentamos hoy, de la oveja perdida. Hay una significación profunda en todo ello, y es que Dios nos trata a cada uno como a su hijo. Lo ponía de relieve de manera muy bonita san Josemaría Escrivá: “Es preciso convencerse de que Dios está junto a nosotros de continuo. -Vivimos como si el Señor estuviera allá lejos, donde brillan las estrellas, y no consideramos que también está siempre a nuestro lado.

”Y está como un Padre amoroso -a cada uno de nosotros nos quiere más que todas las madres del mundo pueden querer a sus hijos-, ayudándonos, inspirándonos, bendiciendo... y perdonando.

”Cuántas veces hemos hecho desarrugar el ceño de nuestros padres diciéndoles, después de una travesura: ¡ya no lo haré más!

”-Quizá aquel mismo día volvimos a caer de nuevo... -Y nuestro padre, con fingida dureza en la voz, la cara seria, nos reprende..., a la par que se enternece su corazón, conocedor de nuestra flaqueza, pensando: pobre chico, ¡qué esfuerzos hace para portarse bien!

”Preciso es que nos empapemos, que nos saturemos de que Padre y muy Padre nuestro es el Señor que está junto a nosotros y en los cielos».

La santidad consiste en amar a Dios con todas tus fuerzas, hacerlo todo por Él, y para ello apartar lo que nos aparta de Él, quitarlo, tirarlo. Pero si sólo fuera esto, podríamos desanimarnos, perdernos. En cambio, el Evangelio de hoy nos recuerda que todo tiene remedio, que nunca hay motivos para la desesperación, que por más defectos no hemos de descorazonarnos, que este sentirnos amados por Dios siempre nos anima luchar mucho más que el miedo al castigo. Recuerdo lo que le pasó en la guerra de la antigua Yugoeslavia a un Capitán llamado O’Grady, que cayó en terreno enemigo y se escondió muy bien en la selva, estuvo una semana hasta que lo rescataron –de modo espectacular, en helicóptero-, aprendiendo a sobrevivir en condiciones penosas. Aludiendo a la suerte que tuvo, luego diría: “ha sido el entrenamiento y Dios”. La certeza de que Dios nos ama es un acicate para recomenzar cada día, cada momento. Son ejemplo de no cumplir con las normas, pero no por ello desesperar, muchos personajes de la Escritura Sagrada, comenzando por el rey David, continuando con san Pedro, y tantos santos nos lo recuerdan con sus vidas. Precisamente un signo grandioso que demuestra la autenticidad de la Historia Sagrada es que no se han mitificado las cosas malas del pueblo, sino que aparecen con toda su crudeza. Todo ello nos habla de que lo importante no es la perfección en todos los actos sino el amor que siempre resulta, al final de recomenzar. La Magdalena llora su pecado y es santa. El pecado nos da la sensación subjetiva de que aquello ya no tiene arreglo: dicen que es la gran tentación del demonio, que aprovecha estos momentos, y nos hace pensar que “de perdidos al río” con una tristeza que lleva a pecar ya sin medida. Pero es una concepción individualista del pecado, de trauma encubierto o de un resentimiento mal curado. Sería como haberse manchado, una falta de ortografía, un jarrón precioso que se ha roto. Pero la relación personal nunca es así, si el pecado es ofensa a Dios, es a una Persona a la que hemos de pedir perdón cuanto antes, sin caer en razonamientos que sería como decir “pues le he dado una bofetada a esta persona, pues ya le doy cien”.

Lo mejor para huir del pecado es pensar en cuestión de amor: “¿Qué cuál es el secreto de la perseverancia? El amor. Enamórate, y no le dejarás” (J. Escrivá), y saber recomenzar. Para ello, hay que evitar las ocasiones, aquellos lugares o ciertas actividades en momentos de ocio, la valentía de huir de las ocasiones, de las tentaciones, no enfrentarse a ellas sino huir… la mejor muestra de arrepentimiento es levantarse enseguida, ir a curarse, no morir desangrado, dejar el alma sensible sin caer en la dureza del alma.

Nunca es tan grande el hombre como cuando arrodillado pide perdón. Reconocer que somos pecadores para poder acoger el perdón, como el publicano y no como el fariseo, es algo muy bonito, que lleva a una sana comprensión o aceptación de uno mismo que lleva a no escandalizarse, y por eso también ser más comprensivos con los demás. Cuentan que Aníbal en sus barcos de guerra llevaba vasos con víboras que había mandado prender a sus soldados, que cuando llegaron a luchar contra el enemigo, las lanzaron y picaron a muerte a los que se reían de aquella extravagancia del general, sin pensar en sus mortíferas mordeduras. Cuando fueron cayendo por ellas, esto causó el pánico y consiguió Aníbal la victoria. Esto lleva a pensar en una cierta “estrategia” del demonio, que es reírse del peligro y luego en cambio caer en el pánico. No hay que caer en la soberbia, que hace despreciar el peligro y por imprudencia caer en el él, para luego justificarnos, no reconocer nuestros fallos, y acabar con el desánimo. Por tanto, vasos sí somos, y portadores de Dios, pero vasos deleznables. Fallamos, pues tenemos pasiones, errores, flaquezas, y el buen pastor siempre nos va a ayudar, a decirnos aquel “¡levantaos, vamos!” que proclamó Jesús en aquella oración del huerto. (Son muchas las ocasiones que la liturgia comenta esta imagen del buen pastor, que aquí hemos visto en la perspectiva de ir a buscar la perdida, sobre todo cuando Jesús asume esta imagen, pues él es el buen pastor que da la vida por las ovejas, es decir por nosotros. Habrá ocasión de volver sobre el tema).

2. –“Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalén”. Palabras de Isaías que vienen de Dios, tan humanas, todas llenas de emoción. Se está preparando la Encarnación de Dios: «Navidad» se acerca... un Dios que viene a consolar, un Dios que «habla al corazón». Pero, ¿qué quiere decirnos Dios? ¿Qué tiene que decirnos tan importante y tan dulce?

-“Proclamad que ya ha cumplido su servicio, que su culpa ya está perdonada, que Jerusalén, de la mano del Señor, ha recibido doble castigo por todas sus faltas...” Sí, quiere hablarnos de la misericordia de su Corazón. Los deportados a Babilonia han terminado ahora su duro exilio, han pagado bastante caro su redención. Pronto serán liberados y volverán a su país. Dios está conmovido. Su corazón no quiere el castigo del pecador, sino sólo su arrepentimiento. Es como si hubiera castigado algo forzado. Los profetas siempre interpretaron el destierro a Babilonia como un castigo por los pecados del pueblo de Israel. Pero ahora todo está perdonado, nos encontramos ante la experiencia muy humana de un padre o de una madre que sufre por tener que hacer o permitir un daño a su hijo por su propio bien. Contemplo en silencio los sentimientos de Dios... la misericordia de Dios hacia mí...

-“Una voz clama: «Preparad en el desierto el camino del Señor... Trazad en la estepa una calzada recta para nuestro Dios. Que todo valle sea elevado y todo monte y cerro, rebajado»”. Los deportados a Babilonia habían sido obligados a duros trabajos y aquí vemos que todo forma parte de un «camino para Dios». ¡Dios viene! Juan Bautista repitió exactamente esta palabra. ¡Dios viene! HOY se me invita a "preparar" a «abrir» un camino para El... en las «tierras áridas» de la estepa... con grandes esfuerzos, ¡«desplazando los montes» si es preciso!

-“Súbete a un alto monte, portador de la buena nueva para Sión”. Clama con voz poderosa, mensajero de la buena nueva para Jerusalén. Di a las ciudades de Judá: «Ahí está nuestro Dios...

“¡Ahí viene el Señor!” Evangelizar, dar la buena nueva, es decir: «Ahí está vuestro Dios, el Señor viene». Ahora bien, es preciso que ésta sea la fe del mensajero para poder proclamarla a los demás. Ejercitarme en ver "la venida" de Dios a través de los signos imperceptibles. Dios «está viniendo». El verbo es usado en presente: viene... y no en futuro: vendrá.

-“Como un pastor pastorea su rebaño, recoge en brazos sus corderos, los lleva junto a su pecho, y trata con cuidado a las que amamantan sus crías”. Así hablas de mí... y de todos los hombres... Señor (Noel Quesson).

3. No es extraño que el salmo nos haga cantar sentimientos de alegría por la cercanía mostrada en todo tiempo por Dios a su pueblo: «cantad al Señor, bendecid su nombre, delante del Señor que ya llega, ya llega a regir la tierra». El amor de Dios nos debe llevar a ser constructores de un mundo más justo, más fraterno y más en paz, pues la rectitud y la justicia, con las que el Señor rige a las naciones, han de ser el esfuerzo de la actividad evangelizadora y pastoral de todos los que nos gloriamos en formar la Iglesia de Cristo.

Llucià Pou Sabaté

Fuente: www.almudi.org

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