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29 diciembre 2011 4 29 /12 /diciembre /2011 00:56

Meditación: Jueves Infraoctava de Navidad. Feria del día 29-XII

«Y cumplidos los días de su purificación según la Ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor como está mandado en la Ley del Señor. Todo varón primogénito será consagrado al Señor; y para presentar como ofrenda un par de tórtolas o dos pichones, según lo mandado en la Ley del Señor.

Había por entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Este hombre, justo y temeroso de Dios, esperaba la consolación de Israel, y el Espíritu Santo estaba en él. Había recibido la revelación del Espíritu Santo de que no moriría antes de ver al Cristo del Señor Así, vino al Templo movido por el Espíritu. Y al entrar con el niño Jesús sus padres, para cumplir lo que prescribía la Ley sobre él, lo tomó en sus brazos, y bendijo a Dios diciendo: Ahora, Señor puedes sacar en paz de este mundo a tu siervo, según tu palabra: porque mis ojos han visto a tu Salvador al que has puesto ante la faz de todos los pueblos, como luz que ilumine a los gentiles y gloria de Israel, tu pueblo.

Su padre y su madre estaban admirados por las cosas que se decían acerca de él. Simeón los bendijo, y dijo a María, su madre: Mira, éste ha sido puesto para ruina y resurrección de muchos en Israel, y para signo de contradicción -y a tu misma alma la traspasará una espada-, a fin de que se descubran los pensamientos de muchos corazones». (Lucas 2, 22-35) 

1º. José y María suben a Jerusalén para cumplir dos preceptos de la ley: la purificación y el rescate del hijo primogénito.

La purificación era el rito que hacía pura a la mujer que había concebido un varón, cuarenta días después del nacimiento.

El rescate del primer hijo consistía en ofrecer en sacrificio un cordero si la familia era rica, o un par de tórtolas o dos pichones si la familia, como en el caso de la Sagrada Familia, era pobre.

Maria no había quedado impura, pues su concepción fue obra milagrosa del Espíritu Santo y no de un hombre.

Pero la Virgen quiere cumplir la ley y se purifica.

Jesús, cuántas veces no he sabido cumplir tu ley, tus mandamientos.

Yo si necesito purificarme.

Primero con una confesión bien hecha.

Y luego, me puedo purificar más con más oración, con pequeños sacrificios, o ganando indulgencias.

«Su padre y su madre estaban admirados por las cosas que se decían acerca de él»

Jesús, como cuando te encontró Simeón, hoy también estás en el Templo: en el sagrario de cada iglesia.

Que no me acostumbre a pasar por delante de una iglesia sin decirte nada.

Que me admire siempre de que te hayas quedado tan cerca para que pueda adorarte.

2º. «En el escándalo del Sacrificio de la Cruz, Santa María estaba presente, oyendo con tristeza a «los que pasaban por allí y blasfemaban» (Mateo 27, 39) (...) Nuestra Señora escuchaba las palabras de su Hijo, uniéndose a su dolor: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» (Mateo 27, 46) ¿Qué podía hacer Ella? Fundirse con el amor Redentor de su Hijo, ofrecer al Padre el dolor inmenso -como una espada afilada- que traspasaba su Corazón puro» (Amigos de Dios.-288).

Madre, cuando Jesús murió en la cruz, comprendiste hasta qué punto era cierta la profecía de Simeón: «y a tu misma alma la traspasará una espada».

Porque «la espada de dolor predicha a María anuncia otra oblación, perfecta y única, la de la Cruz que dará la salvación que Dios ha preparado «ante todos los pueblos» (CEC.-529).

María, ante semejante plan divino tu respuesta fue heroica: fuiste fiel a Dios, y aceptaste aquel dolor intensísimo a los pies de tu Hijo agonizante.

De tal manera te uniste al sacrificio de Jesús, ofreciendo tu dolor por la salvación de todos los hombres, que la Iglesia te llama, con razón, Corredentora: redentora junto con Cristo.

Madre, has aceptado la muerte de tu Hijo, para que yo tenga vida divina.

¡Cómo será el amor que me tienes!

Qué poco me entero... ¡perdóname!

Quiero, desde ahora, apoyarme más en ti, pedirte todo lo que necesite.

¿Cómo me vas a fallar, si te he costado tanto?

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

 

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27 diciembre 2011 2 27 /12 /diciembre /2011 03:06

Meditación: Los Santos Inocentes. Miércoles Infraoctava de Navidad. 28 de diciembre, 2011

Después que se marcharon, un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y estate allí hasta que yo te diga, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo. El se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y huyó a Egipto. Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio del Profeta: De Egipto llamé a mi hijo.

Entonces Herodes, al ver que los Magos le habían engañado, se irritó en extremo, y mandó matar a todos los niños que había en Belén y toda su comarca, de dos años para abajo, con arreglo al tiempo que cuidadosamente había averiguado de los Magos. Entonces se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías: Una voz se oyó en Ramá, llanto y lamento grande: Es Raquel que llora a sus hijos y no admite consuelo, porque ya no existen.» (Mateo 2, 13-18)

1º. Jesús, aún eres recién nacido y ya hay gente que te odia.

No has dicho nada, y el mismo rey Herodes quiere tu muerte.

¿Por qué?

Porque eres un peligro para él, porque no quiere compartir con nadie su realeza.

También hoy, Jesús, eres un peligro para muchos que no quieren compartir su poder, sus posesiones, su comodidad, su tiempo.

¡Y Tú lo pides todo!

Por eso, intentan olvidarte por todos los medios.

Para intentar matarte, Herodes asesina a los niños pequeños de Belén.

¿Cómo permites, Señor, que existan hombres tan crueles?

Tú sabes más, y prefieres darnos el don de la libertad, aunque a veces no sepamos usarlo para el bien.

Además, Tú siempre sacas bienes incluso de los peores males.

Esos niños mueren en tu lugar, mueren por Ti.

Por eso son considerados los primeros mártires y santos que dieron su vida por Cristo.

Son los santos inocentes.

Este sacrificio ha sido extraordinariamente fecundo para ellos y para la humanidad entera.

Estos niños, sin darse cuenta, son un gran ejemplo para los cristianos de todos los tiempos.

Dieron su vida por Ti.

Te confesaron delante de los hombres no con palabras, sino con su propia sangre.

Ayúdame a ser cristiano «de obras», y no sólo «de palabras»: que con mi trabajo sacrificado y bien hecho, y con mis detalles inadvertidos de servicio, sepa dar testimonio de Ti ante los que me rodean.

2º. «Me gustaría gritar al oído de tantas y de tantos: no es sacrificio entregar los hijos al servicio de Dios: es honor y alegría» (Surco.-22).

Jesús, ¡cómo debieron sufrir las madres de los santos inocentes!

Perdieron a sus hijos para siempre.

No sabían, que estaban entregando sus hijos para salvar al Redentor del mundo.

No sabían que aquellos hijos formarían parte de los escogidos para estar muy cerca de Dios, en el Reino de los Cielos.

Jesús, también hoy necesitas hombres y mujeres totalmente entregados a tu servicio.

Para que puedan dártelo todo, tienes que llamarlos pronto, cuando son muchachas y muchachos en plena juventud.

Tienen toda la vida por delante; Tú se la pides, y ellos -por puro amor- entienden que la necesitas.

Y te la dan.

Pero a veces, Jesús, aparecen problemas familiares: la madre y/o el padre no entienden la vocación de su hijo, y empiezan a poner trabas a su entrega: le dificultan su formación y su contacto con los que le pueden ayudar a vivir el camino escogido; o le torturan sentimentalmente con todo tipo de razonamientos humanos.

No se dan cuenta de que «los padres deben acoger y respetar con alegría y acción de gracias el llamamiento del Señor a uno de sus hijos para que le siga en la virginidad por el Reino» (CEC.-2233).

«Me gustaría gritar al oído de tantas y de tantos: no es sacrificio entregar los hijos al servicio de Dios.»

 Es sacrificio, pero sacrificio gustoso -aunque salte alguna lágrima- si hay suficiente fe.

¿No quiere una buena madre o un buen padre lo mejor para sus hijos?

¿Y qué es mejor que haber sido escogido por Dios para darle toda la vida en su servicio?

Para una persona con fe, tener una hija o un hijo tan amado por Dios será siempre un honor y una alegría.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

 

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26 diciembre 2011 1 26 /12 /diciembre /2011 18:23

Meditación: San Juan Evangelista. Martes Infraoctava de Navidad. 27 de diciembre, 2011

«El primer día de la semana, María Magdalena echó a correr y fue a Simón Pedro y al otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: Se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto. Salió Pedro con el otro discípulo y fueron al sepulcro.

Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio allí los lienzos caídos, pero no entró. Llegó tras él Simón Pedro, entró en el sepulcro y vio los lienzos caídos, y el sudario que había sido puesto en su cabeza, no caído junto con los lienzos, sino aparte, todavía en rollado, en un sitio. Entonces entró también el otro discípulo que había llegado antes al sepulcro, vio y creyó. (Juan 20, 2-8) 

1º. Jesús, hoy -fiesta del apóstol adolescente, del más joven de los que llamaste para ser tus testigos directos-, puedo aprender a quererte un poco más.

¡Cómo te quería Juan!

También Tú le mostraste un especial afecto.

Por eso Juan se llama a sí mismo el «discípulo al que Jesús amaba,» el discípulo amado.

Ojalá sea tal mi comportamiento diario que Tú puedas llamarme también así.

Jesús, cuando Juan el Bautista te señaló como «el Cordero de Dios» (Juan 1,36), Juan y su amigo Andrés te siguieron.

«Fueron y vieron dónde vivía, y permanecieron aquel día con él. Era alrededor de la hora décima» (las cuatro de la tarde) (Juan 1,39).

¡Qué grabado se le quedó aquel primer encuentro contigo!; tanto que, aun cuando era ya muy mayor al escribir su Evangelio, se acordaba incluso de la hora en que ocurrió.

A partir de entonces, Juan empieza a hacer apostolado, contándole a su hermano Santiago lo que le habías explicado aquella tarde.

Juan fue conociéndote más día a día; mientras, Tú te ibas metiendo en su vida, llevándole por caminos de más entrega, de más amor.

Juan fue fiel en esta etapa de preparación para su llamada.

No quiso poner trabas ni limites.

No quiso acercarse... pero sólo a medias, para no complicarse la vida.

Por eso supo decir que sí y dejarlo todo cuando Tú le llamaste, junto con Santiago, a la orilla del mar de Galilea: «dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueran tras él» (Marcos 1,20).

 

2º. La pureza limpísima de toda la vida de Juan le hace fuerte ante la Cruz. - Los demás apóstoles huyen del Gólgota: él, con la Madre de Cristo, se queda.

-No olvides que la pureza enrecia, viriliza el carácter». (Camino.-144).

Jesús, cuando la madre de Santiago y Juan te pide los mejores lugares para sus hijos, respondes: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber? Le dijeron: Podemos» (Mateo 20,22).

Juan pudo estar al pie de la cruz, porque tenía un amor recio, fuerte, porque era un hombre puro.

La pureza es el amor sin egoísmos sentimentales, sin frivolidades, sin mezclas.

«La persona casta mantiene la integridad de las fuerzas de vida y de amor depositadas en ella» (CEC.-2338).

Jesús, en el momento más intimo de tu vida, en la última cena, Juan está a tu lado: «Estaba recostado en el pecho de Jesús uno de los discípulos, el que Jesús amaba» (Juan 13,23).

Su pensamiento y su corazón se identifican contigo.

Sabes bien a quién vas a dejar con tu madre: «He ahí a tu madre»  (Juan 19,27).

Desde entonces, Juan y, con él, todos los hombres -yo también- son hijos de Maria.

Jesús, quieres que sea un buen hijo de Maria, y para eso he de parecerme más a Ti, siguiendo el ejemplo del apóstol Juan.

Juan es el primer apóstol en llegar al sepulcro vacío después de tu Resurrección.

Sólo Pedro y él tienen el amor y la esperanza suficientes para hacer caso a las mujeres.

Espera fuera a Pedro, que es ya tu sucesor: el primer Papa.

Luego entrando él, «vio y creyó».

Tú le diste entonces esa fe gigante que convertiría miles de almas.

Dame, Jesús, la fe, esperanza y caridad -amor puro y fuerte- que hicieron de Juan tu discípulo amado.

 

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

 

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24 diciembre 2011 6 24 /12 /diciembre /2011 21:53

Meditación: San Esteban protomártir. Infraoctva de Navidad. Ciclo B. 26 de diciembre, 2011

«Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en sus sinagogas, y seréis llevados ante los gobernadores y reyes por causa mía, para que deis testimonio ante ellos y los gentiles. Pero cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué habéis de hablar; porque en aquel momento os será dado lo que habéis de decir: Pues no sois vosotros los que vais a hablar sino el Espíritu de vuestro Padre quien hablará en vosotros. Entonces el hermano entregará a la muerte al hermano y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra los padres para hacerles morir. Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero quien persevere hasta el fin, ése será salvo.» (Mateo 10, 17-22)

1º. Hoy se celebra la fiesta del primer mártir, San Esteban, «hombre lleno de fe y del Espíritu Santo» (Hechos 6,5), que fue uno de los siete primeros diáconos de la Iglesia.

«Esteban, lleno de gracia y de poder hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo». (Hechos 6,8).

Por eso, los jefes de diversas sinagogas le acusaron ante el Sanedrín -el consejo judío más alto de la época- pero «no podían resistir la sabiduría y el Espíritu con que hablaba» (Hechos 6,10).

En lugar de escuchar y aprender de Esteban, «al oír esto, ardían de ira en sus corazones» (Hechos 7,54), «taparon sus oídos y se lanzaron contra él y sacándole fuera de la ciudad le lapidaron» (Hechos 7,57-58).

Se cumplen en Esteban, al pie de la letra, las palabras del Evangelio de hoy.

Hoy sigue habiendo cristianos martirizados por su fe.

Los ha habido siempre.

«El martirio es el supremo testimonio de la verdad de la fe; designa un testimonio que llega hasta la muerte» (CEC.-2473).

Sin embargo, lo más normal es que no sufra persecuciones de este estilo.

Sí, en cambio, puedo sufrir otro tipo de contratiempos por dar testimonio de la verdad de la fe: el desprecio, la indiferencia, la crítica injusta.

También hoy, Jesús, hay gente que prefiere taparse los oídos para no enterarse de tu mensaje.

2º. « ¡Influye tanto el ambiente!», me has dicho.

Y hube de contestar: sin duda. Por eso es menester que sea tal vuestra formación, que llevéis, con naturalidad, vuestro propio ambiente, para dar «vuestro tono» a la sociedad con la que conviváis.

Y, entonces, si has cogido ese espíritu, estoy seguro de que me dirás con el pasmo de los primeros discípulos al contemplar las primicias de los milagros que se obraban por sus manos en nombre de Cristo: « ¡Influimos tanto en el ambiente!» (Camino.- 376).

Jesús, como en los tiempos de los primeros cristianos, la sociedad en la que vivo no está para «temas espirituales».

Hay mucha competencia y, a la vez, mucha comodidad.

Lo que cuenta es triunfar en los negocios para tener una vida desahogada en lo material.

Y, luego..., « ¡a disfrutar que son dos días'.».

Este es el «ambiente» que, sin duda, influye.

«Por eso es menester que sea tal vuestra formación, que llevéis, con naturalidad, vuestro propio ambiente, para dar «vuestro tono» a la sociedad con la que conviváis».

Jesús, San Esteban pudo ir contra corriente porque te había seguido durante tu vida pública, porque había escuchado y meditado tus enseñanzas, porque te había pedido consejo en sus dudas y ayuda en sus luchas.

Yo también debo formarme bien, si quiero cristianizar el ambiente en el que me muevo.

Si soy constante en la dirección espiritual; si asisto con regularidad a medios de formación cristiana; si no dejo la oración; entonces podré decir con el pasmo de los primeros discípulos: « ¡Influimos tanto en el ambiente!».

Jesús, hace un día que has nacido, y ya me recuerdas que hay que luchar; y que hay que luchar sin tregua.

Pero vale la pena, porque sólo quien persevere hasta el fin, ése será salvo.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

 

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24 diciembre 2011 6 24 /12 /diciembre /2011 20:56

Meditación: La Natividad del Señor. Ciclo B. 25 de diciembre, 2011

«En aquellos días se promulgó un edicto del César Augusto, para que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento fue hecho cuando Quirino era gobernador de Siria. Todos iban a inscribirse, cada uno a su ciudad. José, como era de la casa y familia de David, subió desde Nazaret, ciudad de Galilea, a la ciudad de David llamada Belén, en Judea para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que, estando allí le llegó la hora del parto, y dio a luz a su hijo primogénito, lo en volvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no hubo lugar para ellos en la posada.

Había unos pastores por aquellos con tornos, que dormían al raso y vigilaban por turno su rebaño durante la noche. De improviso un ángel del Señor se les presentó y la gloria del Señor los rodeó de luz y se llenaron de un gran temor El ángel les dijo: No temáis, pues vengo a anunciaros una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: hoy os ha nacido, en la ciudad de David, el Salvador, que es el Cristo, el Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis a un niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre. De pronto apareció junto al ángel una muchedumbre de la milicia celestial, que alababa a Dios diciendo: Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad». (Lucas 2, 1-14)

1º. ¡Ha nacido Jesús!

Todo ha valido la pena.

José, ya puedes descansar un poco.

Después del viaje desde Nazaret, caminando, con María encinta sobre el borrico; después de buscar un lugar para pasar la noche, llamando de puerta en puerta sin encontrar un sitio para el Dios-Niño; después de limpiar el Pesebre y acondicionarlo mínimamente para que María pudiera tener a Jesús; al fin, Dios ha nacido.

Llora Jesús, recién nacido.

Llora José, que no quiere contenerse.

María, la Madre de Dios, sonríe.

Una mula y un buey, únicos espectadores mudos del gran suceso: Jesús, que es Dios, está ahí, en una cuna.

Jesús, no dices nada.

Te has dormido.

Sin embargo, lo dices todo: el Rey del mundo en un establo.

Estas son tus riquezas: frío, pobreza, soledad.

¿Por qué?

¿Qué mensaje me vienes a traer, para empezar enseñándome que todo lo terreno no vale nada, y menos que nada, si es un estorbo para cumplir tu voluntad?

2º. «He procurado siempre, al hablar delante del Belén, mirar a Cristo Señor nuestro de esta manera, envuelto en pañales, sobre la paja de un pesebre. Y cuando todavía es Niño y no dice nada, verlo cómo Doctor como Maestro. Necesito considerarle de este modo: porque debo aprender de Él. Y para aprender de Él, hay que tratar de conocer su vida: leer el Santo Evangelio, meditar aquellas escenas que el Nuevo Testamento nos relata, con el fin de penetrar en el sentido divino del andar terreno de Jesús.

Porque hemos de reproducir en la nuestra, la vida de Cristo: a fuerza de leer la Sagrada Escritura y de meditarla, a fuerza de hacer oración, como ahora, delante del pesebre. Hay que entender las lecciones que nos da Jesús ya desde Niño, desde que está recién nacido, desde que sus ojos se abrieron a esta bendita tierra de los hombres» (Es Cristo que pasa.-14).

Hoy es un día de paz y alegría: es Navidad.

«¿Qué cosa mejor podríamos encontrar entre los dones divinos, para honrar la fiesta de hoy, que aquella paz que anunciaron los ángeles en el nacimiento del Señor? (...) El fruto propio de esta paz es que se unan a Dios aquellos que el Señor ha segregado del mundo» (San León Magno).

Todos se desean la paz, pero sólo los ángeles me descubren como conseguirla: «paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.»

Tener buena voluntad, para un cristiano -para mí-, es seguir a Cristo, unirse a Dios; y para eso necesito aprender de Ti, Jesús, de esa vida que hoy empiezas.

«Porque hemos de reproducir en la nuestra, la vida de Cristo: a fuerza de leer la Sagrada Escritura y de meditarla, a fuerza de hacer oración.»

Quiero conocerte bien, para poder seguirte, para poder amarte.

Entonces me llenarás de paz y de alegría, y podré transmitirlas luego a los que me rodean.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

 

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23 diciembre 2011 5 23 /12 /diciembre /2011 23:28

Meditación: Sábado IV Semana de Adviento. Ciclo B. Feria del 24-XII. Vigilia de Navidad

«Y Zacarías, su padre, quedó lleno del Espíritu Santo y profetizó diciendo:

Bendito sea el Señor el Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, y, ha suscitado para nosotros el poder salvador en la casa de David su siervo, según lo había anunciado en los siglos pasados por boca de sus santos profetas; para salvarnos de nuestros enemigos y de las manos de cuantos nos odian: ejerciendo su misericordia con nuestros padres, y acordándose de su santa alianza, conforme al juramento que hizo a Abrahán, nuestro padre, de concedernos que, libres de las manos de los enemigos, le sirvamos sin temor; con santidad y justicia en su presencia todos los días de nuestra vida.

Y ti, niño, serás llamado Profeta del Altísimo: porque irás delante del Señor para preparar sus caminos, enseñando a su pueblo la ciencia de la salvación para el perdón de sus pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, por las que el Sol naciente ha venido a visitarnos desde lo alto, para iluminar a los que yacen en tinieblas y en sombra de muerte, y guiar nuestros pasos por el camino de la paz». (Lucas 1, 67-79)

1º. Este canto de Zacarías se conoce como el Benedictus, pues en latín comienza con esta palabra. «Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo.»

Zacarías está hablando proféticamente de lo que va a empezar a suceder a partir de esta noche, la Nochebuena: Dios va a visitarme y a redimirme; Dios va a nacer, va a vivir como uno más entre los hombres, va a predicar y a hacer milagros, y morirá en una cruz para salvarme.

¡Gracias, Señor!

Cumpliendo tu promesa hecha a Abrahán, te haces hombre, descendiente de David, para «concedernos que, libres de las manos de los enemigos, te sirvamos sin temor, con santidad y justicia en tu presencia todos los días de nuestra vida.»

Jesús, con tu vida y con tu muerte me has hecho hijo de Dios, me has dado tu gracia, me has dejado los sacramentos.

Por fin estoy libre -si quiero- de las manos de los enemigos de mi alma: el mundo, el demonio y la carne.

Ahora me pides que te sirva sin temor -pues soy tu hijo- y que busque la santidad y la justicia, viviendo en presencia de Dios cada día.

«El Sol naciente ha venido a visitarnos desde lo alto, para iluminar a los que yacen en tinieblas, y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.»

Jesús, Tú eres ese Sol naciente que ha venido a visitarme.

Vas a nacer esta noche, vas a vivir conmigo para darme tu luz -«Yo soy la luz del mundo» (Juan 8,12)- y para mostrarme el camino que conduce a la paz y a la alegría.

2º. «Navidad. Me escribes: «al hilo de la espera santa de Maria y de José, yo también espero, con impaciencia, al Niño. ¡Qué contento me pondré en Belén!: presiento que romperé en una alegría sin límite. ¡Ah!: y, con Él, quiero también nacer de nuevo...».

-¡Ojalá sea verdad ese querer tuyo!» (Surco.-62).

Jesús, mañana es Navidad.

Ha pasado ya todo el Adviento, tiempo en el que me he estado preparando para tu venida.

¿Cómo crees que lo he aprovechado?

¿Estás contento de mí: de mis esfuerzos por mejorar cada día un poco; de mis luchas contra los defectos que me apartan de Ti; de mi empeño por trabajar con perfección y espíritu de servicio?

Sea como sea, aquí estoy -a pocas horas de tu nacimiento- haciendo un poco de oración.

Yo quiero también nacer de nuevo...

Sé que no es sencillo; sé que a veces me canso porque parece que no avanzo nada.

Pero también sé que al nacer, me has dado la mayor prueba de que no me abandonas.

Y si Tú has hecho esto por mi, ¿qué no voy a hacer yo por Ti?

« ¿Quién tendrá un corazón tan bajo y tan ingrato como para no gozar y saltar de alegría por lo que sucede? Es una fiesta común de toda la creación» (San Basilio).

La Navidad es el día más alegre, la fiesta más entrañable: porque Dios ha querido vivir con los hombres.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

 

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21 diciembre 2011 3 21 /12 /diciembre /2011 20:08

Meditación: Viernes IV Semana de Adviento. Ciclo B. Feria del 23-XII

«Entre tanto le llegó a Isabel el tiempo del parto, y dio a luz un hijo. Y oyeron sus vecinos y parientes la gran misericordia que el Señor le había mostrado, y se con gratulaban con ella. El día octavo fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre del padre, Zacarías. Pero la madre dijo: De ninguna manera, sino que se ha de llamar Juan. Y le dijeron: No hay nadie en tu familia que se llame con este nombre. Al mismo tiempo preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. Y él, pidiendo una tablilla, escribió: Juan es su nombre. Lo que llenó a todos de admiración. En aquel momento recobró el habla, se soltó la lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Y se apoderó de todos sus vecinos el temor y se comentaban estos acontecimientos por toda la montaña de Judea; y cuantos los oían lo grababan en su corazón, diciendo: ¿Quién pensáis ha de ser este niño? Porque la mano del Señor estaba con él». (Lucas 1, 57-66)

1º. Hoy contempla la Iglesia el nacimiento de Juan el Bautista.

Varios signos prodigiosos han rodeado el suceso: los padres ya no tenían edad para tener hijos; además, Zacarías se queda mudo en el Templo y sólo recobra el habla cuando le pone a su hijo el nombre de Juan.

Tan llamativo era lo que pasaba que «se apoderó de todos sus vecinos el temor y se comentaban estos acontecimientos por toda la montaña de Judea.»

Mañana por la noche será la Nochebuena, el momento de recordar tu nacimiento, Jesús.

Eres mucho más importante que Juan.

Sin embargo, nadie se va a enterar de tu venida, a excepción de unos pocos pastores.

José es un simple carpintero desconocido; Zacarías, en cambio, era un sacerdote apreciado en su comarca.

Sin sucesos extraordinarios, sin afluencia de familiares y vecinos, sin comodidades de ningún tipo. Así vas a nacer, Jesús.

¿No me dice nada esto?

¿Por qué estoy siempre empeñado en que me vean, reconozcan lo que hago o, al menos, estén pendientes de mí?

¡Cómo me gusta llamar la atención!

Tu nacimiento me enseña a no buscar el aplauso de los hombres, la aparatosidad, la vistosidad.

Ayúdame a trabajar con perfección, esforzándome en mil detalles escondidos que sólo Tú puedes apreciar y valorar.

2º. «Para ti, todavía joven y que acabas de emprender el camino, este consejo: como Dios se lo merece todo, procura destacar profesionalmente, para que puedas después propagar tus ideas con mayor eficacia» (Surco.-928).

Jesús, no quieres que haga las cosas para que me vean, para que me halaguen.

Pero sí quieres que el mensaje cristiano llegue al máximo de gente posible.

«Quienes con la ayuda de Dios han acogido el llamamiento de Cristo y han respondido libremente a ella, se sienten por su parte urgidos por el amor de Cristo a anunciar por todas partes en el mundo la Buena Noticia» (CEC.- 3).

Y para anunciar el Evangelio en el mundo, necesito prestigio profesional.

¿Cómo voy a presentar a mis amigos el camino de la santidad, si luego resulta que soy un mal estudiante o un mal profesional?

Por eso debo procurar destacar profesionalmente, rectificando si hace falta la intención: Jesús, no quiero el prestigio para mí, sino para que tu luz brille desde más arriba y así pueda alumbrar a más gente.

«Y se comentaban estos acontecimientos por toda la montaña de Judea.»

Jesús, hoy más que en ninguna época es fácil comunicar las noticias de un sitio a otro.

En poco tiempo puede saberse un acontecimiento en todo el mundo.

¿Cómo es, entonces, que aún eres tan poco conocido?

Hacen falta personas de prestigio en cada actividad que trabajen con visión cristiana, que te traten, que luchen por ser santos.

Y yo debo ser una de esas personas.

«Porque la mano del Señor estaba con él.»

Jesús, Tú te has metido en mi alma al ser bautizado.

¿Cómo no se va a notar en mi vida?

Por un lado, me pides naturalidad -no buscar el aplauso de la gente-  y por otro, me pides prestigio profesional para propagar tu doctrina con mayor eficacia.

Ayúdame a conseguir ambas metas.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

 

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21 diciembre 2011 3 21 /12 /diciembre /2011 18:32

Meditación: Jueves IV Semana de Adviento. Ciclo B.  Feria del 22-XII

«María exclamó: Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador: porque ha puesto los ojos en la bajeza de su esclava; por eso desde ahora me llamarán bienaventurada todas las naciones. Porque ha hecho en mi cosas grandes el Todopoderoso, cuyo nombre es Santo, cuya misericordia se derrama de generación en generación sobre los que le temen. Manifestó el poder de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y ensalzó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos, y a los ricos los despidió sin nada. Acogió a Israel su siervo, recordando su misericordia, según había prometido a nuestros padres, a Abrahán y a su descendencia para siempre. María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa». (Lucas 1, 46-56)

1º. El Evangelio de hoy se conoce como el canto del Magníficat, porque así empieza este discurso de la virgen en latín: «Magníficat anima mea Dominum - Mi alma glorifica al Señor. Mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador»: saberse querido por Dios, que me salva de mis pecados y se preocupa de mis necesidades, es la fuente de la verdadera alegría.

En el Magníficat, madre, abres tu corazón purísimo y me das a conocer algo tu unión íntima con Dios: «Porque ha puesto los ojos en la bajeza de su esclava».

Te das perfecta cuenta de que todo lo que tienes se lo debes a Dios, y de que Él te lo ha dado porque se ha fijado en tu humildad.

Esta es la virtud humana más importante, la única sobre la que Dios puede construir el edificio de la santidad: «dispersó a los soberbios de corazón y ensalzó a los humildes.»

¿Cómo va mi humildad?

¿Me doy cuenta de que todo lo que tengo inteligencia, familia, amigos, posición social  se lo debo a Dios?

Madre, ayúdame a que nunca pierda esto de vista.

«Cuya misericordia se derrama de generación en generación sobre los que le temen.»

Madre, me recuerdas también que Dios está siempre dispuesto a perdonar, a compadecerse de mi, si yo reconozco mis culpas, si tengo ese temor filial que es el temor a perder la gracia, la amistad con Dios.

Madre, que no me acostumbre al pecado, pues en ese caso haría inefectiva la misericordia de Dios.

2º. «Recordad la escena de la Anunciación: baja el Arcángel, para comunicar la divina embajada -el anuncio de que sería Madre de Dios-, y la encuentra retirada en oración. María está enteramente recogida en el Señor cuando San Gabriel la saluda: «Dios te salve, ¡oh, llena de gracia!, el Señor es contigo». Días después rompe en la alegría del Magníficat -ese canto mariano, que nos ha transmitido el Espíritu Santo por la delicada fidelidad de San Lucas-, fruto del trato habitual de la virgen Santísima con Dios.

Nuestra Madre ha meditado largamente las palabras de las mujeres y de los hombres santos del Antiguo Testamento, que esperaban al Salvador, y los sucesos de que han sido protagonistas. Ha admirado aquel cúmulo de prodigios, el derroche de la misericordia de Dios con su pueblo, tantas veces ingrato. Al considerar esta ternura del Cielo, incesantemente renovada, brota el afecto de su Corazón inmaculado: «mi alma glorifica al Señor y mi espíritu está transportado de gozo en el Dios salvador mío; porque ha puesto los ojos en la bajeza de su esclava». Los hijos de esta Madre buena, los primeros cristianos, han aprendido de Ella, y también nosotros podemos y debemos aprender» (Amigos de Dios.-241).

Madre, quiero aprender de ti a tener ese trato habitual con Dios. No es un trato teórico: tu oración te lleva a vivir los acontecimientos más corrientes metida en Dios, con visión sobrenatural, con afán de servicio.

«La oración de la Virgen María, en su Fiat y en su Magníficat, se caracteriza por la ofrenda generosa de todo su ser en la fe» (CEC.-2622).

Madre, el Magníficat es una prueba de lo mucho que has meditado la Sagrada Escritura.

Yo también debo meditarla -especialmente el Evangelio- para que pueda luego imitar a Cristo en mi vida.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

 

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21 diciembre 2011 3 21 /12 /diciembre /2011 15:15

Meditación: Viernes IV Semana de Adviento. Ciclo B. Feria del 23-XII

«Entre tanto le llegó a Isabel el tiempo del parto, y dio a luz un hijo. Y oyeron sus vecinos y parientes la gran misericordia que el Señor le había mostrado, y se con gratulaban con ella. El día octavo fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre del padre, Zacarías. Pero la madre dijo: De ninguna manera, sino que se ha de llamar Juan. Y le dijeron: No hay nadie en tu familia que se llame con este nombre. Al mismo tiempo preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. Y él, pidiendo una tablilla, escribió: Juan es su nombre. Lo que llenó a todos de admiración. En aquel momento recobró el habla, se soltó la lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Y se apoderó de todos sus vecinos el temor y se comentaban estos acontecimientos por toda la montaña de Judea; y cuantos los oían lo grababan en su corazón, diciendo: ¿Quién pensáis ha de ser este niño? Porque la mano del Señor estaba con él». (Lucas 1, 57-66)

1º. Hoy contempla la Iglesia el nacimiento de Juan el Bautista.

Varios signos prodigiosos han rodeado el suceso: los padres ya no tenían edad para tener hijos; además, Zacarías se queda mudo en el Templo y sólo recobra el habla cuando le pone a su hijo el nombre de Juan.

Tan llamativo era lo que pasaba que «se apoderó de todos sus vecinos el temor y se comentaban estos acontecimientos por toda la montaña de Judea.»

Mañana por la noche será la Nochebuena, el momento de recordar tu nacimiento, Jesús.

Eres mucho más importante que Juan.

Sin embargo, nadie se va a enterar de tu venida, a excepción de unos pocos pastores.

José es un simple carpintero desconocido; Zacarías, en cambio, era un sacerdote apreciado en su comarca.

Sin sucesos extraordinarios, sin afluencia de familiares y vecinos, sin comodidades de ningún tipo. Así vas a nacer, Jesús.

¿No me dice nada esto?

¿Por qué estoy siempre empeñado en que me vean, reconozcan lo que hago o, al menos, estén pendientes de mí?

¡Cómo me gusta llamar la atención!

Tu nacimiento me enseña a no buscar el aplauso de los hombres, la aparatosidad, la vistosidad.

Ayúdame a trabajar con perfección, esforzándome en mil detalles escondidos que sólo Tú puedes apreciar y valorar.

2º. «Para ti, todavía joven y que acabas de emprender el camino, este consejo: como Dios se lo merece todo, procura destacar profesionalmente, para que puedas después propagar tus ideas con mayor eficacia» (Surco.-928).

Jesús, no quieres que haga las cosas para que me vean, para que me halaguen.

Pero sí quieres que el mensaje cristiano llegue al máximo de gente posible.

«Quienes con la ayuda de Dios han acogido el llamamiento de Cristo y han respondido libremente a ella, se sienten por su parte urgidos por el amor de Cristo a anunciar por todas partes en el mundo la Buena Noticia» (CEC.- 3).

Y para anunciar el Evangelio en el mundo, necesito prestigio profesional.

¿Cómo voy a presentar a mis amigos el camino de la santidad, si luego resulta que soy un mal estudiante o un mal profesional?

Por eso debo procurar destacar profesionalmente, rectificando si hace falta la intención: Jesús, no quiero el prestigio para mí, sino para que tu luz brille desde más arriba y así pueda alumbrar a más gente.

«Y se comentaban estos acontecimientos por toda la montaña de Judea.»

Jesús, hoy más que en ninguna época es fácil comunicar las noticias de un sitio a otro.

En poco tiempo puede saberse un acontecimiento en todo el mundo.

¿Cómo es, entonces, que aún eres tan poco conocido?

Hacen falta personas de prestigio en cada actividad que trabajen con visión cristiana, que te traten, que luchen por ser santos.

Y yo debo ser una de esas personas.

«Porque la mano del Señor estaba con él.»

Jesús, Tú te has metido en mi alma al ser bautizado.

¿Cómo no se va a notar en mi vida?

Por un lado, me pides naturalidad -no buscar el aplauso de la gente-  y por otro, me pides prestigio profesional para propagar tu doctrina con mayor eficacia.

Ayúdame a conseguir ambas metas.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

 

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19 diciembre 2011 1 19 /12 /diciembre /2011 23:14

Meditación: Miércoles IV Semana de Adviento. Ciclo B. Feria del 21-XII

«Por aquellos días, María se levantó, y marchó deprisa a la montaña, a una ciudad de Judá; y entró en casa de Zacarías v saludó a Isabel. Y en cuanto oyó Isabel el saludo de María, el niño saltó de gozo en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando en voz alta, dijo: Bendita tú entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre. ¿De dónde a mí tanto bien que venga la madre de mi Señor a visitarme? Pues en cuanto llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno; y bienaventurada ti; que has creído, porque se cumplirán las cosas que se te han dicho de parte del Señor». (Lucas 1, 39-45)

 1º. Madre, cuando el ángel te da la noticia de que Isabel va a tener un niño, marchas «deprisa»a verla.

Isabel es mayor y seguro que necesitará ayuda.

Nada más llegar te saluda: «bendita tú entre las mujeres»,pues ya eres la Madre de Dios.

Pero esto no te lleva a la soberbia, a creer que los demás han de servirte, sino al contrario: eres «la esclava del Señor» y ahora lo dejas todo para servir a tu prima en lo que necesite.

«¿De dónde a mí tanto bien, que venga la madre de mi Señor a visitarme?»

Eres la Madre de Dios, y vienes a servir.

¿Y yo?

A veces creo que por la posición que ocupo, por la carrera que hago, por la edad que tengo, lo lógico es que otro se ocupe de las tareas más sencillas: barrer, poner la mesa, ir a comprar, hacer un recado.

Madre, enséñame a servir a los demás como lo hiciste tú con tu prima Isabel.

«Bienaventurada tú que has creído. Por su fe, María vino a ser la madre de todos los creyentes, gracias a la cual todas las naciones (le la tierra reciben a Aquel que es la bendición misma de Dios: Jesús, el fruto bendito de su vientre» (C. I. C.-2676).

Madre, aumenta mi fe, ayúdame a creer más y con más fortaleza.

Tú siempre confiaste en Dios, a pesar de las dificultades que tuviste en Belén, en Nazaret y en la Cruz.

Podías haber pedido explicaciones a Dios en esos momentos de sufrimiento; sin embargo, fuiste siempre fiel, amaste siempre la voluntad de Dios.

Que no me queje cuando me cuesten las cosas; que no le eche la culpa a Dios de lo que no sale como esperaba, sino que sepa ofrecer con paciencia aquella dificultad de modo que me sirva para unirme más a El.

2º. «María proclama que la «llamarán bienaventurada todas las generaciones». Humanamente hablando, ¿en qué motivos se apoyaba esta esperanza? ¿Quién era Ella, para los hombres y mujeres de entonces? Las gran des heroínas del Viejo Testamento -Judit, Ester, Débora- consiguieron ya en la tierra una gloria humana, fueron aclamadas por el pueblo, ensalzadas. El trono de Maria, como el de su Hijo, es la Cruz. Y durante el resto de su existencia, hasta que subió en cuerpo y alma a los Cielos, es su callada presencia lo que nos impresiona. San Lucas, que la conocía bien, anota que está junto a los primeros discípulos, en oración. Así termina sus días terrenos, la que habría de ser alabada por las criaturas hasta la eternidad.

¡Cómo contrasta la esperanza de Nuestra Señora con nuestra impaciencia! Con frecuencia reclamamos a Dios que nos pague enseguida el poco bien que hemos efectuado. Apenas aflora la primera dificultad, nos quejamos. Somos, muchas veces, incapaces de sostener el esfuerzo, de mantener la esperanza. Porque nos falta fe: «¡bienaventurada tú, que has creído! Porque se cumplirán las cosas que se te han declarado de parte del Señor»» (Amigos de Dios.-286).

Madre, quedan apenas cuatro días para el nacimiento de tu Hijo.

¿Cómo no tener fe; cómo dejar que se debilite mi esperanza; cómo no volver a vibrar de amor, al considerar que el mismo Dios se hace hombre y viene a visitarme para no dejarme solo, para ayudarme, para que le pueda tratar como a un amigo?

Jesús, vas camino de Belén, en el seno de tu madre.

Yo también quiero hacer mi camino a Belén: con más oración, con más sacrificio, con más trabajo bien hecho.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

 

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