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Es un Blog de orientación Cristiano/Católico, dirigido a personas de 16 a años en adelante, en el que se publican diariamente las Lecturas del Día, de acuerdo al Calendario Litúrgico Católico, la Lectio Divina, el Santoral del Día, la Liturgia de las Horas (Laudes, Vísperas y Completas, y otros artículos de orientación espiritual y moral.

Ordinario de la Misa: I Domingo de Adviento. Ciclo C. 2 de Diciembre, 2012.

Ordinario de la Misa: I Domingo de Adviento. Ciclo C. 2 de Diciembre, 2012.

 

Descúbrenos, Señor, tus caminos. Esperamos tu venida, ven, Señor

 

Antífona de Entrada

A ti, Señor levanto mi alma;  Dios mío, en ti confío, no quede  yo defraudado. Que no se burlen  de mí mis enemigos; pues los  que esperan en ti, no quedan defraudados.

No se dice Gloria.

Oración Colecta

 Oremos:

Señor, despierta en nosotros  el deseo de prepararnos a  la venida de Cristo con la  práctica de las obras de  misericordia para que, puestos  a su derecha el día del juicio,  podamos entrar al Reino de  los cielos.

Por nuestro Señor Jesucristo...

Amén.

 

Primera Lectura

Lectura del libro del profeta

Jeremías (33, 14-16)

“Se acercan los días, dice  el Señor, en que cumpliré la  promesa que hice a la casa de  Israel y a la casa de Judá.   En aquellos días y en aquella  hora, yo haré nacer del tronco  de David un vástago santo, que  ejercerá la justicia y el derecho  en la tierra. Entonces Judá  estará a salvo, Jerusalén estará  segura y la llamarán ‘el Señor es  nuestra justicia’ ”.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

 

Salmo Responsorial Salmo 24

Descúbrenos, Señor,

tus caminos.

Descúbrenos, Señor, tus  caminos, guíanos con la verdad  de tu doctrina. Tú eres nuestro  Dios y salvador y tenemos en ti nuestra esperanza.

Descúbrenos, Señor,

tus caminos.

Porque el Señor es recto  y bondadoso, indica a los  pecadores el sendero, guía por  la senda recta a los humildes  y descubre a los pobres sus caminos.

Descúbrenos, Señor,

tus caminos.

Con quien guarda su alianza  y sus mandatos, el Señor es  leal y bondadoso. El Señor se  descubre a quien lo teme y le enseña el sentido de su alianza.

Descúbrenos, Señor,

tus caminos.

 

Segunda Lectura

Lectura de la primera carta

del apóstol san Pablo a los

tesalonicenses (3, 12—4, 2)

 Hermanos:

Que el Señor los  llene y los haga rebosar de un  amor mutuo y hacia todos los  demás, como el que yo les tengo  a ustedes, para que él conserve  sus corazones irreprochables en  la santidad ante Dios, nuestro  Padre, hasta el día en que  venga nuestro Señor Jesús, en  compañía de todos sus santos.

Por lo demás, hermanos,  les rogamos y los exhortamos  en el nombre del Señor Jesús  a que vivan como conviene,  para agradar a Dios, según  aprendieron de nosotros, a fin de  que sigan ustedes progresando.

Ya conocen, en efecto, las  instrucciones que les hemos dado de parte del Señor Jesús.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor

 

Aclamación antes del Evangelio

 Aleluya, aleluya.

 Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.

Aleluya.

 

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Lucas (21, 25-28. 34-36)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:

“Habrá señales  prodigiosas en el sol, en la  luna y en las estrellas. En la  tierra, las naciones se llenarán  de angustia y de miedo por el  estruendo de las olas del mar;  la gente se morirá de terror y  de angustiosa espera por las  cosas que vendrán sobre el  mundo, pues hasta las estrellas  se bambolearán. Entonces verán  venir al Hijo del hombre en una  nube, con gran poder  y majestad.

Cuando estas cosas  comiencen a suceder, pongan  atención y levanten la cabeza,  porque se acerca la hora de  su liberación. Estén alerta,  para que los vicios, con el  libertinaje, la embriaguez y las  preocupaciones de esta vida  no entorpezcan su mente y  aquel día los sorprenda  desprevenidos; porque caerá  de repente como una trampa  sobre todos los habitantes  de la tierra.

Velen, pues, y hagan oración  continuamente, para que puedan  escapar de todo lo que ha de  suceder y comparecer seguros  ante el Hijo del hombre.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario:

Este primer domingo de adviento sirve de puente entre el tiempo ordinario y el tiempo de adviento. El tiempo ordinario termina reflexionando sobre la segunda venida de Jesús, sobre los acontecimientos del fin de los tiempos. En esta medida el primer domingo del adviento se inaugura con el tema del final de los tiempos, y nos va a introducir en el tiempo de la espera y de la esperanza, el tiempo de adviento.

La lectura del libro de Jeremías nos sitúa en el tiempo inmediatamente posterior a la destrucción de Jerusalén en el año 587 a.C. El pueblo está desolado y empieza a tomar conciencia de su situación. Jeremías dirige su palabra profética a su pueblo para decirle que Dios no los ha abandonado, que hará regresar a los cautivos y los perdonará, se construirán de nuevo las ciudades, los campos volverán a granar y los ganados a pastar. En esos días el Señor hará brotar un rey justo, no como los reyes que los llevaron al destierro, el cual será llamado «Dios es nuestra justicia». Vendrá un rey justo a restaurar al pueblo de Israel.

El salmo responsorial expresará que esa esperanza que leemos en la primera lectura, no quedará defraudada, pues quien espera y quien es fiel al Señor no queda defraudado. Yahvé siempre lleva al cumplimiento su palabra. Por esta razón el salmo enfatiza la idea de Jeremías, el rey de justicia que esperamos sí llegará. Ese rey esperado es para nosotros los cristianos, Jesús el señor.

El Segundo Testamento a partir de la novedad de Jesús nos introducirá en otro tipo de espera y esperanza. Supone claramente que el rey esperado del Primer Testamento es Jesús, pero abre la puerta a una espera en el esperado, hacia el final de los tiempos. Jesús vino en humildad, como el campesino de Nazaret que fue obediente al Padre, y que por esa obediencia fue muerto y resucitado. Pero al final de los tiempos, él regresará a manifestar su gloria. Por eso en la carta de los Tesalonicenses, Pablo exhorta a la comunidad a mantenerse fieles a Jesús y prepararse para esa segunda venida. El evangelio de Lucas describe de manera metafórica, los acontecimientos que precederían a esa segunda venida de Jesús. Por este acontecimiento final es que Lucas invita a los hermanos y hermanas a mantenerse fieles y vigilantes para mantenerse en pie (fieles) ante el Hijo del Hombre.

El texto del evangelio de hoy es un texto difícil: la liberación llega. En los versículos anteriores Lucas nos hablaba del asedio a Jerusalén (21,20-23). Ahora, alude a la segunda venida de Jesús: es decir a lo que llamamos la parusía. El discurso de Jesús es apocalíptico y adaptado a la cultura de su tiempo (apocalipsis no significa catástrofe, como tendemos a pensar, sino revelación), y nosotros tenemos que releer esas señales del mundo natural en el mundo de la historia, que es el lugar en que el Espíritu se manifiesta. La segunda venida del Señor revelará la historia a sí misma. La verdad que estaba oculta aparecerá a plena luz. Todos llegaremos a conocernos mejor (1Cor 13,12b).

En nosotros existe la angustia, el miedo y el espanto, no causados por “las señales en el sol, la luna y las estrellas”. Nuestras angustias e inseguridades están causadas más bien por las crisis económicas, por los conflictos sociales, por el abuso del poder, por la falta de pan y trabajo, por la frustración... de tantas estructuras injustas, que solo podrán ser removidas por el paso -del amor de Dios y su justicia- en el corazón del ser humano.

El mensaje de Jesús no nos evita los problemas y la inseguridad, pero nos enseña cómo afrontarlos. El discípulo de Jesús tiene las mismas causas de angustia que el no creyente; pero ser cristiano consiste en una actitud y en una reacción diferente: lo propio de la esperanza que mantiene nuestra fe en las promesas del Dios liberador y que nos permite descubrir el paso de ese Dios en el drama de la historia. La actitud de vigilancia a que nos lleva el adviento es estar alerta a descubrir el “Cristo que viene” en las situaciones actuales, y a afrontarlas como proceso necesario de una liberación total que pasa por la cruz.

Por eso el Evangelio nos llama a “estar alerta”, a tener el corazón libre de los vicios y de los ídolos de la vida (la conversión), para hacernos dóciles al Espíritu de Cristo que habita las situaciones que vivimos en nuestro entorno. Nos llama a “estar despiertos y orando”, porque este Espíritu se descubre con una Esperanza viva, punto de encuentro entre las promesas de la fe y los signos precarios que hoy envuelven esas promesas. La esperanza es una memoria que tiende a olvidarse, se nutre con la oración, nos adhiere a las promesas de la fe y nos inspira, cada día, la búsqueda de sus huellas en las señales del tiempo. La Esperanza cristiana se hace por nuestra entrega a trabajar para que las promesas se verifiquen en nuestras vidas.

El adviento es tiempo de preparación de espera. Jesús cumplió las promesas del Antiguo Testamento con su vida y predicación. No esperamos su nuevo nacimiento. Esperamos que él vuelva a juzgar la creación. Es ese momento el que esperamos, y para ese momento en que creemos que la justicia, que la igualdad, que la solidaridad se impondrán.

Para la revisión de vida
Dos esperas han marcado la historia de nuestra fe desde nuestro padre Abraham hasta nuestros días. La primera espera, la espera del AT, es la espera del Mesías, del rey que restauraría el esplendor del pueblo de Israel, una vez destruido por Asiria y Babilonia. Para que este Mesías apareciera era necesario una vida transparente, el cumplimiento de la alianza del pueblo con Yahvé, fidelidad a Dios, en último término. Esa espera llegó a su cumplimiento en Jesús de Nazaret.
La segunda espera, la espera del NT, es la espera de la parusía, del retorno del señor en gloria para reinar sobre su pueblo, cuando el sea todo en todos y en todo. Esta Parusía esta asociada a la idea del juicio universal de las naciones: El Señor vendrá a juzgar. Esa escatología inminente fue lo que en la Iglesia primitiva dio pie para enfatizar en la preparación moral para ese momento.
Nosotros hoy continuamos expectantes esperanzados esperando la Parusía. Seguimos de camino. Preguntémoslos:
En las situaciones de muerte que vive el mundo (guerras, epidemias, hambre, injusticia, crisis económica que descarga su crueldad sobre quienes no provocaron la crisis) ¿nos preguntamos por el sentido de la vida y de nuestra existencia?
¿Qué interpretación hacemos de estas tragedias como signos apocalípticos o como situaciones de injusticia que merecen ser rechazadas?
En mi vida personal, en medio de la situación de crisis del mundo actual, ¿cuál es el ideal que me anima a continuar luchando hacia el futuro?

Se dice Credo.

Oración de los Fieles

 Celebrante:

 El Señor, el Hijo de Dios,  viene a instaurar la justicia y  a revelar el misterio infinito  del amor del Padre. Por eso,  abiertos a su mensaje y llenos  de esperanza pidámosle que  nos visite con su salvación  y libere a su pueblo de sus  esclavitudes, angustias y

sufrimientos. Digamos:

Esperamos tu venida,

ven, Señor.

Para que, esperando a Jesús  que viene, la Iglesia aliente la  esperanza de los que viven sin  saberse amados y salvados por  Dios que quiso hacerse hombre.

Oremos al Señor.

Esperamos tu venida,

ven, Señor.

Para que el Papa, los obispos  y cuantos sirven a la Iglesia  con el ministerio pastoral,  manifiesten a todos los hombres  la comprensión, el amor y la  cercanía misericordiosa de Dios que quiere salvarnos.

Oremos al Señor.

Esperamos tu venida,

ven, Señor.

Para que los responsables  de la paz y la justicia entre los  pueblos, naciones y tribus,  vuelvan su mirada al Príncipe  de la Paz y la construyan  defendiendo la dignidad de  todos los hombres, desde su  concepción hasta su muerte  natural.

Oremos al Señor.

Esperamos tu venida,

ven, Señor.

Para que cuantos anuncian  con su vida y palabras la llegada  de los cielos nuevos y la tierra  nueva, experimenten la fuerza  del amor de Dios, que los hace  testigos de su amor y solidarios  con sus hermanos.

Oremos al Señor.

Esperamos tu venida,

ven, Señor.

Para que todos los que  han pasado por esta vida  anhelando ver el rostro de  Dios, lo contemplen con gozo  eternamente, y desde  Él intercedan por todos los que  aún esperamos su manifestación  definitiva.

Oremos al Señor.

Esperamos tu venida,

ven, Señor.

Para que este tiempo de  adviento sea vivido por todos los  cristianos como un tiempo de  espera activa del Señor, y para  que nuestras vidas se abran  para acoger al Dios que viene a  nuestro encuentro para darnos  su amor.

Oremos al Señor.

Esperamos tu venida,

ven, Señor.

 

 Celebrante:

Bendice Señor cuanto por  medio de tu Hijo amado hemos  confiado a tu misericordia  y concédenos mientras  aguardamos su venida,  la conversión de nuestro  corazón a Ti.

Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

Oración sobre las Ofrendas

Acepta, Señor, estas  ofrendas que hemos  tomado de tus mismos  dones, y concédenos que  esta Eucaristía que estamos  celebrando, nos alcance  la salvación eterna.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

Prefacio de Adviento III

Cristo, Señor y juez de la historia

El Señor esté con ustedes.

Y con tu espíritu.

Levantemos el corazón.

Lo tenemos levantado hacia el Señor.

Demos gracias al Señor, nuestro Dios.

Es justo y necesario.

En verdad es justo darte  gracias, es nuestro deber  cantar en tu honor himnos  de bendición y de alabanza,  Padre todopoderoso, principio y fin de todo lo creado.

Tú nos has ocultado el día y  la hora en que Cristo, tu Hijo,  Señor y juez de la historia,  aparecerá, revestido de poder  y de gloria, sobre las nubes  del cielo.

En aquel día terrible y glorioso  pasará la figura de este mundo  y nacerán los cielos nuevos y la  tierra nueva.

El mismo Señor que se nos  mostrará entonces lleno de  gloria viene ahora a nuestro  encuentro en cada hombre y en  cada acontecimiento, para que  lo recibamos en la fe y por el  amor demos testimonio de la  espera dichosa de su reino.

Por eso, mientras  aguardamos su última venida,  unidos a los ángeles y a los  santos, cantamos el himno  de tu gloria:

Santo, Santo, Santo…

Antífona de la Comunión

El Señor nos mostrará su  misericordia y nuestra tierra  producirá su fruto.

Oración después de la Comunión

 Oremos:

 Por nuestra participación  en esta Eucaristía, enséñanos,  Señor, a no poner nuestro  corazón en las cosas  pasajeras, sino en los bienes eternos.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén

 

Fuentes: www.lecturadeldia.com; www.servicioskoinonia.org

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