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Es un Blog de orientación Cristiano/Católico, dirigido a personas de 16 a años en adelante, en el que se publican diariamente las Lecturas del Día, de acuerdo al Calendario Litúrgico Católico, la Lectio Divina, el Santoral del Día, la Liturgia de las Horas (Laudes, Vísperas y Completas, y otros artículos de orientación espiritual y moral.

Ordinario de la Misa: IV Domingo de Adviento. Ciclo C. 23 de Diciembre, 2012.

Ordinario de la Misa: IV Domingo de Adviento. Ciclo C. 23  de Diciembre, 2012.

Cuarto Domingo de Adviento

Señor, muéstranos tu favor y sálvanos

Escucha, Señor, nuestra oración

Antífona de Entrada

Destilad, cielos, el rocío,  y que las nubes lluevan al justo;  que la tierra se abra y haga

germinar al salvador.

No se dice Gloria.

Oración Colecta

 Oremos:

 Derrama, Señor, tu gracia  sobre nosotros, que hemos  conocido por el anuncio del  ángel la encarnación de tu  Hijo, para que lleguemos,  por su pasión y su cruz, a la gloria de la resurrección.

Por nuestro Señor Jesucristo...

Amén.

 

Primera Lectura

Lectura del libro del profeta

Miqueas (5, 1-4)

  Esto dice el Señor:

“De ti, Belén de Efrata, pequeña  entre las aldeas de Judá,  de ti saldrá el jefe de Israel,  cuyos orígenes se remontan a  tiempos pasados, a los días más antiguos.

Por eso, el Señor abandonará  a Israel, mientras no dé a luz la  que ha de dar a luz. Entonces el  resto de sus hermanos se unirá a los hijos de Israel.

El se levantará  para pastorear a su pueblo  con la fuerza y la majestad del  Señor, su Dios. Ellos habitarán  tranquilos, porque la grandeza  del que ha de nacer llenará la

tierra y él mismo será la paz”.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

 

Salmo Responsorial Salmo 79

Señor, muéstranos tu favor

y sálvanos.

Escúchanos, pastor de  Israel; tú que estás rodeado  de querubines, manifiéstate;  despierta tu poder y ven a salvarnos.

Señor, muéstranos tu favor

y sálvanos.

Señor, Dios de los ejércitos,  vuelve tus ojos, mira tu viña  y visítala; protege la cepa  plantada por tu mano, el renuevo que tú mismo cultivaste.

Señor, muéstranos tu favor

y sálvanos.

Que tu diestra defienda al que  elegiste, al hombre que has  fortalecido. Ya no nos alejaremos  de ti; consérvanos la vida y alabaremos tu poder.

Señor, muéstranos tu favor

y sálvanos.

 

Segunda Lectura

Lectura de la carta a los

hebreos (10, 5-10)

 Hermanos:

Al entrar al mundo,  Cristo dijo, conforme al salmo:  No quisiste víctimas ni ofrendas;  en cambio, me has dado un  cuerpo. No te agradan los  holocaustos ni los sacrificios  por el pecado; entonces dije  —porque a mí se refiere la  Escritura—: “Aquí estoy, Dios  mío; vengo para hacer tu voluntad”.

 Comienza por decir:

“No quisiste víctimas ni ofrendas,  no te agradaron los holocaustos  ni los sacrificios por el pecado”, siendo así que eso es lo que pedía la ley—; y luego añade:

“Aquí estoy, Dios mío; vengo para hacer tu voluntad”.

 Con esto, Cristo suprime  los antiguos sacrificios, para  establecer el nuevo. Y en  virtud de esta voluntad, todos  quedamos santificados por  la ofrenda del cuerpo de  Jesucristo, hecha una vez  por todas.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

 

Aclamación antes del Evangelio

 Aleluya, aleluya.

 Yo soy la esclava del Señor;  que se cumpla en mí lo que me  has dicho.

Aleluya.

 

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Lucas (1, 39-45)

Gloria a ti, Señor.

En aquellos días, María  se encaminó presurosa a un  pueblo de las montañas de  Judea, y entrando en la casa  de Zacarías, saludó a Isabel.  En cuanto ésta oyó el saludo  de María, la creatura saltó en su seno.

Entonces Isabel quedó llena  del Espíritu Santo, y levantando  la voz, exclamó: “¡Bendita tú  entre las mujeres y bendito el  fruto de tu vientre! ¿Quién soy  yo, para que la madre de mi  Señor venga a verme? Apenas  llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno.

Dichosa tú, que has creído,  porque se cumplirá cuanto te fue  anunciado de parte del Señor”.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario:

Miqueas, de quien está tomada la primera lectura, vivió en el reinado de Ezequías. Cuando el modesto profeta llegó a la corte, se encontró con Isaías, de quien al parecer recibió influjo literario, aunque siempre conservó su estilo personal.

Miqueas atacó sobre todo a los poderosos que abusan del pobre para robar y oprimir, a los jueces corrompidos, pero compuso también magníficos poemas de salvación, entre los que sobresale la profecía sobre Belén. El Mesías esperado nacerá en Belén, pequeña población de Judá y hará que los seres humanos puedan vivir tranquilos y Él será nuestra paz.

La segunda lectura está tomada de la carta a los Hebreos. Supuestamente Pablo compara la obra cultual de Cristo con la del Antiguo Testamento, y el sacrificio de Cristo con los antiguos “sacrificios” religiosos. A través de esta comparación se nos muestra con profundidad la naturaleza y finalidad de la encarnación. El sacrificio de Cristo tiene lugar de una vez para siempre y no consiste tanto en la inmolación de una víctima, cuanto en la comunión con el Padre, a la que todos somos invitados. En lo sucesivo no habrá una religión de ceremonias y de ritos, sino una religión “en Espíritu y en Verdad”. La voluntad de Dios no ha sido la muerte del Hijo, sino el hacer partícipe a su Hijo de la condición humana con el suficiente amor para que todo lo humano quedara transformado. La sangre del Hijo, más que ofrenda para aplacar a un Dios justiciero, es don a los seres humanos de un Dios lleno de amor. Nuestra santificación consiste en vivir “en Espíritu y en Verdad” esa amistad con Dios. Aquí radica la esencia del Espíritu religioso.

Acercarse a celebrar el nacimiento de Jesús conlleva recordar la condición de mujer y la fe de María. El episodio llamado de la visitación, del evangelio de Lucas nos relata el encuentro de dos mujeres madres. María, la galilea, va a Judá, la región en la que un día el hijo que lleva dentro de ella será rechazado y condenado a muerte (Lc 1,39). Ante el saludo de la joven, el niño que Isabel está a punto de dar a luz “salta de gozo” (vv. 41 y 44). La madre alude poco después a lo que siente dentro de sí; se trata de la alegría del niño –el futuro Juan Bautista- alrededor de quien habían girado hasta el momento los acontecimientos narrados en este primer capítulo de Lucas. Juan cede ahora el paso a Jesús. El gozo es la primera respuesta a la venida del Mesías. Experimentar alegría porque nos sabemos amados por Dios es prepararnos para la navidad.

Isabel pronuncia entonces una doble bendición. Como ocurre siempre en manifestaciones importantes, Lucas subraya que lo hace “llena del Espíritu Santo” (v. 41). María es declarada “Bendita entre las mujeres”(v. 42), su condición de mujer es destacada; en tanto que tal es considerada amada y privilegiada por Dios. Esto es ratificado por el segundo motivo del elogio: “Bendito el fruto de tu vientre” (v.42). Este fruto es Jesús, pero el texto subraya el hecho de que por ahora está en el cuerpo de una mujer, en sus entrañas, tejido de su tejido. El cuerpo de María deviene así el arca santa donde se alberga el Espíritu y manifiesta la grandeza de su condición femenina. En su visitante, Isabel reconoce a la “madre del Señor” (v 43), aquella que dará a luz a quien debe liberar a su pueblo, según lo anunciaba el profeta Miqueas (5,2-5).

Bendecir (bene-dícere) significa hablar bien, ensalzar, glorificar. Con anterioridad al nacimiento de Jesús, aparecen en los evangelios bendiciones por parte de Zacarías, Simeón, Isabel y María. Todos bendicen a Dios por lo que hace. Pero, al mismo tiempo, Jesús bendice a los niños, a los enfermos, a los discípulos, al Padre. Toda bendición va dirigida a Dios. La oración de bendición es, sobre todo, alabanza de acción de gracias. De este modo celebramos la Eucaristía. Pero también la bendición se extiende a todas las criaturas incluso a las inanimadas: ramos, ceniza, pan y vino. Son bienaventurados los santos y especialmente “bendita” es María, la madre de Jesús.

El Espíritu Santo ayuda a Isabel a pronunciar una bendición: “¡Bendita eres entre todas las mujeres y bendito sea el fruto de tu vientre!”. Desde entonces, millones de veces lo hemos dicho todos los cristianos en el “Ave María”. Son benditos, bienaventurados o dichosos los que creen en Dios, los que practican la Palabra, los que dan frutos, los pobres con los que se identifica Jesús.

María creyó. Ésta fue su grandeza y el fundamento de su felicidad: su fe. María se convierte en maestra de la fe, aceptando cuanto se le anuncia de parte de Dios aunque ella no se pudiera explicar el modo como se realizaría aquel plan. Toda la vida de María se fundamenta en su fe, en la adhesión que ha prestado desde el primer momento a la revelación que llegó hasta ella.

Para la revisión de vida
¿Cómo voy a vivir esta semana de adviento-navidad?
¿Cómo voy a acoger el misterio del Dios humanado en Jesús?
¿Cómo vivir y expresar con todos los que me rodean la ternura de Dios hecho niño para que nosotros vivamos el mismo amor con la misma ternura? (Tomar decisiones concretas para esta noche de nochebuena: respecto a las personas con las que convivo, a los parientes, los vecinos, los amigos y conocidos, los lejanos…).

Se dice Credo.

Oración de los Fieles

 Celebrante:

Hermanos, el Señor está  cerca. Salgamos a su  encuentro y proclamemos su  grandeza, y pidamos al Padre  que nos ayude a esperar su venida con el corazón en vela.

Digamos con fe:

Escucha, Señor,

nuestra oración.

Por la Iglesia: que viva en  continua actitud de servicio  y lleve a Jesús a todos los

hombres.

Oremos.

Escucha, Señor,

nuestra oración.

Por los pastores  del Pueblo de Dios:  que sus vidas sea una  alabanza al Señor que nos

bendice con su cercanía.

Oremos.

Escucha, Señor,

nuestra oración.

Por los jóvenes: que  contemplando a Jesús  que viene, se dispongan a

seguirlo y a hacer su voluntad.

Oremos.

Escucha, Señor,

nuestra oración.

Por los pueblos que  sufren la guerra, el hambre  o la injusticia: que Jesús  que viene les traiga la paz, el amor y una vida digna.

Oremos.

Escucha, Señor,

nuestra oración.

Por los difuntos: que  contemplen cara a cara a Dios y  desde Él intercedan por los que

aún peregrinamos en la tierra.

Oremos.

Escucha, Señor,

nuestra oración.

Por nosotros y por todos  los cristianos: que, unidos  en el nombre del que viene  a salvarnos, vivamos en el  amor y seamos testigos de la fidelidad de Dios a su pueblo.

Oremos.

Escucha, Señor,

nuestra oración.

 

Celebrante:

Aquí nos tienes, Señor, para  hacer tu voluntad. Bendice  nuestras vidas, acoge nuestras  oraciones, y ayúdanos a  preparar el camino a tu Hijo que viene a salvarnos.

Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

 

Oración sobre las Ofrendas

Que el mismo Espíritu  que cubrió con su sombra y  fecundó con su poder el seno  de la Virgen María, santifique,  Señor, estas ofrendas que  hemos depositado sobre tu

altar.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

 

Prefacio de Adviento IV

María, nueva Eva

El Señor esté con ustedes.

Y con tu espíritu.

Levantemos el corazón.

Lo tenemos levantado hacia el Señor.

Demos gracias al Señor, nuestro Dios.

Es justo y necesario.

En verdad es justo darte  gracias, Señor, Padre santo, Dios  todopoderoso y eterno.   Te alabamos, te bendecimos y  te glorificamos por el misterio de la Virgen Madre.

Porque, si del antiguo  adversario nos vino la ruina, en  el seno virginal de la hija de Sión  ha germinado aquel que nos  nutre con el pan de los ángeles,  y ha brotado para todo el género humano la salvación y la paz.

La gracia que Eva nos arrebató  nos ha sido devuelta en María.   En ella, madre de todos  los hombres, la maternidad,  redimida del pecado y de la  muerte, se abre al don de una

vida nueva.

Así, donde había crecido el  pecado, se ha desbordado tu  misericordia en Cristo, nuestro  salvador.

Por eso nosotros, mientras  esperamos la venida de Cristo,  unidos a los ángeles ya los  santos, cantamos el himno de tu gloria:

 Santo, Santo, Santo…

 

Antífona de la Comunión

He aquí que la Virgen  concebirá y dará a luz un  hijo, y le pondrán por nombre  Emmanuel que quiere decir Dios-con-nosotros.

Oración después de la Comunión

 Oremos:

 Tú que nos has dado en  este sacramento la prenda  de nuestra salvación,  concédenos, Padre  todopoderoso, prepararnos  cada día con mayor fervor  para celebrar dignamente el  nacimiento de tu Hijo, que vive  y reina por los siglos de los siglos.

Amén.

Fuentes: www.lecturadeldia.com; www.servicioskoinonia.org

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