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Es un Blog de orientación Cristiano/Católico, dirigido a personas de 16 a años en adelante, en el que se publican diariamente las Lecturas del Día, de acuerdo al Calendario Litúrgico Católico, la Lectio Divina, el Santoral del Día, la Liturgia de las Horas (Laudes, Vísperas y Completas, y otros artículos de orientación espiritual y moral.

Ordinario de la Misa: Miércoles III Semana de Adviento. Ciclo C. 19 de diciembre, 2012.

Ordinario de la Misa: Miércoles III Semana de Adviento. Ciclo C. 19 de diciembre, 2012.

Que mi boca, Señor, no deje de alabarte

Feria de Adviento: día 19

Señor, tú eres mi esperanza

Antífona de Entrada

El que ha de venir, vendrá sin  tardanza, y ya no tendremos  nada que temer, porque él es

nuestro salvador.

Oración Colecta

 Oremos:

Dios nuestro, que te  dignaste manifestar al  mundo el esplendor de tu  gloria por medio del parto  de la santísima Virgen María,  concédenos venerar con fe  íntegra y celebrar con sincera  piedad el gran misterio de la  encarnación de tu Hijo, que  vive y reina contigo en la  unidad del Espíritu Santo  y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

 

Primera Lectura

Lectura del libro de los Jueces

(13, 2-7. 24-25)

En aquellos días, había en Sorá  un hombre de la tribu de Dan,  llamado Manoa. Su mujer era  estéril y no había tenido hijos.  A esa mujer se le apareció un ángel del Señor y le dijo:

“Eres  estéril y no has tenido hijos; pero  de hoy en adelante, no bebas  vino, ni bebida fermentada, ni  comas nada impuro, porque  vas a concebir y a dar a luz un  hijo. No dejes que la navaja  toque su cabello, porque el  niño estará consagrado a Dios  desde el seno de su madre y él  comenzará a salvar a Israel de manos de los filisteos”.

La mujer fue a contarle a su  marido: “Un hombre de Dios ha  venido a visitarme.  Su aspecto era como el del  ángel de Dios, terrible en  extremo. Yo no le pregunté  de dónde venía y él no me  manifestó su nombre, pero me dijo:

‘Vas a concebir y a  dar a luz un hijo. De ahora en  adelante, no bebas vino ni  bebida fermentada, no comas  nada impuro, porque el niño  estará consagrado a Dios desde  el seno de su madre hasta su muerte’ ”.

La mujer dio a luz un hijo y lo  llamó Sansón. El niño creció y el  Señor lo bendijo y el espíritu del  Señor empezó a manifestarse en él.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

 

Salmo Responsorial Salmo 70

Que mi boca, Señor,

no deje de alabarte.

Señor, sé para mí un refugio,  ciudad fortificada en que me  salves. Y pues eres mi auxilio y  mi defensa, líbrame, Señor, de los malvados.

Que mi boca, Señor,

no deje de alabarte.

Señor, tú eres mi esperanza;  desde mi juventud en ti confío.  Desde que estaba en el seno de  mi madre, yo me apoyaba en ti y tú me sostenías.

Que mi boca, Señor,

no deje de alabarte.

Tus hazañas, Señor, alabaré,  diré a todos que sólo tú eres  justo. Me enseñaste a alabarte  desde niño y seguir alabándote es mi orgullo.

Que mi boca, Señor,

no deje de alabarte.

 

Aclamación antes del Evangelio

 Aleluya, aleluya.

Retoño de Jesé, que  brotaste como señal para  los pueblos, ven a librarnos

y no te tardes.

Aleluya.

 

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Lucas (1, 5-25)

Gloria a ti, Señor.

Hubo en tiempo de Herodes,  rey de Judea, un sacerdote  llamado Zacarías, del grupo  de Abías, casado con una  descendiente de Aarón,  llamada Isabel. Ambos eran  justos a los ojos de Dios,  pues vivían irreprochablemente,  cumpliendo los mandamientos y

disposiciones del Señor.

Pero no tenían hijos, porque  Isabel era estéril y los dos, de  avanzada edad.   Un día en que le correspondía  a su grupo desempeñar ante  Dios los oficios sacerdotales,  le tocó a Zacarías, según la  costumbre de los sacerdotes,  entrar al santuario del Señor para ofrecer el incienso,

mientras todo el pueblo estaba afuera, en oración,  a la hora de la incensación.   Se le apareció entonces un  ángel del Señor, de pie, a la  derecha del altar del incienso.  Al verlo, Zacarías se sobresaltó  y un gran temor se apoderó de él. Pero el ángel le dijo:

“No temas, Zacarías, porque  tu súplica ha sido escuchada.  Isabel, tu mujer, te dará un  hijo, a quien le pondrás el  nombre de Juan. Tú te llenarás  de alegría y regocijo, y otros  muchos se alegrarán también  de su nacimiento, pues él será  grande a los ojos del Señor; no  beberá vino ni licor y estará lleno  del Espíritu Santo, ya desde el  seno de su madre. Convertirá  a muchos israelitas al Señor;  irá delante del Señor con el  espíritu y el poder de Elías, para  convertir los corazones de los  padres hacia sus hijos, dar a los  rebeldes la cordura de los justos  y prepararle así al Señor un pueblo dispuesto a recibirlo”.

Pero Zacarías replicó:

“¿Cómo  podré estar seguro de esto?  Porque yo ya soy viejo y mi  mujer también es de edad avanzada”.

El ángel le contestó:

“Yo soy Gabriel, el que asiste  delante de Dios. He sido enviado  para hablar contigo y darte  esta buena noticia. Ahora tú  quedarás mudo y no podrás  hablar hasta el día en que todo  esto suceda, por no haber  creído en mis palabras, que se cumplirán a su debido tiempo”.

Mientras tanto, el pueblo  estaba aguardando a Zacarías  y se extrañaba de que tardara  tanto en el santuario. Al salir  no pudo hablar y en esto  conocieron que había tenido  una visión en el santuario.  Entonces trató de hacerse  entender por señas y permaneció mudo.

Al terminar los días de su  ministerio, volvió a su casa.  Poco después concibió Isabel,  su mujer, y durante cinco  meses no se dejó ver, pues decía:

“Esto es obra del Señor.  Por fin se dignó quitar el  oprobio que pesaba sobre mí”.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario:

Ayer contemplamos en la liturgia de la Palabra el anuncio del nacimiento de Jesús a José. Hoy le corresponde el turno a Zacarías, padre de Juan el Bautista. Lucas, cuyo relato es propio de su evangelio, pone especial énfasis en la ancianidad de Zacarías e Isabel y en la esterilidad de ésta; también en el carácter sacerdotal de Zacarías. No sólo nos dice que es anciano y sacerdote, sino que el anuncio del ángel Gabriel acontece en el Templo, cuando Zacarías está de servicio. Isabel Y Zacarías representan simbólicamente las instituciones del Primer Testamento, las cuales, por estar ya caducas y estériles, son renovadas y “fertilizadas” por el Espíritu de Dios. Zacarías e Isabel representan al resto de Israel que espera la venida del Mesías. Juan y Jesús serán, entonces, los eslabones que articulan la historia de la salvación. El anuncio del ángel deja a Zacarías sin palabra, porque el silencio es la actitud reverencial y de expectativa frente a Dios. Silencio, esterilidad, ancianidad, son símbolos de un pueblo que a pesar de todo confía enteramente en las promesas de Dios. – Abramos el corazón para que podamos percibir la presencia fascinante de Dios que viene a anunciarnos buenas y grandes noticias de liberación para nuestro pueblo.

 

Oración sobre las Ofrendas

Mira, Señor, con bondad las  ofrendas que te presentamos,  para que tu poder consagre

los dones de nuestra pobreza.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

Prefacio de Adviento IV

María, nueva Eva

El Señor esté con ustedes.

Y con tu espíritu.

Levantemos el corazón.

Lo tenemos levantado hacia el Señor.

Demos gracias al Señor, nuestro Dios.

Es justo y necesario.

En verdad es justo darte  gracias, Señor, Padre santo,  Dios todopoderoso y eterno.   Te alabamos, te bendecimos  y te glorificamos por el misterio de la Virgen Madre.

Porque, si del antiguo  adversario nos vino la ruina,  en el seno virginal de la hija  de Sión ha germinado aquel  que nos nutre con el pan de los  ángeles, y ha brotado para todo  el género humano la salvación y la paz.

La gracia que Eva nos arrebató  nos ha sido devuelta en María.   En ella, madre de todos  los hombres, la maternidad,  redimida del pecado y de la  muerte, se abre al don de una

vida nueva.

Así, donde había crecido el  pecado, se ha desbordado tu  misericordia en Cristo, nuestro

salvador.

 Por eso nosotros, mientras  esperamos la venida de Cristo,  unidos a los ángeles y a los  santos, cantamos el himno de tu gloria:

Santo, Santo, Santo…

 

Antífona de la Comunión

Vendrá a visitarnos de lo alto  un sol naciente, Cristo el Señor,  para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Oración después de la Comunión

 Oremos:

 Te damos gracias, Señor,  por los bienes que nos has  dado, y te rogamos que  enciendas en nosotros el  deseo de lo que nos has  prometido, para que, con un  espíritu renovado, podamos  celebrar dignamente el  nacimiento de tu Hijo,  que vive y reina por los

siglos de los siglos.

Amén

Fuentes: www.lecturadeldia.com; www.servicioskoinonia.org

 

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