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5 abril 2012 4 05 /04 /abril /2012 14:42

Meditación: Viernes Santo. Ciclo B. 6 de Abril, 2012

«Entonces Pilato tomó a Jesús y mandó que lo azotaran. Y los soldados, tejiendo una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y lo vistieron con un manto de púrpura. Y se acercaban a él y le decían: Salve, Rey de los judíos. Y le daban bofetadas. Pilato salió de nuevo fuera y les dijo: He aquí que os lo saco fuera para que sepáis que no encuentro en él culpa alguna. Jesús, pues, salió fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: He aquí el hombre. Cuando le vieron los pontífices y los servidores, gritaron:

¡Crucifícalo, crucifícalo! Pilato les respondió: Tomadlo vosotros y crucificadlo pues yo no encuentro culpa en él Los judíos contestaron: Nosotros tenemos una Ley, y según la Ley debe morir porque se ha hecho Hijo de Dios. (...)

Entonces se lo entregó para que fuera crucificado. Tomaron, pues, a Jesús; y él, con la cruz a cuestas, salió hacia el lugar llamado de la Calavera, en hebreo Gólgota, donde le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y en el centro Jesús. Pilato escribió el título y lo puso sobre la cruz. Estaba escrito: Jesús Nazareno, el Rey de los judíos. (...)

Estaban junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, dijo a su madre: Mujer he ahí a tu hijo. Después dice al discípulo: He ahí a tu madre. Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa.

Después de esto, sabiendo Jesús que todo estaba ya consumado, para que se cumpliera la Escritura, dijo: Tengo sed. Había allí un vaso lleno de vinagre. Sujetaron una esponja empapada en el vinagre a una caña de hisopo y se la acercaron a la boca. Jesús, cuando probó el vinagre, dijo: Todo está consumado. E inclinando la cabeza entregó el espíritu.» (Juan 19, 1-7.16-19.25-30)

1º. Jesús, he llegado al Calvario acompañando a tu Madre.

No puedo decir nada.

Estás allí, clavado en la cruz, con la cara rota y el cuerpo destrozado y sangrante.

Apenas puedes respirar, mientras te apoyas en tus manos atravesadas para tomar aliento.

La boca abierta.

La mirada triste, agonizante.

¡Jesús!, ¿que han hecho contigo?

Me miras... y toda mi vida me parece un sinsentido.

«Tengo sed...»

«Todo está consumado.»

«Acabamos de revivir el drama del Calvario, lo que me atrevería a llamar la Misa primera y primordial, celebrada por Jesucristo. Dios Padre entrega a su Hijo a la muerte. Jesús, el Hijo Unigénito, se abraza al madero, en el que le habían de ajusticiar y su sacrificio es aceptado por el Padre: como fruto de la Cruz, se derrama sobre la Humanidad el Espíritu Santo.

La Semana Santa no puede reducirse a un mero recuerdo, ya que es la consideración del misterio de Jesucristo, que se prolonga en nuestras almas; el cristiano está obligado a ser alter Christus, ipse Christus, otro Cristo, el mismo Cristo. Todos, por el Bautismo, hemos sido constituidos sacerdotes de nuestra propia existencia, «para ofrecer víctimas espirituales, que sean agradables a Dios por Jesucristo», para realizar cada una de nuestras acciones en espíritu de obediencia a la voluntad de Dios, perpetuando así la misión del Dios-Hombre.

2º. Ahora, situados ante ese momento del Calvario, cuando Jesús ya ha muerto y no se ha manifestado todavía la gloria de su triunfo, es una buena ocasión para examinar nuestros deseos de vida cristiana, de santidad; para reaccionar con un acto de fe ante nuestras debilidades, y confiando en el poder de Dios, hacer el propósito de poner amor en las cosas de nuestra jornada. La experiencia del pecado debe conducirnos al dolor a una decisión más madura y más honda de ser fieles, de identificarnos de veras con Cristo, de perseverar cueste lo que cueste, en esa misión sacerdotal que Él ha encomendado a todos sus discípulos» (Es Cristo que pasa.-96).

Anochece.

El pequeño grupo no quiere abandonar a María, que llora en silencio.

Mientras, la gente se marcha «golpeándose el pecho» (Lucas 23,48).

Yo, envuelto también entre silencio y sollozos, te prometo ser fiel.

 

 

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5 abril 2012 4 05 /04 /abril /2012 02:58

Meditación: Jueves Santo. Ciclo B. 5 de Abril, 2012

«La víspera de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, como amase a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. Y mientras celebraban la cena, cuando el diablo ya había sugerido en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, que lo entregara, sabiendo Jesús que todo lo había puesto el Padre en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, se levantó de la cena, se quitó el manto, tomó una toalla y se la ciñó. Después echó agua en una jofaina y empezó a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que se había ceñido.

Después de lavarles los pies tomó el manto, se puso de nuevo a la mesa, y les dijo: ¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis el Maestro y el Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, que soy el Señor y el Maestro os he lavado los pies, vosotros también os debéis lavar los pies unos a otros. Os he dado ejemplo para que como yo he hecho con vosotros, así hagáis vosotros.» (Juan 13, 1-15)

1º. Jesús, son tus últimas horas.

¡Cómo quieres a esos discípulos, a los que vas a dejar esta noche!

¡Cuánto van a sufrir!

¡Cuánto va a sufrir María, tu madre, que ha querido acompañarte a Jerusalén sabiendo que ha llegado tu hora!

¿Qué más puedes hacer?

Te queda una última cena para decir lo más importante, lo que les debe quedar como testamento para que lo puedan predicar después al mundo entero.

«Sabiendo Jesús que todo lo habla puesto el Padre en sus manos y que habla salido de Dios y a Dios volvía..., empezó a lavarles los pies a los discípulos.»

Eres Dios, y esa conciencia de tu divinidad te impulsa a servir.

Y quieres hacer algo gráfico, que entre por los ojos, inequívoco.

Al lavar los pies a los apóstoles les estás grabando a fuego la clave de tu paso por la tierra: ser de Dios es ser servidor de los demás.

No basta saberlo, hace falta ponerlo en práctica cada día.

Por eso, al acabar, les dices: «si comprendéis esto y lo hacéis, seréis bienaventurados»

Ayúdame a poner por obra esta enseñanza en mil pequeños detalles de cada día: en casa, en el trabajo, buscando el modo de ayudar a los que más lo necesiten.

2º. «Todos los modos de decir resultan pobres, si pretenden explicar, aunque sea de lejos, el misterio del Jueves Santo. Pero no es difícil imaginar en parte los sentimientos del Corazón de Jesucristo en aquella tarde, la última que pasaba con los suyos, antes del sacrificio del Calvario.

Considerad la experiencia, tan humana, de la despedida de dos personas que se quieren. Desearían estar siempre juntas, pero el deber -el que sea- les obliga a alejarse. Su afán seria continuar sin separarse, y no pueden. El amor del hombre, que por grande que sea es limitado, recurre a un símbolo: los que se despiden se cambian un recuerdo, quizá una fotografía, con una dedicatoria tan encendida, que sorprende que no arda la cartulina. No logran hacer más porque el poder de las criaturas no llega tan lejos como su querer.

Lo que nosotros no podemos, lo puede el Señor: Jesucristo, perfecto Dios y perfecto Hombre, no deja un símbolo, sino la realidad: se queda Él mismo. Irá al Padre, pero permanecerá con los hombres. No nos legará un simple regalo que nos haga evocar su memoria, una imagen que tienda a desdibujarse con el tiempo, como la fotografía que pronto aparece desvaída, amarillenta y sin sentido para los que no fueron protagonistas de aquel amoroso momento. Bajo las especies del pan y del vino está El, realmente presente: con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad. (...)

La alegría del Jueves Santo arranca de ahí: de comprender que el Creador se ha desbordado en cariño por sus criaturas. Nuestro Señor Jesucristo, como si aún no fueran suficientes todas las otras pruebas de su misericordia, instituye la Eucaristía para que podamos tenerle siempre cerca y -en lo que nos es posible entender- porque, movido por su Amo, quien no necesita de nada, no quiere prescindir de nosotros» (Es Cristo que pasa.-83-84).

 

 

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4 abril 2012 3 04 /04 /abril /2012 04:29

Meditación: Miércoles Santo. Ciclo B. 4 de Abril, 2012

«Entonces, uno de los doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los príncipes de los sacerdotes, y dijo: ¿Qué me queréis dar a cambio de que os lo entregue? Ellos le ofrecieron treinta monedas de plata. Desde entonces buscaba una oportunidad para entregarlo.

El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le dijeron: ¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua? Jesús respondió: Id a la ciudad, a casa de tal persona, y comunicadle: El Maestro dice: mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos. Los discípulos hicieron como les había mandado Jesús y prepararon la Pascua. Al anochecer se puso a la mesa con los doce discípulos. Y mientras comían dijo: En verdad os digo que uno de vosotros me va a traicionar: Y, muy afligidos, comenzaron cada uno a decirle: ¿Acaso soy yo, Señor? Pero él respondió: El que come conmigo en la misma fuente, ¡ése me va a entregar! Ciertamente el Hijo del Hombre se va, según está escrito acerca de él; pero, ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Más le valiera a ese hombre no haber nacido.» (Mateo 26, 14-24)

1º. Los apóstoles se quedan muy afligidos por tu anuncio de la traición.

«El que come conmigo en la misma fuente ¡ése me va a entregar!»

Saben que Tú eres el Mesías enviado por Dios, y te quieren de verdad: lo han dejado todo para seguirte.

Pero admiten humildemente la posibilidad de traicionarte; se sienten débiles, capaces de los peores errores y crímenes: «¿Acaso soy yo, Señor?»

Jesús, yo también soy capaz de todos los errores y de todos los horrores.

Que sea lo suficientemente humilde para pedirte ayuda constantemente, como el niño pequeño no se suelta de la mano de su madre.

No quiero soltarme de la mano de mi Madre la Iglesia: esas indicaciones, esos consejos, esos medios -los sacramentos- que me dan la fuerza necesaria para no tropezar.

«Ciertamente el Hijo del Hombre se va, según está escrito acerca de él»

Jesús, te entregas voluntariamente a la muerte, tal y como estaba dispuesto por el Padre.

Sin embargo, el que estuviera previsto un traidor, no reduce la culpabilidad personal de Judas: «Más le valiera a ese hombre no haber nacido.»

Con el tiempo, se puede descubrir que Dios, en su providencia todopoderosa, puede sacar un bien de las consecuencias de un mal, incluso moral, causado por sus criaturas. (...) Del mayor mal moral que ha sido cometido jamás, el rechazo y la muerte del Hijo de Dios, causado por los pecados de todos los hombres, Dios, por la superabundancia de su gracia, sacó el mayor de los bienes: la glorificación de Cristo y nuestra Redención. Sin embargo, no por esto el mal se convierte en un bien» (C. I. C.- 312).

2º. «¿Cómo vas a tener paz, si te dejas arrastrar -contra los «tirones» de la gracia- por esas pasiones, que ni siquiera intentas dominar?

El cielo empuja para arriba; tú -¡sólo tú: no busques excusas!-, para abajo... -Y de este modo te desgarras» (Surco.-851).

Jesús, a veces pienso que no puedo hacer más, y me vienen ganas de justificar los errores -pecados consentidos- que cometo por fragilidad.

«Es cosa del ambiente, de la costumbre, de la juventud, de la madurez, de la vejez».

Siempre hay excusas.

Pero no me las acabo de creer: noto también los tirones de la gracia, que me empujan para arriba.

Es tu voz, que me dice: venga, puedes.... ¡y debes!, porque Yo he muerto por ti en una cruz para que venzas las tentaciones del mundo, del demonio y de la carne.

Como los apóstoles, necesito ser más humilde: darme cuenta de que soy débil y poner todos los medios sobrenaturales y humanos necesarios para no volver a pecar.

Todos los medios humanos como si no hubiera medios sobrenaturales; y luego, todos los sobrenaturales, que son los realmente importantes, pero que necesitan de los anteriores para ser eficaces.

Entonces, en vez de desgarrarme, escucharé lo que dijiste a tus discípulos después de la Resurrección: «La paz sea con vosotros»mayor paz cuanta mayor lucha.

 

 

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3 abril 2012 2 03 /04 /abril /2012 02:37

Meditación: Martes Santo. Ciclo B. 3 de Abril, 2012

«Cuando dijo esto se turbó en su espíritu, y declaró: En verdad, verdad os digo que uno de vosotros me entregará. Los discípulos se miraban unos a otros no sabiendo a quién se refería. Estaba recostado en el pecho de Jesús uno de los discípulos, el que Jesús amaba. Simón Pedro le hizo señas y le dijo: Pregúntale de quién habla. Él, que estaba recostado sobre el pecho de Jesús, le dice: Señor ¿quién es? Jesús responde: Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar Mojando, pues, el bocado, lo toma y se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote. Entonces, tras el bocado entró en él Satanás. Y Jesús le dijo: lo que vas a hacer; hazlo pronto. Pero ninguno de los que estaban a la mesa entendió con qué fin le dijo esto, pues algunos pensaban que, como Judas tenía la bolsa, Jesús le decía: Compra lo que necesitamos para la fiesta, o da algo a los pobres Aquél, después de tomar el bocado, salió enseguida. Era de noche.» (Juan 13, 21-30)

1º. Jesús, te turba, te conmueves: después de lo que has hecho por Judas, te va a traicionar.

No es uno de los judíos que lleva tiempo buscando matarte;

no es uno de los que interpretaban torcidamente tus palabras o atribuían tus milagros al demonio.

Es... Judas, uno de los doce amigos íntimos que lleva tres años contigo.

¡Cuántas muestras de cariño habías tenido personalmente con él; cuántas conversaciones en privado; cuántos momentos felices; cuántas bromas, cansancios, risas, preocupaciones; cuántos milagros había presenciado!...

Jesús, yo también soy uno de tus íntimos: ¡soy cristiano, hijo de Dios!

Me has cuidado de modo especial; me has dado gracias inmensas; me has dado tu misma vida -cuerpo y sangre- para que pueda estar contigo.

Y ¿qué hago?

¿cómo correspondo?

¿No te estaré traicionando con mi vida de poca lucha, mediocre; con mis pecados?

Jesús, ya no más.

No quiero fallarte más.

Sé que te turba, que te duele de manera especial la traición de tus amigos.

Y yo soy tu amigo.

Dame más fortaleza, más amor, para no decirte nunca más que no.

Ayúdame a tener el cariño recio de Juan, que supo permanecer a tu lado en los momentos de prueba.

«Me hace temblar aquel pasaje de la segunda epístola a Timoteo, cuando el Apóstol se duele de que Demas escapó a Tesalónica tras los encantos de este mundo... Por una bagatela, y por miedo a las persecuciones, traicionó la empresa divina un hombre, a quien San Pablo cita en otras epístolas entre los santos.

Me hace temblar; al conocer mi pequeñez; y me lleva a exigirme fidelidad al Señor hasta en los sucesos que pueden parecer como indiferentes, porque, si no me sirven para unirme más a Él, ¡no los quiero» (Surco.-343).

Jesús, las grandes traiciones, como la de Judas o Demas, vienen precedidas de pequeñas compensaciones egoístas.

Los edificios no se desmoronan de repente -si no es por una catástrofe- sino que empiezan a salir grietas pequeñas, que se van abriendo, hasta que aquello cae.

Para no bajar la guardia en la lucha contra el pecado, es bueno tener siempre presente que, al final, Tú me vas a juzgar por mis acciones.

«El mensaje del Juicio final llama a la conversión mientras Dios da a los hombres todavía «el tiempo favorable, el tiempo de salvación» (2 Corintios 6, 2). Inspira el santo temor de Dios. Compromete para la justicia del Reino de Dios» CEC.- 1041)

Uno de los dones del Espíritu Santo es el del temor de Dios.

Jesús, no es que pida tenerte miedo, sino tener miedo a perderte, a perderme.

Me hace temblar; al conocer mi pequeñez; y me lleva a exigirme fidelidad.

Jesús, Tú me necesitas fiel.

No te puedo fallar.

Para ello debo ser fiel en lo poco, en lo de cada día, hasta en los sucesos que pueden parecer como indiferentes:

en la puntualidad en el trabajo y en las normas de piedad;

en los detalles de servicio; en la sobriedad en las comidas y gastos; en la lucha por cumplir los propósitos de la dirección espiritual, etc. ..

Así podrás decirme: «Muy bien, siervo bueno y fiel; puesto que has sido fiel en lo poco, yo te confiaré lo mucho» (Mateo 25,21).

 

 

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31 marzo 2012 6 31 /03 /marzo /2012 03:40

Meditación: Domingo de Ramos. Ciclo B. 01 de Abril, 2012

«Al día siguiente las muchedumbres que iban a la fiesta, oyendo que Jesús se acercaba a Jerusalén, tomaron ramos de palmas, salieron a su encuentro y gritaban: Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor; el Rey de Israel Jesús encontró un borriquillo y se montó sobre él, conforme a lo que está escrito: No temas, hija de Sión. Mira a tu rey, que llega montado en un pollino de asna. Sus discípulos no comprendieron esto de momento, pero cuando Jesús fue glorificado, entonces recordaron que estas cosas estaban escritas acerca de él y que fueron precisamente las que le hicieron.» (Juan 12, 12-16)

1º. Jesús, empieza la Semana Santa.

En pocos días vas a culminar tu misión en la tierra.

Vas a dejar tu mandamiento nuevo, el mandamiento del amor; vas a lavar los pies a tus discípulos y a rogar por ellos, no para que se aparten del mundo, sino para que el Padre los preserve del mal; vas a pedir por los cristianos de todos los tiempos, para que permanezcan unidos; y te vas a entregar en el acto de donación más sublime jamás visto: la Eucaristía.

Vas a sudar sangre mientras pides al Padre que pase de Ti este cáliz, pero que se haga su voluntad. Te van a apresar; tus discípulos -tus amigos- te abandonarán.

Te azotarán y golpearán; se van a burlar de Ti.

Y llevarás la Cruz de tu muerte y de mi salvación hasta la cima del Calvario.

Allí estará tu Madre; y Juan, tu discípulo amado, a quien la vas a confiar. Allí morirás después de salvar al buen ladrón y pedir perdón al Padre por los que te ajusticiaban.

Todos estos pensamientos se agolpan en tu cabeza en este día triunfal, como un eco que resuena tras los gritos de la gente que te aclama: «¡Hosanna; bendito el que viene en nombre del Seño, el Rey de Israel!»

Que me dé cuenta, Jesús, de que para conseguir la gloria, he de pasar primero por la Cruz.

Observa que Cristo llegó a la gloria a través de su pasión: «¿No era menester que el Cristo padeciese todo esto, y entrase así en su gloria?» (Lucas 24, 26).

De esta manera nos enseñaba el camino de la gloria a nosotros: «Es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios» (Hechos 14, 21)

2º. «Cristo debe reinar; antes que nada, en nuestra alma. Pero qué responderíamos, si Él preguntase: tú, ¿cómo me dejas reinar en ti? Yo le contestaría que, para que Él reine en mí, necesito su gracia abundante: únicamente así hasta el último latido, hasta la última respiración, hasta la mirada menos intensa, hasta la palabra más corriente, hasta la sensación más elemental se traducirán en un hosanna a mi Cristo Rey.

Si pretendemos que Cristo reine, hemos de ser coherentes: comenzar por entregarle nuestro corazón. Si no lo hiciésemos, hablar del reinado de Cristo sería vocerío sin sustancia cristiana, manifestación exterior de una fe que no existiría, utilización fraudulenta del nombre de Dios para las componendas humanas.

Si la condición para que Jesús reinase en mi alma, en tu alma, frese contar previamente en nosotros con un lugar perfecto, tendríamos razón para desesperamos. Pero «no temas, hija de Sión: mira a tu Rey, que viene sentado sobre un borrico». (...) No en el burro viejo y terco, rencoroso, que se venga con una coz traicionera, sino en el pollino joven: las orejas estiradas como antenas, austero en la comida, duro en el trabajo, con el trote decidido y alegre. Hay cientos de animales más hermosos, más hábiles y más crueles. Pero Cristo se fijó en él, para presentarse como Rey ante el pueblo que lo aclamaba. Porque Jesús no sabe qué hacer con la astucia calculadora, con la crueldad de corazones fríos, con la hermosura vistosa pero hueca. Nuestro Señor estima la alegría de un corazón mozo, el paso sencillo, la voz sin falsete, los ojos limpios, el oído atento a su palabra de cariño. Así reina en el alma» (Es Cristo que pasa.-181).

Jesús, en esta fiesta de ramos, no me quiero contentar con arrojar flores a tu paso; ni siquiera con poner mi vestido en el camino para que pises blando.

He de darte -no me pides menos- mi corazón, para que reines en él con todas sus consecuencias.

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31 marzo 2012 6 31 /03 /marzo /2012 00:06

Meditación: Sábado de la semana 5 de Cuaresma. Ciclo B. 31 de Marzo, 2012

«Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho. Entonces los pontífices y los fariseos convocaron el Sanedrín y decían: ¿Qué haremos, puesto que este hombre realiza muchos milagros? Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos y destruirán nuestro lugar y nuestra nación. Uno de ellos, Caifás, que era Sumo Pontífice aquel año, les dijo: Vosotros no sabéis nada, ni os dais cuenta de que os conviene que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca toda la nación. Pero esto no lo decía por sí mismo sino que, siendo Sumo Pontífice aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino para reunir a los hijos de Dios que estaban dispersos. Así, desde aquel día decidieron darle muerte.» (Juan 11, 45-53)

1º. Jesús, se cumple hoy lo que habías dicho en la parábola del rico Epulón: «tampoco se convencerán aunque uno de los muertos resucite» (Lucas 16,31).

Tras la resurrección de Lázaro, las personas sencillas razonan así: «Si ése no fuera de Dios no hubiera podido hacer nada» (Juan 9,33).

Por eso, «al ver lo que hizo Jesús, creyeron en él»

Pero los fariseos no tienen la sencillez necesaria para conectar los milagros con tu divinidad.

«¿Qué haremos, puesto que este hombre realiza muchos milagros?»

Ven los milagros, pero no ven a Dios detrás.

Sólo te ven como hombre, y por eso eres peligroso: «Si le dejamos así, todos creerán en é!; y vendrán los romanos y destruirán nuestro lugar y nuestra nación.»

Jesús, yo también tengo una visión muy humana a veces.

No me doy cuenta de que Tú estás detrás de cada acontecimiento.

Por eso necesito hacer un rato de oración al día que me llene de tu presencia y de tu gracia.

«Hay que saber estar en silencio, crear espacios de soledad o, mejor, de encuentro reservado a una intimidad con el Señor. Hay que saber contemplar (...). Desgraciadamente, nuestra vida diaria corre el riesgo o incluso experimenta casos, más o menos difundidos, de contaminación interior. Pero el contacto de fe con la Palabra del Señor nos purifica, nos eleva y nos vuelve a dar energía» (Juan Pablo II).

 

2º. «La entrega generosa de Cristo se enfrenta con el pecado, esa realidad dura de aceptar; pero innegable: el «mystrium iniquitatis», la inexplicable maldad de la criatura que se alza, por soberbia, contra Dios. (...) Debemos hacemos cargo, aun en lo humano, de que la magnitud de la ofensa se mide por la condición del ofendido, por su valor personal, por su dignidad social, por sus cualidades. Y el hombre ofende a Dios: la criatura reniega de su Creador

Pero Dios es Amor El abismo de malicia, que el pecado lleva consigo, ha sido salvado por una Caridad infinita. Dios no abandona a los hombres. Los designios divinos prevén que, para reparar nuestras faltas, para restablecer la unidad perdida, no bastan los sacrificios de la Antigua Ley: se hacía necesaria la entrega de un Hombre que fuera Dios. (...) El Hijo Unigénito de Dios Padre asume nuestra condición humana, carga sobre sí nuestras miserias y nuestros dolores, para acabar cosido con clavos a un madero». (Es Cristo que pasa.-95).

Jesús, te entregas voluntariamente a la muerte para salvarme de mis pecados.

Por eso Caifás profetiza que «Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino para reunir a los hijos de Dios que estaban dispersos.»

Porque por tu muerte, Jesús, todos pasamos a ser miembros de la misma familia, la familia de los hijos de Dios, de los hijos de María.

Madre, cómo debiste sufrir esos días, sabiendo que llegaba la hora de la redención.

Tú estabas allí, en casa de María, Marta y Lázaro, junto con las otras mujeres que seguían a tu hijo.

Esta vez habías venido desde Galilea para acompañar a Jesús en la Cruz.

Ayúdame a no pecar más, pues son mis pecados los que han causado la muerte de tu hijo.

 

 

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30 marzo 2012 5 30 /03 /marzo /2012 02:52

Meditación: Viernes de la semana 5 de Cuaresma. Ciclo B. 30 de Marzo, 2012

«¿A quien el Padre santificó y envió al mundo, decís vosotros que blasfema porque dije que soy Hijo de Dios? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago, creed en las obras, aunque no me creáis a mí, para que conozcáis y sepáis que el Padre está en mí y yo en el Padre. Intentaban entonces prenderlo otra vez, pero se escapó de sus manos. Y se fue de nuevo al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba al principio, y allí se quedó. Y muchos acudieron a él y decían: Juan no hizo ningún milagro, pero todo lo que dijo Juan acerca de él era verdad. Y muchos allí creyeron en él.» (Juan 10, 36-42)

1º. Jesús, a pocos días de tu muerte ya hay una confrontación clara entre Ti, que dices que eres el Mesías «Hijo de Dios,» y los jefes de los judíos, que han decidido matarte.

Te defiendes: «Creed en las obras, aunque no me creáis a mí.»

Pero no aceptan ninguna prueba, y tienes que escapar hasta que llegue la Pascua de los judíos y sea la hora de nuestra salvación.

¿Cómo debías sentirte ante estos acontecimientos?

Por un lado, la angustia del dolor que se avecinaba; por otro, la necesidad de cumplir la misión para la que habías venido al mundo.

«Ahora mi alma está turbada; y ¿qué diré?: ¿Padre, líbrame de esta hora?, si para eso vine a esta hora» (Juan 12, 27).

Jesús, estoy acostumbrado a verte sufrir en la cruz y no me doy cuenta de lo que sufriste también en los días anteriores.

Pero lo que más te debía doler era la incomprensión de aquellos hombres: les habías demostrado con obras que eras el Hijo de Dios, y te iban a pagar con la cruz.

«¡Jerusalén, Jerusalén!, que matas a los profetas y lapidas a los que te son enviados. Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina cobija a sus polluelos bajo las alas, y no quisiste» (Mateo 23,37).

Jesús, quiero acompañarte estos días teniendo tus mismos sentimientos.

«Aquellos del Apóstol: “tened en vuestros corazones los mismos sentimientos que tuvo Jesucristo en el suyo”, exige a todos los cristianos que reproduzcan en sí, en cuanto al hombre es posible, aquel sentimiento que tenía el divino Redentor cuando se ofrecía en sacrificio. (...) Exige, además, que de alguna manera adopten la condición de víctima, abnegándose a si mismos según los preceptos del Evangelio, entregándose voluntaria y gustosamente a la penitencia, detestando y confesando cada uno sus propios pecados » (Pío XII).

 

2º. «Si unimos nuestras pequeñeces -las insignificantes y las grandes contradicciones- a los grandes sufrimientos del Señor Víctima -¡la única Víctima es El!-, aumentará su valor se harán un tesoro y, entonces, tomaremos a gusto, con garbo, la Cruz de Cristo. -Y no habrá así pena que no se venza con rapidez; y no habrá nada ni nadie que nos quite la paz y la alegría» (Forja.-785).

Jesús, que cuando sufra por algún motivo, físico o moral, me acuerde de lo mucho que has sufrido por mí, y me dé cuenta de que también así, sufriendo, me estoy pareciendo y uniendo a Ti.

Son esas caricias de Dios, que me trata como a su Hijo, y que me permite aportar mi pequeño grano de arena a la Redención.

Cada día puedo ofrecer esas contradicciones en la Misa, junto al Pan y el Vino, de manera que se unan al sacrificio de la Cruz.

De este modo, esos sufrimientos adquirirán un valor infinito y redentor, aumentará su valor se harán un tesoro.

«Juan no hizo ningún milagro, pero todo lo que dijo Juan acerca de él era verdad.»

Jesús, aunque no haga milagros, siempre puedo, como Juan, hablar de Ti a los que me rodean: con mi ejemplo, con el modo de afrontar las contradicciones grandes o pequeñas que todo el mundo padece.

Al ofrecer esos sufrimientos, uniéndolos a los tuyos en el santo sacrificio de la Misa, no habrá pena que no venza con rapidez; y no habrá nada ni nadie que me quite la paz y la alegría. Y el resultado de una vida vivida con esa fe y esa esperanza será portentoso, como el fruto del apostolado de Juan: «muchos allí creyeron en él»

 

 

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28 marzo 2012 3 28 /03 /marzo /2012 21:47

Meditación: Jueves de la semana 5 de Cuaresma. Ciclo B. 29 de Marzo, 2012

«En verdad, en verdad os digo: Si alguno guarda mi palabra jamás verá la muerte. Los judíos le dijeron: Ahora conocemos que estás endemoniado. Abrahán murió y también los profetas, y tú dices: Si alguno guarda mi palabra, jamás gustará la muerte. ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron. ¿Por quién te tienes tú? Jesús respondió: Si yo me glorifico a mi mismo, mi gloria nada vale. Mi Padre es el que me glorifica, el que decís que es vuestro Dios, y no lo conocéis; yo, sin embargo, lo conozco. Y si dijera que no lo conozco sería mentiroso como vosotros, pero lo conozco y guardo su palabra. Abrahán vuestro padre se regocijó por ver mi día; lo vio y se alegró. Los judíos le dijeron: ¿Aún no tienes cincuenta años y has visto a Abrahán? Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán naciese, yo soy Entonces tomaron piedras para tirárselas; pero Jesús se escondió y salió del Templo.» (Juan 8, 51-59)

1º.: Jesús, a veces pienso que si te viera en persona, si hubiera vivido en aquellos tiempos, yo sí hubiera creído que Tú eres Dios, no como estos judíos que te tienen tan cerca y a lo máximo que llegan es a decir: «Ahora conocemos que estás endemoniado.»

Sin embargo, debo admitir que yo también me resistiría a creer que alguna de las personas que me rodean y que conozco bien, fuese Dios.

Es tan difícil creer esto, que ni los mismos apóstoles se acaban de enterar hasta después de la Resurrección, incluso con los milagros que habían visto.

Es mucho más fácil creer en la Eucaristía, a pesar de que allí se esconde no sólo tu divinidad, sino también tu humanidad.

Jesús, creo firmemente que estás en la Eucaristía y que, desde esa cárcel de amor, me ves y me oyes, y me llamas, y me animas, y me quieres.

¿Qué más pruebas necesito de tu amor?

La Eucaristía sólo se entiende por el amor que me tienes.

«¿Por quién te tienes tú?»

Cuántas veces se lo has repetido ya, Jesús.

No quieren saberlo.

No están buscando la verdad.

Sólo quieren tener una excusa para matarte; quieren cogerte en alguna palabra para poder luego acusarte.

A veces también me encuentro con esta gente: no quieren saber, sólo están buscando la manera de retorcer mis palabras para usarlas contra mí.

Que aprenda a tener esa paciencia, esa mansedumbre que Tú has tenido y tienes siempre con los que no te comprenden.

2º. «Da «toda» la gloria a Dios. -«Exprime» con tu voluntad, ayudado por la gracia, cada una de tus acciones, para que en ellas no quede nada que huela a humana soberbia, a complacencia de tu «yo»» (Camino.-784).

«Si yo me glorifico a mí mismo, mí gloria nada vale»

Cuántas veces, Jesús, estoy buscando el éxito personal, el lucimiento propio, quedar lo mejor posible ante los demás.

Y, en realidad, buscar la gloria en la tierra es uno de los grandes engaños que me puedo hacer en mi vida.

Entre otras cosas, porque esta vida pasa, y pasa muy rápido.

«Abrahán murió y también los profetas».

¿Qué importa lo que piensen unos y otros, cuando lo que perdura es lo que pienses Tú?

«Si alguno guarda mi palabra jamás verá la muerte.»

Lo que vale la pena es guardar tu palabra, es darte gloria a Ti: hacerlo todo para Ti y para tu gloria.

Para ello es una buena práctica el rectificar la intención cuando veo que estoy haciendo algo que huela a humana soberbia, a complacencia de mi «yo», y decir: Jesús, te ofrezco este estudio, este esfuerzo, este trabajo, etc. Quiero hacerlo por Ti, para Ti.

«Tampoco aquí se dice que sea ilícito el ser vistos de los hombres, sino el obrar para ser vistos de ellos. Es superfluo repetir siempre lo mismo, ya que la regla que debe observarse es una sola: temer y rehuir; no que los hombres conozcan nuestras buenas obras, sino el hacerlas con la intención de que nuestro galardón sea el aplauso humano» (San Agustín).

«Mi padre es el que me glorifica.»

Si yo sólo busco tu gloria, tu voluntad, entonces Tú me glorificarás: me darás la felicidad en la tierra y, después, eternamente en el cielo.

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27 marzo 2012 2 27 /03 /marzo /2012 16:07

Meditación: Miércoles de la semana 5 de Cuaresma. Ciclo B. 28 de Marzo, 2012

«Decía Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permanecéis en mi palabra, sois en verdad discípulos míos, conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Le respondieron: Somos linaje de Abrahán y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Os haréis libres? Jesús les respondió: En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado, esclavo es del pecado. El esclavo no queda en casa para siempre; mientras que el hijo queda para siempre; pues, si el Hijo os librase, seréis verdaderamente libres.» (Juan 8, 31-36)

1º. Jesús, mientras los judíos están pensando en libertad política respecto a los romanos, Tú estás yendo más a fondo: libertad interior; libertad de hijos de Dios que no están atrapados por la esclavitud del pecado. «Todo el que comete pecado, esclavo es del pecado.»

El pecado efectivamente esclaviza.

Esclaviza porque obliga a actuar en la dirección que marcan mis pasiones y mis debilidades, no mi razón iluminada por la fe.

Para conseguir esa libertad, es necesario conocer la verdad, esa verdad que eres Tú mismo: Yo soy la Verdad». (Juan 14,6).

Y para conocer la verdad, para conocerte a Ti, es necesario permanecer en tu palabra, es decir: ser fiel, perseverar en el camino cristiano, no abandonarte cuando empiezan las dificultades.

Cristo mismo vincula de modo particular la liberación con el conocimiento de la verdad: «Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.» Esta frase atestigua sobre todo el significado íntimo de la libertad por la que Cristo nos libera. Liberación significa transformación interior del hombre, que es consecuencia del conocimiento de la verdad. La transformación es, pues, un proceso espiritual en el que el hombre madura «en justicia y santidad verdaderas» en los diversos ámbitos de la vida social» (Juan Pablo II).

Jesús, tu verdad no es una verdad abstracta, no es un concepto.

Eres Tú mismo: Tú eres la palabra de Dios.

No es una verdad para ser aprendida a través del estudio, que se pueda explicar en una pizarra.

«Si permanecéis en mi palabra, conoceréis la verdad».

Es necesario vivir según tu palabra, hacer la prueba, experimentar de verdad tu amor, darse a los demás, buscar ante todo tu voluntad.

Y entonces sí.

Entonces, se acaba conociéndote a fondo, y tu conocimiento me libra de la esclavitud del pecado.

2º. «La verdad os hará libres. Qué verdad es ésta, que inicia y con- suma en toda nuestra vida el camino de la libertad. Os la resumiré, con la alegría y con la certeza que provienen de la relación entre Dios y sus criaturas: saber que hemos salido de las manos de Dios, que somos objeto de la predilección de la Trinidad Beatísima, que somos hijos de tan gran Padre. Yo pido a mi Señor que nos decidamos a damos cuenta de eso, a saborearlo día a día: así obraremos como personas libres. No lo olvidéis: el que no se sabe hijo de Dios, desconoce su verdad más íntima, y carece en su actuación del dominio y del señorío propios de los que aman al Señor por encima de todas las cosas» (Amigos de Dios.- 26).

Jesús, Tú eres la Verdad, y tu verdad es ésta: eres el Hijo de Dios.

Y ésta es también mi verdad: soy hijo de Dios.

«El que no se sabe hijo de Dios, desconoce su verdad más íntima.»

Si no me doy cuenta de que Tú eres mi Padre, no me estoy enterando de lo realmente importante en mi vida: quién soy, qué se espera de mí, para qué estoy en la tierra, y cómo puedo ser de verdad feliz.

«El esclavo no queda en casa para siempre; mientras que el hijo queda para siempre».

Jesús, yo soy hijo de Dios, y por eso estoy llamado a permanecer en su casa para Siempre: estoy llamado a vivir con Dios eternamente en el cielo.

Pero si, por el pecado, pierdo la condición de hijo y paso a ser esclavo del pecado, no tendré ya lugar en tu casa.

Jesús, ser cristiano es imitarte a Ti.

Pero imitarte a Ti, necesariamente es vivir como hijo de Dios en todas las circunstancias del día: es tenerte presente en el trabajo y en el descanso, en el trato con los demás; es intentar agradarte siempre; es actuar con el dominio y el señorío  -libertad- propios de los que aman al Señor por encima de todas las cosas.

 

 

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27 marzo 2012 2 27 /03 /marzo /2012 02:26

Meditación: Martes de la semana 5 de Cuaresma. Ciclo B. 27 de Marzo, 2012

«Jesús les dijo de nuevo: Yo me voy y me buscaréis, y moriréis en vuestro pecado; a donde yo voy vosotros no podéis venir Los judíos decían: ¿Es que se va a matar y por eso dice: A donde yo voy vosotros no podéis venir? Y les decía: Vosotros sois de abajo; yo soy de arriba. Vosotros sois de este mundo; yo no soy de este mundo. Os he dicho que moriréis en vuestros pecados, porque si no creéis que yo soy, moriréis en vuestros pecados. Entonces le decían: ¿Tú quién eres? Jesús les respondió: Ante todo, lo que os estoy diciendo. Tengo muchas cosas que hablar y juzgar de vosotros, pero el que me ha enviado es veraz, y yo, lo que he oído, eso hablo al mundo. Ellos no entendieron que les hablaba del Padre. Díjoles, pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mi mismo, sino que como el Padre me enseñó así hablo. Y el que me ha enviado está conmigo; no me ha dejado solo porque yo hago siempre lo que le agrada. Al decir estas cosas, muchos creyeron en él» (Juan 8, 21-30) 

1º. «Si no creéis que yo soy, moriréis en vuestros pecados».

Jesús, para seguir tu camino, necesito creer que realmente eres Dios.

Tu camino es esforzado, cuesta arriba; pero sé que, cuando lo sigo, encuentro la felicidad que busco, porque vivir cristianamente es la mejor forma de vivir: la manera recomendada por el «fabricante», por Ti, que eres mi Dios y mi Creador

«¿Tú quién eres? Cuando hayáis levantado al H4o del Hombre, entonces conoceréis que yo soy.»

Levantado o colgado significaba crucificado.

Jesús, les estás diciendo que sólo en la Cruz pueden entender quién eres.

Y es que tu vida no se entiende sin tu misión redentora que culmina en la Cruz: has venido para «dar tu vida en redención por muchos» (Mateo 20,28).

«Entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que como el Padre me enseñó así hablo».

Jesús, tu obediencia a la voluntad del Padre -obediencia hasta la muerte y muerte de Cruz-, es una prueba de que Tú eres su enviado.

No estás buscando tu lucimiento personal, ni una recompensa terrena. «Yo no soy de este mundo. He bajado del Cielo no para hacer mi voluntad sino la voluntad de Aquél que me ha enviado» (Juan 6,38).

 

2º. «La aceptación rendida de la Voluntad de Dios trae necesariamente el gozo y la paz: la felicidad en la Cruz. -Entonces se ve que el yugo de Cristo es suave y que su carga no es pesada» (Camino.-758).

Jesús, seguirte a Ti no es un camino fácil: no coincide siempre con lo que me apetece hacer, ni siquiera con lo que humanamente parece que sea lo mejor A veces cuesta aceptar rendidamente tu voluntad.

A Ti te costó sangre decir: «no se haga mi voluntad sino la tuya» (Lucas 22,42)

Pero también es cierto -lo sé por experiencia- que la aceptación rendida de la Voluntad de Dios trae necesariamente el gozo y la paz: la felicidad en la Cruz.

Aún más, la capacidad de sacrificio es la medida de la capacidad del amor y de la felicidad.

«Quien le amare mucho verá que puede padecer mucho por Él; el que le amare poco, poco. Tengo yo para mí que la medida de poder llevar gran cruz o pequeña es la del amor» (Santa Teresa).

«El que me ha enviado está conmigo; no me ha dejado solo porque yo hago siempre lo que le agrada.»

Esta es la razón profunda de la alegría cristiana: Dios no me deja solo, porque yo estoy buscando hacer su voluntad, porque me intento comportar en todo momento como un hijo fiel.

Dios es mi Padre, y está siempre pendiente de mí.

«Al decir estas cosas, muchos creyeron en él»

Jesús, aumenta mi fe.

Que me fíe más de Ti que de mí; que busque hacer tu voluntad más que la mía.

Aunque me cueste, aunque tenga que llevar mi propia cruz.

Que no quiera huir de ese yugo y de esa carga, pues «el yugo de Cristo es suave y su carga no es pesada».

 

 

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