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8 diciembre 2011 4 08 /12 /diciembre /2011 16:16

Meditación: Viernes de la semana 2 de Adviento. Ciclo B. 9 de diciembre, 2011

«¿Con quién voy a comparar esta generación? Se parece a niños sentados en las plazas que, gritando a sus compañeros, dicen: Os hemos cantado al son de la flauta y no habéis bailado; os hemos cantado lamentaciones y no habéis llorado.

Porque ha venido Juan que no come ni bebe y dicen: Tiene un demonio. Ha venido el Hijo del Hombre que come y bebe y dicen: Mirad un hombre comilón y bebedor amigo de publicanos y pecadores. Pero la sabiduría se acredita por sus propias obras». (Mateo 11, 16-19)

1º. Jesús: ¿qué más puedes hacer por mí?

Has probado todas las combinaciones: me has mostrado la alegría de servirte; me has advertido del castigo que merecen los que mueren en pecado mortal; me has dado el ejemplo de profetas y santos muy diversos; y finalmente has muerto en la cruz por mí.

Tienes razón, Jesús, a veces parezco un niño que no se conforma con nada, aunque en el fondo de mis excusas hay bastante de egoísmo y comodidad.

Hoy, mirando al sagrario donde te encuentras encerrado por amor a mí, me pregunto: ¿Qué más puedes hacer para que te ame, para que te entregue un poco de mi tiempo, de ese tiempo que Tú mismo me has regalado?

Está claro que siempre puedo encontrar excusas: ¿por qué he de hacer más, si tal persona tampoco lo hace?

¿Por qué siempre yo?

¿Por qué he de hacer esta norma de piedad?

¿Por qué he de obedecer a alguien que tampoco será perfecto?

Ese sacerdote es poco simpático; ese sacerdote es poco serio... Jesús: a todo le encuentro pegas.

A todo... menos a mi criterio.

Jesús, Tú ya has hecho mucho: has venido al mundo, te has hecho hombre; has trabajado, reído y sufrido como nosotros; has muerto en la cruz y te has quedado en la Eucaristía.

¿Qué más puedes hacer?

Que no ponga más excusas para venir a verte, para recibirte en la comunión, para tenerte presente en mi trabajo... y en mi descanso.

2º. Es más fácil decir que hacer: - Tú..., que tienes esa lengua tajante -de hacha-, ¿has probado alguna vez, por casualidad siquiera, a hacer «bien» lo que, según tu «autorizada» opinión, hacen los otros menos bien?» (Camino.-448).

«Ha venido Juan que no come ni bebe y dicen... Ha venido el Hijo del Hombre que come y bebe y dicen...»

Decir es muy fácil.

Criticar lo sabe hacer cualquiera.

«Pero la sabiduría se acredita por sus propias obras».

Son las obras lo que cuenta.

En vez de criticar tantas cosas que me parece que se hacen mal, yo ¿qué hago?

Jesús, en mi vida diaria tengo miles de ocasiones para mejorar mi actitud de crítica negativa.

Desde un plato que se ha quemado un poco, o un recado que alguien entendió mal, hasta un jefe o un profesor que se ha equivocado, o un conocido que da mal ejemplo.

¿Cómo lo habría hecho yo en esas circunstancias?

¿No podría haber hecho algo para mejorar aquella situación?

Jesús, que no permita ninguna crítica a tu Iglesia, ni a tus ministros.

El que tenga una queja, debería preguntarse primero qué ha hecho él por la Iglesia.

Siempre hay gente dispuesta a criticar a la Iglesia.

No importa lo que hagan sus miembros, porque siempre se puede criticar algo.

Ocurre como te ocurría con los fariseos: si estás con unos, porque estás con unos; si estás con todos, porque quieres abarcarlos a todos; si haces algo, porque no haces lo otro; y así sucesivamente.

«Así como los buitres, que pasan volando por muchos prados y lugares amenos y olorosos sin que hagan aprecio de su belleza, son arrastrados por el olor de cosas hediondas; así como las moscas, que no haciendo caso de las partes sanas van a buscar las úlceras, así también los envidiosos no miran ni se fijan en el esplendor de la vida, ni en la grandeza de las obras buenas, sino en lo podrido y corrompido» (San Basilio).

Que no caiga yo en el vicio de la crítica negativa, de la murmuración, del descrédito.

Que busque siempre el lado positivo, el esfuerzo realizado, la buena intención.

Que intente comprender, perdonar, enseñar con paciencia, aguantar los defectos de los demás que no sean ofensa de Dios -como ellos también soportan los míos-, alabar o callarme antes de criticar.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

 

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7 diciembre 2011 3 07 /12 /diciembre /2011 14:17

Meditación: La Inmaculada Concepción de Santa María Virgen. 8 de diciembre, 2011

«En el sexto mes fue enviado el ángel Gabriel departe de Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de nombre José, de la casa de David, y el nombre de la virgen era María. Y habiendo entrado donde ella estaba, le dijo: Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo. Ella se turbó al oír estas palabras, y consideraba que significaría esta salutación. Y el ángel le dijo: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios: concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará eternamente sobre la casa de Jacob, y su Reino no tendrá fin.

María dijo al ángel: ¿De que modo se hará esto, pues no conozco varón? Respondió el ángel y le dijo: El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que nacerá será llamado Santo, Hijo de Dios (...). Dijo entonces Maria: He aquí la esclava del Señor hágase en mí según tu palabra. Y el ángel se retiró de su presencia.» (Lucas 1, 26-38)

 

1º. Madre, el Evangelio de hoy narra el momento de la anunciación: el día en el que conociste con claridad tu vocación, la misión que Dios te pedía y para la que te había estado preparando desde que naciste.

«No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios.»

No tengas miedo, madre mía, pues aunque la misión es inmensa, también es extraordinaria la gracia, la ayuda que has recibido de parte de Dios.

«¿De que modo se hará esto, pues no conozco varón?»

Madre, te habías consagrado a Dios por entero, y José estaba de acuerdo con esa donación de tu virginidad.

¿Cómo ahora te pide Dios ser madre?

No preguntas con desconfianza, como exigiendo más pruebas antes de aceptar la petición divina.

Preguntas para saber cómo quiere Dios que lleves a término ese nuevo plan que te propone.

«El Espíritu Santo descenderá sobre ti.»

Dios te quiere, a la vez, Madre y Virgen.

«Virgen antes del parto, en el parto y por siempre después del parto» (Pablo IV).

«He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra.»

Madre, una vez claro el camino, la respuesta es definitiva, la entrega es total: aquí estoy, para lo que haga falta.

¡Qué ejemplo para mi vida, para mi entrega personal a los planes de Dios!

Madre, ayúdame a ser generoso con Dios.

Que, una vez tenga claro el camino, no busque arreglos intermedios, soluciones fáciles.

Sé que si te imito, Madre, seré enteramente feliz.

2º. «Nuestra Madre es modelo de correspondencia a la gracia y, al contemplar su vida, el Señor nos dará luz para que sepamos divinizar nuestra existencia ordinaria. (...) Tratemos de aprender, siguiendo su ejemplo en la obediencia a Dios, en esa delicada combinación de esclavitud y de señorío. En María no hay nada de aquella actitud de las vírgenes necias, que obedecen, pero alocadamente. Nuestra Señora oye con atención lo que Dios quiere, pondera lo que no entiende, pregunta lo que no sabe. Luego, se entrega toda al cumplimiento de la voluntad divina: «he aquí la esclava del Señor hágase en mí según tu palabra». ¿Veis la maravilla? Santa María, maestra de toda nuestra conducta, nos enseña ahora que la obediencia a Dios no es servilismo, no sojuzga la conciencia: nos mueve íntimamente a que descubramos «la libertad de los hijos de Dios» (Es Cristo que pasa.-173).

Madre, hoy se ve a mucha gente que no quiere que le dicten lo que debe hacer, que no quiere ser esclavo de nada ni de nadie.

Paradójicamente, se mueven fuertemente controlados por las distintas modas, y no pueden escapar a la esclavitud de sus propias flaquezas.

Tú me enseñas hoy que el verdadero señorío, la verdadera libertad, se obtiene precisamente con la obediencia fiel a la voluntad de Dios y con el servicio desinteresado a los demás.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

 

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7 diciembre 2011 3 07 /12 /diciembre /2011 14:13

Meditación: La Inmaculada Concepción de Santa María Virgen. 8 de diciembre, 2011

«En el sexto mes fue enviado el ángel Gabriel departe de Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de nombre José, de la casa de David, y el nombre de la virgen era María. Y habiendo entrado donde ella estaba, le dijo: Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo. Ella se turbó al oír estas palabras, y consideraba que significaría esta salutación. Y el ángel le dijo: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios: concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará eternamente sobre la casa de Jacob, y su Reino no tendrá fin.

María dijo al ángel: ¿De que modo se hará esto, pues no conozco varón? Respondió el ángel y le dijo: El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que nacerá será llamado Santo, Hijo de Dios (...). Dijo entonces Maria: He aquí la esclava del Señor hágase en mí según tu palabra. Y el ángel se retiró de su presencia.» (Lucas 1, 26-38)

 

1º. Madre, el Evangelio de hoy narra el momento de la anunciación: el día en el que conociste con claridad tu vocación, la misión que Dios te pedía y para la que te había estado preparando desde que naciste.

«No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios.»

No tengas miedo, madre mía, pues aunque la misión es inmensa, también es extraordinaria la gracia, la ayuda que has recibido de parte de Dios.

«¿De que modo se hará esto, pues no conozco varón?»

Madre, te habías consagrado a Dios por entero, y José estaba de acuerdo con esa donación de tu virginidad.

¿Cómo ahora te pide Dios ser madre?

No preguntas con desconfianza, como exigiendo más pruebas antes de aceptar la petición divina.

Preguntas para saber cómo quiere Dios que lleves a término ese nuevo plan que te propone.

«El Espíritu Santo descenderá sobre ti.»

Dios te quiere, a la vez, Madre y Virgen.

«Virgen antes del parto, en el parto y por siempre después del parto» (Pablo IV).

«He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra.»

Madre, una vez claro el camino, la respuesta es definitiva, la entrega es total: aquí estoy, para lo que haga falta.

¡Qué ejemplo para mi vida, para mi entrega personal a los planes de Dios!

Madre, ayúdame a ser generoso con Dios.

Que, una vez tenga claro el camino, no busque arreglos intermedios, soluciones fáciles.

Sé que si te imito, Madre, seré enteramente feliz.

2º. «Nuestra Madre es modelo de correspondencia a la gracia y, al contemplar su vida, el Señor nos dará luz para que sepamos divinizar nuestra existencia ordinaria. (...) Tratemos de aprender, siguiendo su ejemplo en la obediencia a Dios, en esa delicada combinación de esclavitud y de señorío. En María no hay nada de aquella actitud de las vírgenes necias, que obedecen, pero alocadamente. Nuestra Señora oye con atención lo que Dios quiere, pondera lo que no entiende, pregunta lo que no sabe. Luego, se entrega toda al cumplimiento de la voluntad divina: «he aquí la esclava del Señor hágase en mí según tu palabra». ¿Veis la maravilla? Santa María, maestra de toda nuestra conducta, nos enseña ahora que la obediencia a Dios no es servilismo, no sojuzga la conciencia: nos mueve íntimamente a que descubramos «la libertad de los hijos de Dios» (Es Cristo que pasa.-173).

Madre, hoy se ve a mucha gente que no quiere que le dicten lo que debe hacer, que no quiere ser esclavo de nada ni de nadie.

Paradójicamente, se mueven fuertemente controlados por las distintas modas, y no pueden escapar a la esclavitud de sus propias flaquezas.

Tú me enseñas hoy que el verdadero señorío, la verdadera libertad, se obtiene precisamente con la obediencia fiel a la voluntad de Dios y con el servicio desinteresado a los demás.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

 

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7 diciembre 2011 3 07 /12 /diciembre /2011 14:06

Lectio Divina: Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María. 8 de diciembre, 2011

Lectio:  Lucas 1,26-38

1. LECTIO

a) Oración inicial

Alégrate, Virgen María,
ya surge la estrella de Jacob.
Se cumplen hoy las Escrituras:
como nube fecunda llega el Señor.

Viene nuestro Dios, no está en silencio;
ten atento el oído a su saludo.
Dulce es la palabra en sus labios,
noble el diseño de su corazón.

Resplandecen como alas de paloma
los vestidos de su mensajero;
desciende como céfiro de estío
sobre ti, fecundo, su consuelo

Despliega su fuerza nuestro Dios,
en tu carne encuentra su descanso;
encuentra en ti su santuario,
alábalo y ámalo por siempre.

 Mira, aparece su cortejo,
delante de él camina la justicia.
Dominará el orgullo de los fuertes.
Devolverá a los humildes su vigor

Extenderá su gran misericordia
sobre todos los que temen su nombre;
humilde esclava del Señor,
 téjenos las alabanzas del Amor.

 

 

b) Lectura del Evangelio: Lucas 1, 26-38

Al sexto mes envió Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y, entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se conturbó por estas palabras y se preguntaba qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande, se le llamará Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.» María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y se le llamará Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez y este es ya el sexto mes de la que se decía que era estéril, porque no hay nada imposible para Dios.» Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel, dejándola, se fue.

c) Un momento de silencio:

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

2. MEDITATIO

 

 a) Clave de lectura:

Aunque se repiten los temas de Mateo y Marcos, el Evangelio de Lucas es una composición original en muchos aspectos. El evangelista coloca en su narración material nuevo con respecto a las otras narraciones evangélicas. En los primeros dos capítulos que tratan de la infancia de Jesús, Lucas se acerca a las tradiciones hebraicas con muchas referencias directas e indirectas al Antiguo Testamento. La teología, el simbolismo y todo el conjunto de los relatos de la infancia de Jesús han encontrado las raíces en el mundo semítico, diverso en muchas formas del mundo y del pensamiento griego. El evangelista ambienta el comienzo de su narración en el ambiente de los anawîm, los pobres del Señor, o sea aquéllos que se someten con gusto a la voluntad de Dios, firme en la fe que el Señor les dará la salvación en el tiempo oportuno. A los anawîm el Señor promete enviar el Mesías “ enviado a llevar la buena nueva a los abatidos, a curar las llagas de los corazones destrozados, a proclamar la libertad de los cautivos, y la liberación a los encarcelados, a promulgar el año de gracia del Señor, y un día de venganza para nuestro Dios, para consolar a todos los tristes, para alegrar a los afligidos de Sion...” (Is 61, 1ss). Esta promesa de Dios se cumplirá en Jesús de Nazareth que “ entrando según su costumbre el sábado en la sinagoga” (Lc 4,16), proclama que la promesa de Dios pronunciada por medio de Isaías “se ha cumplido” (Lc 4,21) en Él. Sólo los anawîm pueden recibir del hijo de José el carpintero y de María (Lc 4, 22; Mt 13, 53-58; Mc 6, 1-6; Jn 1,45) la alegre nueva de la salvación, los otros desgraciadamente se escandalizan de Él. El Mesías es humilde y dulce, su “ boca” pronuncia “palabras de gracia” (Lc 4,22) por esto para acogerlo se necesita prepararse, entrar dentro de sí mismo, para acoger al prometido de Israel. Por eso el Señor amonesta por medio del profeta: “ Buscad a Yahvé los humildes de la tierra, que practicáis su ley; buscad la justicia, buscad la mansedumbre, quizás quedaréis al abrigo de la ira del Señor (Sof 2,3).

En este contexto, “En el mes sexto, fue enviado el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea llamada Nazareth a una virgen desposada con un varón de la casa de David, llamado José. La virgen se llamaba María”. (Lc 1, 26-27). Esta virgen es una de los anawîm a la cual el Señor revela su salvación. Con ella se encuentran otros dos anawîm que “eran entrados en años” (Lc 1, 7), “un sacerdote llamado Zacarías” e Isabel que “era estéril” y por tanto sin hijo (Lc 1, 5-7). También a estos dos deshonrados (Gen 30,33; 1Sam 1, 5-8; 2Sam 6, 23; Os 9,11) se les anuncia la salvación del Señor. Desgraciadamente en Jerusalén, en el templo, durante la liturgia, lugar de la revelación, de la potencia y de la gloria de Dios, esta buena nueva no es acogida por el sacerdote (Lc 1, 8-23). Pero la Palabra de Dios no está ligada y no se la puede limitar. Dice en verdad el Santo de Israel: “Como baja la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá sin haber empapado y fecundado la tierra y haberla hecho germinar, dando la simiente para sembrar y el pan para comer, así será la palabra salida de mi boca: no volverá a mí vacía sino que hace lo que yo quiero y cumple su misión” (Is 55, 10-11). Por eso, Isabel “en su vejez, ha concebido un hijo y este es el sexto mes para ella a la que todos llamaban estéril: nada es imposible para Dios” (Lc 1, 36-37). Este será el acontecimiento ofrecido a María como un signo “ de la potencia del Altísimo” (Lc 1, 35) que se extenderá como sombra sobre ella para concebir al Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo que “descenderá” sobre ella (Lc 1, 34-35). El Hijo se llamará Jesús, “será grande y llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David su padre y reinará por siempre sobre la casa de Jacob y su reino no tendrá fin” (Lc 1,31-33). Estas palabras del ángel recuerdan las mismas dirigidas a Acaz: “El Señor mismo os dará un signo. Helo aquí: la virgen concebirá y parirá un hijo, que se llamará Emmanuel” (Is 7, 14).

Por esto, después de la concepción de Juan, o sea “en el sexto mes” (Lc 1,26), la buena noticia es bien acogida “en una ciudad de la Galilea, llamada Nazaret” (Lc 1,26) por una doncella, “virgen, prometida como esposa” (Lc 1,27). “Nazaret” y “María” hacen contraste con “Jerusalén” y “sacerdote”; así como también es contrastante la frase “ presentándose a ella” con la palabra “templo”. El Señor se revela en lugares humildes y es acogido por gente humilde de las que, a juicio de los hombres, no “puede venir nada de bueno” (Jn 1,45). A María se le invita a gozar: “¡Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo!” (Lc 1, 28). La presencia del Señor en medio de su pueblo es ocasión de gozo, porque la presencia del Señor llevan salvación y bendición. El saludo e invitación del ángel está dirigido a todo el pueblo de Dios en la persona de María.. Por lo que, todo el pueblo de Dios está llamado a gozar y a alegrarse en el Señor su Salvador. Es el gozo mesiánico que se anuncia a todos: “Gritad de gozo y alegraos, habitantes de Sión, porque grande es en medio de vosotros el Santo de Israel” (Is 12, 6). “¡Exulta, hija de Sion, da voces jubilosas Israel, y regocíjate con todo tu corazón, hija de Jerusalén! El Señor ha revocado los decretos dados contra ti y ha rechazado tu enemigo. El Rey de Israel es el Señor en medio de ti, tú no verás ya más el infortunio.....” (Sof 3, 14-15ss). “ Alégrate y regocíjate, hija de Sión, porque he aquí que yo vengo para habitar en medio de ti” (Zc 2, 14).

La concepción de Jesús es un acontecimiento nuevo, la primicia de la futura nueva creación operada por la potencia creativa de Dios que viene al encuentro de la imposibilidad de concebir de María, porque todavía no conoce varón (Lc 1, 34). La sombra que el Altísimo extiende sobre María recuerda la nube que de día acompañaba al pueblo en el desierto (Ex 13,22), que daba sombra al monte Sinaí revelando la gloria del Señor por seis días (Ex 19,16; 24,17). Es también un signo de la protección de Dios otorgada al justo que invoca el nombre del Señor y se pone en sus manos durante la prueba (Sal 17,8, 57,2; 140,8). En la creación, el Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas, signo de la potencia creadora de la palabra de Dios (Gén 1,2).

Dios supera toda capacidad humana, nada es imposible para Él (Lc 1,47; Gen 18, 14; Jer 32,27). Ante el Señor de la alegría, de la vida y de la salvación, María acoge su palabra generadora y creadora: “He aquí la esclava del Señor, que me suceda como has dicho” (Lc 1, 38).

b) Preguntas para orientar la meditación y actualización:

● El Señor se revela a los anawîm de su pueblo: Según tu parecer ¿quiénes son los anawîm contemporáneos a nosotros?
● Muchas veces nos sentimos como si viviéramos en un mundo hostil a la revelación de Dios. Parece también que Él ha enmudecido, que no revela más su palabra que da vida ¿Es esto verdad? Si Él todavía nos habla ¿dónde puedo encontrar su palabra viviente? ¿Cómo acogerla?
● Las potencias del mal paresen envolver nuestro inquieto mundo. Las diversas modalidades de opresión parecen que incluso oprimen también al Dios de la alegría, de la libertad, de la misericordia. ¿Cómo te comportas tú ante esta realidad? ¿Piensas que el texto de hoy pueda inspirarte un comportamiento justo ante las situaciones imposibles?
● ¿Qué piensas tú que sea la característica del comportamiento de María? ¿Te revela algo en tu vida?

3. ORATIO

a) Cántico de María:

«Alaba mi alma la grandeza del Señor
y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador
porque ha puesto los ojos en la pequeñez de su esclava,
por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada,
porque ha hecho en mi favor cosas grandes el Poderoso, Santo es su nombre
y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los de corazón altanero.
Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes.
A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos con las manos vacías.
Acogió a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como había anunciado a nuestros padres-
en favor de Abrahán y de su linaje por los siglos.»

 

 

 

b) Momentos dedicados al silencio orante

4. CONTEMPLATIO

[En la contemplación], de hecho, a los hombres fuertes le es consentido recogerse cuando desean estar solos consigo mismo, cultivar asiduamente los pimpollos de las virtudes y nutrirse, felizmente, de los frutos del paraíso. Aquí se conquista aquel ojo cuya serena mirada hiere de amor al Esposo, y por medio de su transparencia y pureza se ve a Dios. Aquí se practica un ocio laborioso y se descansa en una acción quieta. Aquí, por la fatiga de la lucha, Dios da a sus atletas la recompensa deseada, esto es, la paz que el mundo ignora, y el gozo en el Espíritu Santo.
Esta es aquella Raquel graciosa, de bello aspecto, que Jacob, si bien no era ella fértil de hijos, amó más que a Lía, segura que más fértil, pero de ojos legañosos. Menos numerosos, de hecho, son los hijos de la contemplación respecto a los de la acción; sin embargo José y Benjamín son amados del padre más que los otros hermanos.
Esta es aquella parte mejor que María ha escogido y que no le será quitada.

(De la Carta de San Bruno a Rodolfo el Verde).

www.ocarm.org

 

 

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6 diciembre 2011 2 06 /12 /diciembre /2011 02:13

Meditación: Miércoles de la semana 2 de Adviento. Ciclo B. 7 de diciembre, 2011

«Venid todos los fatigados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas: porque mi yugo es suave y mi carga ligera». (Mateo11, 28-30)

 

1. Jesús, desde tu nacimiento en Belén me enseñas una nueva forma de vivir en la tierra.

Es la forma del amor verdadero, del amor entregado, del amor sacrificado.

Desde fuera  para el que no la pone en práctica  es como un yugo: sacrificio, cruz, entrega, trabajo, servicio, obediencia.

Pero para el que te sigue, ese “yugo es suave y su carga es ligera”.

La verdadera carga la soporta el que intenta liberarse de tus mandatos, ir a la suya, no obedecer a nadie más que a si mismo: porque acaba obedeciendo a sus caprichos, a sus gustos y a sus vicios, en medio de una vida triste y vacía.

El gran enemigo del alma es la soberbia, porque es la que se opone continuamente a que obedezcamos, a que nos esforcemos por cumplir una voluntad distinta de la nuestra, como si de este modo perdiéramos la libertad.

“Si bien todos los vicios nos alejan de Dios, sólo la soberbia se opone a Él; a ello se debe la resistencia que Dios ofrece a los soberbios” (Santo Tomas)

¿Cómo estoy de humildad?

“Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas.”

Jesús, que aprenda de Ti a ser humilde, a cumplir libremente la voluntad de Dios, como lo hiciste Tú durante toda tu vida: desde Belén basta el Calvario.

Sólo así encontraré esa paz interior que, junto con la alegría, es uno de los frutos más característicos de la vida cristiana.

2. El amor de Dios es celoso; no se satisface si se acude a su cita con condiciones: espera con impaciencia que nos demos del todo (...). Quizá pensaréis: responder que si a ese Amor exclusivo, ¿no es acaso perder la libertad? (...) Cada uno de nosotros ha experimentado alguna vez que servir a Cristo Señor nuestro comporta dolor y fatiga. Negar esta realidad supondría no haberse encontrado con Dios. El alma enamorada conoce que, cuando viene ese dolor, se trata de ana impresión pasajera y pronto descubre que el peso es ligero y lo carga es suave, porque lo lleva El sobre sus hombros.

Pero hay hombres que no entienden, que se rebelan contra el Creador (...) Son almas que hacen barricadas con la libertad. ¡Mi libertad, libertad! (...) Su libertad se demuestra estéril, o produce frutos ridículos, también humanamente. El que escoge, ¡con plena libertad!,  una norma recta de conducta, tarde o temprano se verá manejado por otros.

¡Pero nadie me coacciona!, repiten obstinadamente. ¿Nadie? Todos coaccionan esa ilusorio libertad, que no se arriesga a aceptar responsablemente las consecuencias de actuaciones libres, personales. (...) Nada más falso que oponer la libertad a la entrega, porque la entrega viene como consecuencia de la libertad. Mirad, cuando una madre se sacrifica por amor a sus hijos, ha elegido; y según la medida de ese amor, así se manifestará su libertad. (...) La libertad sólo puede entregarse por amor.

Por amor a la libertad, nos atamos. Únicamente la soberbia atribuye o esas ataduras el peso de una cadena. La verdadera humildad, que nos enseño Aquel que es manso y humilde de corazón, nos muestra que su yugo es suave y su carga ligera: el yugo es la libertad, el yugo es el amor, el yugo es la unidad, el yugo es la vida, que Él nos ganó en la Cruz (Amigos de Dios. 28-32)

El verdadero descanso para mi alma lo experimento, Jesús, cuando cumplo tu voluntad, aunque me cueste, atándome a ese yugo tuyo por amor, entregándote libremente mis gustos, mis intereses, mis deseos, porque me da la gana quererte sobre todas las cosas.

A pesar de tener esta idea muy clara, a veces me canso de luchar.

Que sepa acudir a Ti en esos momentos de fatiga, para descargar ese peso en tus manos paternales, dejándome también guiar en la dirección espiritual, con humildad.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

 

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6 diciembre 2011 2 06 /12 /diciembre /2011 01:22

Meditación: Martes de la semana 2 de Adviento. Ciclo B. 6 de diciembre, 2011

«¿Qué os parece? Si a un hombre que tiene cien ovejas se le pierde una de ellas, ¿no dejará las noventa y nueve en el monte e irá a buscar la que se ha perdido? Y si llega a encontrarla, os aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se habían perdido. Del mismo modo, no es voluntad de vuestro Padre que está en los Cielos que se pierda ni uno solo de estos pequeños». (Mateo 18, 12-14)

1º. Jesús, vas a nacer en Belén como un hombre más.

¿Por qué?

Porque te quieres acercar más a los hombres, que te habíamos abandonado por el pecado original y nuestros pecados personales.

Has venido a salvamos, a darnos los medios necesarios -los sacramentos- para que ya nunca más nos perdamos.

Sin embargo, te vuelvo a perder algunas veces.

Y entonces Tú vuelves a buscarme, sin cansarte nunca de mí.

Señor, que yo tampoco me canse nunca de volver a Ti.

Sé que te doy una gran alegría cuando me confieso, cuando te pido perdón.

También sé que Tú prefieres que no me pierda, que me mantenga a tu lado, en gracia, en tu rebaño.

La alegría de volver es grande porque grande había sido el disgusto al separarme.

Jesús, no quiero darte más disgustos.

Ayúdame a poner los medios que sean necesarios para no decirte más que no.

Enséñame a poner la lucha lejos de las grandes tentaciones: en pequeños vencimientos, en la sobriedad en las comidas, en la guarda de la vista, en el aprovechamiento del tiempo sin ceder terreno a la comodidad.

«El hombre, mientras permanece en la carne, no puede evitar todo pecado, al menos los pecados leves. Pero estos pecados, que llamamos leves, no los consideres poca cosa: si los tienes por tales cuando los pesas, tiembla cuando los cuentas. Muchos objetos pequeños hacen una gran masa; muchas gotas de agua llenan un río. Muchos granos hacen un montón. ¿Cuál es entonces nuestra esperanza? Ante todo, la confesión…» (San Agustín).

Jesús, quiero tener cada vez «la piel más fina»; una mayor sensibilidad ante el pecado, hasta el punto de que reaccione ante cualquier pequeña falta consentida, pidiéndote rápidamente perdón.

Que aprenda a descubrir aquellas cosas que debería haber hecho mejor, o que Tú esperabas que hiciera y no he hecho.

Que me duela no haber cumplido un pequeño propósito, o haber estado despistado en Misa, o no haberme adelantado a tener un detalle de servicio, o haber puesto mala cara cuando me han encargado algo.

2º. «Usted me dijo que se puede llegar a ser “otro” San Agustín, después de mi pasado. No lo dudo, y hoy más que ayer quiero tratar de comprobarlo».

Pero has de cortar valientemente y de raíz, como el santo obispo de Hipona» (Surco.- 838).

San Agustín había tenido una juventud alejada del verdadero Dios, y buscaba la felicidad en los placeres de la tierra.

Pero, gracias a las oraciones de su madre y a su decisión firme y resuelta por buscar a Dios, abandonó su vida anterior y llegó a ser obispo, Doctor de la Iglesia y santo.

Sí, Jesús, yo también puedo ser otro San Agustín, y es lo que me estás pidiendo hoy.

Que me decida a cortar con todo aquello que me aleja de Ti: esos lugares, esos programas, esa gente.

Señor, ayúdame a ser valiente, a decir que no a todo lo que me hunde en el pecado, dejándome el regusto de la infelicidad.

Que sepa darle la vuelta a esas situaciones con visión positiva arrastrando a mis amigos a ambientes más sanos, más limpios.

«No es voluntad de vuestro Padre que está en los Cielos que se pierda ni uno solo de estos pequeños»

Jesús, ¿qué puedo hacer yo si el ambiente está como está, si la gente no tiene formación, si...?

No tengo excusa, al menos, para dar un tono cristiano al ambiente que me rodea: mi familia, mis amigos, mis compañeros de estudio o trabajo.

Tengo que imitarte también en el papel del Buen Pastor: ir a buscar a la oveja perdida; encomendar a aquel amigo que no va bien; buscar el momento oportuno para hablar con él o para presentarle a alguien que le pueda dar un buen consejo.

Jesús, tu voluntad es que no se pierda nadie, porque te preocupan las almas.

Que también a mi me preocupen las almas: todas las almas pero, más en concreto, las almas de los que viven a mi lado.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

 

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4 diciembre 2011 7 04 /12 /diciembre /2011 18:13

5Meditación: Lunes de la semana 2 de Adviento. Ciclo B. 5 de diciembre, 2011

«Estaba Jesús un día enseñando. Y estaban sentados algunos fariseos y doctores de la Ley; que habían venido de todas las aldeas  de Galilea, de Judea y de Jerusalén. Y la fuerza del Señor le impulsaba a curar. Cuando he aquí que unos hombres, que traían en una camilla a un paralítico, intentaban meterlo dentro y colocarlo delante de él. Y al no encontrar por dónde introducirlo a causa de la multitud, subieron al terrado, y por entre las tejas lo descolgaron con la camilla al medio delante de Jesús. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados. Entonces los escribas y los fariseos empezaron a pensar: ¿Quién es éste, que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios? Pero conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo: ¿Qué estáis pensando en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: tus pecados te son perdonados, o decir: levántate, y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados, dijo al paralítico, yo te digo: levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. Y al instante se levantó en presencia de ellos, tomó la camilla en que yacía, y se fue a su casa glorificando a Dios. El asombro se apoderó de todos y glorificaban a Dios. Y llenos de temor decían: Hoy hemos visto cosas maravillosas». (Lucas 5, 17-26)

 

1º. Jesús, perdonas al paralítico por la fe de sus amigos: «Viendo Jesús la fe de ellos, dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados.»

¡Qué gran lección!

Muchas veces tengo la tentación de decir: yo ya lo hago bien; los demás que hagan lo que quieran.

Pero no es así como se comportaron los amigos del paralítico.

El paralítico no abre la boca hasta que lo curas.

No parecía muy convencido.

No debió ser fácil para sus amigos conseguir que viniera.

Y, una vez allí, era imposible meterlo dentro, donde estabas Tú; pero tampoco se rinden ante este obstáculo.

Si hay que romper el techo, se rompe.

Jesús, no es difícil hacer la comparación con algunos amigos míos que no se mueven nada, sobrenaturalmente hablando, como si estuvieran paralíticos de espíritu.

¿Qué puedo hacer?

Hay muchos obstáculos que dificultan el ponértelos delante de Ti para que les puedas perdonar y curar.

Hay que romper muchos techos, esquemas, excusas.

El secreto está en ser, primero yo, mejor cristiano.

«Ni siquiera sería necesario exponer la doctrina si nuestra vida fuese tan radiante, ni sería necesario recurrir a las palabras si nuestras obras dieran tal testimonio. Ya no habría ningún pagano, si nos comportáramos corno verdaderos cristianos» (San Juan Crisóstomo).

2º. «Es preciso que seas «hombre de Dios», hombre de vida interior hombre de oración y de sacrificio. -Tu apostolado debe ser una superabundancia de tu vida «para adentro» (Camino.-961).

Jesús, hacer apostolado no es convencer.

Tú haces el milagro al ver la fe de los amigos que traían al enfermo.

Igualmente moverás a mis amigos a llevar una vida más cristiana, a confesarse, si ves mi fe, mi oración y mortificación por aquel amigo y por aquel otro.

«Y la fuerza del Señor le impulsaba a curar»

Jesús, estás deseoso de curar a mucha gente.

Pero sólo curaste a aquél que tenía unos amigos con mucha fe, con mucha vida interior.

Ayúdame a ser serio en mi vida interior, en mi oración y mortificación, en mi estudio o trabajo, pues de mi santidad depende también la santidad de otros.

«Hoy hemos visto cosas maravillosas.»

Jesús, ¡cuántas cosas maravillosas dependen de que yo sea un hombre de Dios!

Dame fortaleza, dame fe; no me dejes que me conforme con ser simplemente bueno.

He de ser santo, con una santidad «apostólica».

De esta manera no me detendré ante las dificultades que encuentre en mi camino de apóstol, y te pondré a mucha gente frente a Ti, aunque haya que romper techos, aunque haya que cambiar el mundo.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

 

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2 diciembre 2011 5 02 /12 /diciembre /2011 15:54

Meditación: Domingo 2º de Adviento; ciclo B. 4 de diciembre, 2011

«Estad alerta; velad, porque ignoráis el momento. Es como un hombre que marchó de viaje y, al dejar su casa, puso todo en manos de sus siervos, señalando a cada cual su tarea, y encargó al portero que vigilase. Estad en vela, porque no sabéis cuándo viene el dueño de la casa, si por la tarde, si a medianoche, al canto del gallo o de madrugada; no sea que llegue de repente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros, se lo digo a todos: ¡Estad en vela!». (Marcos 13, 33-37).

1º. Hijo eterno de Dios, vas a venir al mundo.

Te vas a hacer hombre, como yo.

Te haces como yo para que yo pueda hacerme como Tú: hijo de Dios.

Este es el gran acontecimiento que ha cambiado el rumbo de la historia.

Porque has venido, Jesús, a cambiar los corazones de los hombres, que son los que hacen la historia con sus vilezas y heroísmos.

Hoy empieza el Adviento y, con él, un nuevo año litúrgico: la Iglesia empieza el año con este largo período -cuatro semanas- recordando los siglos en los que Dios fue preparando a su pueblo para tu nacimiento.

Al celebrar anualmente la liturgia del Adviento, la Iglesia actualiza esta espera del Mesías: participando en la larga preparación de la primera venida del Salvador los fieles renuevan el ardiente deseo de su segunda Venida» (CEC.-524).

Jesús, en estas semanas de adviento, me pides que me prepare interiormente para recibirte con un corazón limpio y generoso cuando nazcas en Belén.

Debo vigilar para que, cuando llegues, mi corazón no esté ofuscado por los afanes terrenos, por la tentación de la vida fácil y superficial -que no llena-, por el egoísmo de pensar sólo en mis problemas y en mis intereses.

¿Qué debo hacer para estar vigilante?

2º. Jesús, la tentación más peligrosa no es la del pecado.

 El pecado se descubre a sí mismo y puede dar lugar al arrepentimiento y a una vida de mayor piedad.

El verdadero peligro es la tibieza: esa actitud mezquina del que no hace nada malo, sin querer comprometerse tampoco a hacer nada bueno.

Esta es una tentación peligrosa, porque no se detecta fácilmente, e incapacita a la persona para amar a Dios.

3º. Te pide Jesús oración... Lo ves claro. -Sin embargo, ¡qué falta de correspondencia! Te cuesta mucho todo: eres como el niño que tiene pereza de aprender a andar. Pero en tu caso, no es sólo pereza. Es también miedo, falta de generosidad» (Forja.-291).

¡Cuántas veces me recomiendas la oración, Jesús!

«Vigilad orando en todo tiempo».

Me lo has enseñado, además, con tu propio ejemplo: haces oración en los momentos más importantes -antes de elegir a los apóstoles, antes de la Pasión-, te pasas noches rezando y, a veces, tienen que venir a buscarte de madrugada a un lugar apartado donde aprovechas la tranquilidad para hacer oración.

Jesús, me doy cuenta de que debo rezar más si quiero estar vigilante, si quiero mejorar de verdad en este tiempo de preparación para tu venida.

Sin embargo, ¡cómo cuesta!

Me siento frente al Sagrario o en mi habitación, o en otro lugar donde me pueda dirigir a Ti con tranquilidad- y ¿qué te digo? ¿qué hago?

Los minutos pasan muy despacio...

Me da pereza, pero tengo que vencerla.

Además, sé que si aprendo a hacer oración, poco a poco me irá costando menos, como ocurre con todo.

También me da un poco de miedo...

Jesús, Tú exiges.

Y cuando empiezo a rezar, me enseñas algunas cosas que debo mejorar.

A veces soy un poco cobarde y prefiero no ver mis defectos.

Pero hoy quiero cambiar; quiero empezar a cambiar, al menos.

Para que cuando nazcas en Belén, encuentres en mi corazón un lugar en el que estés a gusto.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Tiempo ordinario. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

 

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2 diciembre 2011 5 02 /12 /diciembre /2011 15:07

Meditación: Sábado de la semana 1 de Adviento. Ciclo B. 3 de diciembre, 2011

«Jesús recorría todas las ciudades y aldeas enseñando en sus sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia. Al ver a las multitudes se llenó de compasión por ellas, porque estaban maltratadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.

Habiendo llamado a sus doce discípulos, les dio poder para arrojar a los espíritus inmundos y para curar toda enfermedad y toda dolencia. Id y predicad diciendo que el Reino de los Cielos está al llegar Curad a los enfermos, resucitad a los muertos, sanad a los leprosos, arrojad a los demonios; gratuitamente lo recibisteis, dadlo gratuitamente». (Mateo 9,35-10, 1.7-8)

1º. Jesús, hoy te vuelves a compadecer de las muchedumbres, pero no por falta de pan, sino porque no tienen pastor que les enseñe la doctrina que salva, la buenanueva del Evangelio.

La gente está desorientada, buscando con desesperación la felicidad y encontrando el abatimiento, la soledad y la desconfianza, producto de su propio egoísmo.

«La mies es mucha, pero los obreros pocos.»

Señor, ¿por qué?

¿Por qué hay tan pocos que te ayuden a transmitir ese mensaje de amor que vienes a traer al mundo?

¿No puedes hacer algo?

Jesús, siendo Dios Todopoderoso, no puedes obligar a nadie a trabajar a tu lado, porque le estarías quitando la libertad, y sin libertad es imposible amar.

«Rogad, pues, al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.»

Jesús, no puedes obligar, pero sí puedes dar tu gracia a quien te la pide, o a aquél por quien otros han pedido.

Y tu gracia es realmente eficaz, hasta el punto de que, como decía Santa Teresa: «cuando el Señor quiere para sí un alma, tienen poca fuerza las criaturas para estorbarlo». (Fundaciones.)

Por eso quieres que te pida que haya muchos más que trabajen para Dios, para Ti: muchos más que quieran ser apóstoles en medio de las circunstancias en las que se encuentran.

Jesús, yo no me atrevo a pedirte nada sin antes ofrecerme para trabajar a tu lado.

¿Qué he de hacer?

Ten en cuenta que no valgo mucho... Y me respondes: «Id y predicad diciendo que el Reino de los Cielos está al llegar. Curad a los enfermos, resucitad a los muertos, sanad a los leprosos, arrojad a los demonios; gratuitamente lo recibisteis, dadlo gratuitamente».

 

2º. «También a nosotros, si luchamos diariamente por alcanzar la santidad cada uno en su propio estado dentro del mundo y en el ejercicio de la propia profesión, en nuestra vida ordinaria, me atrevo a asegurar que el Señor nos hará instrumentos capaces de obrar milagros y, si fuera preciso, de los más extraordinarios. Daremos luz a los ciegos. ¿Quién no podría contar mil casos de cómo un ciego casi de nacimiento recobra la vista, recibe todo el esplendor de la luz de Cristo? Y otro era sordo, y otro mudo, que no podían escuchar o articular una palabra coma hijos de Dios... Y se han purificado sus sentidos, y escuchan y se expresan ya como hombres, no como bestias. «In nomine Iesu!», en el nombre de Jesús sus Apóstoles dan la facultad de moverse a aquel lisiado, incapaz de una acción útil; y aquel otro poltrón, que conocía sus obligaciones pero no las cumplía... En el nombre del Señor «surge et ambula!», levántate y anda.

El otro, difunto, podrido, que olía a cadáver, ha percibido la voz de Dios, como en el milagro del hijo de la viuda de Naín: «muchacho, yo te lo mando, levántate». Milagros como Cristo, milagros como los primeros apóstoles haremos. (...) Si amamos a Cristo, si lo seguimos sinceramente, si no nos buscamos a nosotros mismos sino sólo a Él, en su nombre podremos transmitir a otros, gratis, lo que gratis se nos ha concedido» (Amigos de Dios.-262).

Madre mía, ayúdame a ser uno de esos obreros que tu Hijo necesita para trabajar en su campo.

Si amo a Cristo y le sigo sinceramente podré transmitir a otros su mensaje, a la vez que pido por más obreros, almas de apóstol, pues «la mies es mucha.»

 

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

 

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1 diciembre 2011 4 01 /12 /diciembre /2011 05:05

Meditación: Viernes de la semana 1 de Adviento. Ciclo B. 2 de diciembre, 2011

«Al marcharse Jesús de allí, le siguieron dos ciegos diciendo a gritos: Ten piedad de nosotros, Hijo de David. Cuando llegó a la casa se le acercaron los ciegos y Jesús les dijo: ¿Creéis que puedo hacer eso? Respondieron: Si, Señor: Entonces tocó sus ojos diciendo: Según vuestra fe así os suceda. Y se les abrieron los ojos. Pero Jesús les ordenó severamente: Mirad que nadie lo sepa. Ellos, por el contrario, una vez que salieron divulgaron la noticia por toda aquella región». (Mateo 9, 27-31)

1º. Jesús, otro milagro.

Los milagros son un medio para mostrar tu divinidad: «Nadie tiene poder sobre la naturaleza sino Aquel que la hizo. Nadie puede obrar un milagro sino Dios. Si surgen milagros tenemos una prueba de que Dios está presente» (Cardenal J, H. Newman).

Pero cómo cuesta arrancártelo.

Durante tus años de vida pública te resistes a hacer milagros: sólo los realizas cuando hay una razón suficiente.

No quieres llamar la atención de los jefes judíos, pues sabes que los milagros, al mostrar tu divinidad, pueden ponerte en peligro de muerte.

Por eso procuras que no se divulgue la curación: «Jesús les ordenó severamente: Mirad que nadie lo sepa».

Al igual que en ese otro milagro en las bodas de Caná, cuando le dijiste a tu madre: «todavía no ha llegado mi hora» (Juan 2,4) te resistes ha hacer cosas extraordinarias.

Sin embargo, Jesús, acabas realizando el milagro.

Y Tú mismo explicas por qué: «Según vuestra fe así os suceda. Y se les abrieron los ojos».

Estos dos ciegos creían en Ti.

Tenían fe en Ti.

Por eso venían siguiéndote y gritándote: «Ten piedad de nosotros, Hijo de David.»

Su fe es capaz de arrancarte cualquier favor.

Yo también necesito que me ayudes.

Ten piedad de mí, Jesús, que tantas veces no estoy a la altura de lo que me pides.

Mi egoísmo, mis caprichos, mis gustos, mis planes, me ciegan y no acabo de ver tu voluntad.

Ten piedad y ábreme los ojos del espíritu para que te vea, para que te desee, para que quiera hacer lo que me pides.

2º. Padre, me has comentado: yo tengo muchas equivocaciones, muchos errores.

Ya lo sé, te he respondido. Pero Dios Nuestro Señor, que también lo sabe y cuenta con eso, sólo te pide la humildad de reconocerlo, y la lucha para rectificar para servirle cada día mejor con más vida interior con una oración continua, con la piedad y con el empleo de los medios adecuados para santificar tu trabajo» (Forja.-379).

Jesús, quiero prepararme para tu nacimiento, y me doy cuenta de que me falta mucha visión sobrenatural: ver las cosas como Tú las ves.

Las veo todavía según mis intereses: ahora tengo que estudiar y que nadie me moleste; ahora me debo un rato de música; mi deporte nadie lo toca; este programa no me lo puedo perder; etc.

Tú me conoces: aún me falta mejorar mucho.

Lo único que me pides es la humildad de reconocerlo, y lucha para rectificar.

Acercarme más a Ti y, si hace falta, pedirte a gritos, como los dos ciegos: ten piedad de mí.

Y la manera de pedirte las cosas es: con más vida interior con una oración continua, con la piedad y con el empleo de los medios adecuados para santificar tu trabajo.

Jesús, me preguntas: « ¿Crees que puedo hacer eso?»

Te respondo: «Sí, Señor»

Tócame los ojos de mi corazón para que vea cómo servirte más y mejor cada día.

Y aunque es muy difícil moverse a oscuras, Tú me pides que te siga primero un poco a ciegas, fiándome de Ti, como te siguieron estos dos ciegos antes de darles la vista.

Si los dos ciegos hubieran esperado a ver todo clarísimo antes de dar un paso, no lo hubieran dado nunca, ni tampoco se hubieran curado.

Igualmente, si espero a ser más generoso hasta entenderlo todo perfectamente, no aprenderé a ser generoso ni tampoco llegaré a entender nada.

Que me decida, Jesús, a empezar a caminar: a seguirte más de cerca, a tener más vida interior, a rezar más, a santificar el trabajo día a día.

Si lo hago así, me darás la visión sobrenatural que necesito, y -como los ciegos- sabré divulgar tu mensaje a mí alrededor.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

 

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