Es un Blog de orientación Cristiano/Católico, dirigido a personas de 16 a años en adelante, en el que se publican diariamente las Lecturas del Día, de acuerdo al Calendario Litúrgico Católico, la Lectio Divina, el Santoral del Día, la Liturgia de las Horas (Laudes, Vísperas y Completas, y otros artículos de orientación espiritual y moral.
Ordinario de la Misa: Lunes II Semana de Cuaresma. Ciclo C. 25 de Febrero, 2013.
1. Reunido el pueblo, el sacerdote se dirige al altar, con los ministros, mientras se entona el canto de entrada.
Cuando llega al altar, habiendo hecho con los ministros una inclinación profunda, venera el altar con un beso y, si es oportuno, inciensa la cruz y el altar. Después se dirige con los ministros a la sede.
Terminado el canto de entrada, el sacerdote y los fieles, de pie, se santiguan con la señal de la cruz, mientras el sacerdote, vuelto hacia el pueblo, dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
El pueblo responde: Amén.
La gracia y el amor de Jesucristo,
que nos llama a la conversión,
esté con todos ustedes.
O bien:
Que el Espíritu de Dios
nos ayude a responder dócilmente a su llamado penitencial,
y que su gracia salvadora
permanezca con cada uno de ustedes.
O bien:
Que el Señor Jesús los encamine hacia el amor de Dios Padre
y les dé la perseverancia
para renovar su compromiso bautismal,
y que su amor misericordioso
descienda y esté con todos ustedes.
O bien:
De parte de Dios Padre y de Jesucristo,
que nos amó y nos purificó de nuestros pecados con su sangre,
gracia y paz a todos ustedes.
Antífona de entrada Cf. Sal 25, 11-12
Líbrame, Señor, y concédeme tu gracia.
Mis pies están firmes sobre el camino llano
y, en la asamblea, bendeciré al Señor.
Oración colecta
Dios nuestro, que, para remedio del alma,
nos mandaste mortificar el cuerpo,
concédenos la gracia de abstenernos de todo pecado
y de cumplir los mandamientos de tu amor.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.
LITURGIA DE LA PALABRA
Nosotros hemos pecado, hemos faltado
Lectura de la profecía de Daniel 9, 4b-10
¡Ah, Señor, Dios, el Grande, el Temible, el que mantiene la alianza y la fidelidad con aquellos que lo aman y observan sus mandamientos!
Nosotros hemos pecado, hemos faltado, hemos hecho el mal, nos hemos rebelado y nos hemos apartado de tus mandamientos y tus preceptos. No hemos escuchado a tus servidores los profetas, que hablaron en tu Nombre a nuestros reyes, a nuestros jefes, a nuestros padres y a todo el pueblo del país.
¡A ti, Señor, la justicia! A nosotros, en cambio, la vergüenza reflejada en el rostro, como les sucede en este día a los hombres de Judá, a los habitantes de Jerusalén y a todo Israel, a los que están cerca y a los que están lejos, en todos los países adonde tú los expulsaste, a causa de la infidelidad que cometieron contra ti.
¡A nosotros, Señor, la vergüenza reflejada en el rostro, y también a nuestros reyes, a nuestros jefes y a nuestros padres, porque hemos pecado contra ti! ¡Al Señor, nuestro Dios, la misericordia y el perdón, porque nos hemos rebelado contra él! Nosotros no hemos escuchado la voz del Señor, nuestro Dios, para seguir sus leyes, que él puso delante de nosotros por medio de sus servidores los profetas.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 78, 8-9. 11. 13
R. ¡No nos trates según nuestros pecados, Señor!
No recuerdes para nuestro mal
las culpas de otros tiempos;
compadécete pronto de nosotros,
porque estamos totalmente abatidos. R.
Ayúdanos, Dios salvador nuestro,
por el honor de tu Nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados,
a causa de tu Nombre. R.
Llegue hasta tu presencia el lamento de los cautivos,
preserva con tu brazo poderoso
a los que están condenados a muerte. R.
Y nosotros, que somos tu pueblo
y las ovejas de tu rebaño,
te daremos gracias para siempre,
y cantaremos tus alabanzas
por todas las generaciones. R.
VERSÍCULO ANTES DEL EVANGELIO Cf. Jn 6, 63c. 68c
Tus palabras, Señor, son Espíritu y Vida;
tú tienes palabras de Vida eterna.
EVANGELIO
Perdonen y serán perdonados
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 6, 36-38
Jesús dijo a sus discípulos:
«Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.
Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes.»
Palabra del Señor.
Comentario:
Estamos dentro de una unidad literaria que en el Evangelio de Lucas se denomina “sección del Llano”. Y los versículos que nos propone la liturgia hoy pertenecen a la segunda parte de esta sección. Esta segunda parte va orientada no sólo a los discípulos, sino a todos los oyentes, a todo el pueblo. El tema de fondo en esta parte es el amor generoso y universal. Ser compasivo es una de las exigencias que Jesús propone como presupuesto de una nueva humanidad. Sólo amando a los seres humanos y viviendo de manera compasiva y misericordiosa es como se aprende a amar a Dios. Jesús coloca las bases de una nueva sociedad más incluyente, más solidaria, más humana, más conforme al corazón de Dios. El amor hacia los hermanos, como consecuencia y fruto del amor hacia Dios, produce la más estupenda e incomparable reciprocidad en los que aman. De ahí se logra la concordia, la mutua ayuda, la paz armónica y serena en un crescendo continuo de generosidad, don que hace exultar al creyente seguidor de Jesús con una alegría tal nunca antes conocida ni experimentada. – ¿Vamos configurando así nuestra vida con la misma vida del Padre, compasivo y misericordioso?
Oración sobre las ofrendas
Escucha con bondad nuestros ruegos, Señor,
y libra de las seducciones del mundo
a quienes concedes celebrar estos santos misterios.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
PREFACIO DE CUARESMA II
LA CONVERSIÓN INTERIOR
40. Este prefacio se dice en el tiempo de Cuaresma, sobre todo en los domingos, cuando no corresponda decir un prefacio que sea más indicado.
V. El Señor esté con ustedes.
R. Y con tu espíritu.
V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.
Porque has establecido generosamente
un tiempo especial de gracia
para purificar el corazón de tus hijos,
de modo que, libres de todo afecto desordenado,
vivamos las realidades temporales
pero adhiriéndonos a las eternas.
Por eso, con los ángeles y santos
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del Universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.
PLEGARIA EUCARÍSTICA « DE LA RECONCILIACIÓN » I
En la Misa vespertina del Jueves santo:
en esta misma noche,
cuando iba a ser entregado a su pasión,
voluntariamente aceptada,
Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan, dándote gracias, lo partió
y lo dio a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.
TOMEN Y COMAN TODOS DE ÉL,
PORQUE ESTO ES MI CUERPO,
QUE SERÁ ENTREGADO POR USTEDES.
Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora, haciendo genuflexión.
103. Después prosigue:
Del mismo modo, acabada la cena,
Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó el cáliz,
y, dándote gracias de nuevo,
lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.
TOMEN Y BEBAN TODOS DE ÉL,
PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE,
SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA,
QUE SERÁ DERRAMADA
POR USTEDES Y POR MUCHOS
PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS.
HAGAN ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA.
Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora, haciendo genuflexión.
104. Luego dice una de las siguientes fórmulas:
CP
Éste es el Misterio de nuestra fe.
O bien:
Éste es el Sacramento de nuestra fe.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Anunciamos tu muerte,
proclamamos tu resurrección.
¡Ven, Señor Jesús!
O bien:
CP
Éste es el Misterio de la fe, Cristo nos redimió.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Cada vez que comemos de este pan
y bebemos de este cáliz,
anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.
O bien:
CP
Éste es el Misterio de la fe, Cristo se entregó por nosotros.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Salvador del mundo, sálvanos,
que nos has liberado por tu cruz y resurrección.
105. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice:
CC
Así, pues, Padre,
al celebrar ahora
el memorial de la muerte y resurrección de tu Hijo,
te ofrecemos el Pan de Vida y el Cáliz de Salvación,
y te damos gracias
porque nos haces dignos de servirte en tu presencia.
Te pedimos humildemente
que el Espíritu Santo congregue en la unidad
a cuantos participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo.
C1
Acuérdate, Señor,
de tu Iglesia extendida por toda la tierra;
Los domingos, cuando no hay otro
«Acuérdate, Señor» propio, puede decirse:
Acuérdate, Señor de tu Iglesia, extendida por toda la tierra,
y reunida aquí en el domingo,
día en que Cristo ha vencido a la muerte
y nos ha hecho partícipes de su vida inmortal;
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra
y reunida aquí (en la noche santa) en el día santo
en que la Virgen María dio a luz al Salvador del mundo;
y con el Papa N.,
con nuestro Obispo N. (Aquí se puede hacer mención del Obispo Coadjutor o Auxiliar, de acuerdo con la Ordenación general del Misal Romano, n. 149 ).
El Obispo, cuando celebra en su diócesis, dice:
conmigo, indigno servidor tuyo,
Cuando celebra un Obispo que no es el Ordinario diocesano, dice:
con mí hermano N., Obispo de esta Iglesia de N., conmigo, indigno siervo tuyo,
y todos los pastores que cuidan de tu pueblo,
llévala a su perfección por la caridad.
INTERCESIONES PARTICULARES
En la Misa por los difuntos se puede añadir:
Recuerda a tu hijo (hija) N.,
a quien llamaste (hoy) de este mundo a tu presencia;
concédele que,
así como ha compartido ya la muerte de Jesucristo,
comparta también con él
la gloria de la resurrección.
C2
Acuérdate también de nuestros hermanos
que se durmieron en la esperanza de la resurrección,
y de todos los que han muerto en tu misericordia;
admítelos a contemplar la luz de tu rostro.
Ten misericordia de todos nosotros,
y así, con María, la Virgen Madre de Dios,
los apóstoles y cuantos vivieron en tu amistad
a través de los tiempos,
merezcamos, por tu Hijo Jesucristo,
compartir la vida eterna y cantar tus alabanzas.
Junta las manos.
106. Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz y, elevándolos, dice:
CP o CC
Por Cristo, con él y en él,
a ti, Dios Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
Amén.
RITO DE LA COMUNIÓN
124. Una vez depositados el cáliz y la patena sobre el altar, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
Fieles a la recomendación del Salvador
y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir:
O bien:
Llenos de alegría por ser hijos de Dios,
digamos confiadamente la oración que Cristo nos enseñó:
O bien:
El amor de Dios a sido derramado en nuestros corazones
con el Espíritu Santo que se nos ha dado;
movidos por ese Espíritu digamos con fe y esperanza:
O bien:
Antes de participar en el banquete de la Eucaristía,
signo de reconciliación y vínculo de unión fraterna,
oremos juntos como el Señor nos ha enseñado:
O bien:
Recemos con humildad y confianza diciendo:
Extiende las manos y, junto con el pueblo, continúa:
Padre nuestro, que estás en el Cielo,
santificado sea tu Nombre,
venga a nosotros tu Reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
125. Solo el sacerdote, con las manos extendidas, prosigue diciendo:
Líbranos de todos los males, Señor,
y concédenos la paz en nuestros días,
para que, ayudados por tu misericordia,
vivamos siempre libres de pecado
y protegidos de toda perturbación,
mientras esperamos la gloriosa venida
de nuestro Salvador Jesucristo.
Junta las manos.
El pueblo concluye la oración aclamando:
Tuyo es el Reino,
tuyo el poder y la gloria
por siempre, Señor.
126. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice en voz alta:
Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles:
«La paz les dejo, mi paz les doy»,
no tengas en cuenta nuestros pecados
sino la fe de tu Iglesia,
y, conforme a tu palabra,
concédele la paz y la unidad.
Junta las manos.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
El pueblo responde: Amén.
127. El sacerdote, vuelto hacia al pueblo, extendiendo y juntando las manos, añade:
La paz del Señor esté siempre con ustedes.
El pueblo responde: Y con tu espíritu.
128. Luego, si se juzga oportuno, el diácono, o el sacerdote, añade:
Démonos fraternalmente la paz
O bien:
Como hijos de Dios, intercambiemos ahora
un signo de comunión fraterna.
O bien:
En Cristo, que nos ha hecho hermanos con su cruz,
démonos la paz como signo de reconciliación.
O bien:
En el Espíritu de Cristo resucitado,
démonos fraternalmente la paz.
Y todos, según las costumbres del lugar, se intercambian un signo de paz, de comunión y de caridad. El sacerdote da la paz al diácono o al ministro.
129. Después toma el pan consagrado, lo parte sobre la patena y pone una partícula dentro del cáliz, diciendo en secreto:
El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo,
unidos en este cáliz,
sean para nosotros
alimento de vida eterna.
130. Mientras tanto se canta o se dice:
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz.
Esta aclamación puede repetirse varias veces, si la fracción del pan se prolonga. La última vez se dice: danos la paz.
131. A continuación el sacerdote, con las manos juntas, dice en secreto:
Señor Jesucristo, Hijo del Dios vivo,
que por voluntad del Padre,
cooperando el Espíritu Santo,
diste con tu muerte la Vida al mundo,
líbrame, por la recepción de tu Cuerpo y de tu Sangre,
de todas mis culpas y de todo mal.
Concédeme cumplir siempre tus mandamientos
y jamás permita que me separe de ti.
O bien:
Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre
no sea para mí un motivo de juicio y condenación,
sino que, por tu piedad
me sirva para defensa de alma y cuerpo,
y como remedio de salvación.
132.El sacerdote hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevada sobre la patena o sobre el cáliz, de cara al pueblo, dice con voz clara:
Este es el Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Y, juntamente con el pueblo, añade:
Señor, no soy digno
de que entres en mi casa,
pero una palabra tuya
bastará para sanarme.
Antífona de comunión Cf. Lc 6, 36
Dice el Señor: Sean misericordiosos,
como el Padre de ustedes es misericordioso.
133. El sacerdote, vuelto hacia el altar, dice en secreto:
El Cuerpo de Cristo me proteja para la Vida eterna.
Y comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo.
Después toma cáliz, y dice en secreto:
La Sangre de Cristo me guarde para la Vida eterna.
Y bebe reverentemente la Sangre de Cristo.
134. Después toma la patena o la píxide y se acerca a los que van a comulgar. Muestra el pan consagrado a cada uno, sosteniéndolo un poco elevado y le dice:
El Cuerpo de Cristo.
El que va a comulgar responde: Amén.
Y comulga.
El diácono, si distribuye la sagrada Comunión, lo realiza de la misma manera observan los mismos ritos.
135. Si se comulga bajo las dos especies se observa el rito descrito en su lugar.
136. Cuando el sacerdote ha comulgado el Cuerpo de Cristo, comienza el canto de comunión.
137. Finalizada la Comunión, el sacerdote o el diácono, o el acólito, purifica la patena sobre el cáliz y también el cáliz.
Mientras hace la purificación, el sacerdote dice en secreto:
Haz, Señor, que recibamos con un corazón limpio
el alimento que acabamos de tomar,
y que el don que nos haces en esta vida
nos sirva para la vida eterna.
138. Después el sacerdote puede volver a la sede. Si se considera oportuno, se puede dejar un breve espacio de silencio sagrado o entonar un salmo o algún cántico de alabanza.
139. Luego, de pie en el altar o en la sede, el sacerdote, vuelto hacia el pueblo, con las manos juntas, dice:
Oremos.
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos, a no ser que este silencio ya se haya hecho antes. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración después de la comunión.
Oración después de la comunión
Padre, que esta comunión nos purifique del pecado
y nos haga partícipes de la alegría del cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oración sobre el pueblo (Facultativa)
Padre, fortalece los corazones de tus fieles
con el poder de tu gracia,
para que vivan más entregados a la oración
y sinceros en el amor mutuo.
Por Jesucristo, nuestro Señor
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La oración después de la comunión termina con la conclusión breve.
Si la oración se dirige al Padre:
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Si la oración se dirige al Padre,
pero al final de la misma se menciona al Hijo:
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos
Si la oración se dirige al Hijo:
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
140. Siguen, si es necesario, breves avisos para el pueblo.
141. Después tiene lugar la despedida. El sacerdote, vuelto hacia el pueblo, extendiendo las manos, dice:
El Señor esté con ustedes.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
El sacerdote bendice al pueblo, diciendo:
La bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo, + y el Espíritu Santo,
descienda sobre ustedes.
El pueblo responde: Amén.
142. En algunos días u ocasiones, a ésta fórmula de bendición precede, según las rúbricas, otra fórmula de bendición más solemne o una oración sobre el pueblo.
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143. En la Misa pontifical el celebrante recibe la mitra y, extendiendo las manos, dice:
El Señor esté con ustedes.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
El celebrante dice:
Bendito sea el nombre del Señor.
Todos responden:
Desde ahora y para siempre.
El celebrante dice:
Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Todos responden:
Que hizo el cielo y la tierra.
Entonces el celebrante, habiendo recibido el báculo, si lo usa, dice:
La bendición de Dios todopoderoso,
Y, haciendo tres veces la señal de la cruz sobre el pueblo, añade:
Padre, + Hijo, + y Espíritu + Santo,
descienda sobre ustedes.
Todos responden: Amén.
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144. Luego el diácono, o el mismo sacerdote, con las manos juntas, vuelto hacia el pueblo, dice:
Pueden ir en paz.
O bien:
La alegría del Señor sea nuestra fuerza.
Pueden ir en paz.
O bien:
Glorifiquen al Señor con su vida.
Pueden ir en paz.
O bien:
En el nombre del Señor, pueden ir en paz.
O bien, especialmente en los domingos de pascua:
Anuncien a todos la alegría del Señor resucitado.
Pueden ir en paz.
El pueblo responde:
Demos gracias a Dios.
145. Después el sacerdote venera el altar con un beso, como al comienzo. Seguidamente, hecha inclinación profunda con los ministros, se retira.
145. Si inmediatamente sigue alguna acción litúrgica, se omite el rito de despedida.
Fuente:; www.servicioskoinonia.org (Comentario Evangelio)
Misal Romano y Leccionario Ferial II (año impar)